lunes, 29 de julio de 2019

T23. IV. Por encima del campo de batalla


*T23. IV. Por encima del campo de batalla*


1. No sigas estando en conflicto, pues sin ataque no puede haber guerra. Tenerle miedo a Dios es tenerle miedo a la vida, no a la muerte. Sin embargo, Dios sigue siendo el único refugio. En Él no hay ataques, ni el Cielo se ve acechado por ninguna clase de ilusión. El Cielo es completamente real. En él las diferencias no tienen cabida, y lo que es lo mismo no puede estar en conflicto. No se te pide que luches contra tu deseo de asesinar. Pero sí se te pide que te des cuenta de que las formas que dicho deseo adopta encubren la intención del mismo. Y es eso lo que te asusta, no la forma que adopta. Lo que no es amor es asesinato. Lo que no es amoroso no puede sino ser un ataque. Toda ilusión es un asalto contra la verdad y cada una de ellas es una agresión contra la idea del amor porque éste parece ser tan verdadero como ellas.

2. Mas ¿qué puede ser igual a la verdad y sin embargo diferente? El asesinato y el amor son incompatibles. Si ambos fuesen ciertos, tendrían entonces que ser lo mismo e indistinguibles el uno del otro. Y así deben serlo para aquellos que ven al Hijo de Dios como un cuerpo. Pues no es el cuerpo lo que es como el Creador del Hijo. Y lo que carece de vida no puede ser el Hijo de la Vida. ¿Puede acaso el cuerpo extenderse hasta abarcar todo el universo? ¿Puede acaso crear, y ser lo que crea? ¿Y puede ofrecerle a sus creaciones todo lo que él es sin jamás sufrir pérdida alguna?

3. Dios no comparte Su función con un cuerpo. Él le encomendó a Su Hijo la función de crear porque es la Suya Propia. Creer que la función del Hijo es asesinar no es un pecado, pero sí es una locura. Lo que es lo mismo no puede tener una función diferente. La creación es el medio por el que Dios se extiende a Sí Mismo, y lo que es Suyo no puede sino ser de Su Hijo también. Pues, o bien el Padre y el Hijo son asesinos, o bien ninguno de los dos lo es. La vida no crea a la muerte, puesto que sólo puede crear a semejanza propia.

4. La hermosa luz de tu relación es como el Amor de Dios. Mas aún no puede asumir la sagrada función que Dios le encomendó a Su Hijo, puesto que todavía no has perdonado a tu hermano completamente, y, por ende, el perdón no se puede extender a toda la creación. Toda forma de asesinato y ataque que todavía te atraiga y que aún no hayas reconocido como lo que realmente es, limita la curación y los milagros que tienes el poder de extender a todo el mundo. Aun así, el Espíritu Santo sabe cómo multiplicar tus pequeñas ofrendas y hacerlas poderosas. Sabe también cómo elevar tu relación por encima del campo de batalla para que ya no se encuentre más en él. Esto es lo único que tienes que hacer: reconocer que cualquier forma de asesinato no es tu voluntad. Tu propósito ahora es pasar por alto el campo de batalla.

5. Elévate, y desde un lugar más alto, contémplalo. Desde ahí tu perspectiva será muy diferente. Aquí, en medio de él, ciertamente parece real. Aquí has elegido ser parte de él. Aquí tu elección es asesinar. Mas desde lo alto eliges los milagros en vez del asesinato. Y la perspectiva que procede de esta elección te muestra que la batalla no es real y que es fácil escaparse de ella. Los cuerpos pueden batallar, pero el choque entre formas no significa nada. Y éste cesa cuando te das cuenta de que nunca tuvo comienzo. ¿Cómo ibas a poder percibir una batalla como inexistente si participas en ella? ¿Cómo ibas a poder reconocer la verdad de los milagros si el asesinato es tu elección?

6. Cuando la tentación de atacar se presente para nublar tu mente y volverla asesina, recuerda que puedes ver la batalla desde más arriba. Incluso cuando se presenta en formas que no reconoces, conoces las señales: una punzada de dolor, un ápice de culpabilidad, pero sobre todo, la pérdida de la paz. Conoces esto muy bien. Cuando se presenten, no abandones tu lugar en lo alto, sino elige inmediatamente un milagro en vez del asesinato. Y Dios Mismo, así como todas las luces del Cielo, se inclinarán tiernamente ante ti para apoyarte. Pues habrás elegido permanecer donde Él quiere que estés, y no hay ilusión que pueda atacar la paz de Dios cuando Él está junto a Su Hijo.

7. No contemples a nadie desde dentro del campo de batalla, pues lo estarías viendo desde un lugar que no existe. No tienes un punto de referencia desde el que observar y desde el que lo que ves pueda tener significado. Pues sólo los cuerpos pueden atacar y asesinar, y si éste es tu propósito, eso quiere decir que eres un cuerpo. Sólo los propósitos unifican, y aquellos que comparten un mismo propósito son de un mismo pensar. El cuerpo de por sí no tiene propósito alguno, y no puede sino ser algo solitario. Desde abajo, no puede ser transcendido. Desde arriba, las limitaciones que les impone a aquellos que todavía batallan desaparecen y se hace imposible percibirlas. El cuerpo se interpone entre el Padre y el Cielo que Él creó para Su Hijo precisamente porque no tiene ningún propósito.

8. Piensa en lo que se les concede a los que comparten el propósito de su Padre sabiendo que es también el suyo: no tienen necesidad de nada, cualquier clase de pesar es inconcebible; de lo único que son conscientes es de la luz que aman y sólo el amor brilla sobre ellos para siempre. El amor es su pasado, su presente y su futuro: siempre el mismo, eternamente pleno y completamente compartido. Saben que es imposible que su felicidad pueda jamás sufrir cambio alguno. Tal vez pienses que en el campo de batalla todavía hay algo que puedes ganar. Sin embargo, ¿podría ser eso algo que te ofreciese una calma perfecta y una sensación de amor tan profunda y serena que ninguna sombra de duda pudiera jamás hacerte perder la certeza? ¿Y podría ser algo que durase eternamente?

9. Los que son conscientes de la fortaleza de Dios jamás podrían pensar en batallas. ¿Qué sacarían con ello sino la pérdida de su perfección? Pues todo aquello por lo que se lucha en el campo de batalla tiene que ver con el cuerpo: con algo que éste parece ofrecer o poseer. Nadie que sepa que lo tiene todo podría buscarse limitaciones ni valorar las ofrendas del cuerpo. La insensatez de la conquista resulta evidente desde la serena esfera que se encuentra por encima del campo de batalla. ¿Qué puede estar en conflicto con lo que lo es todo? ¿Y qué hay que, ofreciendo menos, pudiese ser más deseable? ¿A quién que esté respaldado por el amor de Dios podría resultarle difícil elegir entre los milagros y el asesinato?

T23. III. Salvación sin transigencias


*T23. III. Salvación sin transigencias*

1. ¿No es cierto acaso que no reconoces algunas de las formas en que el ataque se puede manifestar? Si es cierto que el ataque en cualquiera de sus formas te hará daño, y que te hará tanto daño como lo harían cualquiera de las formas que sí reconoces, entonces se puede concluir que no siempre reconoces la fuente del dolor. Cualquier forma de ataque es igualmente destructiva. Su propósito es siempre el mismo. Su única intención es asesinar, y ¿qué forma de asesinato puede encubrir la inmensa culpabilidad y el terrible temor a ser castigado que el asesino no puede por menos que sentir? Puede que niegue ser un asesino y que justifique su infamia con sonrisas mientras la comete. Sin embargo, sufrirá y verá sus intenciones en pesadillas en las que las sonrisas habrán desaparecido, y en las que su propósito sale al encuentro de su horrorizada conciencia para seguir acosándolo. Pues nadie que piense en asesinar puede escaparse de la culpabilidad que dicho pensamiento conlleva. Si la intención del ataque es la muerte, ¿que importa qué forma adopte?

2. ¿Podría cualquier forma de muerte, por muy hermosa y caritativa que parezca, ser una bendición y un signo de que la Voz que habla por Dios le está hablando a tu hermano a través de ti? La envoltura no hace el regalo. Una caja vacía, por muy bella que sea y por mucha gentileza que se tenga al darla, sigue estando vacía. Y tanto el que la recibe como el que la da no podrán seguir engañándose por mucho más tiempo. Niégale el perdón a tu hermano y lo estarás atacando. No le estarás dando nada y sólo recibirás de él lo que le diste.

3. La salvación no transige en absoluto. Transigir es aceptar sólo una parte de lo que quieres: tomar sólo un poco y renunciar al resto. La salvación no renuncia a nada. Se les concede a todos enteramente. Si permites que la idea de transigir invada tu pensamiento, se pierde la conciencia del propósito de la salvación porque no se reconoce. Dicho propósito se niega cuando la idea de transigir se ha aceptado, pues es la creencia de que la salvación es imposible. La idea de transigir mantiene que puedes atacar un poco, amar un poco, y ser consciente de la diferencia. De esta manera, pretende enseñar que un poco de lo mismo puede ser diferente, y, al mismo tiempo, permanecer intacto, cual uno solo. ¿Tiene sentido esto? ¿Es acaso comprensible?

4. Este curso es fácil precisamente porque no transige en absoluto. Aun así, parece ser difícil para aquellos que todavía creen que es posible transigir. No se dan cuenta de que si lo fuese, la salvación sería un ataque. Es indudable que la creencia de que la salvación es imposible no puede propiciar la calmada y serena certidumbre de que ésta ha llegado. El perdón no se puede negar sólo un poco. Tampoco es posible atacar por una razón y amar por otra, y entender lo que es el perdón. ¿No te gustaría poder reconocer lo que constituye un asalto a tu paz, si sólo de esa manera resulta imposible que la pierdas de vista? Si no la defiendes, puedes mantenerla brillando ante tu visión, eternamente diáfana y sin jamás perderla de vista.

5. Los que creen que es posible defender la paz y que está justificado atacar en su nombre, no pueden percibir que la paz se encuentra dentro de ellos. ¿Cómo iban a saberlo? ¿Cómo iban a poder aceptar el perdón y al mismo tiempo seguir albergando la creencia de que algunas formas de asesinato mantienen la paz a salvo? ¿Cómo iban a estar dispuestos a aceptar el hecho de que su brutal propósito va dirigido contra ellos mismos? Nadie se une a su enemigo ni comparte su propósito. Y nadie transige con un enemigo sin seguir odiándolo por razón de lo que éste le privó.

