martes, 15 de enero de 2019

T4. I. La enseñanza y el aprendizaje correctos


*T4. I. La enseñanza y el aprendizaje correctos*

1. Un buen maestro clarifica  sus  propias  ideas  y las  refuerza  al  enseñarlas.  En el  proceso de aprendizaje  tanto el  maestro  como el  alumno  están a  la  par.  Ambos  se  encuentran  en el  mismo nivel de  aprendizaje, y a  menos  que  compartan  sus  lecciones  les  faltará  convicción. Un buen maestro debe  tener  fe  en las  ideas  que  enseña,  pero tiene  que  satisfacer además  otra  condición:  debe  tener fe en  los  estudiantes  a  quienes  ofrece  sus  ideas. 

2. Muchos  montan  guardia  en torno a  sus  ideas  porque  quieren conservar  sus  sistemas  de pensamiento  intactos, y aprender  significa  cambiar.  Los  que  creen  estar separados  siempre  temen cambiar  porque  no pueden concebir  que  los  cambios  sean un paso hacia  adelante  en  el  proceso de subsanar la  separación.  Siempre  los  perciben  como un paso hacia  una  mayor separación, debido  a que  la  separación fue  su primera  experiencia  de  cambio.  Crees  que  si  no permites  ningún cambio  en tu  ego alcanzarás  la  paz. Esta  marcada  confusión  sólo  puede  tener  lugar  sí  sostienes  que  un mismo sistema  de  pensamiento  puede  erigirse  sobre  dos  cimientos  distintos. Nada  puede  llegar  al  espíritu desde  el  ego, ni  nada  puede  llegar  al  ego  desde  el  espíritu. El  espíritu  no puede  ni  reforzar al  ego, ni aminorar el  conflicto  interno de  éste. El  ego en sí  es  una  contradicción.  Tu falso  ser y el  Ser de  Dios están  en oposición.  Y  lo  están con respecto a  sus  orígenes, rumbos  y desenlaces. Son fundamentalmente  irreconciliables  porque  el  espíritu  no puede  percibir y el  ego no puede  gozar de conocimiento. No están,  por lo tanto,  en comunicación, ni  jamás  lo  podrán estar.  El  ego,  sin embargo,  puede  aprender, aún  cuando su hacedor esté  desencaminado.  Este, no obstante,  no puede hacer que  lo  que  fue  infundido  con vida  sea  completamente  exánime. 

3. El  espíritu  no tiene  necesidad de  que  se  le  enseñe  nada,  pero el  ego sí.. El  proceso de  aprender  se percibe, en  última  instancia,  como algo  aterrador  porque  conduce,  no a  la  destrucción  del  ego,  sino al  abandono de  éste  a  la  luz  del  espíritu. Éste  es  el  cambio que  el  ego no puede  sino temer, puesto que  no comparte  mi  caridad.  La  lección  que  yo tuve  que  aprender  es  la  misma  que  tú  tienes  que aprender ahora,  y puesto  que  la  aprendí, puedo  enseñártela. Nunca  atacaré  a  tu  ego, si  bien estoy tratando de  enseñarte  cómo surgió su sistema  de  pensamiento. Cuando te  recuerdo  tu verdadera creación,  tu ego no puede  por menos  que  reaccionar  con miedo. 

4.  Aprender  y enseñar son los  mayores  recursos  de  que  dispones  ahora  porque  te  permiten cambiar de  mentalidad  y ayudar a  otros  a  hacer lo  mismo. Negarte  a  cambiar  de  mentalidad no conseguiría probar  que  la  separación no ocurrió.  El  soñador  que  duda  de  la  realidad de  su sueño mientras todavía  está  soñando no está  realmente  sanando  su mente  dividida.  Tú  sueñas  con un ego separado y crees  en el  mundo que  se  basa  en él.  Todo  ello  te  parece  muy  real. No puedes  deshacerlo sin cambiar  de  mentalidad al  respecto. Si  estás  dispuesto a  renunciar al  papel  de  guardián  de  tu sistema de  pensamiento  y ofrecérmelo  a  mí,  yo lo corregiré  con gran delicadeza  y te  conduciré  de  regreso a Dios. 

