jueves, 24 de octubre de 2019

Manual para el maestro 22. ¿Qué relación existe entre la curación y la expiación?


*Manual para el maestro 22. ¿Qué relación existe entre la curación y la expiación?*

1. La  curación  y la  Expiación no están  relacionadas:  son lo mismo. No hay grados  de  dificultad en los  milagros  porque  no hay  grados  de  Expiación. Éste  es  el  único concepto total  que  es  posible  en este  mundo porque  es  la  fuente  de  una  percepción  completamente  unificada.  La  idea  de  una Expiación  parcial  no tiene  sentido,  del  mismo modo  como es  imposible  que  haya  ciertas  áreas  en el Cielo reservadas  para  el  infierno.  Acepta  la  Expiación  y te  curarás. La  Expiación  es  la  Palabra  de Dios.  Acepta  Su Palabra,  y ya  no quedará  nada  que  pueda  dar lugar  a  la  enfermedad.  Acepta  Su Palabra  y todo milagro  se  habrá  realizado.  Perdonar es  curar.  El  maestro de  Dios  ha  decidido  que aceptar  la  Expiación  para  sí  mismo  es  su única  función.  ¿Qué  puede  haber, entonces, que  él  no pueda  curar?  ¿Qué  milagro  se  le  podría  negar? 

2. El  progreso del  maestro de  Dios  puede  ser lento  o rápido, dependiendo de  si  reconoce  la naturaleza  inclusiva  de  la  Expiación,  o de  si, por un algún  tiempo,  excluye  de  ella  ciertas  áreas problemáticas. En  algunos  casos  se  alcanza  una  súbita  y total  conciencia  de  cuán  perfectamente aplicable  es  la  lección de  la  Expiación  a  todas  las  situaciones, mas  esos  casos  son relativamente raros. El  maestro  de  Dios  puede  haber  aceptado  la  función que  Dios  le  ha  encomendado mucho antes  de  haber  comprendido  todo lo que  esa  aceptación  le  aportaría.  Sólo  el  final  es  seguro. En cualquier  momento  a  lo  largo  de  su camino  puede  alcanzar el  entendimiento necesario de  lo  que significa  la  total  inclusión. Si  el  camino le  parece  largo,  que  no se  desanime.  Ya  ha  decidido  qué rumbo  quiere  tomar.  Eso fue  lo único  que  se  le  pidió.  Y  habiendo  cumplido con lo  requerido, ¿le negaría  Dios  lo demás? 

3. Para  que  el  maestro de  Dios  progrese, necesita  comprender  que  perdonar es  curar. La  idea  de  que el  cuerpo puede  enfermar  es  uno de  los  conceptos  fundamentales  del  sistema  de  pensamiento  del ego.  Dicho pensamiento le  otorga  autonomía  al  cuerpo,  lo separa  de  la  mente  y mantiene  intacta  la idea  del  ataque.  Si  el  cuerpo  pudiese  enfermar,  la  Expiación  sería  imposible.  Un cuerpo  que  pudiese ordenarle  a  la  mente  hacer lo que  a  él  le  place  podría  sencillamente  ocupar  el  lugar de  Dios  y probar que  la  salvación es  imposible. ¿Qué  quedaría  entonces  que  necesitase  curación?  Pues  el  cuerpo  se habría  enseñoreado  de  la  mente.  ¿Cómo podría  entonces  devolvérsele  la  mente  al  Espíritu Santo  sin destruir  el  cuerpo?  ¿Y  quién querría  la  salvación  a  ese  precio? 

4. Ciertamente  no parece  que  la  enfermedad  sea  una  decisión. Ni  nadie  cree  realmente  que  lo que quiere  es  estar  enfermo.  Tal  vez  pueda  aceptar  la  idea  en  teoría,  pero rara  vez  la  aplica  de  manera consistente  a  todas  las  clases  de  enfermedad que  percibe  en  sí  mismo o en  los  demás. No es tampoco en  este  nivel  donde  el  maestro  de  Dios  invoca  el  milagro de  la  curación. Él  mira  más  allá de  la  mente  y del  cuerpo, y ve  únicamente  la  faz  de  Cristo resplandeciendo  ante  él, corrigiendo todos  los  errores  y sanando  toda  percepción.  La  curación es  el  resultado  del  reconocimiento por parte  del  maestro  de  Dios  de  quién es  el  que  necesita  ser curado.  Este  reconocimiento  es  aplicable sólo a  algunas  cosas. Es  verdad con  respecto a  todas  las  cosas  que  Dios  creó. En  dicho reconocimiento  se  subsanan todas  las  ilusiones. 

5. Cuando  un maestro de  Dios  no puede  curar es  porque  se  ha  olvidado  de  Quién es. De  esta  forma, la  enfermedad de  otro  pasa  a  ser suya.  Al  permitir  que  esto suceda,  se  identifica  con el  ego de  otro  y, por lo  tanto,  confunde  a  éste  con un cuerpo.  Al  hacer  eso, se  niega  a  aceptar  la  Expiación  para  sí mismo,  y es  imposible  que  pueda  ofrecérsela  a  su hermano  en el  Nombre  de  Cristo.  De  hecho,  será incapaz  de  reconocer  a  su hermano  en absoluto, pues  su Padre  no creó  cuerpos, y, por consiguiente, sólo estará  viendo  en su hermano lo  irreal.  Un error no puede  corregir otro error,  y una  percepción distorsionada  no cura.  Hazte  a  un lado, maestro de  Dios. Has  estado equivocado. No señales  el camino, pues  has  perdido  el  rumbo.  Dirígete  de  inmediato a  tu  Maestro  y deja  que  Él  te  cure. 

6. La  ofrenda  de  la  Expiación  es  universal. Es  aplicable  por igual  a  todo el  mundo y en cualquier circunstancia. En ella reside el poder de curar a cualquier persona de cualquier clase de enfermedad. No creer esto es ser injusto con Dios, y por ende, serle infiel. El que está enfermo se percibe a sí mismo como separado de Dios. ¿Quieres verle tú además separado de ti? Tu tarea es sanar la sensación de separación que le hizo enfermar. Tu función es reconocer por él que lo que cree acerca de sí mismo no es verdad. Tu perdón debe mostrarle eso. Curar es muy simple. La Expiación se recibe y se ofrece. Habiéndose recibido, tiene que haberse aceptado. Es en el recibir, pues, donde yace la curación. Todo lo demás se deriva de este único propósito. 

7. ¿Quién podría limitar el poder de Dios? ¿Quién, entonces, podría determinar quién se puede curar y de qué enfermedad, y qué debe permanecer excluido del poder de perdonar de Dios? Esto ciertamente sería una locura. La función de los maestros de Dios no es imponer límites al Padre, ya que no es su función juzgar a Su Hijo. Y juzgar al Hijo es limitar a su Padre. Ambas cosas están igualmente desprovistas de sentido. Sin embargo, esto no se comprenderá hasta que el maestro de Dios reconozca que juzgar y limitar no son sino un mismo error. Con esto recibe la Expiación, pues deja de juzgar al Hijo de Dios y lo acepta tal como el Padre lo creó. Ya no se encuentra separado de Dios, dictando dónde se debe administrar la curación y dónde debe negarse. Ahora él puede decir con Dios: "Éste es mi Hijo amado, que fue creado perfecto y que permanecerá así eternamente". 

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