6. No confundas una tregua con la paz ni la transigencia con el escape del conflicto. Haber sido liberado del conflicto significa que éste ha cesado. La puerta está abierta; te has retirado del campo de batalla. No te has quedado allí con la esperanza cobarde de que el conflicto no se reanude sólo porque los cañones se han acallado por un momento y el miedo que asola el lugar de la muerte no es evidente. En un campo de batalla no hay seguridad. Lo puedes contemplar a salvo desde lo alto sin que te afecte. Pero dentro de él no puedes encontrar ninguna seguridad. Ni uno solo de los árboles que aún quedan en pie puede ofrecerte cobijo. Ni una sola fantasía de protección puede servir de escudo contra la fe en el asesinato. He aquí el cuerpo, vacilando entre el deseo natural de comunicarse y la intención antinatural de asesinar y de morir. ¿Crees que puede haber alguna forma de asesinato que ofrezca seguridad? ¿Podría acaso la culpabilidad estar ausente de un campo de batalla?

T23. II. Las leyes del caos (parte II)


*T23. II. Las leyes del caos (parte II)*

12. Pero ¿qué  es  eso que  deseas  que  exige  su muerte?  ¿Cómo  puedes  estar seguro de  que  tu ataque asesino está  justificado, a  menos  que  sepas  cuál  es  su propósito?  Aquí  es  donde  el  "último" principio  del  caos  acude  en tu  "auxilio".  Este  principio  alega  que  hay un substituto  para  el  amor. Ésta  es  la  magia  que  curará  todo tu dolor,  el  elemento que  falta  que  curaría  tu locura.  Ésa  es  la  razón de  que  tengas  que  atacar. He  aquí  lo que  hace  que  tu  venganza  esté  justificada.  He  aquí, revelado, el regalo secreto  del  ego,  arrancado  del  cuerpo  de  tu hermano donde  se  había  ocultado con  malicia  y con  odio hacia  aquel  a  quien  verdaderamente  le  pertenece.  Él  te  quiere  privar  de  ese  ingrediente secreto que  le  daría  significado  a  tu vida. El  substituto del  amor,  nacido  de  vuestra  mutua enemistad,  tiene  que  ser la  salvación.  Y  no tiene  substitutos, pues  sólo  hay uno.  Y  así, el  propósito de  todas  tus  relaciones  es  apropiarte  de  él  y convertirte  en su dueño.

13. Mas  nunca  podrás  poseerlo  del  todo.  Y  tu  hermano  jamás  cesará  de  atacarte  por lo  que  le robaste.  Y  la  venganza  de  Dios  contra  vosotros  dos  tampoco cesará,  pues  en Su locura  Él  tiene también  que  poseer ese  substituto del  amor y destruiros  a  ambos.  Tú que  crees  ser cuerdo y caminar por tierra  firme  en  un mundo en el  que  se  puede  encontrar  significado,  considera  lo  siguiente:  Éstas son las  leyes  en las  que  parece  basarse  tu "cordura". Éstos  son los  principios  que  hacen  que  el  suelo que  pisas  parezca  firme.  Y  es  ahí  donde  tratas  de  encontrar significado. Ésas  son las  leyes  que promulgaste  para  tu salvación.  Apoyan  firmemente  al  substituto  del  Cielo que  prefieres. Ése  es  su propósito,  pues  para  eso es  para  lo  que  fueron promulgadas. No tiene  objeto  preguntar  qué significado tienen.  Eso es  obvio. Los  medios  de  la  locura  no pueden  sino ser dementes.  ¿Estás  tú igualmente  seguro de  que  comprendes  que  su objetivo  es  la  locura?

14. Nadie  desea  la  locura,  ni  nadie  se  aferra  a  su propia  locura  si  ve  que  eso es  lo que  es. Lo que protege  a  la  locura  es  la  creencia  de  que  es  la  verdad. La  función  de  la  demencia  es  usurpar el  lugar de  la  verdad.  Para  poder creer  en la  demencia  hay  que  considerarla  la  verdad.  Y  si  es  la  verdad, entonces  su opuesto, que  antes  era  la  verdad, tiene  que  ser ahora  la  locura.  Tal  inversión, en  la  que todo  está  completamente  al  revés:  en la  que  la  demencia  es  cordura,  las  ilusiones  verdad, el  ataque bondad,  el  odio amor y el  asesinato bendición,  es  el  objetivo que  persiguen las  leyes  del  caos.  Esos son los  medios  que  hacen  que  las  leyes  de  Dios  parezcan  estar invertidas.  Ahí  las  leyes  del  pecado parecen mantener  cautivo  al  amor y haber  puesto  al  pecado en libertad.

15. Ésos  no parecen  ser los  objetivos  del  caos,  pues  gracias  a  la  gran inversión  parecen  ser las  leyes del  orden. ¿Cómo  podría  ser de  otra  manera?  El  caos  es  la  ausencia  total  de  orden, y no tiene  leyes. Para  que  se  pueda  creer  en él,  sus  aparentes  leyes  tienen  que  percibirse  como  reales. Su objetivo de demencia  tiene  que  verse  como cordura.  Y  el  miedo,  con labios  mortecinos  y ojos  que  no ven, obcecado y de  aspecto horrible, es  elevado al  trono del  amor, su moribundo  conquistador,  su substituto,  el  que  te  salva  de  la  salvación.  ¡Cuán bella  hacen  aparecer a  la  muerte  las  leyes  del miedo! ¡Dale  gracias  al  héroe  que  se  sentó en el  trono del  amor y que  salvó  al  Hijo  de  Dios  para condenarlo al  miedo  y a  la  muerte!

16. Sin embargo,  ¿cómo  es  posible  que  se  pueda  creer  en semejantes  leyes?  Hay un extraño mecanismo  que  hace  que  ello  sea  posible.  Es  algo que  nos  resulta  familiar,  pues  hemos  visto en innumerables  ocasiones  cómo  parece  funcionar.  En realidad  no funciona  en  absoluto, mas  en sueños, donde  los  protagonistas  principales  son sólo sombras, parece  ser muy poderoso. Ninguna  de las  leyes  del  caos  podría  coaccionar  a  nadie  a  que  creyese  en ella,  si  no fuera  por el  énfasis  que  se pone  en la  forma  y por el  absoluto desprecio  que  se  hace  del  contenido.  Nadie  que  crea  que  una  sola de  estas  leyes  es  verdad  se  da  cuenta  de  lo que  dicha  ley estipula.  Algunas  de  las  formas  que  dichas leyes adoptan parecen tener sentido, pero eso es todo.

17. ¿Cómo es posible que algunas formas de asesinato no signifiquen muerte? ¿Puede acaso un ataque, sea cual sea la forma en que se manifieste, ser amor? ¿Qué forma de condena podría ser una bendición? ¿Quién puede incapacitar a su salvador y hallar la salvación? No dejes que la forma que adopta el ataque contra tu hermano te engañe. No puedes intentar herirlo y al mismo tiempo salvarte. ¿Quién puede estar a salvo del ataque atacándose a sí mismo? ¿Cómo iba a importar la forma en que se manifiesta esta locura? Es un juicio que se derrota a sí mismo, al condenar lo que afirma querer salvar. No te dejes engañar cuando la locura adopte una forma que a ti te parece hermosa. Lo que está empeñado en destruirte no es tu amigo.

18. Sostienes -y piensas que es verdad- que no crees en estas leyes insensatas ni que tus acciones están basadas en ellas. Pues cuando examinas de cerca lo que postulan, ves que no se puede creer en ellas. Hermano, crees en ellas. Pues de no ser así, ¿cómo podrías percibir la forma que adoptan, con semejante contenido? ¿Podría acaso ser sostenible cualquiera de las formas que adoptan? Sin embargo, crees en ellas debido a la forma que adoptan, y no adviertes el contenido. Éste nunca cambia. ¿Puedes acaso darle vida a un esqueleto pintando sus labios de color rosado, vistiéndolo de punta en blanco, acariciándolo y mimándolo? ¿Y puede acaso satisfacerte la ilusión de que estás vivo?

19. Fuera del Cielo no hay vida. La vida se encuentra allí donde Dios la creó. En cualquier otro estado que no sea el Cielo la vida no es más que una ilusión. En el mejor de los casos parece vida, en el peor, muerte. Ambos son, no obstante, juicios acerca de lo que no es la vida, idénticos en su inexactitud y falta de significado. Fuera del Cielo la vida es imposible, y lo que no se encuentra en el Cielo no se encuentra en ninguna parte. Fuera del Cielo lo único que hay es un conflicto de ilusiones, de todo punto insensato, imposible y más allá de la razón, aunque se percibe como un eterno impedimento para llegar al Cielo. Las ilusiones no son sino formas. Su contenido nunca es verdad.

20. Las leyes del caos gobiernan todas las ilusiones. Las formas que éstas adoptan entran en conflicto, haciendo que parezca posible concederle más valor a unas que a otras. Sin embargo, cada una de ellas se basa, al igual que todas las demás, en la creencia de que las leyes del caos son las leyes del orden. Cada una de ellas apoya dichas leyes completamente, y ofrece un testimonio inequívoco de que son verdad. Las formas de ataque que en apariencia son más benévolas no son menos inequívocas en su testimonio o en sus resultados. Es indudable que el miedo que engendran las ilusiones se debe a las creencias que las originan y no a su forma. Y la falta de fe en el amor, sea cual sea la forma en que se manifieste, da testimonio de que el caos es la realidad.

21. La fe en el caos es la consecuencia inevitable de la creencia en el pecado. El que sea una consecuencia es lo que hace que parezca ser una conclusión lógica, un paso válido en el pensamiento ordenado. Los pasos que conducen al caos proceden de manera ordenada desde su punto de partida. Cada uno de ellos se manifiesta en forma diferente en el proceso de invertir la verdad, y conduce aún más profundamente al terror y más allá de la verdad. No pienses que un paso es más corto que otro ni que el retorno desde uno de ellos es más fácil que desde otro. En cada uno de ellos reside el descenso desde el Cielo en su totalidad. Y allí donde tu pensamiento empieza, allí mismo tiene que terminar.