5.  Todo  buen maestro espera  impartir a  sus  estudiantes  tanto  de  lo que  él  mismo  ha  aprendido  que algún  día  dejen de  necesitarle. Éste  es  el  verdadero y único  objetivo del  maestro.  Es  imposible convencer al  ego de  esto  porque  va  en contra  de  todas  sus  leyes.  Pero recuerda  que  las  leyes  se promulgan para  proteger  la  continuidad  del  sistema  en que  cree  el  que  las  promulga. Es  natural  que el  ego trate  de  protegerse  a  sí  mismo una  vez  que  lo  inventaste,  pero no es  natural  que  desees obedecer sus  leyes  a  menos  que  tú creas  en ellas. El  ego  no puede  tomar esta  decisión debido  a  la naturaleza  de  su origen.  Pero tú puedes  tomarla  debido a  la  naturaleza  del  tuyo. 

6. Los  egos  pueden  chocar en  cualquier situación, pero  es  imposible  que  el  espíritu choque  en absoluto.  Si  percibes  a  un maestro  simplemente  como "un ego  más  grande" sentirás  miedo,  ya  que agrandar un ego es  aumentar  la  ansiedad  que  produce  la  separación. Enseñaré  contigo  y viviré contigo si  estás  dispuesto  a  pensar conmigo,  pero mi  objetivo será  siempre  eximirte  finalmente  de  la necesidad de  un maestro. Esto  es  lo opuesto al  objetivo del  maestro que  se  deja  guiar por el  ego.  A ése  sólo le  interesa  el  efecto  que  su ego pueda  tener sobre  otros  egos, y, por consiguiente,  interpreta la  interacción  entre  ellos  como  un medio  de  conservar su propio ego.  Yo no podría  dedicarme  a enseñar  si  creyese  eso, y tú  no serás  un maestro dedicado mientras  lo creas. Se  me  percibe constantemente  como un maestro  al  que  hay que  exaltar  o rechazar, pero yo no acepto ninguna  de esas  dos  percepciones  de  mí  mismo. 

7. El  que  enseñes  o aprendas  no es  lo que  establece  tu valía.  Tu valía  la  estableció  Dios. Mientras sigas  oponiéndote  a  esto, todo lo  que  hagas  te  dará  miedo,  especialmente  aquellas  situaciones  que tiendan a  apoyar la  creencia  en  la  superioridad o en la  inferioridad. Los  maestros  tienen que  tener paciencia  y repetir las  lecciones  que  enseñan  hasta  que  éstas  se  aprendan.  Yo estoy  dispuesto  a  hacer eso porque  no tengo derecho  a  fijar  los  límites  de  tu aprendizaje  por ti.  Una  vez  más:  nada  de  lo  que haces, piensas  o deseas  es  necesario  para  establecer  tu valía. Este  punto no es  debatible  excepto en fantasías.  Tu  ego no está  nunca  en entredicho  porque  Dios  no lo creó.  Tu espíritu no está  nunca  en entredicho  porque  Él  lo creó. Cualquier  confusión al  respecto es  ilusoria, y mientras  perdure  esa ilusión,  no es  posible  tener dedicación  alguna. 

8. El  ego trata  de  explotar  todas  las  situaciones  para  vanagloriarse, a  fin  de  superar sus  propias dudas. Seguirá  lleno  de  dudas  mientras  tú sigas  creyendo en su existencia.  Tú  que  lo inventaste  no puedes  tener confianza  en él  porque  cuando estás  en  tu mente  recta  te  das  cuenta  de  que  no es  real. La  única  solución cuerda  es  no tratar de  cambiar  la  realidad  -lo cual  sería  ciertamente  aterrador- sino aceptarla  tal  como  es.  Tú  formas  parte  de  la  realidad, la  cual  permanece  inmutable  más  allá  del alcance  del  ego,  aunque  fácilmente  al  alcance  del  espíritu. Cuando sientas  miedo,  aquiétate  y reconoce  que  Dios  es  real,  y que  tú  eres  Su Hijo  amado  en quien Él  se  complace.  No dejes  que  tu ego  refute  esto  porque  el  ego  no puede  conocer  algo  que  está  tan  lejos  de  su alcance  como  lo estás tú. 

9. Dios  no es  el  autor del  miedo.  El  autor  del  miedo eres  tú.  Has  elegido  crear en  forma  diferente  a como  crea  Él, y, por lo  tanto,  has  hecho posible  el  que  puedas  tener  miedo. No estás  en  paz  porque no estás  desempeñando tu  función. Dios  te  encomendó  una  función  muy elevada  que  no estás llevando a  cabo.  Tu  ego ha  elegido  estar atemorizado en vez  de  llevarla  a  cabo.  Cuando despiertes te  será  imposible  entender esto  porque  es  literalmente  increíble.  No creas  lo increíble  ahora. Cualquier intento  de  incrementar  su credibilidad  es  simplemente  un intento  de  posponer lo inevitable. La  palabra  "inevitable" le  causa  terror  al  ego,  pero es  motivo  de  júbilo  para  el  espíritu. Alcanzar a  Dios  es  inevitable, y tú  no puedes  eludirlo,  de  la  misma  manera  en que  Él  no te  puede eludir a  ti. 

