domingo, 30 de junio de 2019

Lección 181. Confío en mis hermanos, que son uno conmigo


*Lección 181. Confío en mis hermanos, que son uno conmigo*

1. Confiar en tus hermanos es esencial para establecer y sustentar tu fe en tu propia capacidad para transcender tus dudas y tu falta de absoluta convicción en ti mismo. Cuando atacas a un hermano, proclamas que está limitado por lo que tú has percibido en él. No estás viendo más allá de sus errores. Por el contrario, éstos se exageran, convirtiéndose en obstáculos que te impiden tener conciencia del Ser que se encuentra más allá de tus propios errores, así como de sus aparentes pecados y de los tuyos.

2. La percepción tiene un enfoque. Eso es lo que hace que lo que ves sea consistente. Cambia de enfoque, y, lo que contemples, consecuentemente cambiará. Ahora se producirá un cambio en tu visión para apoyar la intención que ha reemplazado a la que antes tenías. Deja de concentrarte en los pecados de tu hermano, y experimentarás la paz que resulta de tener fe en la impecabilidad. El único apoyo que esta fe recibe procede de lo que ves en otros más allá de sus pecados. Pues sus errores, si te concentras en ellos, no son sino testigos de tus propios pecados. Y no podrás sino verlos, lo cual te impedirá ver la impecabilidad que se encuentra más allá de ellos.

3. En nuestras prácticas de hoy, por lo tanto, lo primero que vamos a hacer es dejar que todos esos insignificantes enfoques den paso a la gran necesidad que tenemos de que nuestra impecabilidad se haga evidente. Damos instrucciones a nuestras mentes para que, por un breve intervalo, eso, y sólo eso, sea lo que busquen. No vamos a preocuparnos por objetivos futuros. Lo que vimos un instante antes no nos preocupará en absoluto dentro de este lapso de tiempo en el que nuestra práctica consiste en cambiar de intención. Buscamos la inocencia y nada más. Y la buscamos sin interesarnos por nada que no sea el ahora.

4. Uno de los mayores obstáculos que ha impedido tu éxito ha sido tu dedicación a metas pasadas y futuras. El que las metas que propugna este curso sean tan extremadamente diferentes de las que tenías antes ha sido motivo de preocupación para ti. Y también te has sentido consternado por el pensamiento restrictivo y deprimente de que, incluso si tuvieses éxito, volverías inevitablemente a perder el rumbo.

5. ¿Por qué habría de ser esto motivo de preocupación? Pues el pasado ya pasó y el futuro es tan solo algo imaginario. Preocupaciones de esta índole no son sino defensas para impedir que cambiemos el enfoque de nuestra percepción en el presente. Nada más. Vamos a dejar de lado estas absurdas limitaciones por un momento. No vamos a recurrir a creencias pasadas, ni a dejar que lo que hayamos de creer en el futuro nos estorbe ahora. Damos comienzo a nuestra sesión de práctica con un solo propósito: ver la impecabilidad que mora dentro de nosotros.

6. Reconoceremos que hemos perdido de vista este objetivo si de alguna manera la ira se interpone en nuestro camino. Y si se nos ocurre pensar en los pecados de un hermano, nuestro restringido foco nos nublará la vista y nos hará volver los ojos hacia nuestros propios errores, que exageraremos y llamaremos "pecados". De modo que, por un breve intervalo, de surgir tales obstáculos, los transcenderemos sin ocuparnos del pasado o del futuro, dando instrucciones a nuestras mentes para que cambien de foco, según decimos: No es esto lo que quiero contemplar. Confío en mis hermanos, que son uno conmigo.

7. Y nos valdremos asimismo de este pensamiento para mantenernos a salvo a lo largo del día. No estamos interesados en metas a largo plazo. Conforme cada uno de los obstáculos nuble la visión de nuestra impecabilidad, lo único que nos interesará será poner fin, por un instante, al dolor que, de concentrarnos en el pecado experimentaríamos, y que, de no corregirlo, persistiría.

8. No vamos en pos de fantasías. Pues lo que procuramos contemplar está realmente ahí. Y conforme nuestro foco se extienda más allá del error, veremos un mundo completamente impecable. Y cuando esto sea lo único que queramos ver y lo único que busquemos en nombre de la verdadera percepción, los ojos de Cristo se volverán inevitablemente los nuestros. El Amor que Él siente por nosotros se volverá también el nuestro. Esto será lo único que veremos reflejado en el mundo, así como en nosotros mismos.

9. El mundo que una vez proclamó nuestros pecados se convierte ahora en la prueba de que somos incapaces de pecar. Y nuestro amor por todo aquel que contemplemos dará testimonio de que recordamos al santo Ser que no conoce el pecado, y que jamás podría concebir nada que no compartiese Su impecabilidad. Éste es el recuerdo que queremos evocar hoy cuando consagramos nuestras mentes a la práctica. No miramos ni hacia adelante ni hacia atrás. Miramos directamente al presente. Y depositamos nuestra fe en la experiencia que ahora pedimos. Nuestra impecabilidad no es sino la Voluntad de Dios. En este instante nuestra voluntad dispone lo mismo que la Suya.


~Lección 181 UCDM:
"Confío en mis hermanos, que son uno conmigo"

*Comentario:

A medida que entiendes tu función en este mundo, comprendes que nada de lo que te ocurre es una casualidad sino que es una oportunidad para trascender y sanar, toda la programación inconsciente del ego. 

Muchas veces en nuestra vida, hemos escuchado frases victimizando y echando las culpas a un Dios, por lo desgracias que son nuestras vidas... ¡¡Ohh Dios mío!! ¿Cómo has permitido que me pase esta situación tan horrible? ¿Si realmente fueras un Dios todopoderoso permitirias el sufrimiento del mundo? 

Frases como estas producen un efecto en nuestros pensamientos y luego pensamos que el mundo que creemos ver es la causa. Con el paso del tiempo, comprendes que no hay sufrimiento posible, y que si nos sentimos desgraciados o sentimos dolor, sufrimiento... es precisamente, en primer lugar porque hacemos un juicio, y en segundo lugar, porque lo que vemos es lo que queremos creer. Dicho de otro modo, no vemos los problemas desde la maestría, sino desde el victimismo y nos encanta regodearnos en el y que los demás se sientan culpables para conseguir algo a cambio, ese es el juego de la culpabilidad. 

Da igual el problema que sea, todo es una oportunidad para perdonar y para curar un pensamiento de ataque en nosotros mismos. Y otro factor importante en la sanación de nuestra mente, es que pensamos que el mundo externo debe ser como nosotros queremos que sea. Somos unos controladores de mierda, hay que decirlo así de claro, para que nos demos cuenta de una vez, que no tenemos ni idea de lo que es el mundo que vemos, ya que vemos desde nuestras creencias, nuestro mapa mental y nuestras perspectivas, percepciones e interpretaciones. No vemos el mundo como es, vemos el mundo como somos, y como somos es una copia de nuestro ambiente familiar, social, cultural... Nuestra vida es una constante proyección de nosotros mismos y no puede dolernos, ni hacernos sufrir nada que no esté en nuestra mente. Y si está en nuestra mente, es porque no soltamos las creencias asociadas a ese conflicto. 

Tom Carpenter, en su libro "El diálogo sobre el despertar", explica muy bien lo que nos quiere decir esta lección del Curso:

A medida que se sigue en este viaje llamado Despertar, hay tendencia a confundirse sobre el asunto de la responsabilidad. Debes tener en mente una imagen clara de qué es lo que tú has fabricado, frente al mundo Real, el mundo que es la extensión de la Mente de Dios. Tal y como te he dicho antes, acerca de cambiar de mentalidad y de percepción en cuanto a qué es lo que está pasando, puedes encontrar que te resulta extremadamente difícil hacerlo si tienes la impresión de que, cualquiera de las cosas que te pido que cambies, son cosas que están dentro del dominio de Dios. Así, te colocas entonces en una actitud donde sientes que no hay nada que realmente puedas hacer con ellas. 

