jueves, 24 de octubre de 2019

Manual para el maestro 18. ¿Cómo se lleva a cabo la corrección?


*Manual para el maestro 18. ¿Cómo se lleva a cabo la corrección?*

1. Hasta  que  el  maestro de  Dios  no haya  dejado de  confundir las  interpretaciones  con los  hechos  y las  ilusiones  con la  verdad, no podrá  tener  lugar una  corrección  de  naturaleza  duradera,  que  es  a  la única  a  la  que  se  le  puede  llamar  verdadera  corrección. Si  discute  con su alumno  acerca  de  un pensamiento  mágico,  ataca  dicho  pensamiento, trata  de  probar que  es  erróneo  o demostrar su falsedad, sólo estará  dando testimonio  de  su realidad.  Esto conduce  inevitablemente  a  la  depresión, pues  habrá  "probado" tanto  a  su alumno  como a  sí  mismo que  la  tarea  de  ambos  es  escapar de  lo que  es  real.  Y  esto es  de  todo  punto imposible. La  realidad es  inmutable. Los  pensamientos  mágicos no son sino ilusiones.  Pues, de  no ser así,  la  salvación no sería  más  que  el  mismo  sueño irrealizable de  siempre, sólo que  con una  nueva  fachada.  El  sueño de  la  salvación, en cambio,  tiene  un nuevo contenido, y la  diferencia  entre  ambos  no estriba  sólo  en la  forma. 

2. La  lección más  importante  que  los  maestros  de  Dios  deben  aprender es  cómo  reaccionar sin ira ante  los  pensamientos  mágicos. Sólo de  esta  manera  pueden proclamar  la  verdad  acerca  de  sí mismos.  El  Espíritu Santo  puede  entonces  hablar  a  través  de  ellos  acerca  de  la  realidad  del  Hijo  de Dios  y recordarle  al  mundo lo  que  es  la  impecabilidad:  la  única  condición  -inalterada  e  inalterable- de  todo cuanto  Dios  creó.  El  Espíritu  Santo puede  ahora  proclamar la  Palabra  de  Dios  a  oídos atentos  y llevar la  visión de  Cristo  a  ojos  que  ven.  Ahora  Él  es  libre  de  enseñarles  a  todas  las  mentes lo  que  ellas  en realidad son para  que  gustosamente  le  sean  devueltas  a  Él.  Y  ahora  en Su visión y en la  Palabra  de  Dios, se  perdona  y se  pasa  por alto completamente  la  culpabilidad. 

3. La  ira  no hace  más  que  proferir a  gritos:  "¡La  culpabilidad  es  real!"  La  realidad  queda  obliterada cuando  esta  creencia  demente  reemplaza  a  la  Palabra  de  Dios.  Ahora  son los  ojos  del  cuerpo  los  que "ven"  y sus  oídos  los  únicos  que  pueden  "oír". El  limitado  espacio  que  ocupa  y su exiguo  aliento se convierten  en el  criterio con el  que  medir la  realidad.  Y  la  verdad  se  vuelve  diminuta  e insignificante. La  Corrección tiene  una  sola  respuesta  para  todo esto y para  el  mundo  que  se  basa  en ello:  Confundes  tus  interpretaciones  con la  verdad, y te  equivocas. Mas  un error no es  un pecado  ni tus  errores  han  derrocado a  la  realidad  de  su trono. Dios  reina  para  siempre,  y sólo  Sus  leyes imperan sobre  ti  y sobre  el  mundo. Su  Amor sigue  siendo lo  único que  existe. El  miedo es  una ilusión, pues tú eres como Dios. 

4. Para que el maestro de Dios pueda curar, es esencial, pues, que permita que sus propios errores le sean corregidos. Si siente la más leve irritación al responder a otro, que se dé cuenta de inmediato de que ha hecho una interpretación falsa. Que se dirija entonces a su Eterno Guía interno y deje que sea Él Quien juzgue cuál debe ser su respuesta. De este modo, el maestro de Dios se cura y en su curación su alumno se cura con él. La única responsabilidad del maestro de Dios es aceptar la Expiación para sí mismo. La Expiación es sencillamente la corrección o anulación de los errores. Cuando se haya alcanzado, el maestro de Dios se habrá convertido, por definición, en un obrador de milagros. Sus pecados le habrán sido perdonados, y él ya no se condenará a sí mismo. ¿Cómo podría entonces condenar a otros? ¿Y habría alguien al que su perdón no pudiese curar? 

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