martes, 15 de enero de 2019

T4. IV. Esto no tiene por qué ser así


*T4. IV. Esto no tiene por qué ser así*

1. Si  no puedes  oír la  Voz  de  Dios, es  porque  estás  eligiendo no escucharla.  Pero que  sí  escuchas  a la  voz  de  tu  ego lo demuestran tus  actitudes, tus  sentimientos  y tu  comportamiento. No obstante,  eso es  lo  que  quieres. Eso es  por lo  que  luchas  y lo  que  procuras  proteger  manteniéndote  alerta.  Tu mente  está  repleta  de  estratagemas  para  hacer quedar  bien  al  ego, pero  no buscas  la  faz  de  Cristo. El espejo  en el  que  el  ego  trata  de  ver su rostro es  ciertamente  tenebroso. ¿De  qué  otra  manera, sino con  espejos, podría  seguir  manteniendo la  falsedad  de  su existencia?  Con todo,  dónde  buscas  para encontrarte  a  ti  mismo  depende  de  ti. 

2. He  dicho  que  no puedes  cambiar  de  mentalidad  modificando tu  conducta,  mas  he  dicho  también, y en  muchas  ocasiones, que  puedes  cambiar de  mentalidad.  Cuando tu estado  de  ánimo  te  diga  que has  elegido equivocadamente,  y esto es  así  siempre  que  no te  sientes  contento,  reconoce  entonces que  ello no tiene  por qué  ser así. En cada  caso, has  pensado mal  acerca  de  algún hermano que  Dios creó,  y estás  percibiendo imágenes  que  tu ego forja  en un espejo  tenebroso. Examina  honestamente qué  es  lo  que  has  pensado que  Dios  no habría  pensado, y qué  no has  pensado que  Dios  habría querido  que  pensases. Examina  honestamente  tanto  lo que  has  hecho  como  lo que  has  dejado  sin hacer, y cambia  entonces  de  mentalidad  para  que  así  puedas  pensar con la  Mente  de  Dios. Esto puede  parecer  difícil, pero  es  mucho más  fácil  que  intentar pensar al  revés  de  como piensa  Él.  Tu mente  y la  de  Dios  son una. Negar esto y pensar de  otra  manera  ha  conservado a  tu  ego intacto, pero ha  dividido  literalmente  a  tu mente. Como  hermano que  te  ama, tu mente  es  de  suma  importancia para  mí, y te  exhorto  a  seguir mi  ejemplo cuando  te  contemples  a  ti  mismo y cuando  contemples  a tu  hermano, y a  que  veas  en ambos  las  gloriosas  creaciones  de  un Padre  glorioso. 

3. Cuando  te  sientas  triste,  reconoce  que  eso no tiene  por qué  ser así. Las  depresiones  proceden  de una  sensación  de  que  careces  de  algo que  deseas  y no tienes. Recuerda  que  no careces  de  nada, excepto si  así  lo decides, y decide  entonces  de  otra  manera. 

4. Cuando  sientas  ansiedad,  date  cuenta  de  que  la  ansiedad  procede  de  los  caprichos  del  ego. Reconoce  que  eso no tiene  por qué  ser así. Puedes  estar tan alerta  contra  los  dictados  del  ego como en  su favor. 

5. Cuando  te  sientas  culpable, recuerda  que  el  ego ciertamente  ha  violado  las  leyes  de  Dios, pero tú no. Los  "pecados" del  ego  déjamelos  a  mí.  Ese  es  el  propósito  de  la  Expiación. Pero hasta  que  no cambies  de  parecer  con respecto  a  aquellos  a  quienes  tu  ego ha  herido,  la  Expiación  no podrá liberarte. Si  te  sigues  sintiendo  culpable  es  porque  tu ego  sigue  al  mando, ya  que  sólo  el  ego puede experimentar culpabilidad. Eso no tiene  por qué  ser así. 

6. Vigila tu mente contra las tentaciones del ego, y no te dejes engañar por él. No tiene nada que ofrecerte. Cuando hayas abandonado ese des-ánimo voluntario, verás como tu mente puede concentrarse, trascender toda fatiga y sanar. No obstante, no te mantienes lo suficientemente alerta contra las exigencias del ego como para poder librarte de ellas. Eso no tiene por qué ser así. 