Permíteme comenzar con esta ilustración: mira a tu alrededor y permite que tu atención abarque todas las cosas que puedas ver. Son cosas con forma. Y esta forma que estás experimentando a través de tus sentidos físicos es de tu creación. Los pensamientos y sentimientos que tienes sobre esas formas determinan totalmente lo que estas significan para ti, y a esto es a lo que me refiero cuando hablo de percepción. Tras esas formas, la esencia de ellas es la extensión de, la realidad de, la Mente de Dios. Y por eso es que puedo decirte que todo lo que se necesita hacer es cambiar esta percepción, permitirte a ti mismo alcanzar un discernimiento más exacto de la realidad de aquello que percibes. No te pido que deseches tu creación ni que la mires de alguna manera que la considere ilusoria, como algo a lo que le falta realidad. Hacia lo que intento dirigir tu atención es hacia un reconocimiento más claro, más verdadero, de aquello que estás percibiendo. Y es a la luz de ello que te pido que vayas más allá de la ilusión, que veas mediante tus ojos naturales, más allá de la percepción que está limitada por el miedo, la culpa y el juicio.

Como reflexión final os diré, que todo en este mundo ha sido divinamente planeado para la sanación de tu mente. Todos tus hermanos son el camino espiritual hacia la comprensión total de lo que somos. Y todo situación de estrés o de conflicto, nos ofrece una oportunidad única para sanar algún patrón inconsciente y dejemos de darle poder a lo que no lo tiene. Precisamente por eso La Mente de Dios, nos repite lecciones de sufrimiento y miedo hasta que las comprendemos. Comprender es por lo tanto, reconocer que ese sufrimiento no existía, mediante un cambio de percepción. Para ello, tenemos al Espíritu Santo que es el guía desde la percepción hasta el conocimiento. 

~Comentario: Edgar Doménech Macías.


~Vídeo de la lección: Arantxa Carrera Salas.

lunes, 24 de junio de 2019

T19. IV. D. i. El descorrimiento del velo


*T19. IV. D. i. El descorrimiento del velo*


8. No olvides  que  tú y tu hermano habéis  llegado  hasta  aquí  juntos.  Y  ciertamente  no fue  el  ego  el que  os  guió.  Ningún obstáculo a  la  paz  se  puede  superar con  su ayuda.  El  ego  no revela  sus  secretos, ni  te  pide  que  los  examines  y los  transciendas. No quiere  que  veas  su debilidad, ni  que  te  des  cuenta de  que  no tiene  poder alguno  para  mantenerte  alejado  de  la  verdad. El  Guía  que  os  condujo hasta aquí  aún está  con vosotros, y cuando alcéis  la  mirada  estaréis  listos  para  mirar cara  a  cara  al  terror sin temor alguno.  Pero primero,  alza  la  mirada  y mira  a  tu hermano  con inocencia  nacida  del completo  perdón de  sus  ilusiones, y a  través  de  los  ojos  de  la  fe  que  no las  ve.

9. Nadie  puede  enfrentarse  al  temor  a  Dios  sin experimentar  terror, a  menos  que  haya  aceptado la Expiación  y haya  aprendido que  las  ilusiones  no son reales.  Nadie  puede  enfrentarse  a  este obstáculo solo, pues  no habría  podido llegar a  este  punto si  su hermano  no le  hubiese  acompañado. Y nadie  se  atrevería  a  enfrentarse  a  dicho  temor  sin haber perdonado  a  su hermano  de  todo corazón. Quédate  ahí  un rato, pero sin temblar.  Ya  estás  listo. Unámonos  en  un instante  santo, aquí,  en este lugar  al  que  el  propósito  que  se  te  señaló  en un instante  santo  te  ha  conducido.  Y  unámonos  con la fe  de  que  Aquel  que  nos  condujo a  todos  juntos  hasta  aquí  también te  ofrecerá  la  inocencia  que necesitas, y de  que  la  aceptarás  por mi  amor  y por el  Suyo.

10. No es  posible  tampoco  enfrentarse  a  esto demasiado pronto.  Éste  es  el  lugar al  que  todo el mundo  tiene  que  llegar cuando  esté  listo.  Una  vez  que  ha  encontrado  a  su hermano  está  listo.  Sin embargo,  llegar simplemente  hasta  ahí  no es  suficiente.  Pues  una  jornada  desprovista  de  propósito sigue  siendo algo absurdo, e  incluso cuando  ha  concluido no parece  haber  tenido sentido. ¿Cómo podrías  saber  que  ha  finalizado  a  menos  que  te  dieses  cuenta  de  que  su propósito se  ha  consumado? Ahí, con  el  final  de  la  jornada  ante  ti, es  cuando  ves  su propósito.  Y  es  ahí  donde  eliges  hacerle frente  al  obstáculo  o seguir  vagando sin rumbo,  sólo  para  tener  que  regresar  y elegir  de  nuevo.

11.  Hacerle  frente  al  temor a  Dios  requiere  cierta  preparación.  Sólo los  cuerdos  pueden  mirar  de frente  a  la  absoluta  demencia  y a  la  locura  delirante  con piedad  y compasión,  pero sin miedo.  Pues sólo les  podría  parecer temible  si  la  comparten,  y tú la  compartes  mientras  no contemples  a  tu hermano con perfecta  fe, con perfecto amor  y con perfecta  ternura. Mientras  no lo perdones completamente, tú  sigues  sin ser perdonado.  Tienes  miedo de  Dios  porque  tienes  miedo de  tu hermano.  Temes  a  los  que  no perdonas.  Y  nadie  alcanza  el  amor con el  miedo  a  su lado.

12. Este  hermano  que  está  a  tu lado  todavía  te  sigue  pareciendo  un extraño.  No lo  conoces, y la interpretación  que  haces  de  él  es  temible.  Y  lo sigues  atacando, para  mantener a  salvo  lo que  tú crees  ser. Sin embargo,  en sus  manos  está  tu salvación.  Ves  su locura,  que  detestas  porque  la compartes  con  él.  Y  toda  la  piedad  y el  perdón  que  la  curaría  dan paso al  miedo. Hermano,  necesitas perdonar  a  tu hermano, pues  juntos  compartiréis  la  locura  o el  Cielo.  Y  juntos  alzaréis  la  mirada  con fe  o no la  alzaréis  en  absoluto.

13.  A  tu lado  se  encuentra  uno que  te  ofrece  el  cáliz  de  la  Expiación,  pues  el  Espíritu Santo  está  en él.  ¿Preferirías  guardarle  rencor  por sus  pecados  o aceptar  el  regalo que  te  hace?  ¿Es  este  portador de  salvación  tu amigo  o tu enemigo?  Decide  cuál  de  esas  dos  cosas  es, sin olvidar  que  lo que  has  de recibir de  él  dependerá  de  lo que  elijas. Él  tiene  el  poder de  perdonar  tus  pecados, tal  como  tú tienes el  de  perdonar  los  suyos. Ninguno de  vosotros  puede  conferirse  ese  poder  a  sí  mismo.  Vuestro salvador,  no obstante,  se  encuentra  al  lado de  cada  uno de  vosotros. Deja  que  él  sea  lo que  es, y no trates  de  hacer del  amor tu  enemigo.

14. Contempla  a  tu  Amigo, al  Cristo que  está  a  tu lado.  ¡Qué  santo y hermoso es! Pensaste  que había pecado porque arrojaste sobre Él el velo del pecado para ocultar Su hermosura. A pesar de ello, Él te sigue extendiendo el perdón para que compartas con Él Su santidad. Este "enemigo", este "extraño" te sigue ofreciendo la salvación por ser Su Amigo. Los "enemigos" de Cristo, los adoradores del pecado, no saben a Quién atacan.

15. Éste es tu hermano, que ha sido crucificado por el pecado y que aguarda para ser liberado del dolor. ¿No le concederías tu perdón, cuando él es el único que te lo puede conceder a ti? A cambio de su redención, él te dará la tuya, tan indudablemente como que Dios creó cada cosa viviente y la ama. Y te la dará de verdad, pues será ofrecida así como recibida. No hay gracia del Cielo que no puedas ofrecerle a tu hermano, y recibir de tu santísimo Amigo. No permitas que te la niegue, pues al recibirla se la ofreces a él. Y él recibirá de ti lo que tú recibiste de él. La redención se te ha concedido para que se la des a tu hermano, y para que de esta manera la recibas. Liberas al que perdonas, y participas de lo que das. Perdona los pecados que tu hermano cree haber cometido, así como toda la culpabilidad que crees ver en él.

16. Éste es el santo lugar de resurrección, al que venimos de nuevo y al que retornaremos hasta que la redención se haya consumado y recibido. Antes de condenar a tu hermano, recuerda quién es él. Y da gracias a Dios de que sea santo y de que se le haya dado el regalo de la santidad para ti. Únete a él con alegría, y elimina todo vestigio de culpabilidad de su perturbada y torturada mente. Ayúdale a levantar la pesada carga de pecado que echaste sobre sus hombros y que él aceptó como propia, y arrójala lejos de él sonriendo felizmente. No la oprimas contra su frente como si fuese una corona de espinas, ni lo claves a ella, dejándolo irredento y sin esperanzas.

