sábado, 19 de enero de 2019

T5. VII. La decisión en favor de Dios


*T5. VII. La decisión en favor de Dios*

1. ¿Crees  realmente  que  puedes  fabricar una  voz  que  pueda  ahogar  a  la  de  Dios?  ¿Crees  realmente que  puedes  inventar  un sistema  de  pensamiento que  te  pueda  separar de  Él?  ¿Crees  realmente  que puedes  encargarte  de  tu seguridad  y de  tu dicha  mejor que  Él?  No tienes  que  ser ni  cuidadoso ni descuidado;  necesitas  simplemente  echar sobre  Sus  Hombros  toda  angustia,  pues  Él  cuida  de  ti.  Él cuida  de  ti  porque  te  ama.  Su  Voz  te  recuerda  continuamente  que  tienes  motivos  para  sentirte esperanzado debido  a  que  estás  a  Su cuidado. No puedes  elegir excluirte  de  Su cuidado  porque  ésa no es  Su  Voluntad,  pero puedes  elegir aceptar  Su cuidado y usar el  poder infinito de  éste  en beneficio  de  todos  los  que  Él  creó mediante  él.

2. Han sido muchos  los  sanadores  que  no se  curaron a  sí  mismos. No movieron montañas  con su fe porque  su fe  no era  absoluta.  Algunos  de  ellos  ocasionalmente  curaron enfermos, mas  no resucitaron a  ningún muerto.  A  menos  que  el  sanador se  cure  a  sí  mismo,  no podrá  creer  que  no hay grados  de  dificultad en  los  milagros. No habrá  aprendido que  toda  mente  que  Dios  haya  creado  es igualmente  digna  de  ser sanada  porque  Él  la  creó  íntegra.  Se  te  pide  simplemente  que  le  devuelvas  a Dios  tu mente  tal  como  Él  la  creó.  Dios  te  pide  únicamente  lo que  Él  te  dio,  sabiendo que  mediante esa  entrega  sanarás.  La  cordura  no es  otra  cosa  que  plenitud,  y la  cordura  de  tus  hermanos  es también  la  tuya.

3. ¿Por qué  prestarle  atención a  las  continuas  y dementes  exigencias  que  crees  que  se  te  hacen, cuando  puedes  saber que  la  Voz  que  habla  por Dios  se  encuentra  en ti?  Dios  te  encomendó  Su Espíritu, y te  pide  que  tú le  encomiendes  el  tuyo. Su  Voluntad dispone  que  éste  permanezca  en perfecta  paz  porque  tú  eres  de  una  misma  mente  y de  un mismo espíritu con  Él. El  último recurso desesperado  del  ego en  defensa  de  su propia  existencia  es  excluirte  de  la  Expiación. Ello refleja  a  la vez  la  necesidad del  ego de  mantenerse  separado, y el  hecho de  que  tú estás  dispuesto  a  ponerte  de parte  de  la  separación  por la  que  él  aboga.  El  hecho de  que  estés  dispuesto a  ello significa  que  no quieres  sanar.

4. Pero ha  llegado  el  momento.  No se  te  ha  pedido  que  elabores  el  plan  de  la  salvación  porque, como  ya  te  dije  anteriormente,  el  remedio  no pudo haber sido obra  tuya. Dios  Mismo  te  dio  la Corrección perfecta  para  todo  lo que  has  inventado que  no esté  de  acuerdo  con Su santa  Voluntad. Te  estoy  haciendo  perfectamente  explícito Su plan, te  diré  también cuál  es  tu papel  en él  y cuán urgente  es  que  lo lleves  a  cabo.  Dios  se  lamenta  ante  el  "sacrificio" de  Sus  Hijos  que  creen  que  Él  se olvidó  de  ellos.

5. Siempre  que  no te  sientes  completamente  dichoso es  porque  has  reaccionado sin amor  ante  una de  las  creaciones  de  Dios.  Al  percibir eso como  un pecado  te  pones  a  la  defensiva  porque  prevés  un ataque.  Tú eres  el  que  toma  la  decisión  de  reaccionar  de  esa  manera, y, por lo  tanto,  la  puedes revocar. No puedes  revocarla  arrepintiéndote  en el  sentido usual  de  la  palabra  porque  eso implicaría culpabilidad. Si  sucumbes  al  sentimiento de  culpabilidad, reforzarás  el  error en vez  de  permitir que sea  deshecho.

6.  Tomar  esta  decisión  no puede  ser algo  difícil. Esto  es  obvio, si  te  percatas  de  que  si  no te  sientes completamente  dichoso es  porque  tú mismo  así  lo has  decidido. Por lo tanto, el  primer  paso en el  proceso de  des-hacimiento  es  reconocer  que  decidiste  equivocadamente  a  sabiendas, pero  que  con igual  empeño puedes  decidir de  otra  manera. Sé  muy  firme  contigo mismo con respecto a  esto,  y mantente  plenamente  consciente  de  que  el  proceso  de  des-hacimiento,  que  no procede  de  ti,  se encuentra  no obstante  en  ti  porque  Dios  lo  puso ahí.  Tu  papel  consiste  simplemente  en hacer que  tu pensamiento  retorne  al  punto en  que  se  cometió el  error, y en  entregárselo  allí  a  la  Expiación  en paz. Repite  para  tus  adentros  lo  que  sigue  a  continuación tan  sinceramente  como puedas,  recordando que el  Espíritu  Santo responderá  de  lleno  a  tu más  leve  invitación:  Debo haber decidido equivocadamente  porque  no estoy en  paz.  Yo mismo  tomé  esa  decisión,  por lo tanto,  puedo tomar otra.  Quiero tomar otra  decisión porque  deseo estar en  paz. No me  siento  culpable  porque  el Espíritu Santo,  si  se  lo permito, anulará  todas  las  consecuencias  de  mi  decisión  equivocada.  Elijo permitírselo, al  dejar  que  Él  decida  en favor de  Dios  por mí.

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