10. El  ego tiene  miedo del  gozo del  espíritu  porque  una  vez  que  lo hayas  experimentado dejarás  de proteger y de  atribuirle  valor  al  miedo. Le  atribuyes  gran valor  ahora  porque  el  miedo  es  un testigo de  la  separación, y tu ego  se  regocija  cuando  das  testimonio de  ella. ¡Repúdialo!  No le  escuches  ni le  ampares.  Escucha  únicamente  a  Dios, que  es  tan incapaz  de  engañar como  lo es  el  espíritu  que  Él creó.  Libérate  y libera  a  otros. No les  ofrezcas  a  los  demás  una  imagen  de  ti  mismo falsa  e  indigna, ni  tampoco  aceptes  una  imagen similar de  ellos. 

11.  El  ego  ha  construido  para  ti  un hogar mísero  e  inhóspito porque  no puede  construir  de  ninguna otra  manera.  No trates  de  mantener en pie  ese  hogar ruinoso. En  su debilidad  radica  tu fuerza. Sólo Dios  pudo erigir  un hogar digno de  Sus  creaciones, las  cuales  han  elegido  dejarlo  vacío, desahuciándose  así  a  sí  mismas. No obstante,  Su hogar seguirá  en  pie  eternamente, listo para cuando  decidas  entrar a  ocuparlo. De  esto  puedes  estar completamente  seguro:  Dios  es  tan  incapaz de  crear lo  perecedero  como el  ego de  fabricar  lo eterno. 

12. Desde  tu ego  no puedes  hacer  nada  para  salvarte  o para  salvar  a  otros, pero desde  tu  espíritu puedes  hacer cualquier  cosa  para  salvar  a  otros  o para  salvarte  a  ti  mismo. La  humildad es  una lección  para  el  ego, no para  el  espíritu. El  espíritu  está  más  allá  de  la  humildad  porque  reconoce  su esplendor  y gustosamente  irradia  su luz  por todas  partes. Los  mansos  heredarán  la  tierra  porque  sus egos  son humildes, y esto hace  que  su percepción sea  más  fidedigna.  El  Reino  de  los  Cielos  es  el derecho del  espíritu,  cuya  belleza  y dignidad  están mucho  más  allá  de  cualquier  duda, más  allá  de  la percepción,  y se  alzan  para  siempre  como  las  señales  del  Amor de  Dios  hacia  Sus  creaciones, las cuales  son absolutamente  dignas  de  Él  y sólo de  Él.  Ninguna  otra  cosa  es  lo suficientemente  valiosa como  para  poder  ser una  ofrenda  para  una  creación de  Dios  Mismo. 

13.  Yo seré  un substituto de  tu  ego si  así  lo  deseas, pero nunca  de  tu espíritu.  Un padre  puede  dejar su hijo  al  cuidado de  un hermano mayor  que  haya  demostrado ser responsable,  pero esto no entraña confusión  alguna  acerca  de  quién es  el  padre. El  hermano  puede  proteger el  cuerpo y el  ego del niño,  pero eso no lo lleva  a  creer que  él  sea  el  padre. Me  puedes  confiar tu  cuerpo y tu ego  debido únicamente  a  que  eso te  permite  desentenderte  de  ellos  y me  deja  mostrarte  que  no son importantes. Yo no podría  entender  lo importantes  que  son para  ti  si  yo mismo no hubiese  estado tentado de  creer en  ellos.  Aprendamos  juntos  esta  lección  para  que  juntos  podamos  liberarnos  de  tu  cuerpo y de  tu ego.  Necesito maestros  dedicados  que  compartan mi  objetivo de  sanar  a  la  mente.  El  espíritu no tiene  ninguna  necesidad de  que  ni  tú ni  yo lo protejamos. Recuerda  lo siguiente:  En este  mundo no hay  por qué  tener  tribulaciones  porque  yo he  vencido  al  mundo.  Por eso es  por lo  que  debes  estar animado. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si quieres que te resuelva cualquier pregunta no dudes en ponerte en contacto conmigo a través de e-mail, estaré encantado de ayudarte: edgardomenechcoach@hotmail.com
También puedes buscarme en Facebook como Edgar Doménech Macías.