17. Ten fe en tu hermano, pues la fe, la esperanza y la misericordia son tuyas para que las des. A las manos que dan, se les da el regalo. Contempla a tu hermano, y ve en él el regalo de Dios que quieres recibir. Ya es casi la Pascua, la temporada de la resurrección. Concedámonos la redención unos a otros y compartámosla, para podernos levantar unidos en la resurrección, y no separados en la muerte. Contempla el regalo de libertad que le di al Espíritu Santo para ti. Y liberaos juntos, al ofrecerle al Espíritu Santo ése mismo regalo. Y al dárselo, recibidlo de Él a cambio de lo que le disteis. Él nos conduce a ti y a mí para que nos podamos encontrar aquí, en este sagrado lugar, y juntos tomar la misma decisión.

18. Libera a tu hermano aquí, tal como yo te liberé a ti. Hazle el mismo regalo, y contémplalo sin ninguna clase de condena. Considéralo tan inocente como yo te considero a ti, y pasa por alto los pecados que él cree ver en sí mismo. Ofrécele en este huerto de aparente agonía y muerte su libertad y completa emancipación del pecado. De esta manera, allanaremos juntos el camino que conduce a la resurrección del Hijo de Dios y le permitiremos elevarse de nuevo al feliz recuerdo de su Padre, Quien no conoce el pecado ni la muerte, sino sólo la vida eterna.

19. Juntos desapareceremos en la Presencia que se encuentra detrás del velo, no para perdernos sino para encontrarnos a nosotros mismos; no para que se nos vea, sino para que se nos conozca. Y al gozar de conocimiento, no quedará nada sin hacer en el plan de salvación que Dios estableció. Éste es el propósito de la jornada, sin el cual ésta no tendría sentido. He aquí la paz de Dios, que Él te dio para siempre. He aquí el descanso y la quietud que buscas, la razón de la jornada desde su comienzo. El Cielo es el regalo que le debes a tu hermano, la deuda de gratitud que le ofreces al Hijo de Dios como muestra de agradecimiento por lo que él es y por aquello para lo que su Padre lo creó.

20. Piensa detenidamente cómo vas a considerar al dador de este regalo, pues tal como lo consideres a él, así mismo te parecerá el regalo. Según lo consideres, ya sea como el portador de la culpabilidad o como el de la salvación, así verás y recibirás su ofrenda. Los crucificados infligen dolor porque están llenos de dolor. Pero los redimidos ofrecen alegría porque han sido curados del dolor. Todo el mundo da tal como recibe, pero primero tiene que elegir qué es lo que quiere recibir. Y reconocerá lo que ha elegido por lo que dé y por lo que reciba. Y no hay nada en el infierno o en el Cielo que pueda interferir en su decisión.

21. Has llegado hasta este punto porque elegiste emprender la jornada. Y nadie emprende nada que crea es insensato. Aquello en lo que tenías fe sigue siendo fiel, y te cuida con fe tan tierna y, al mismo tiempo, tan poderosa, que te elevará muy por encima del velo, y pondrá al Hijo de Dios a salvo dentro de la segura protección de su Padre. He aquí el propósito que le confiere a este mundo y a la larga jornada a través de él, el único significado que pueden tener. Aparte de esto, no tienen sentido. Tú y tu hermano os alzáis juntos, todavía sin la convicción de que el mundo y la jornada tienen un propósito. Mas os es dado poder ver este propósito en vuestro santo Amigo y reconocerlo como propio.

T19. IV. D. El cuarto obstáculo: El temor a Dios


*T19. IV. D. El cuarto obstáculo: El temor a Dios*

1. ¿Qué verías si no tuvieses miedo de la muerte? ¿Qué sentirías y pensarías si la muerte no te atrajese? Simplemente recordarías a tu Padre. Recordarías al Creador de la vida, la Fuente de todo lo que vive, al Padre del universo y del universo de los universos, así como de todo lo que se encuentra más allá de ellos. Y conforme esta memoria surja en tu mente, la paz tendrá todavía que superar el obstáculo final, tras el cual se consuma la salvación y al Hijo de Dios se le restituye completamente la cordura. Pues ahí acaba tu mundo.

2. El cuarto obstáculo a superar pende como un denso velo ante la faz de Cristo. No obstante, a medida que Su faz se revela tras él, radiante de júbilo porque Él mora en el Amor de Su Padre, la paz descorrerá suavemente el velo y se apresurará a encontrarse con Él y a unirse finalmente a Él. Pues este velo obscuro, que hace que la faz de Cristo se asemeje a la de un leproso y que los radiantes rayos del Amor de Su Padre que iluminan Su rostro con gloria parezcan chorros de sangre, se desvanecerá ante la deslumbrante luz que se encuentra más allá de él una vez que el miedo a la muerte haya desaparecido.

3. Este velo, que la creencia en la muerte mantiene intacto y que su atracción protege, es el más tenebroso de todos. La dedicación a la muerte y a su soberanía no es más que el voto solemne, la promesa que en secreto le hiciste al ego de jamás descorrer ese velo, de no acercarte a él y de ni siquiera sospechar que está ahí. Éste es el acuerdo secreto al que llegaste con el ego para mantener eternamente en el olvido lo que se encuentra más allá del velo. He aquí tu promesa de jamás permitir que la unión te haga abandonar la separación; la profunda amnesia en la que el recuerdo de Dios parece estar totalmente olvidado; la brecha entre tu Ser y tú: el temor a Dios, el último paso de tu disociación.

4. Observa cómo la creencia en la muerte parece "salvarte". Pues si ésta desapareciese, ¿a qué le podrías temer, sino a la vida? La atracción de la muerte es lo que hace que la vida parezca ser algo feo, cruel y tiránico. Tu miedo a la muerte no es mayor que el que le tienes al ego. Ambos son los amigos que tú has elegido, ya que en tu secreta alianza con ellos has acordado no permitir que jamás se revoque el temor a Dios, de modo que pudieses contemplar la faz de Cristo y unirte a Él en Su Padre.

5. Cada obstáculo que la paz debe superar se salva de la misma manera: el miedo que lo originó cede ante el amor que se encuentra detrás, y así desaparece el miedo. Y lo mismo ocurre con este último obstáculo. El deseo de deshacerte de la paz y de ahuyentar el Espíritu Santo se desvanece en presencia del sereno reconocimiento de que amas a Dios. La exaltación del cuerpo se abandona en favor del espíritu, al que amas como jamás podrías haber amado al cuerpo. Y la atracción de la muerte desaparece para siempre a medida que la atracción del amor despierta en ti y te llama. Desde más allá de cada uno de los obstáculos que te impiden amar, el Amor Mismo ha llamado. Y cada uno de ellos ha sido superado mediante el poder de atracción que ejerce lo que se encuentra tras ellos. El hecho de que deseases el miedo era lo que hacía que pareciesen insuperables. Mas cuando oíste la Voz del Amor tras ellos, contestaste y ellos desaparecieron.

6. Y ahora te encuentras aterrorizado ante lo que juraste no volver a mirar nunca más. Bajas la vista, al recordar la promesa que les hiciste a tus "amigos". La "belleza" del pecado, la sutil atracción de la culpabilidad, la "santa" imagen encerada de la muerte y el temor de la venganza del ego a quien le juraste con sangre que no lo abandonarías, se alzan todos, y te ruegan que no levantes la mirada. Pues te das cuenta de que si miras ahí y permites que el velo se descorra, ellos desaparecerán para siempre. Todos tus "amigos", tus "protectores" y tu "hogar" se desvanecerían. No recordarías nada de lo que ahora recuerdas.

7. Te parece que el mundo te abandonaría por completo sólo con que alzases la mirada. Sin embargo, lo único que ocurriría es que serías tú quien lo abandonaría para siempre. En esto consiste el re-establecimiento de tu voluntad. Mira con los ojos bien abiertos a eso que juraste no mirar, y nunca más creerás que estás a merced de cosas que se encuentran más allá de ti, de fuerzas que no puedes controlar o de pensamientos que te asaltan en contra de tu voluntad. Tu voluntad es mirar ahí. Ningún deseo desquiciado, ningún impulso trivial de volverte a olvidar, ninguna punzada de miedo, ni el frío sudor de lo que aparenta ser la muerte pueden oponerse a tu voluntad. Pues lo que te atrae desde detrás del velo es algo que se encuentra en lo más recóndito de tu ser, algo de lo que no estás separado y con lo que eres completamente uno.