7. El hábito de colaborar con Dios y Sus creaciones se adquiere fácilmente si te niegas diligentemente a dejar que tu mente divague. No se trata de un problema de falta de concentración, sino de la creencia de que nadie, incluido tú, es digno de un esfuerzo continuo. Ponte de mi parte sistemáticamente contra este engaño, y no permitas que esa desafortunada creencia te retrase. Los descorazonados no pueden ayudarse a sí mismos ni me pueden ayudar a mí. Sin embargo, sólo el ego puede sentirse descorazonado. 

8. ¿Te has detenido a pensar seriamente en las muchas oportunidades que has tenido de regocijarte y en cuántas has dejado pasar? El poder de un Hijo de Dios es ilimitado, pero él puede restringir la expresión de su poder tanto como quiera. Tu mente y la mía pueden unirse para desvanecer con su luz a tu ego, liberando la fuerza de Dios para que reverbere en todo lo que hagas o pienses. No te conformes con menos, y niégate a aceptar como tu objetivo nada que no sea eso. Vigila tu mente con sumo cuidado contra cualquier creencia que se interponga en el logro de tu objetivo, y recházala. Juzga por tus sentimientos cuán bien has hecho esto, pues ése es el único uso acertado del juicio. Los juicios, al igual que cualquier otra defensa, se pueden utilizar para atacar o para proteger, para herir o para sanar. Al ego se le debe llevar a juicio y allí declararlo inexistente. Sin tu lealtad, protección y amor, el ego no puede existir. Deja que sea juzgado imparcialmente y no podrás por menos que retirarle tu lealtad, tu protección y tu amor. 

9. Eres un espejo de la verdad, en el que Dios Mismo brilla en perfecta luz. Al tenebroso espejo del ego no tienes sino que decirle: "No voy a mirar ahí porque sé que esas imágenes no son verdad". Deja entonces que el Santísimo brille sobre ti en paz, sabiendo que así y sólo así es como debe ser. Su Mente resplandeció sobre ti en tu creación y le dio existencia a tu mente. Su Mente resplandece todavía sobre ti y no puede sino resplandecer a través de ti. Tu ego no puede impedir que Dios resplandezca sobre ti, pero sí puede impedirte que le dejes resplandecer a través de ti. 

10. El Primer Advenimiento de Cristo no es más que otro nombre para la creación, pues Cristo es el Hijo de Dios. El Segundo Advenimiento de Cristo no significa otra cosa que el fin del dominio del ego y la curación de la mente. Al igual que tú, fui creado en el primero, y te he llamado para que te unas a mí en el segundo. Estoy a cargo del Segundo Advenimiento, y mi juicio, que se usa solamente como protección, no puede ser erróneo porque nunca ataca. El tuyo puede estar tan distorsionado que hasta creas que me equivoqué al escogerte. Te aseguro que eso es un error de tu ego. No lo confundas con humildad. Tu ego está tratando de convencerte de que él es real y de que yo no lo soy, ya que si yo soy real, no puedo ser más real que tú. Ese conocimiento -y te aseguro yo que es conocimiento- significa que Cristo ha venido a tu mente y la ha sanado. 

11. Yo no ataco a tu ego. Trato con tu mente superior -la morada del Espíritu Santo- tanto si estás dormido como si estás despierto, al igual como tu ego trata con tu mente inferior, que es su hogar. Me mantengo alerta por ti con respecto a esto porque tú estás tan confundido que te resulta imposible reconocer tu propia esperanza. No estoy equivocado. Tu mente optará por unirse a la mía, y juntos somos invencibles. Tú y tu hermano os uniréis finalmente en mi nombre, y vuestra cordura os será restaurada. Resucité a los muertos porque sabía que la vida era un atributo eterno de todo lo que el Dios viviente creó. ¿Por qué crees que habría de ser más difícil para mí inspirar a los desanimados o estabilizar lo inestable? Yo no creo que haya grados de dificultad en los milagros; tú sí. Te he llamado y tú responderás. Yo comprendo que los milagros son acontecimientos naturales porque son expresiones de amor. El que yo te llame es tan natural como el que tú me respondas, e igualmente inevitable. 

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