22. Hermano, no des ni un solo paso en el descenso hacia el infierno. Pues una vez que hayas dado el primero, no podrás reconocer el resto como lo que son. Y cada uno de ellos seguirá al primero. Cualquier forma de ataque te planta en la tortuosa escalera que te aleja del Cielo. Sin embargo, en cualquier instante todo esto se puede deshacer. ¿Cómo puedes saber sí has elegido las escaleras que llevan al Cielo o el camino que conduce al infierno? Muy fácilmente. ¿Cómo te sientes? ¿Estás en paz? ¿Tienes certeza con respecto a tu camino? ¿Estás seguro de que el Cielo se puede alcanzar? Si la respuesta es no, es que caminas solo. Pídele entonces a tu Amigo que se una a ti y te dé certeza con respecto al camino a seguir.

T23. II. Las leyes del caos (parte I)


*T23. II. Las leyes del caos (parte I)*

1. Puedes  llevar las  "leyes" del  caos  ante  la  luz,  pero nunca  las  podrás  entender. Las  leyes  caóticas no tienen ningún  significado  y, por lo tanto, se  encuentran  fuera  de  la  esfera  de  la  razón.  No obstante, aparentan ser un obstáculo para  la  razón  y para  la  verdad. Contemplémoslas, pues, detenidamente,  para  que  podamos  ver más  allá  de  ellas  y entender  lo que  son, y no lo que  quieren probar.  Es  esencial  que  se  entienda  cuál  es  su propósito  porque  su fin  es  crear caos  y atacar  la verdad.  Éstas  son las  leyes  que  rigen el  mundo que  tú  fabricaste. Sin embargo,  no gobiernan  nada  ni necesitan  violarse:  necesitan simplemente  contemplarse  y transcenderse.

2. La  primera  ley  caótica  es  que  la  verdad  es  diferente  para  cada  persona.  Al  igual  que  todos  estos principios, éste  mantiene  que  cada  cual  es  un ente  separado, con  su propia  manera  de  pensar que  lo distingue  de  los  demás. Este  principio  procede  de  la  creencia  en una  jerarquía  de  ilusiones:  de  que algunas  son más  importantes  que  otras, y, por lo tanto, más  reales. Cada  cual  establece  esto para  sí mismo,  y le  confiere  realidad atacando lo  que  otro valora.  Y  el  ataque  se  justifica  porque  los  valores difieren, y los  que  tienen  distintos  valores  parecen ser diferentes, y, por ende,  enemigos.

3. Observa  cómo  parece  ser esto un impedimento para  el  primer principio de  los  milagros, pues establece  grados  de  verdad  entre  las  ilusiones, haciendo que  algunas  parezcan ser más  difíciles  de superar que  otras. Si  uno pudiese  darse  cuenta  de  que  todas  ellas  son la  misma  ilusión y de  que todas  son igualmente  falsas, sería  fácil  entender entonces  por qué  razón  los  milagros  se  aplican  a todas  ellas  por igual. Cualquier clase  de  error  puede  ser corregido  precisamente  porque  no es  cierto. Cuando  se  lleva  ante  la  verdad  en vez  de  ante  otro  error, simplemente  desaparece. Ninguna  parte  de lo  que  no es  nada  puede  ser más  resistente  a  la  verdad que  otra.

4. La  segunda  ley  del  caos, muy  querida  por todo aquel  que  venera  el  pecado, es  que  no hay nadie que  no peque, y, por lo  tanto, todo  el  mundo  merece  ataque  y muerte. Este  principio, estrechamente vinculado al primero, es la exigencia de que el error merece castigo y no corrección. Pues la destrucción del que comete el error lo pone fuera del alcance de la corrección y del perdón. De este modo, interpreta lo que ha hecho como una sentencia irrevocable contra sí mismo que ni siquiera Dios Mismo puede revocar. Los pecados no pueden ser perdonados, al ser la creencia de que el Hijo de Dios puede cometer errores por los cuales su propia destrucción se vuelve inevitable.

5. Piensa en las consecuencias que esto parece tener en la relación entre Padre e Hijo. Ahora parece que nunca jamás podrán ser uno de nuevo. Pues uno de ellos no puede sino estar por siempre condenado, y por el otro. Ahora son diferentes y, por ende, enemigos. Y su relación es una de oposición, de la misma forma en que los aspectos separados del Hijo convergen únicamente para entrar en conflicto, pero no para unirse. Uno de ellos se debilita y el otro se fortalece con la derrota del primero. Y su temor a Dios y el que se tienen entre sí parece ahora razonable, pues se ha vuelto real por lo que el Hijo de Dios se ha hecho a sí mismo y por lo que le ha hecho a su Creador.

6. En ninguna otra parte es más evidente la arrogancia en la que se basan las leyes del caos que como sale a relucir aquí. He aquí el principio que pretende definir lo que debe ser el Creador de la realidad; lo que debe pensar y lo que debe creer; y, creyéndolo, cómo debe responder. Ni siquiera se considera necesario preguntarle si eso que se ha decretado que son Sus creencias es verdad. Su Hijo le puede decir lo que ésta es, y la única alternativa que le queda es aceptar la palabra de Su Hijo o estar equivocado. Esto conduce directamente a la tercera creencia descabellada que hace que el caos parezca ser eterno. Pues si Dios no puede estar equivocado, tiene entonces que aceptar la creencia que Su Hijo tiene de sí mismo y odiarlo por ello.

7. Observa cómo se refuerza el temor a Dios por medio de este tercer principio. Ahora se hace imposible recurrir a Él en momentos de tribulación, pues Él se ha convertido en el "enemigo" que la causó y no sirve de nada recurrir a Él. La salvación tampoco puede encontrarse en el Hijo, ya que cada uno de sus aspectos parece estar en pugna con el Padre y siente que su ataque está justificado. Ahora el conflicto se ha vuelto inevitable e inaccesible a la ayuda de Dios. Pues ahora la salvación jamás será posible, ya que el salvador se ha convertido en el enemigo.

8. No hay manera de liberarse o escapar. La Expiación se convierte en un mito, y lo que la Voluntad de Dios dispone es la venganza, no el perdón. Desde allí donde todo esto se origina, no se ve nada que pueda ser realmente una ayuda. Sólo la destrucción puede ser el resultado final. Y Dios Mismo parece estar poniéndose de parte de ello para derrotar a Su Hijo. No pienses que el ego te va a ayudar a escapar de lo que él desea para ti. Ésa es la función de este curso, que no le concede ningún valor a lo que el ego estima.

9. El ego atribuye valor únicamente a aquello de lo que se apropia. Esto conduce a la cuarta ley del caos, que, si las demás son aceptadas, no puede sino ser verdad. Esta supuesta ley es la creencia de que posees aquello de lo que te apropias. De acuerdo con esa ley, la pérdida de otro es tu ganancia y, por consiguiente, no reconoce el hecho de que nunca puedes quitarle nada a nadie, excepto a ti mismo. Mas las otras tres leyes no pueden sino conducir a esto. Pues los que son enemigos no se conceden nada de buen grado el uno al otro, ni procuran compartir las cosas que valoran. Y lo que tus enemigos ocultan de ti debe ser algo que vale la pena poseer, ya que lo mantienen oculto de ti.

10. Todos los mecanismos de la locura se hacen patentes aquí: el "enemigo" que se fortalece al mantener oculto el valioso legado que debería ser tuyo; la postura que adoptas y el ataque que infliges, los cuales están justificados por razón de lo que se te ha negado; y la pérdida inevitable que el enemigo debe sufrir para que tú te puedas salvar. Así es como los culpables declaran su inocencia. Si el comportamiento inescrupuloso del enemigo no los forzara a este vil ataque, sólo responderían con bondad. Pero en un mundo despiadado los bondadosos no pueden sobrevivir, de modo que tienen que apropiarse de todo cuanto puedan o dejar que otros se apropien de lo que es suyo.

11. Y ahora queda una vaga pregunta por contestar, que aún no ha sido "explicada". ¿Qué es esa cosa tan preciada, esa perla de inestimable valor, ese tesoro oculto, que con justa indignación debe arrebatársele  a  éste  el  más  pérfido y astuto  de  los  enemigos?  Debe  de  ser lo que  siempre  has anhelado, pero  nunca  hallaste.  Y  ahora  "entiendes" la  razón  de  que  nunca  lo encontraras. Este enemigo te  lo había  arrebatado  y lo ocultó  donde  jamás  se  te  habría  ocurrido  buscar. Lo  ocultó  en su cuerpo,  haciendo  que  éste  sirviese  de  refugio  para  su culpabilidad, de  escondrijo de  lo que  es  tuyo. Ahora  su cuerpo se  tiene  que  destruir y sacrificar  para  que  tú  puedas  tener  lo que  te  pertenece. La traición  que  él  ha  cometido exige  su muerte  para  que  tú puedas  vivir.  Y  así, sólo atacas  en defensa propia.

T23. I. Las creencias irreconciliables


*T23. I. Las creencias irreconciliables*


1. El  recuerdo  de  Dios  aflora  en  la  mente  que  está  serena.  No puede  venir allí  donde  hay conflicto, pues  una  mente  en pugna  consigo misma  no puede  recordar  la  mansedumbre  eterna. Los  medios  de la  guerra  no son los  medios  de  la  paz,  y lo que  recuerda  el  belicoso no es  amor.  Si  no se  atribuyese valor  a  la  creencia  en  la  victoria,  la  guerra  sería  imposible. Si  estás  en conflicto, eso quiere  decir que  crees  que  el  ego tiene  el  poder de  salir  triunfante. ¿Por qué  otra  razón  sino te  ibas  a  identificar con  él?  Seguramente  te  habrás  percatado  de  que  el  ego está  en pugna  con Dios. Que  el  ego no tiene enemigo alguno, es  cierto. Mas  es  igualmente  cierto  que  cree  firmemente  tener  un enemigo  al  que necesita  vencer,  y que  lo logrará.