T19. IV. C. i. El cuerpo incorruptible


*T19. IV. C. i. El cuerpo incorruptible*

3. El  pecado,  la  culpabilidad y la  muerte  se  originaron  en el  ego, en clara  oposición  a  la  vida, a  la inocencia  y a  la  Voluntad  de  Dios  mismo. ¿Dónde  puede  hallarse  semejante  oposición, sino en las mentes  enfermizas  de  los  desquiciados, que  se  han consagrado a  la  locura  y se  oponen firmemente  a la  paz  del  Cielo?  Pero una  cosa  es  segura:  Dios, que  no creó ni  el  pecado ni  la  muerte, no dispone que  tú estés  aprisionado  por ellos. Pues  Él  no conoce  ni  el  pecado ni  sus  resultados. Las  figuras amortajadas  que  marchan en  la  procesión  fúnebre  no lo hacen en honor de  su Creador, Cuya Voluntad es  que  vivan. No están acatando  Su  Voluntad, sino oponiéndose  a  ella.

4. ¿Y  qué  es  ese  cuerpo  vestido de  negro  que  quieren  enterrar?  Es  un cuerpo  que  ellos  consagraron  a la  muerte, un símbolo  de  corrupción,  un sacrificio al  pecado,  ofrecido a  éste  para  que  se  cebe  en él y, de  este  modo,  siga  viviendo;  algo  condenado, maldecido por su hacedor  y lamentado por todos los  miembros  de  la  procesión  fúnebre  que  se  identifican con  él.  Tú que  crees  haber sentenciado  al Hijo  de  Dios  a  esto eres  arrogante. Pero tú  que  quieres  liberarlo  no haces  sino honrar  la  Voluntad  de su Creador.  La  arrogancia  del  pecado, el  orgullo de  la  culpabilidad,  el  sepulcro de  la  separación,  son todos  parte  de  tu  consagración  a  la  muerte,  lo cual  aún no has  reconocido. El  brillo  de  culpabilidad con  el  que  revestiste  al  cuerpo  no haría  sino destruirlo. Pues  lo que  el  ego ama, lo  mata  por haberle obedecido. Pero no puede  matar a  lo  que  no le  obedece.

5.  Tú tienes  otra  consagración  que  puede  mantener  al  cuerpo incorrupto  y en perfectas  condiciones mientras  sea  útil  para  tu santo  propósito. El  cuerpo es  tan  incapaz  de  morir  como  de  sentir.  No hace nada.  De  por sí, no es  ni  corruptible  ni  incorruptible.  No es  nada.  Es  el  resultado de  una insignificante  y descabellada  idea  de  corrupción que  puede  ser corregida.  Pues  Dios  ha  contestado  a esta  idea  demente  con una  Suya,  una  Respuesta  que  no se  ha  alejado de  Él,  y que, por lo  tanto, lleva al  Creador a  la  conciencia  de  toda  mente  que  haya  oído Su Respuesta  y la  haya  aceptado.

6.  A  ti  que  estás  dedicado  a  lo incorruptible  se  te  ha  concedido, mediante  tu aceptación, el  poder de liberar de  la  corrupción. ¿Qué  mejor manera  puede  haber de  enseñarte  el  primer principio fundamental  de  un curso de  milagros, que  mostrándote  que  el  que  parece  ser más  difícil  se  puede lograr  primero?  El  cuerpo no puede  hacer otra  cosa  que  servir  a  tu propósito.  Tal  como lo consideres, eso es  lo que  te  parecerá  que  es. La  muerte,  de  ser real,  supondría  la  ruptura  final  y

7. Aquellos que tienen miedo de la muerte no ven con cuánta frecuencia y con cuánta fuerza claman por ella, implorándole que venga a salvarlos de la comunicación. Pues consideran que la muerte es un refugio: el gran salvador tenebroso que libera de la luz de la verdad, la respuesta a la Respuesta, lo que acalla la Voz que habla en favor de Dios. Sin embargo, abandonarte a la muerte no pone fin al conflicto. Sólo la Respuesta de Dios es su fin. El obstáculo que tu aparente amor por la muerte supone y que la paz debe superar parece ser muy grande. Pues en él yacen ocultos todos los secretos del ego, todas sus insólitas artimañas, todas sus ideas enfermizas y extrañas imaginaciones. En él radica la ruptura final de la unión, el triunfo de lo que el ego ha fabricado sobre la creación de Dios, la victoria de lo que no tiene vida sobre la Vida Misma.

8. Bajo el polvoriento contorno de su mundo distorsionado, el ego quiere dar sepultura al Hijo de Dios, a quien ordenó asesinar, y en cuya putrefacción reside la prueba de que Dios Mismo es impotente ante el poderío del ego e incapaz de proteger la vida que Él creó contra el cruel deseo de matar del ego. Hermano mío, criatura de Dios, esto no es más que un sueño de muerte. No hay funeral, ni altares tenebrosos, ni mandamientos siniestros, ni distorsionados ritos de condena a los que el cuerpo te pueda conducir. No pidas que se te libere de eso. Más bien, libera al cuerpo de las despiadadas e inexorables órdenes a las que lo sometiste y perdónalo por lo que tú le ordenaste hacer. Al exaltarlo lo condenaste a morir, pues sólo la muerte podía derrotar a la vida. ¿Y qué otra cosa, sino la demencia, podría percibir la derrota de Dios y creer que es real?

9. El miedo a la muerte desaparecerá a medida que la atracción que ésta ejerce ceda ante la verdadera atracción del amor. El final del pecado, que anida quedamente en la seguridad de tu relación, protegido por tu unión con tu hermano y listo para convertirse en una poderosa fuerza al servicio de Dios, está muy cerca. El amor protege celosamente los primeros pasos de la salvación, la resguarda de cualquier pensamiento que la pudiese atacar y la prepara silenciosamente para cumplir la imponente tarea para la que se te concedió. Los ángeles dan sustento a tu recién nacido propósito, el Espíritu Santo le da abrigo y Dios Mismo vela por él. No tienes que protegerlo; ya dispones de él. Pues es inmortal, y en él reside el final de la muerte.

10. ¿Qué peligro puede asaltar al que es completamente inocente? ¿Qué puede atacar al que está libre de culpa? ¿Qué temor podría venir a perturbar la paz de la impecabilidad misma? Si bien lo que se te ha concedido todavía se encuentra en su infancia, está en completa comunicación con Dios y contigo. En sus diminutas manos se encuentran, perfectamente a salvo, todos los milagros que has de obrar, y te los ofrece. El milagro de la vida es eterno, y aunque ha nacido en el tiempo, se le da sustento en la eternidad. Contempla a ese tierno infante, al que diste un lugar de reposo al perdonar a tu hermano, y ve en él la Voluntad de Dios. He aquí el bebé de Belén renacido. Y todo aquel que le dé abrigo lo seguirá, no a la cruz, sino a la resurrección y a la vida.

11. Cuando alguna cosa te parezca ser una fuente de miedo, cuando una situación te llene de terror y haga que tu cuerpo se estremezca y se vea cubierto con el frío sudor del miedo, recuerda que siempre es por la misma razón: el ego ha percibido la situación como un símbolo de miedo, como un signo de pecado y de muerte. Recuerda entonces que ni el signo ni el símbolo se deben confundir con su fuente, pues deben representar algo distinto de ellos mismos. Su significado no puede residir en ellos mismos, sino que se debe buscar en aquello que representan. Y así, puede que no signifiquen nada o que lo signifiquen todo, dependiendo de la verdad o falsedad de la idea que reflejan. Cuando te enfrentes con tal aparente incertidumbre con respecto al significado de algo, no juzgues la situación. Recuerda la santa Presencia de Aquel que se te dio para que fuese la Fuente del juicio. Pon la situación en Sus manos para que Él la juzgue por ti, y di: Te entrego esto para que lo examines y juzgues por mí. No dejes que lo vea como un signo de pecado y de muerte, ni que lo use para destruir. Enséñame a no hacer de ello un obstáculo para la paz, sino a dejar que Tú lo uses por mí, para facilitar su llegada.

T19. IV. C. El tercer obstáculo: La atracción de la muerte


*T19. IV. C. El tercer obstáculo: La atracción de la muerte*

1. A ti y a tu hermano, en cuya relación especial el Espíritu Santo entró a formar parte, se os ha concedido liberar -y ser liberados- del culto a la muerte. Pues esto fue lo que se os ofreció, y vosotros lo aceptasteis. No obstante, tenéis que aprender más acerca de este extraño culto, pues encierra el tercer obstáculo que la paz debe superar. Nadie puede morir a menos que elija la muerte. Lo que parece ser el miedo a la muerte es realmente su atracción. La culpabilidad es asimismo algo temido y temible. Mas no ejerce ningún poder, excepto sobre aquellos que se sienten atraídos por ella y la buscan. Y lo mismo ocurre con la muerte. Concebida por el ego, su tenebrosa sombra se extiende sobre toda cosa viviente porque el ego es el "enemigo" de la vida.

2. Mas una sombra no puede matar. ¿Qué es una sombra para los que viven? Basta con que la pasen de largo para que desaparezca. ¿Y qué ocurre con aquellos cuya consagración no es a la vida; los "pecadores" enlutados, el lúgubre coro del ego, quienes se arrastran penosamente en dirección contraria a la vida, tirando de sus cadenas y marchando en lenta procesión en honor de su sombrío dictador, señor y amo de la muerte? Toca a cualquiera de ellos con las dulces manos del perdón, y observa cómo desaparecen sus cadenas, junto con las tuyas. Ve cómo se despoja del ropaje de luto con el que iba vestido a su propio funeral y óyele reírse de la muerte. Gracias a tu perdón puede escapar de la sentencia que el pecado quería imponerle. Esto no es arrogancia. Es la Voluntad de Dios. ¿Qué podría ser imposible para ti que elegiste que Su Voluntad fuese la tuya? ¿Qué significado podría tener la muerte para ti? Tu dedicación no es a la muerte ni a su amo. Cuando aceptaste el glorioso propósito del Espíritu Santo en vez del del ego, renunciaste a la muerte y la substituiste por la vida. Ya sabemos que ninguna idea abandona su fuente. Y la muerte es el resultado del pensamiento al que llamamos ego, tan inequívocamente como la vida es el resultado del Pensamiento de Dios.

domingo, 23 de junio de 2019

T19. IV. B. i. La atracción del dolor


*T19. IV. B. i. La atracción del dolor*

9. Tu pequeño papel consiste únicamente en entregarle al Espíritu Santo la idea del sacrificio en su totalidad y aceptar la paz que Él te ofrece a cambio sin imponer ningún límite que impida su extensión, lo cual limitaría tu conciencia de ella. Pues lo que Él otorga tiene que extenderse si quieres disponer de su poder ilimitado y utilizarlo para liberar al Hijo de Dios. No es de este poder de lo que quieres deshacerte, y, puesto que ya dispones de él, no puedes limitarlo. Si la paz no tiene hogar, tampoco lo tenemos ni tú ni yo. Y Aquel que es nuestro hogar se queda sin hogar junto con nosotros. ¿Es eso lo que quieres? ¿Deseas ser un eterno vagabundo en busca de paz? ¿Pondrías tus esperanzas de paz y felicidad en lo que no puede sino fracasar?

10. Tener fe en lo eterno está siempre justificado, pues lo eterno es siempre benévolo, infinitamente paciente y totalmente amoroso. Te aceptará totalmente y te colmará de paz. Pero sólo se puede unir a lo que ya está en paz dentro de ti, lo cual es tan inmortal como lo es lo eterno. El cuerpo no puede proporcionarte ni paz ni desasosiego, ni alegría ni dolor. Es un medio, no un fin. De por sí no tiene ningún propósito, sino sólo el que se le atribuye. El cuerpo parecerá ser aquello que constituya el medio para alcanzar el objetivo que tú le asignes. Sólo la mente puede fijar propósitos, y sólo la mente puede discernir los medios necesarios para su logro, así como justificar su uso. Tanto la paz como la culpabilidad son estados mentales que se pueden alcanzar. Y esos estados son el hogar de la emoción que los suscita, que, por consiguiente, es compatible con ellos.

11. Examina, entonces, qué es lo que es compatible contigo. Ésta es la elección que tienes ante ti, y es una elección libre. Mas todo lo que radica en ella vendrá con ella, y lo que crees ser jamás puede estar separado de ella. El cuerpo aparenta ser el gran traidor de la fe. En él residen la desilusión y las semillas de la falta de fe, mas sólo si le pides lo que no puede dar. ¿Puede ser tu error causa razonable para la depresión, la desilusión y el ataque de represalia contra lo que crees que te ha fallado? No uses tu error para justificar tu falta de fe. No has pecado, pero te has equivocado con respecto a lo que significa tener fe. Mas la corrección de tu error te dará motivos para tener fe.

12. Es imposible tratar de obtener placer a través del cuerpo y no hallar dolor. Es esencial que esta relación se entienda, ya que el ego la considera la prueba del pecado. En realidad no es punitiva en absoluto. Pero sí es el resultado inevitable de equipararte con el cuerpo, lo cual es la invitación al dolor. Pues ello le abre las puertas al miedo, haciendo que se convierta en tu propósito. La atracción de la culpabilidad no puede sino entrar con él, y cualquier cosa que el miedo le ordene hacer al cuerpo es, por lo tanto, dolorosa. Este compartirá el dolor de todas las ilusiones, y la ilusión de placer se experimentará como dolor.

13. ¿No es acaso esto inevitable? El cuerpo, a las órdenes del miedo, irá en busca de culpabilidad y servirá a su amo, cuya atracción por la culpabilidad mantiene intacta toda la ilusión de su existencia. En esto consiste, pues, la atracción del dolor. Regido por esta percepción, el cuerpo se convierte en el siervo del dolor, lo persigue con un gran sentido del deber y acata la idea de que el dolor es placer. Ésta es la idea que subyace a la excesiva importancia que el ego le atribuye al cuerpo. Y mantiene oculta esta relación demente, si bien, se nutre de ella. A ti te enseña que el placer corporal es felicidad. Mas a sí mismo se susurra: "Es la muerte".

14. ¿Por qué razón es el cuerpo tan importante para ti? Aquello de lo que se compone ciertamente no es valioso. Y es igualmente cierto que no puede sentir nada. Te transmite las sensaciones que tú deseas. Pues el cuerpo, al igual que cualquier otro medio de comunicación, recibe y transmite los mensajes que se le dan. Pero éstos le son completamente indiferentes. Todos los sentimientos con los que se revisten dichos mensajes los proporcionan el emisor y el receptor. Tanto el ego como el Espíritu Santo reconocen esto, y ambos reconocen también que aquí el emisor y el receptor son uno y lo mismo. El Espíritu Santo te dice esto con alegría. El ego te lo oculta, pues no quiere que seas consciente de ello. ¿Quién transmitiría mensajes de odio y de ataque si entendiese que se los está enviando a si mismo? ¿Quién se acusaría, se declararía culpable y se condenaría a sí mismo?

15. El ego siempre proyecta sus mensajes fuera de ti, al creer que es otro y no tú el que ha de sufrir por tus mensajes de ataque y culpabilidad. E incluso si tú sufres, el otro ha de sufrir aún más. El supremo engañador reconoce que esto no es verdad, pero como "enemigo" de la paz que es, te incita a que proyectes todos tus mensajes de odio y así te liberes a ti mismo. Y para convencerte de que esto es posible, le ordena al cuerpo a que busque dolor en el ataque contra otro, lo llame placer y te lo ofrezca como tu liberación del ataque.

16. No hagas caso de su locura, ni creas que lo imposible es verdad. No olvides que el ego ha consagrado el cuerpo al objetivo del pecado y que tiene absoluta fe de que el cuerpo puede lograrlo. Sus sombríos discípulos entonan incesantemente alabanzas al cuerpo, en solemne celebración del poderío del ego. No hay ni uno solo que no crea que sucumbir a la atracción de la culpabilidad es la manera de escaparse del dolor. Ni uno solo de ellos puede dejar de identificarse a sí mismo con su propio cuerpo, sin el cual moriría, pero dentro del cual, su muerte es igualmente inevitable.