2. ¿No te  das  cuenta  de  que  una  guerra  contra  ti  mismo sería  una  guerra  contra  Dios?  Y  en una guerra  así, ¿es  concebible  la  victoria?  Y  si  lo fuese, ¿la  desearías?  La  muerte  de  Dios, de  ser posible, significaría  tu muerte.  ¿Qué  clase  de  victoria  sería  ésa?  El  ego marcha  siempre  hacia  la  derrota porque  cree  que  puede  vencerte. Dios, no obstante,  sabe  que  eso no es  posible.  Eso no es  una guerra,  sino la  descabellada  creencia  de  que  es  posible  atacar y derrotar  la  Voluntad de  Dios.  Te puedes  identificar  con esta  creencia,  pero jamás  dejará  de  ser una  locura.  Y  el  miedo reinará  en la locura, y parecerá  haber  reemplazado  al  amor  allí. Éste  es  el  propósito  del  conflicto.  Y  para  aquellos que creen que es posible, los medios parecen ser reales.

3. Ten por seguro que no es posible que Dios y el ego, o tú y el ego jamás os podáis encontrar. En apariencia lo hacéis y formáis extrañas alianzas basándoos en premisas que no tienen sentido. Pues vuestras creencias convergen en el cuerpo, al que el ego ha elegido como su hogar y tú consideras que es el tuyo. Vuestro punto de encuentro es un error: un error en cómo te consideras a ti mismo. El ego se une a una ilusión de ti que tú compartes con él. Las ilusiones, no obstante, no pueden unirse. Son todas lo mismo, y no son nada. Su unión está basada en la nada, pues dos de ellas están tan desprovistas de sentido como una o mil. El ego no se une a nada, pues no es nada. Y la victoria que anhela está tan desprovista de sentido como él mismo.

4. Hermano, la guerra contra ti mismo está llegando a su fin. El final de la jornada se encuentra en el lugar de la paz. ¿No te gustaría aceptar la paz que allí se te ofrece? Este "enemigo" contra el que has luchado como si fuese un intruso a tu paz se transforma ahí, ante tus propios ojos, en el portador de tu paz. Tu "enemigo" era Dios Mismo, Quien no sabe de conflictos, victorias o ataques de ninguna clase. Su amor por ti es perfecto, absoluto y eterno. El Hijo de Dios en guerra contra su Creador es una condición tan ridícula como lo sería la naturaleza rugiéndole iracunda al viento, proclamando que él ya no forma parte de ella. ¿Cómo iba a poder la naturaleza decretar esto y hacer que fuese verdad? Del mismo modo, no es a ti a quien le corresponde decidir qué es lo que forma parte de ti y qué es lo que debe mantenerse aparte.

5. Esta guerra contra ti mismo se emprendió para enseñarle al Hijo de Dios que él no es quien realmente es, y que no es el Hijo de su Padre. A tal fin, debe borrar de su memoria el recuerdo de su Padre. En la vida corporal dicho recuerdo se olvida, y si piensas que eres un cuerpo, creerás haberlo olvidado. Mas la verdad nunca puede olvidarse de sí misma, y tú no has olvidado lo que eres. Sólo una extraña ilusión de ti mismo, un deseo de derrotar lo que eres, es lo que no se acuerda.

6. La guerra contra ti mismo no es más que una batalla entre dos ilusiones que luchan para diferenciarse la una de la otra, creyendo que la que triunfe será la verdadera. No existe conflicto alguno entre ellas y la verdad. Ni tampoco son ellas diferentes entre sí. Ninguna de las dos es verdad. Por lo tanto, no importa qué forma adopten. Lo que las engendró es una locura y no pueden sino seguir formando parte de ello. La locura no representa ninguna amenaza contra la realidad ni ejerce influencia alguna sobre ella. Las ilusiones no pueden vencer a la verdad ni suponer una amenaza para ella en absoluto. Y la realidad que niegan no forma parte de ellas.

7. Lo que tú recuerdas forma parte de ti. Pues no puedes sino ser tal como Dios te creó. La verdad no lucha contra las ilusiones ni las ilusiones luchan contra la verdad. Las ilusiones sólo luchan entre ellas. Al estar fragmentadas, fragmentan a su vez. Pero la verdad es indivisible y se encuentra mucho más allá de su limitado alcance. Recordarás lo que sabes cuando hayas comprendido que no puedes estar en conflicto. Una ilusión acerca de ti mismo puede luchar contra otra, mas la guerra entre dos ilusiones es un estado en el que nada ocurre. No hay ni vencedor ni victoria. Y la verdad se alza radiante, más allá del conflicto, intacta y serena en la paz de Dios.

8. Los conflictos sólo pueden tener lugar entre dos fuerzas. No pueden existir entre lo que es un poder y lo que no es nada. No hay nada que puedas atacar que no forme parte de ti. Y al atacarlo das lugar a dos ilusiones de ti mismo en conflicto entre sí. Y esto ocurre siempre que contemplas alguna creación de Dios de cualquier manera que no sea con amor. El conflicto es temible, pues es la cuna del temor. Mas lo que ha nacido de la nada no puede cobrar realidad mediante la pugna. ¿Por qué llenar tu mundo de conflictos contigo mismo? Deja que toda esa locura quede des-hecha y vuélvete en paz al recuerdo de Dios, el cual brilla aún en tu mente serena.

9. ¡Observa cómo desaparece el conflicto que existe entre las ilusiones cuando se lleva ante la verdad! Pues sólo parece real si lo ves como una guerra entre verdades conflictivas, en la que la vencedora es la más cierta, la más real y la que derrota a la ilusión que era menos real, que al ser vencida se convierte en una ilusión. Así pues, el conflicto es la elección entre dos ilusiones, una a la que se coronará como real, y la otra que será derrotada y despreciada. En esta situación el Padre jamás podrá ser recordado. Sin embargo, no hay ilusión que pueda invadir Su hogar y alejarlo de lo que Él ama eternamente. Y lo que Él ama no puede sino estar eternamente sereno y en paz porque es Su hogar.

10. Tú, Su Hijo bien amado, no eres una ilusión, puesto que eres tan real y tan santo como Él. La quietud de tu certeza acerca de Él y de ti mismo es el hogar de Ambos, donde moráis como uno solo y no como entes separados. Abre la puerta de Su santísimo hogar y deja que el perdón elimine todo vestigio de la creencia en el pecado, la cual priva a Dios de Su hogar y a Su Hijo con Él. No eres un extraño en la casa de Dios. Dale la bienvenida a tu hermano al hogar donde Dios Mismo lo ubicó en serenidad y en paz, y donde mora con él. Las ilusiones no tienen cabida allí donde mora el amor, pues éste te protege de todo lo que no es verdad. Moras en una paz tan ilimitada como la de Aquel que la creó, y a aquellos que quieren recordarlo a Él se les da todo. El Espíritu Santo vela Su hogar, seguro de que la paz de éste jamás se puede perturbar.

11. ¿Cómo iba a ser posible que el santuario de Dios se volviese contra sí mismo y tratase de subyugar al que allí mora? Piensa en lo que ocurre cuando la morada de Dios se percibe a sí misma como dividida: el altar desaparece, la luz se vuelve tenue y el templo del Santísimo se convierte en la morada del pecado. Y todo se olvida, salvo las ilusiones. Las ilusiones pueden estar en conflicto porque sus formas son diferentes. Y batallan únicamente para establecer qué forma es real.

12. Las ilusiones encuentran ilusiones, la verdad se encuentra a sí misma. El encuentro de las ilusiones conduce a la guerra. Mas la paz se extiende a sí misma al contemplarse a sí misma. La guerra es la condición en la que el miedo nace, crece e intenta dominarlo todo. La paz es el estado donde mora el amor y donde busca compartirse a sí mismo. La paz y el conflicto son opuestos. Allí donde uno mora, el otro no puede estar; donde uno de ellos va, el otro desaparece. Así es como el recuerdo de Dios queda nublado en las mentes que se han convertido en el campo de batalla de las ilusiones. Mas Su recuerdo brilla muy por encima de esta guerra insensata listo para ser recordado cuando te pongas de parte de la paz.

23. LA GUERRA CONTRA TI MISMO: Introducción


*23. LA GUERRA CONTRA TI MISMO*


*Introducción*


1. ¿No te das cuenta de que lo opuesto a la flaqueza y a la debilidad es la impecabilidad? La inocencia es fuerza, y nada más lo es. Los que están libres de pecado no pueden temer, pues el pecado, de la clase que sea, implica debilidad. La demostración de fuerza de la que el ataque se quiere valer para encubrir la flaqueza no logra ocultarla, pues, ¿cómo se iba a poder ocultar lo que no es real? Nadie que tenga un enemigo es fuerte, y nadie puede atacar a menos que crea tener un enemigo. Creer en enemigos es, por lo tanto, creer en la debilidad, y lo que es débil no es la Voluntad de Dios. Y al oponerse a ésta, es el "enemigo" de Dios. Y así, se teme a Dios, al considerársele una voluntad contraria.

2. ¡Qué extraña se vuelve en verdad esta guerra contra ti mismo! No podrás sino creer que todo aquello de lo que te vales para los fines del pecado puede herirte y convertirse en tu enemigo. Y lucharás contra ello y tratarás de debilitarlo por esa razón, y creyendo haberlo logrado, atacarás de nuevo. Es tan seguro que tendrás miedo de lo que atacas como que amarás lo que percibes libre de pecado. Todo aquel que recorre con inocencia el camino que el amor le muestra, camina en paz. Pues el amor camina a su lado, resguardándolo del miedo. Y lo único que ve son seres inocentes, incapaces de atacar.

3. Camina gloriosamente, con la cabeza en alto, y no temas ningún mal. Los inocentes se encuentran a salvo porque comparten su inocencia. No ven nada que sea nocivo, pues su conciencia de la verdad libera a todas las cosas de la ilusión de la nocividad. Y lo que parecía nocivo resplandece ahora en la inocencia de ellos, liberado del pecado y del miedo, y felizmente de vuelta en los brazos del amor. Los inocentes comparten la fortaleza del amor porque vieron la inocencia. Y todo error desapareció porque no lo vieron. Quien busca la gloria la halla donde ésta se encuentra. ¿Y dónde podría encontrarse sino en los que son inocentes?

4. No permitas que las pequeñas interferencias te arrastren a la pequeñez. La culpabilidad no ejerce ninguna atracción en el estado de inocencia. ¡Piensa cuán feliz es el mundo por el que caminas con la verdad a tu lado! No renuncies a ese mundo de libertad por un pequeño anhelo de aparente pecado, ni por el más leve destello de atracción que pueda ejercer la culpabilidad. ¿Despreciarías el Cielo por causa de esas insignificantes distracciones? Tu destino y tu propósito se encuentran mucho más allá de ellas, en un lugar nítido donde no existe la pequeñez. Tu propósito no se aviene con ninguna clase de pequeñez. De ahí que no se avenga con el pecado.