17. Los discípulos del ego no se dan cuenta de que se han consagrado a sí mismos a la muerte. Se les ha ofrecido la libertad pero no la han aceptado, y lo que se ofrece se tiene también que aceptar para que sea verdaderamente dado. Pues el Espíritu Santo es también un medio de comunicación, que recibe los mensajes del Padre y se los ofrece al Hijo. Al igual que el ego, el Espíritu Santo es a la vez emisor y receptor. Pues lo que se envía a través de Él retorna a Él, buscándose a sí mismo en el trayecto y encontrando lo que busca. De igual manera, el ego encuentra la muerte que busca, y te la devuelve a ti.

T19. IV. B. El segundo obstáculo: La creencia de que el cuerpo es valioso por razón de lo que ofrece


*T19. IV. B. El segundo obstáculo: La creencia de que el cuerpo es valioso por razón de lo que ofrece*

1. Dijimos que el primer obstáculo que la paz tiene que superar es tu deseo de deshacerte de ella. Allí donde la atracción de la culpabilidad impera, no se desea la paz. El segundo obstáculo que la paz tiene que superar, el cual está estrechamente vinculado al primero, es la creencia de que el cuerpo es valioso por razón de lo que ofrece. Pues aquí la atracción de la culpabilidad se pone de manifiesto en el cuerpo y se ve en él.

2. Este es el tesoro que crees que la paz te arrebataría. De esto es de lo que crees que te despojaría, dejándote sin hogar. Y esta es la razón por la que le negarías a la paz un hogar. Consideras que ello supone un "sacrificio" excesivamente grande, y que se te está pidiendo demasiado. Mas ¿se trata realmente de un sacrificio o de una liberación? ¿Qué te ha dado realmente el cuerpo que justifique tu extraña creencia de que la salvación radica en él? ¿No te das cuenta de que eso es la creencia en la muerte? En esto es en lo que se centra la percepción según la cual la Expiación es un asesinato. He aquí la fuente de la idea de que el amor es miedo.

3. A los mensajeros del Espíritu Santo se les envía mucho más allá del cuerpo, para que exhorten a la mente a unirse en santa comunión y a estar en paz. Tal es el mensaje que yo les di para ti. Sólo los mensajeros del miedo ven el cuerpo, pues van en busca de lo que puede sufrir. ¿Es acaso un sacrificio que se le aparte a uno de lo que puede sufrir? El Espíritu Santo no te exige que sacrifiques la esperanza de obtener placer a través del cuerpo, pues no hay esperanza alguna de que el cuerpo te pueda proporcionar placer. Pero tampoco puede hacer que tengas miedo del dolor. El dolor es el único "sacrificio" que el Espíritu Santo te pide y lo que quiere eliminar.

4. La paz se extiende desde ti únicamente hasta lo eterno, y lo hace desde lo eterno en ti. Fluye a través de todo lo demás. El segundo obstáculo no es más impenetrable que el primero. Tú no quieres ni deshacerte de la paz ni limitarla. ¿Qué otra cosa pueden ser esos obstáculos que quieres interponer entre la paz y su avance, sino barreras que sitúas entre tu voluntad y sus logros? Deseas la comunión, no el festín del miedo. Deseas la salvación, no el dolor de la culpabilidad. Y deseas tener por morada a tu Padre y no a una mísera choza de barro. En tu relación santa se encuentra el Hijo de tu Padre, el cual nunca ha dejado de estar en comunión con Él ni consigo mismo. Cuando acordaste unirte a tu hermano reconociste esto. Reconocer eso no te cuesta nada, sino que te libera de tener que hacer cualquier clase de pago.

5. Has pagado un precio exorbitante por tus ilusiones, y nada de eso por lo que tanto has pagado te ha brindado paz. ¿No te alegra saber que el Cielo no puede ser sacrificado y que no se te puede pedir ningún sacrificio? No puedes interponer ningún obstáculo en nuestra unión, pues yo ya formo parte  de  tu  relación santa.  Juntos  superaremos  cualquier obstáculo,  pues  nos  encontramos  ya  dentro del  portal,  no afuera.  ¡Cuán fácilmente  se  abren  las  puertas  desde  adentro, dando  paso a  la  paz  para que  bendiga  a  un mundo agotado!  ¿Cómo iba  a  sernos  difícil  pasar  de  largo las  barreras  cuando te has  unido  a  lo ilimitado?  En tus  manos  está  poner fin a  la  culpabilidad. ¿Te  detendrías  ahora  a buscar culpabilidad  en tu hermano?

6. Deja  que  yo sea  para  ti  el  símbolo  del  fin  de  la  culpabilidad, y contempla  a  tu  hermano  como me contemplarías  a  mí. Perdóname  por todos  los  pecados  que  crees  que  el  Hijo de  Dios  cometió.  Y  a  la luz  de  tu perdón  él  recordará  quién  es  y se  olvidará  de  lo que  nunca  fue.  Te  pido  perdón, pues  si  tú eres  culpable,  también lo  tengo que  ser yo. Mas  si  yo superé  la  culpabilidad  y vencí  al  mundo,  tú estabas  conmigo.  ¿Qué  quieres  ver  en mí, el  símbolo  de  la  culpabilidad  o el  del  fin de  ésta?  Pues recuerda  que  lo que  yo signifique  para  ti  es  lo que  verás  dentro de  ti  mismo.

7. Desde  tu relación  santa  la  verdad proclama  la  verdad  y el  amor se  contempla  a  sí  mismo.  La salvación fluye  desde  lo más  profundo del  hogar  que  nos  ofrecisteis  a  mi  Padre  y a  mí.  Y  allí estamos  juntos, en la  serena  comunión en  la  que  el  Padre  y el  Hijo están  unidos. ¡Venid,  oh fieles, a la  santa  unión  del  Padre  y del  Hijo en  vosotros!  Y  no os  mantengáis  aparte  de  lo  que  se  os  ofrece como  muestra  de  agradecimiento  por haberle  dado a  la  paz  su hogar en el  Cielo.  Llevad a  todo  el mundo  el  jubiloso mensaje  del  fin de  la  culpabilidad,  y todo el  mundo contestará. Piensa  en lo feliz que  te  sentirás  cuando todos  den testimonio  del  fin del  pecado y te  muestren  que  el  poder  de  éste  ha desaparecido  para  siempre.  ¿Dónde  puede  seguir  habiendo  culpabilidad  una  vez  que  la  creencia  en el  pecado  ha  desaparecido?  ¿Y  dónde  está  la  muerte, una  vez  que  se  ha  dejado de  oír para  siempre  a su gran defensor?

8. Perdóname  por tus  ilusiones, y libérame  del  castigo  que  me  quieres  imponer por lo que  no hice.  Y al  enseñarle  a  tu hermano a  ser libre, aprenderás  lo que  es  la  libertad  que  yo enseñé, y, por lo  tanto, me  liberarás  a  mí.  Formo parte  de  tu relación  santa, sin embargo,  preferirías  aprisionarme  tras  los obstáculos  que  interpones  a  la  libertad e  impedirme  llegar hasta  ti.  Mas  no es  posible  mantener alejado  a  Uno que  ya  está  ahí.  Y  en Él  se  hace  posible  que  nuestra  comunión,  en la  que  ya  estamos unidos, sea  el  foco de  la  nueva  percepción  que  derramará  la  luz  que  reside  en  ti  por todo  el  mundo.

T19. IV. A. i. La atracción de la culpabilidad


*T19. IV. A. i. La atracción de la culpabilidad* 

10. La atracción de la culpabilidad hace que se le tenga miedo al amor, pues el amor nunca se fijaría en la culpabilidad en absoluto. La naturaleza del amor es contemplar solamente la verdad -donde se ve a sí mismo- y fundirse con ella en santa unión y en compleción. De la misma forma en que el amor no puede sino mirar más allá del miedo, así el miedo no puede ver el amor. Pues en el amor reside el fin de la culpabilidad tan inequívocamente como que el miedo depende de ella. El amor sólo se siente atraído por el amor. Al pasar por alto completamente a la culpabilidad, el amor no ve el miedo. Al estar totalmente desprovisto de ataque es imposible que pueda temer. El miedo se siente atraído por lo que el amor no ve, y ambos creen que lo que el otro ve, no existe. El miedo contempla la culpabilidad con la misma devoción con la que el amor se contempla a sí mismo. Y cada uno de ellos envía sus mensajeros, que retornan con mensajes escritos en el mismo lenguaje que se utilizó al enviarlos.

11. El amor envía a sus mensajeros tiernamente, y éstos retornan con mensajes de amor y de ternura. A los mensajeros del miedo se les ordena con aspereza que vayan en busca de culpabilidad, que hagan acopio de cualquier retazo de maldad y de pecado que puedan encontrar sin que se les escape ninguno so pena de muerte, y que los depositen ante su señor y amo respetuosamente. La percepción no puede obedecer a dos amos que piden distintos mensajes en lenguajes diferentes. El amor pasa por alto aquello en lo que el miedo se cebaría. Lo que el miedo exige, el amor ni siquiera lo puede ver. La intensa atracción que la culpabilidad siente por el miedo está completamente ausente de la tierna percepción del amor. Lo que el amor contempla no significa nada para el miedo y es completamente invisible.

12. Las relaciones que se entablan en este mundo son el resultado de cómo se ve el mundo. Y esto depende de la emoción a la que se pidió que enviara sus mensajeros para que lo contemplasen y regresasen trayendo noticias de lo que vieron. A los mensajeros del miedo se les adiestra mediante el terror, y tiemblan cuando su amo los llama para que le sirvan. Pues el miedo no tiene compasión ni siquiera con sus amigos. Sus mensajeros saquean culpablemente todo cuanto pueden en su desesperada búsqueda de culpabilidad, pues su amo los deja hambrientos y a la intemperie, instigando en ellos la crueldad y permitiéndoles que se sacien únicamente de lo que le llevan. Ni el más leve atisbo de culpabilidad se escapa de sus ojos hambrientos. Y en su despiadada búsqueda de pecados se abalanzan sobre cualquier cosa viviente que vean, y dando chillidos se la llevan a su amo para que él la devore.

13. No envíes al mundo a esos crueles mensajeros para que lo devoren y se ceben en la realidad. Pues te traerán noticia de carne, pellejo y huesos. Se les ha enseñado a buscar lo corruptible, y a retornar con los buches repletos de cosas podridas y descompuestas. Para ellos tales cosas son bellas, ya que parecen mitigar las crueles punzadas del hambre. Pues el dolor del miedo los pone frenéticos, y para evitar el castigo de aquel que los envía, le ofrecen lo que tienen en gran estima.

14. El Espíritu Santo te ha dado los mensajeros del amor para que los envíes en lugar de aquellos que adiestraste mediante el terror. Están tan ansiosos de devolverte lo que tienen en gran estima como los otros. Si los envías, sólo verán lo bello y lo puro, lo tierno y lo bondadoso. Tendrán el mismo cuidado de que no se les escape ningún acto de caridad, ninguna ínfima expresión de perdón ni ningún hálito de amor. Y retornarán con todas las cosas bellas que encuentren para compartirlas amorosamente contigo. No tengas miedo de ellos. Te ofrecen la salvación. Sus mensajes son mensajes de seguridad, pues ven el mundo como un lugar bondadoso.

15. Si envías únicamente los mensajeros que el Espíritu Santo te da, sin desear otros mensajes que los suyos, nunca más verás el miedo. El mundo quedará transformado ante tu vista, limpio de toda culpabilidad y teñido de una suave pincelada de belleza. No hay miedo en el mundo que tú mismo no hayas sembrado en él. Ni ninguno que puedas seguir viendo después de pedirles a los mensajeros del amor que lo desvanezcan. El Espíritu Santo te ha dado Sus mensajeros para que se los envíes a tu hermano y para que retornen a ti con lo que el amor ve. Se te han dado para reemplazar a los hambrientos perros del miedo que enviabas en su lugar. Y marchan adelante para dar a conocer que el fin del miedo ha llegado.

16. El amor también quiere desplegar ante ti un festín sobre una mesa cubierta con un mantel inmaculado, en un plácido jardín donde sólo se oye un cántico angelical y un suave y feliz murmullo. Es éste un banquete en honor de tu relación santa, en el que todo el mundo es un invitado de honor. Y en un instante santo todos bendecís la mesa de comunión juntos, al uniros fraternalmente ante ésta. Yo me uniré a vosotros ahí, tal como lo prometí hace mucho tiempo y como todavía lo sigo prometiendo. Pues en vuestra nueva relación se me da la bienvenida. Y donde se me da la bienvenida allí estoy.

17. Se me da la bienvenida en un estado de gracia, lo cual quiere decir que finalmente me has perdonado. Pues me convertí en el símbolo de tu pecado, y por esa razón tuve que morir en tu lugar. Para el ego el pecado significa muerte, y así la expiación se alcanza mediante el asesinato. Se considera que la salvación es un medio a través del cual el Hijo de Dios fue asesinado en tu lugar. Mas ¿iba acaso a ofrecerte a ti, a quien quiero, mi cuerpo, sabiendo lo insignificante que es? ¿O, por el contrario, te enseñaría que los cuerpos no nos pueden separar? Mi cuerpo no fue más valioso que el tuyo; ni fue tampoco un mejor instrumento para comunicar lo que es la salvación, si bien no Su fuente. Nadie puede morir por otro, y la muerte no expía los pecados. Pero puedes vivir para mostrar que la muerte no es real. El cuerpo ciertamente parecerá ser el símbolo del pecado mientras creas que puede proporcionarte lo que deseas. Y mientras creas que puede darte placer, creerás también que puede causarte dolor. Pensar que podrías estar contento y satisfecho con tan poco es herirte a ti mismo; y limitar la felicidad de la que podrías gozar es recurrir al dolor para que llene tus escasas reservas y haga tu vida más plena. Esto es compleción tal como el ego lo entiende. Pues la culpabilidad se infiltra subrepticiamente allí donde se ha desplazado a la felicidad, y la substituye. La comunión es otra forma de compleción, que se extiende más allá de la culpabilidad porque se extiende más allá del cuerpo.

T19. IV. A. El primer obstáculo: El deseo de deshacerte de la paz


*T19. IV. A. El primer obstáculo: El deseo de deshacerte de la paz*

1. El primer obstáculo que la paz debe salvar es tu deseo de deshacerte de ella. Pues no puede extenderse a menos que la conserves. Tú eres el centro desde donde ella irradia hacia afuera, para invitar a otros a entrar. Tú eres su hogar: su tranquila morada desde donde se extiende serenamente hacia el exterior, aunque sin abandonarte jamás. Si la dejases sin hogar, ¿cómo podría entonces morar dentro del Hijo de Dios? Si la paz se ha de diseminar por toda la creación, tiene que empezar contigo, y desde ti extenderse a cada hermano que llame, y llevarle descanso por haberse unido a ti.

2. ¿Por qué querrías dejar a la paz sin hogar? ¿Qué es lo que crees que tendría que desalojar para poder morar contigo? ¿Cuál parece ser el costo que tanto te resistes a pagar? La pequeña barrera de arena todavía se interpone entre tu hermano y tú. ¿La reforzarías ahora? No se te pide que la abandones sólo para ti. Cristo te lo pide para Sí Mismo. Él quiere llevar paz a todo el mundo, mas ¿cómo lo podría hacer, sino a través de ti? ¿Dejarías que un pequeño banco de arena, un muro de polvo, una aparente y diminuta barrera se interpusiese entre tus hermanos y la salvación? Sin embargo, este diminuto residuo de ataque que todavía tienes en tanta estima para poder usarlo contra tu hermano, es el primer obstáculo con el que la paz que mora en ti se topa en su expansión. Este pequeño muro de odio todavía quiere oponerse a la Voluntad de Dios, y mantenerla limitada.

3. El propósito del Espíritu Santo se encuentra en paz dentro de ti. Mas aún no estás dispuesto a dejar que se una a ti completamente. Todavía te opones un poco a la Voluntad de Dios. Y esa pequeña oposición es un límite que quieres imponerle a toda ella. La Voluntad de Dios es una sola, no muchas. No tiene opuestos, pues aparte de ella no hay ninguna otra. Lo que todavía quieres conservar detrás de tu pequeña barrera y mantener separado de tu hermano parece ser más poderoso que el universo, pues da la impresión de restringir a éste y a su Creador. Y lo que este pequeño muro pretende es nublar el propósito del Cielo y mantenerlo oculto de él.

4. ¿Rechazarías la salvación que te ofrece el dador de la salvación? Pues en eso es en lo que te has convertido. De la misma manera en que la paz no podría alejarse de Dios, tampoco podría alejarse de ti. No tengas miedo de este pequeño obstáculo, pues no puede frenar la Voluntad de Dios. La paz fluirá a través de él, y se unirá a ti sin impedimentos. No se te puede negar la salvación. Es tu meta. Aparte de eso no hay nada más que elegir. No tienes ninguna meta aparte de la de unirte a tu hermano, ni ninguna aparte de aquella que le pediste al Espíritu Santo que compartiese contigo. El pequeño muro se derrumbará silenciosamente bajo las alas de la paz. Pues la paz enviará a sus mensajeros desde ti a todo el mundo, y las barreras se derrumbarán ante su llegada con la misma facilidad con la que superará aquellas que tú interpongas.