5. No permitamos que la pequeñez haga caer al Hijo de Dios en la tentación. Su gloria está más allá de toda pequeñez, al ser tan inconmensurable e intemporal como la eternidad. No dejes que el tiempo enturbie tu visión de él. No lo dejes solo y atemorizado en su tentación, sino ayúdalo a que la supere y a que perciba la luz de la que forma parte. Tu inocencia alumbrará el camino a la suya, y así la tuya quedará protegida y se mantendrá en tu conciencia. Pues, ¿quién puede conocer su gloria y al mismo tiempo percibir lo pequeño y lo débil en sí mismo? ¿Quién puede caminar temblando de miedo por un mundo temible, y percatarse de que la gloria del Cielo refulge en él?

6. No hay nada a tu alrededor que no forme parte de ti. Contémplalo amorosamente y ve la luz del Cielo en ello. Pues así es como llegarás a comprender todo lo que se te ha dado. El mundo brillará y resplandecerá en amoroso perdón, y todo lo que una vez considerabas pecaminoso será reinterpretado ahora como parte integrante del Cielo. ¡Qué bello es caminar, limpio, redimido y feliz, por un mundo que tanta necesidad tiene de la redención que tu inocencia vierte sobre él! ¿Qué otra cosa podría ser más importante para ti? Pues he aquí tu salvación y tu libertad. Y éstas tienen que ser absolutas para que las puedas reconocer.

viernes, 26 de julio de 2019

T22. VI. La luz de la relación santa


*T22. VI. La luz de la relación santa*

1. ¿Deseas la libertad del cuerpo o la de la mente? Pues no puedes tener ambas. ¿Qué valoras más, el cuerpo o la mente? ¿Cuál de ellos es tu objetivo? Pues a uno de ellos lo ves como un medio; al otro como un fin. Y uno de ellos tiene que servir al otro y dejar que predomine, realzando su importancia al disminuir la suya propia. Los medios sirven al fin, y a medida que el fin se alcanza, el valor de los medios disminuye, quedando totalmente eclipsados cuando se reconoce que ya no tienen función alguna. Todo aquel que anhela la libertad tratará de encontrarla. Pero la buscará donde cree que está y donde cree que puede hallarla. Creerá que es igualmente posible alcanzar o bien la libertad de la mente o bien la del cuerpo, y elegirá a uno de ellos para que sirva al otro como medio para encontrarla.

2. Cuando se ha elegido la libertad del cuerpo, la mente se usa como un medio cuyo valor reside en su habilidad de ingeniar medios para conseguir la libertad del cuerpo. Pero dado que liberar al cuerpo no tiene sentido, la mente se ha puesto al servicio de las ilusiones. Esta situación es tan contradictoria e imposible que cualquiera que la elija no tiene idea de lo que es valioso. Mas aun en esta confusión -tan profunda que es indescriptible- el Espíritu Santo espera pacientemente, tan seguro del resultado final como del Amor de Su Creador. Él sabe que esa decisión descabellada la tomó uno a quien Su Creador ama tanto como el amor se ama a sí mismo.

3. No te intranquilices pensando cómo puede el Espíritu Santo intercambiar tan fácilmente los medios y el fin en aquellos que Dios ama y quiere que sean libres para siempre. En lugar de ello, siéntete agradecido de poder ser el medio para lograr Su fin. Éste es el único servicio que conduce a la libertad. Para lograr este fin hay que percibir al cuerpo libre de pecado porque lo que se busca es la impecabilidad. La falta de contradicción permite que la transición de medios a fin sea tan fácil como lo es el intercambio del odio por la gratitud ante los ojos que perdonan. Os santificaréis el uno al otro al usar el cuerpo sólo en beneficio de la impecabilidad. Y os será imposible odiar aquello que sirve a quien queréis sanar.

4. Esta relación santa, hermosa en su inocencia, llena de fortaleza, y resplandeciendo con una luz mucho más brillante que la del sol que alumbra el firmamento que ves, es la que tu Padre ha elegido como uno de los medios para llevar a cabo Su plan. Siéntete agradecido de que no sirva en absoluto para llevar a cabo el tuyo. No usará indebidamente nada que se le confíe, ni dejará de usar nada que se le ofrezca. Esta santa relación tiene el poder de curar todo dolor, sea cual sea su forma. Ni tu hermano ni tú por separado podéis ser útiles en absoluto. Únicamente en vuestra voluntad conjunta radica la curación. Pues ahí es donde se encuentra vuestra curación y ahí es donde aceptaréis la Expiación. Y al sanar los dos, la Filiación queda sanada porque vuestras voluntades se han unido.

5. Ante una relación santa no hay pecado. Ya no se percibe ninguna forma de error, y la razón, unida al amor, contempla calladamente cualquier confusión y observa simplemente: "Eso fue un error". Y luego, la misma Expiación que aceptaste en tu relación corrige el error y, allí donde éste estaba, deposita una parte del Cielo. ¡Cuán bendito eres tú que permites que este regalo se otorgue! Cada parte del Cielo que restituyes se te da a ti. Y cada lugar vacío del Cielo que vuelves a llenar con la Luz Eterna que traes contigo, resplandece sobre ti. Los medios de la impecabilidad no conocen el miedo porque únicamente son portadores de amor.

6. Criatura de paz, la luz ha descendido sobre ti. No reconoces la luz que traes contigo, pero la recordarás. ¿Quién podría negarse a si mismo la visión que le brinda a los demás? ¿Y quién dejaría de reconocer el regalo que, por mediación suya, él permitió que se depositase en el Cielo? El amoroso servicio que le prestas al Espíritu Santo te lo prestas a ti mismo. Tú que ahora eres Su medio tienes que amar todo lo que Él ama. Y lo que traes contigo es tu recuerdo de todo lo que es eterno. Ningún vestigio de lo temporal puede permanecer por mucho tiempo en la mente que sirve a lo intemporal. Y ninguna ilusión puede turbar la paz de una relación que se ha convertido en el instrumento de la paz.

7. Cuando hayas contemplado a tu hermano con absoluto perdón, del que no se haya excluido ningún error ni nada se mantenga oculto, ¿qué error podría haber en cualquier parte que tú no pudieses pasar por alto? ¿Y qué tipo de sufrimiento podría nublar tu vista e impedirte ver más allá de él? ¿Y qué ilusión no ibas a reconocer como un error, como una sombra que puedes atravesar completamente impávido? Dios no permite que nada sea un obstáculo para aquellos que hacen Su Voluntad, y éstos reconocerán que sus voluntades son la Suya porque la sirven. Y la sirven de buen grado. ¿Podrían, entonces, demorarse mucho en recordar lo que son?

8. Verás tu valía a través de los ojos de tu hermano, y cada uno será liberado cuando vea a su salvador en el lugar donde antes pensó que había un agresor. Mediante esta liberación se libera el mundo. Éste es tu papel en la consecución de la paz. Pues has preguntado cuál es tu función aquí, y se te ha contestado. No intentes cambiarla ni substituirla por ninguna otra. Pues ésa fue la única función que se te dio. Acepta sólo esta función y sírvela de todo corazón, pues lo que el Espíritu Santo hace con los regalos que le das a tu hermano, a quién se los ofrece, dónde y cuándo, es cosa Suya. Los concederá allí donde sean recibidos y se les dé la bienvenida. Utilizará cada uno de ellos en beneficio de la paz. Y ni la más leve sonrisa o la buena voluntad de alguien para pasar por alto la más diminuta equivocación le pasará desapercibida a Él.

9. ¿Qué otra cosa podría ser contemplar con caridad aquello que tu Padre ama, sino una bendición universal? Extender el perdón es la función del Espíritu Santo. Deja eso en Sus manos. Ocúpate únicamente de entregarle aquello que se puede extender. No guardes ningún secreto tenebroso que Él no pueda usar, antes bien, ofrécele los pequeños regalos que Él puede extender para siempre. Él aceptará cada uno de ellos y los convertirá en una fuerza potente en favor de la paz. El Espíritu Santo no dejará de bendecir ni uno solo de los regalos que le haces ni los limitará en forma alguna. Los infundirá de todo el poder que Dios le ha conferido, a fin de hacer de cada uno de ellos un manantial de curación para todos. Cada pequeño regalo que le ofreces a tu hermano derrama luz sobre el mundo. No te preocupes por las tinieblas; mira más allá de ellas y contempla a tu hermano. Y deja que las tinieblas sean disipadas por Aquel que conoce la luz y que tiernamente la deposita en cada una de las dulces sonrisas de fe y de confianza con que bendices a tu hermano.

10. De tu aprendizaje depende el bienestar del mundo. Y es sólo la arrogancia lo que negaría el poder de tu voluntad. ¿Crees acaso que la Voluntad de Dios es impotente? ¿Es a eso a lo que llamas humildad? No te das cuenta de lo que esta creencia ha ocasionado. Te consideras a ti mismo vulnerable, débil, fácil de destruir y a merced de innumerables agresores mucho más fuertes que tú. Examinemos detenidamente cómo fue que surgió este error, pues en él yace enterrada la pesada ancla que parece mantener vigente, inamovible y sólido como una roca el temor a Dios. Y mientras esa creencia perdure, así parecerá ser.

11. ¿Quién puede atacar al Hijo de Dios y no atacar a su Padre? ¿Cómo iba a ser el Hijo de Dios débil, frágil y fácil de destruir a menos que su Padre también lo fuese? ¿No te das cuenta de que cada pecado y cada condenación que percibes y justificas es un ataque contra tu Padre? Por eso es por lo que el ataque no ha tenido lugar ni puede ser real. No te percatas de que ésa ha sido tu intención porque crees que el Padre y el Hijo están separados. Y no puedes sino pensar que están separados, debido al miedo. Pues parece menos arriesgado atacar a otro o atacarte a ti mismo que atacar al gran Creador del universo, Cuyo poder conoces.

12. Si fueses uno con Dios y reconocieses esa unidad, sabrías que Su poder te pertenece. Mas no podrás recordar esto mientras creas que el ataque, de la clase que sea, tiene sentido. Ninguna clase de ataque está justificado porque no tiene sentido. De la única manera en que el ataque se podría justificar es si tú y tu hermano estuvieseis realmente separados el uno del otro, y todo el mundo estuviese separado del Creador. Pues sólo entonces sería posible atacar una parte de la creación sin atacarla a toda ella; atacar al Hijo sin atacar al Padre; atacar a otro sin atacarte a ti mismo o herirte a ti mismo sin que otro sufriese dolor. Sin embargo, no te quieres deshacer de esa creencia. Mas ¿dónde reside su valor, sino en el deseo de poder atacar impunemente? El ataque no es ni peligroso ni inocuo. Sencillamente es imposible. Y esto es así porque el universo es uno. No elegirías atacar su realidad si no fuese porque para poder verlo separado de su hacedor es esencial atacar. Y así parece como si el amor pudiese atacar y volverse temible.

13. Sólo los que son diferentes pueden atacar. Y de ahí deduces que porque puedes atacar, debes ser diferente de tu hermano. Sin embargo, el Espíritu Santo explica esto de otra manera. No puedes atacar precisamente porque no eres diferente de tu hermano. Cualquiera de esas dos posturas es una conclusión lógica. Cualquiera de ellas puede ser aceptada, pero no ambas. La única pregunta que necesita contestarse a fin de decidir cuál de las dos es verdad, es si en realidad tú eres diferente de tu hermano. Desde el punto de vista de lo que entiendes parece que lo eres, y, por lo tanto, que puedes atacar. De ambas alternativas, ésta parece la más natural y la más afín a tu experiencia. Por eso es necesario que tengas otras experiencias, más afines a la verdad, para enseñarte lo que en realidad es natural y verdadero.

14. Ésa es la función de tu relación santa. Pues lo que uno de vosotros piense, el otro lo experimentará con él. ¿Qué puede querer decir esto, sino que tu mente y la mente de tu hermano son una? No veas con temor este feliz hecho ni pienses que con ello se te impone una pesada carga. Pues cuando lo hayas aceptado de buen grado, te darás cuenta de que vuestra relación es un reflejo de la unión que existe entre el Creador y Su Hijo. Entre las mentes amorosas no hay separación. Y cada pensamiento que una de ellas tiene le brinda felicidad a la otra porque es la misma mente. La dicha es ilimitada porque cada pensamiento de amor radiante extiende su ser y crea más de sí mismo. En él no tienen cabida las diferencias, pues todo pensamiento es como él mismo.

15. La luz que os une brilla a través del universo, y puesto que os une, hace que seáis uno con vuestro Creador. Y en Él converge toda la creación. ¿Lamentarías no poder sentir miedo solo, cuando tu relación te puede enseñar que el poder del amor reside en ella, haciendo así que el miedo sea imposible? No intentes conservar un poco del ego junto con este regalo. Pues se te dio para que lo usaras, no para que lo ocultases. Aquello que te enseña que no os podéis separar niega al ego. Deja que la verdad decida si tú y tu hermano sois diferentes o iguales, y que te enseñe cuál de estas dos posibilidades es verdad.

T22. V. La debilidad y la indefensión


*T22. V. La debilidad y la indefensión*


1. ¿Cómo se superan las ilusiones? Ciertamente no mediante el uso de la fuerza o de la ira, ni oponiéndose a ellas en modo alguno. Se superan dejando simplemente que la razón te diga que las ilusiones contradicen la realidad. Las ilusiones se oponen a lo que no puede sino ser verdad. La oposición procede de ellas, no de la realidad. La realidad no se opone a nada. Lo que simplemente "es" no necesita defensa ni ofrece ninguna. Sólo las ilusiones necesitan defensa debido a su debilidad. Mas ¿cómo podría ser difícil recorrer el camino de la verdad cuando la debilidad es el único obstáculo? Tú eres el fuerte en este aparente conflicto y no necesitas ninguna defensa. Tampoco deseas nada que necesite defensa, pues cualquier cosa que necesite defensa te debilitará.


2. Examina para qué desea las defensas el ego, y verás que siempre es para justificar lo que va en contra de la verdad, lo que se esfuma en presencia de la razón y lo que no tiene sentido. ¿Puede esto acaso estar justificado? ¿Qué otra cosa podría ser, sino una invitación a la demencia para que te salve de la verdad? ¿Y de qué se te salvaría, sino de lo que temes? La creencia en el pecado requiere constante defensa, y a un costo exorbitante. Es preciso combatir y sacrificar todo lo que el Espíritu Santo te ofrece. Pues el pecado está tallado en un bloque que fue arrancado de tu paz y colocado entre el retorno de ésta y tú.

3. Sin embargo, ¿cómo iba a poder estar la paz tan fragmentada? La paz sigue aún intacta, pues no se le ha quitado nada. Date cuenta de que tanto los medios como aquello de lo que se componen los sueños perversos no significa nada. En realidad tu hermano y tú estáis unidos y no hay nada que se interponga entre vosotros. Puesto que Dios os lleva de la mano, ¿qué podría separar lo que Él ha unido Consigo Mismo como un solo Ser? Es de tu Padre de Quien te quieres defender. Sin embargo, sigue siendo imposible excluir el amor. Dios descansa contigo serenamente, sin defensas y en total mansedumbre, pues sólo en esa quietud se encuentra la fuerza y el poder. Ahí la debilidad no tiene cabida porque ahí no hay ataque, y, por lo tanto, no hay ilusiones. El amor descansa en la certeza. Sólo la incertidumbre se defiende. Y toda incertidumbre no es otra cosa que las dudas que tienes acerca de ti mismo.

4. ¡Cuán débil es el miedo! ¡Cuán ínfimo e insensato! ¡Cuán insignificante ante la silenciosa fortaleza de aquellos a quienes el amor ha unido! Tal es tu "enemigo": un ratoncillo asustado que pretende enfrentarse al universo. ¿Qué probabilidades tiene de ganar? ¿Sería acaso difícil ignorar sus débiles chillidos que pregonan su omnipotencia y quieren ahogar el himno de alabanza al Creador que perpetuamente y cual una sola voz entonan todos los corazones del universo? ¿Qué es más fuerte, ese ratoncillo o todo lo que Dios creó? No es ese ratón lo que te une a tu hermano, sino la Voluntad de Dios. ¿Y podría un ratón traicionar a quienes Dios ha unido?

5. ¡Si tan sólo reconocieseis lo poco que se interpone entre vosotros y la conciencia de vuestra unión! No os dejéis engañar por la ilusión de tamaño, espesor, peso, solidez y firmeza de cimientos que ello presenta. Es verdad que para los ojos físicos parece ser un cuerpo enorme y sólido, y tan inamovible como una montaña. Sin embargo, dentro de ti hay una Fuerza que ninguna ilusión puede resistir. Este cuerpo tan solo parece ser inamovible, pero esa Fuerza es realmente irresistible. ¿Qué ocurre, entonces, cuando se encuentran? ¿Se puede seguir defendiendo la ilusión de inamovilidad por mucho más tiempo contra lo que calladamente la atraviesa y la pasa de largo?

6. Nunca te olvides de que cuando sientes surgir la necesidad de defenderte de algo es que te has identificado a ti mismo con una ilusión. Consecuentemente, crees ser débil porque estás solo. Ése es el costo de todas las ilusiones. No hay ninguna que no esté basada en la creencia de que estás separado; ninguna que no parezca interponerse, densa, sólida e inamovible, entre tu hermano y tú; ni ninguna que la verdad no pueda pasar por alto felizmente y con tal facilidad, que tienes que quedar convencido de que no es nada, a pesar de lo que pensabas que era. Si perdonas a tu hermano, esto es lo que inevitablemente sucederá. Pues es tu renuencia a pasar por alto aquello que parece interponerse entre vosotros lo que hace que parezca impenetrable y lo que defiende la ilusión de su inamovilidad.

T22. IV. La bifurcación del camino


*T22. IV. La bifurcación del camino*

1. Cuando  llegas  al  lugar  en que  la  bifurcación del  camino  resulta  evidente, no puedes  seguir adelante.  Tienes  que  decidirte  por uno de  los  dos  caminos, pues  si  sigues  adelante  de  la  manera  en que  ibas  antes  de  llegar  a  este  punto,  no llegarás  a  ninguna  parte.  El  único  propósito de  llegar  hasta aquí  fue  decidir cuál  de  los  dos  caminos  vas  a  tomar  ahora. El  trayecto  que  te  condujo  hasta  aquí  ya no importa.  Ya  no tiene  ninguna  utilidad. Nadie  que  haya  llegado  hasta  aquí  puede  decidir equivocadamente;  pero sí  puede  demorarse.  Y  no hay  momento  de  la  jornada  más  frustrante  y desalentador,  que  aquel  en el  que  te  detienes  ahí  donde  el  camino se  bifurca,  indeciso con respecto  a qué  rumbo seguir.

2. Son sólo los  primeros  pasos  por el  camino  recto  los  que  parecen difíciles,  pues  ya  te  has  decidido, si  bien  puede  que  aún creas  que  puedes  volverte  atrás  y elegir  la  otra  alternativa. Pero no es  así. Ninguna  decisión que  se  haya  tomado  y que  cuente  con  el  respaldo  del  poder del  Cielo  puede  ser revocada.  Tu camino ya  se  decidió.  Si  reconoces  esto  no habrá  nada  que  no se  te  diga.

3.  Y  así, tú  y tu hermano  os  encontráis  ahí  en ese  santo  lugar, ante  el  velo de  pecado que  pende  entre vosotros  y la  faz  de  Cristo.  ¡Dejad que  sea  descorrido! ¡Descorredlo juntos! Pues  es  sólo un velo  lo que  se  interpone  entre  vosotros. Por separado, cada  uno de  vosotros  lo veréis  como un sólido  muro y no os  daréis  cuenta  de  lo delgado  que  es  el  cortinaje  que  ahora  os  separa.  Aun así,  éste  ya  casi  ha sido eliminado de  vuestra  conciencia,  e  incluso  aquí, ante  el  velo, la  paz  ha  venido a  vosotros. Piensa  en lo que  os  espera  después:  el  amor  de  Cristo iluminará  vuestros  rostros  e  irradiará  desde ellos  a  un mundo en  penumbra  y con necesidad  de  luz.  Y  desde  este  santo lugar  Él  regresará  con vosotros, sin irse  de  él  y sin abandonaros. Os  convertiréis  en Sus  mensajeros,  al  restituirlo  a  Él  a  Sí Mismo.

4. ¡Pensad en la  hermosura  que  veréis, vosotros  que  camináis  a  Su lado! ¡Y  pensad  cuán bello  os parecerá  el  otro! ¡Cuán  felices  os  sentiréis  de  estar juntos  después  de  una  jornada  tan larga  y solitaria  en la  que  caminabais  por separado!  Las  puertas  del  Cielo, francas  ya  para  vosotros, las abriréis  ahora  para  los  que  aún  sufren.  Y  nadie  que  mire  al  Cristo en vosotros  dejará  de  regocijarse. ¡Qué  bello es  el  panorama  que  visteis  más  allá  del  velo y que  ahora  llevaréis  para  iluminar los cansados  ojos  de  aquellos  que  todavía  están tan  extenuados  como una  vez  lo estuvisteis  vosotros! ¡Cuán  agradecidos  estarán de  veros  llegar  y ofrecer el  perdón de  Cristo  para  desvanecer así  la  fe  que ellos  aún tienen en  el  pecado!

5. Cualquier error  que  cometas, el  otro ya  lo  habrá  corregido  tiernamente  por ti.  Pues  para  él  tu hermosura  es  su salvación, y la  quiere  proteger  de  cualquier daño.  Y  cada  uno será  para  el  otro  su firme  defensor contra  todo  lo que  parezca  surgir para  separaros.  Y  así  caminaréis  por el  mundo conmigo, pues  tengo  un mensaje  que  aún no se  ha  llevado  a  todos.  Y  vosotros  estáis  aquí  para permitir  que  se  reciba. La  oferta  de  Dios  todavía  sigue  en pie,  pero aguarda  aceptación.  Se  recibe  de vosotros  que  la  habéis  aceptado.  En vuestras  manos  unidas  se  deposita  confiadamente,  pues vosotros  que  la  compartís  os  habéis  convertido en  sus  devotos  guardianes  y protectores.

6.  A  todos  aquellos  que  comparten el  Amor de  Dios  se  les  concede  la  gracia  de  ser los  dadores  de  lo que  han recibido.  Y  así  aprenden  que  es  suyo para  siempre.  Todas  las  barreras  desaparecen ante  su llegada,  de  la  misma  manera  en que  cada  obstáculo  que  antes  parecía  bloquear  su camino quedó finalmente  superado.  Ese  velo que  tú y tu hermano descorréis  juntos  os  abre  el  camino  a  la  verdad y se  lo  abre  también  a  otros. Los  que  permiten  que  se  les  libere  de  las  ilusiones  de  sus  mentes  son los salvadores  de  este  mundo,  y caminan por él  con su Redentor,  llevando  Su mensaje  de  esperanza, libertad y emancipación del sufrimiento a todo aquel que necesite un milagro para salvarse.

7. ¡Qué fácil es ofrecer este milagro a todos! Nadie que lo haya recibido tendría dificultad alguna en darlo. Pues al recibirlo aprendió que no se le daba solamente a él. Tal es la función de una relación santa: que recibáis juntos y que deis tal como recibáis. Cuando se está ante el velo, esto todavía parece difícil. Pero si extendéis vuestras manos unidas y tocáis eso que parece un denso muro, notaréis con cuánta facilidad se deslizan vuestros dedos a través de su insubstancialidad. Ese muro no es sólido en absoluto. Y es sólo una ilusión lo que se interpone entre tú y tu hermano y el santo Ser que compartís.

T22. III. La razón y las distintas formas del error

 

*T22. III. La razón y las distintas formas del error*

1. La introducción de la razón en el sistema de pensamiento del ego es el comienzo de su deshacimiento, pues la razón y el ego se contradicen entre sí. Y no es posible que coexistan en tu conciencia, ya que el objetivo de la razón es hacer que todo esté claro y, por lo tanto, que sea obvio. La razón es algo que tú puedes ver. Esto no es simplemente un juego de palabras, pues aquí da comienzo una visión que tiene sentido. La visión es literalmente sentido. Dado que no es lo que el cuerpo ve, la visión no puede sino ser comprendida, pues es inequívoca, y lo que es obvio no es ambiguo. Por lo tanto, puede ser comprendido. Aquí la razón y el ego se separan, y cada uno sigue su camino.

2. Lo que le permite al ego seguir existiendo es su creencia de que tú no puedes aprender este curso. Si compartes con él esa creencia, la razón será incapaz de ver tus errores y despejar el camino hacia su corrección. Pues la razón ve más allá de los errores y te dice que lo que pensabas que era real no lo es. La razón puede reconocer la diferencia entre el pecado y el error porque desea la corrección. Te dice, por lo tanto, que lo que pensabas que era incorregible puede ser corregido, y que, por consiguiente, tuvo que haber sido un error. La oposición del ego a la corrección conduce a su creencia fija en el pecado y a desentenderse de los errores. No ve nada que pueda ser corregido. El ego, por lo tanto, condena y la razón salva.

3. La razón de por sí no es la salvación, pero despeja el camino para la paz y te conduce a un estado mental en el que se te puede conceder la salvación. El pecado es un obstáculo que se alza como un formidable portón -cerrado con candado y sin llave- en medio del camino hacia la paz. Nadie que lo contemplase sin la ayuda de la razón osaría traspasarlo. Los ojos del cuerpo lo ven como si fuese de granito sólido y de un espesor tal que sería una locura intentar atravesarlo. La razón, en cambio, ve fácilmente a través de él, puesto que es un error. La forma que adopta no puede ocultar su vacuidad de los ojos de la razón.

4. La forma del error es lo único que atrae al ego. No trata de ver si esa forma de error tiene significado o no, pues es incapaz de reconocer significados. Todo lo que los ojos del cuerpo pueden ver es una equivocación, un error de percepción, un fragmento distorsionado del todo sin el significado que éste le aportaría. Sin embargo, cualquier error, sea cual sea su forma, puede ser corregido. El pecado no es sino un error expresado en una forma que el ego venera. El ego quiere conservar todos los errores y convertirlos en pecados. Pues en eso se basa su propia estabilidad, la pesada ancla que ha echado sobre el mundo cambiante que él fabricó; la roca sobre la que se edificó su iglesia y donde sus seguidores están condenados a sus cuerpos, al creer que la libertad del cuerpo es la suya propia.

5. La razón te diría que no es la forma que adopta el error lo que hace que éste sea una equivocación. Si lo que la forma oculta es un error, la forma no puede impedir su corrección. Los ojos del cuerpo ven únicamente formas. No pueden ver más allá de aquello para cuya contemplación fueron fabricados. Y fueron fabricados para fijarse en los errores y no ver más allá de ellos. Su percepción es ciertamente extraña, pues sólo pueden ver ilusiones, al no poder ver más allá del bloque de granito del pecado y al detenerse ante la forma externa de lo que no es nada. Para esta forma distorsionada de visión, el exterior de todas las cosas, el muro que se interpone entre la verdad y tú, es absolutamente real. Mas ¿cómo va a poder ver correctamente una visión que se detiene ante lo que no es nada como si de un sólido muro se tratase? Está restringida por la forma, habiendo sido concebida para garantizar que no perciba nada, excepto la forma.

6. Esos ojos, hechos para no ver, jamás podrán ver. Pues la idea que representan nunca se separó de su hacedor, y es su hacedor el que ve a través de ellos. ¿Qué otro objetivo tenía su hacedor, salvo el de no ver? Para tal fin, los ojos del cuerpo son los medios perfectos, pero no para ver. Advierte cómo los ojos del cuerpo se posan en lo exterior sin poder ir más allá de ello. Observa cómo se detienen ante lo que no es nada, incapaces de comprender el significado que se encuentra más allá de la forma. Nada es tan cegador como la percepción de la forma. Pues ver la forma significa que el entendimiento ha quedado velado.

7. Sólo los errores varían de forma, y a eso se debe que puedan engañar. Tú puedes cambiar la forma porque ésta no es verdad. Y no puede ser la realidad precisamente porque puede cambiar. La razón te diría que si la forma no es la realidad tiene que ser entonces una ilusión, y que no se puede ver porque no existe. Y si la ves debes estar equivocado, pues estás viendo lo que no puede ser real como si lo fuera. Lo que no puede ver más allá de lo que no existe no puede sino ser percepción distorsionada, y no puede por menos que percibir a las ilusiones como si fuesen la verdad. ¿Cómo iba a poder, entonces, reconocer la verdad?

8. No permitas que la forma de sus errores te aleje de aquel cuya santidad es la tuya. No permitas que la visión de su santidad, que te mostraría tu perdón, quede oculta tras lo que ven los ojos del cuerpo. No permitas que la conciencia que tienes de tu hermano se vea obstruida por tu percepción de sus pecados y de su cuerpo. ¿Qué hay en él que quisieras atacar, excepto lo que asocias con su cuerpo, el cual crees que puede pecar? Más allá de sus errores se encuentra su santidad junto con tu salvación. Tú no le diste su santidad, sino que trataste de ver tus pecados en él para salvarte a ti mismo. Sin embargo, su santidad es tu perdón. ¿Cómo ibas a poder salvarte si haces de aquel cuya santidad es tu salvación un pecador?

9. Una relación santa, por muy recién nacida que sea, tiene que valorar la santidad por encima de todo lo demás. Cualquier valor profano producirá confusión, y lo hará en la conciencia. En las relaciones no santas se le atribuye valor a cada uno de los individuos que la componen, ya que cada uno de ellos parece justificar los pecados del otro. Cada uno ve en el otro aquello que le incita a pecar en contra de su voluntad. De esta manera, cada uno le atribuye sus pecados al otro y se siente atraído hacia él para poder perpetuar sus pecados. Y así se hace imposible que cada uno vea que él mismo es el causante de sus propios pecados al desear que el pecado sea real. La razón, en cambio, ve una relación santa como lo que realmente es: un estado mental común, donde ambos gustosamente le entregan sus errores a la corrección, de manera que los dos puedan ser felizmente sanados cual uno solo.

miércoles, 24 de julio de 2019

T22. II. La impecabilidad de tu hermano


*T22. II. La impecabilidad de tu hermano*

1. Lo  opuesto a  las  ilusiones  no es  la  desilusión sino la  verdad. Sólo para  el  ego,  para  el  que  la verdad  no tiene  significado, parecen ser las  ilusiones  y la  desilusión las  únicas  alternativas, las cuales  son diferentes  entre  sí. Pero en verdad son lo mismo.  Ambas  aportan el  mismo cúmulo de sufrimiento,  aunque  cada  una  parece  ser la  única  manera  de  escaparse  de  la  aflicción  que  la  otra ocasiona.  Toda  ilusión  alberga  dolor  y sufrimiento entre  los  tenebrosos  pliegues  de  las  pesadas vestiduras  tras  las  que  oculta  su inexistencia. Sin embargo, esas  sombrías  y pesadas  vestiduras  son las  que  cubren a  aquellos  que  van en pos  de  ilusiones,  y las  que  los  mantienen  ocultos  del  júbilo de la  verdad.

2. La  verdad es  lo  opuesto a  las  ilusiones  porque  ofrece  dicha.  ¿Qué  otra  cosa  sino la  dicha  podría ser lo  opuesto  al  sufrimiento?  Abandonar un tipo de  sufrimiento  e  ir en busca  de  otro no es  un escape.  Cambiar una  ilusión por otra  no es  realmente  un cambio.  Tratar de  encontrar  felicidad en  el sufrimiento  es  una  insensatez,  pues  ¿cómo se  iba  a  poder encontrar  felicidad en  el  sufrimiento?  Lo único  que  se  puede  hacer en  el  tenebroso  mundo del  sufrimiento  es  seleccionar algunos  aspectos  de él,  verlos  como  si  fuesen diferentes  y luego  definir la  diferencia  como felicidad. Percibir  una diferencia  donde  no la  hay, no obstante, realmente  no cambia  nada.

3. Lo  único que  hacen las  ilusiones  es  ocasionar  culpabilidad,  sufrimiento, enfermedad y muerte  a sus  creyentes.  La  forma  en que  las  ilusiones  se  aceptan es  irrelevante.  A  los  ojos  de  la  razón, ninguna  forma  de  sufrimiento  se  puede  confundir  con la  dicha.  La  dicha  es  eterna. Puedes  estar completamente  seguro de  que  todo lo que  aparenta  ser felicidad  y no es  duradero  es  realmente miedo. La  dicha  no se  convierte  en pesar,  pues  lo  eterno  no puede  cambiar,  pero el  pesar  puede volverse  dicha,  pues  el  tiempo cede  ante  lo eterno. Únicamente  lo eterno  permanece  inmutable, pero todo  lo que  se  encuentra  en  el  tiempo  puede  cambiar con  el  paso de  éste.  No obstante, para  que  el cambio sea  real  y no imaginado,  las  ilusiones  tienen  que  ceder  ante  la  verdad  y no ante  otros  sueños igualmente  irreales. Eso no sería  diferente.

4. La  razón te  diría  que  la  única  manera  de  escaparte  del  sufrimiento  es  reconociéndolo  y tomando el  camino opuesto.  Toda  verdad  es  lo mismo  y todo sufrimiento es  lo mismo también,  pero ambos son diferentes entre sí desde cualquier punto de vista, en toda circunstancia y sin excepción. Creer que puede haber una sola excepción es confundir lo que es lo mismo con lo que es diferente. Una sola ilusión que se abrigue y se defienda contra la verdad priva a ésta de todo significado y hace que todas las ilusiones sean reales. Tal es el poder de la creencia, la cual es incapaz de transigir. Y la fe en la inocencia sería fe en el pecado si la creencia excluyera una sola cosa viviente y le negase la bendición de su perdón.

5. Tanto la razón como el ego te dicen eso mismo, pero la interpretación que hacen de ello es completamente diferente. El ego te asegura ahora que es imposible que puedas ver a nadie libre de culpa. Y si esta manera de ver es la única que puede liberarte de la culpabilidad, entonces la creencia en el pecado no puede sino ser eterna. Pero la razón ve eso de otro modo, pues la razón ve que la fuente de una idea es lo que hace que ésta sea cierta o falsa. Esto tiene que ser así, si la idea es semejante a su fuente. Por lo tanto -dice la razón- si el propósito que se le asignó al Espíritu Santo fue ayudarte a escapar de la culpabilidad, y ese propósito le fue dado por Aquel para Quien nada que Su Voluntad disponga es imposible, los medios para lograr ese objetivo tienen que ser más que posibles. Tienen que existir y tú tienes que estar en posesión de ellos.

6. Esta es una etapa crucial en este curso, pues en este punto tiene que tener lugar una completa separación entre tú y el ego. Pues si ya dispones de los medios para dejar que el propósito del Espíritu Santo se alcance, dichos medios pueden utilizarse. A medida que los utilices, tu fe en ellos será cada vez mayor. Para el ego, sin embargo, eso es imposible, y nadie emprende lo que no ofrece ninguna esperanza de poderse lograr. Tú sabes que lo que la Voluntad de tu Creador dispone es posible, pero aquello que tú inventaste no lo cree. Ahora tienes que elegir entre ti y lo que es sólo una ilusión de ti. No ambas cosas, sino una sola. No tiene objeto intentar eludir esta decisión. Hay que tomarla. La fe y la creencia pueden inclinarse hacia cualquiera de esas dos opciones, pero la razón te dice que el sufrimiento se encuentra únicamente en una de ellas y la dicha en la otra.

7. No abandones a tu hermano ahora, pues vosotros que sois lo mismo no decidiréis por separado ni en forma diferente. Os dais el uno al otro o bien vida o bien muerte; sois cada uno el salvador del otro o su juez, y os ofrecéis refugio o condenación. Este curso o bien se creerá enteramente o bien no se creerá en absoluto. Pues es completamente cierto o completamente falso, y no puede ser creído sólo parcialmente. Y tú te escaparás enteramente del sufrimiento o no te escaparás en absoluto. La razón te dirá que no hay un lugar intermedio donde te puedas detener indeciso, esperando a elegir entre la felicidad del Cielo o el sufrimiento del infierno. Hasta que no elijas el Cielo, estarás en el infierno y abatido por el sufrimiento.

8. No hay ninguna parte del Cielo de la que puedas apropiarte y tejer ilusiones de ella. Ni hay una sola ilusión con la que puedas entrar en el Cielo. Un salvador no puede ser un juez ni la misericordia puede ser condenación. Y la visión no puede condenar, sino únicamente bendecir. Aquel Cuya función es salvar, salvará. Cómo lo ha de lograr está más allá de tu entendimiento, pero cuándo lo va a hacer está en tus manos. Pues el tiempo es una invención tuya y, por lo tanto, lo puedes gobernar. No eres esclavo de él ni del mundo que fabricaste.

9. Examinemos más de cerca la ilusión de que lo que tú fabricaste tiene el poder de esclavizar a su hacedor. Esta es la misma creencia que dio lugar a la separación. Es la idea insensata de que los pensamientos pueden abandonar la mente del pensador, ser diferentes de ella y oponerse a ella. Si eso fuese cierto, los pensamientos no serían extensiones de la mente, sino sus enemigos. Aquí vemos nuevamente otra forma de la misma ilusión fundamental que ya hemos examinado muchas veces con anterioridad. Sólo si fuese posible que el Hijo de Dios pudiera abandonar la Mente de su Padre, hacerse diferente y oponerse a Su Voluntad, sería posible que el falso ser que inventó, y todo lo que éste fabricó, fuesen su amo.

10. Contempla la gran proyección, pero mírala con la determinación de que tiene que ser sanada, aunque no mediante el temor. Nada que hayas fabricado tiene poder alguno sobre ti, a menos que todavía quieras estar separado de tu Creador y tener una voluntad que se oponga a la Suya. Pues sólo si crees que Su Hijo puede ser Su enemigo parece entonces posible que lo que has inventado sea asimismo enemigo tuyo. Prefieres condenar al sufrimiento Su alegría y hacer que Él sea diferente. Sin embargo, al único sufrimiento al que has dado lugar ha sido al tuyo propio. ¿No te alegra saber que nada de eso es cierto? ¿No son buenas nuevas oír que ni una sola de las ilusiones que forjaste ha substituido a la verdad?

11. Son sólo tus pensamientos los que han sido imposibles. No puede ser que la salvación sea imposible. Pero sí es imposible ver a tu salvador como un enemigo y al mismo tiempo reconocerlo. No obstante, puedes reconocerlo como lo que es porque ésa es la Voluntad de Dios. Lo que Dios le confirió a tu relación santa aún se encuentra en ella. Pues lo que Él le dio al Espíritu Santo para que te lo diese a ti, el Espíritu Santo te lo dio. ¿No querrías contemplar al salvador que se te ha dado? ¿Y no intercambiarías con gratitud la función de verdugo que le adjudicaste por la que en verdad tiene? Recibe de él lo que Dios le dio para ti, no lo que trataste de darte a ti mismo.

12. Más allá del cuerpo que has interpuesto entre tu hermano y tú, y reluciendo en la áurea luz que le llega desde el círculo radiante e infinito que se extiende eternamente, se encuentra tu relación santa, que Dios Mismo ama. ¡Cuán serena descansa en el tiempo, y, sin embargo, más allá de él! ¡Cuán inmortal, y, sin embargo, en la tierra! ¡Cuán grande el poder que en ella reside! El tiempo acata su voluntad, y la tierra será lo que ella disponga que sea. En ella no existe una voluntad separada ni el deseo de que nada se encuentre separado. Su voluntad no hace excepciones y lo que dispone es verdad. Toda ilusión que se lleva ante su perdón se pasa por alto dulcemente y desaparece. Pues Cristo ha renacido en su centro, para iluminar Su morada con una visión que pasa por alto al mundo. ¿No querrías que esa santa morada fuese también la tuya? En ella no hay sufrimiento, sino únicamente dicha.

13. Lo único que necesitas hacer para morar aquí apaciblemente junto a Cristo, es compartir Su visión. Su visión se le concede inmediatamente y de todo corazón a todo aquel que esté dispuesto a ver a su hermano libre de pecado. Y tienes que estar dispuesto a no excluir a nadie, si quieres liberarte completamente de todos los efectos del pecado. ¿Te concederías a ti mismo un perdón parcial? ¿Puedes alcanzar el Cielo mientras un solo pecado aún te tiente a seguir sufriendo? El Cielo es el hogar de la pureza perfecta, y Dios lo creó para ti. Contempla a tu santo hermano, tan libre de pecado como tú, y permítele que te conduzca hasta allí.