5. Vencer al mundo no es más difícil que superar tu pequeño muro. Pues en el milagro de tu relación santa -una vez libre de esa barrera- se encuentran todos los milagros. No hay grados de dificultad en los milagros, pues todos ellos son lo mismo. Cada uno supone una dulce victoria de la atracción del amor sobre la atracción de la culpabilidad. ¿Cómo no iba a poder lograrse esto dondequiera que se emprendiese? La culpabilidad no puede levantar barreras reales contra ello. Y todo lo que parece interponerse entre tu hermano y tú tiene que desaparecer por razón de la llamada que contestaste. Desde ti que respondiste, Aquel que te contestó quisiera llamar a otros. Su hogar reside en tu relación santa. No trates de interponerte entre Él y Su santo propósito, pues es también el tuyo. Permítele, en cambio, que extienda dulcemente el milagro de vuestra relación a todos los que están incluidos en dicho milagro tal como fue concedido.

6. Reina un silencio en el Cielo, una feliz expectativa, un pequeño respiro lleno de júbilo en reconocimiento del final de la jornada. Pues el Cielo te conoce bien, tal como tú lo conoces a él. Ninguna ilusión se interpone entre tu hermano y tú ahora. No pongas tu atención en el pequeño muro de sombras. El sol se ha elevado por encima de él. ¿Cómo iba a poder una sombra impedir que vieses el sol? De igual modo, las sombras tampoco pueden ocultar de ti la luz en la que a las ilusiones les llega su fin. Todo milagro no es más que el final de una ilusión. Tal fue la jornada; tal su final. Y en la meta de verdad que aceptaste, a todas las ilusiones les llegará su fin.

7. El insignificante y demente deseo de deshacerte de Aquel que invitaste y expulsarlo, no puede sino generar conflicto. A medida que contemplas el mundo, ese insignificante deseo, desarraigado y flotando a la deriva, puede posarse brevemente sobre cualquier cosa, pues ahora no tiene ningún propósito. Antes de que el Espíritu Santo entrase a morar contigo parecía tener un magno propósito: la dedicación fija e inalterable al pecado y a sus resultados. Ahora deambula sin rumbo, vagando a la deriva, causando tan sólo mínimas interrupciones en la llamada del amor.

8. Este minúsculo deseo, esta diminuta ilusión, este residuo microscópico de la creencia en el pecado, es todo lo que queda de lo que en un tiempo pareció ser el mundo. Ya no es una inexorable barrera a la paz. Su vano deambular hace que sus resultados parezcan ser más erráticos e impredecibles que antes. Sin embargo, ¿qué podría ser más inestable que un sistema ilusorio rígidamente organizado? Su aparente estabilidad no es otra cosa que la debilidad que lo envuelve, la cual lo abarca todo. La variabilidad que el pequeño residuo produce indica simplemente cuán limitados son sus resultados.

9. ¿Cuán poderosa puede ser una diminuta pluma ante las inmensas alas de la verdad? ¿Podría acaso oponerse al vuelo de un águila o impedir el avance del verano? ¿Podría interferir en los efectos que el sol veraniego produciría sobre un jardín cubierto de nieve? Ve con cuánta facilidad se puede levantar y transportar este pequeño vestigio para no volver jamás. Despídete de él con alegría, no con pesar, pues de por sí no es nada ni significaba nada cuando la fe que tenías en su protección era mayor. ¿No preferirías darle la bienvenida al cálido sol veraniego en lugar de poner tu atención en un copo de nieve que está derritiéndose, y tiritar pensando en el frío invernal?

T19. IV. Los obstáculos a la paz


*T19. IV. Los obstáculos a la paz*

1. A medida que la paz comience a extenderse desde lo más profundo de tu ser para abarcar a toda la Filiación y ofrecerle descanso, se topará con muchos obstáculos. Algunos de ellos los tratarás de imponer tú. Otros, parecerán provenir de otras partes: de tus hermanos, o de diversos aspectos del mundo externo. La paz, no obstante, los envolverá dulcemente a todos, extendiéndose más allá de ellos sin obstrucción alguna. La extensión del propósito del Espíritu Santo desde tu relación a otras personas para incluirlas amorosamente dentro de ella, es la manera en que Él armonizará medios y fin. La paz que Él ha depositado, muy hondo dentro de ti y tu hermano, se extenderá quedamente a cada aspecto de vuestras vidas, rodeándoos a ambos de radiante felicidad y con la sosegada certeza de que gozáis de absoluta protección. Y vosotros llevaréis su mensaje de amor, seguridad y libertad a todo aquel que se acerque a vuestro templo, donde la curación le espera. No tendréis que esperar para darle esto, pues le llamaréis y él os responderá, reconociendo en vuestra llamada la Llamada a Dios. Y vosotros lo albergaréis y le daréis descanso tal como se os dio a vosotros.

2. Todo esto es lo que harás. Para ello, no obstante, la paz que ya mora en lo más profundo de tu ser debe primero expandirse y transponer los obstáculos que situaste ante ella. Esto es lo que harás, pues nada que se emprenda con el Espíritu Santo queda inconcluso. No puedes estar seguro de nada de lo que ves fuera de ti, pero de esto sí puedes estar seguro: el Espíritu Santo te pide que le ofrezcas un lugar de reposo donde tú puedas descansar en Él. Él te contestó, y entró a formar parte de vuestra relación. ¿No quieres corresponder a Su gracia, y entablar una relación Con Él? Pues fue Él quien le confirió a tu relación el regalo de la santidad, sin la cual te habría resultado eternamente imposible apreciar a tu hermano.

3. Él sólo te pide que aceptes por Él la gratitud que le debes. Y cuando contemplas a tu hermano con infinita benevolencia, lo estás contemplando a Él. Pues estás mirando allí donde Él está, y no donde no está. No puedes ver al Espíritu Santo, pero puedes ver a tus hermanos correctamente. Y la luz en ellos te mostrará todo lo que necesites ver. Cuando la paz que mora en ti se haya extendido hasta abarcar a todo el mundo, la función del Espíritu Santo aquí se habrá consumado. ¿Qué necesidad habrá de ver entonces? Cuando Dios Mismo haya dado el paso final, el Espíritu Santo reunirá todas las gracias que le hayas dado y toda la gratitud que le hayas ofrecido, y las depositará dulcemente ante Su Creador en el nombre de Su santísimo Hijo. Y el Padre las aceptará en Su Nombre. ¿Qué necesidad hay de ver, en presencia de Su gratitud?

T19. III. La irrealidad del pecado


*T19. III. La irrealidad del pecado*

1. La  atracción  de  la  culpabilidad reside  en el  pecado,  no en el  error.  El  pecado volverá  a  repetirse por razón  de  esta  atracción. El  miedo  puede  hacerse  tan  agudo que  al  pecado se  le  niega  su expresión.  Pero mientras  la  culpabilidad  continúe  siendo atractiva, la  mente  sufrirá  y no abandonará la  idea  del  pecado. Pues  la  culpabilidad todavía  la  llama,  y la  mente  la  oye  y la  desea  ardientemente, y se  deja  cautivar voluntariamente  por su enfermiza  atracción. El  pecado  es  una  idea  de  perversidad que  no puede  ser corregida, pero que,  sin embargo, será  siempre  deseable.  Al  ser parte  esencial  de  lo que  el  ego cree  que  eres,  siempre  la  desearás.  Y  sólo un vengador,  con una  mente  diferente  de  la tuya,  podría  acabar con  ella  valiéndose  del  miedo.

2. El  ego no cree  que  sea  posible  que  lo  que  el  pecado realmente  invoca,  y a  lo  que  el  amor  siempre responde, es  al  amor  y no al  miedo. Pues  el  ego  lleva  el  pecado ante  el  miedo, exigiendo  castigo. Mas  el  castigo no es  sino otra  forma  de  proteger la  culpabilidad, pues  lo que  merece  castigo  tuvo que  haber sucedido  realmente.  El  castigo es  siempre  el  gran  protector  del  pecado, al  que  trata  con respeto  y a  quien  honra  por su perversidad. Lo  que  clama  por castigo, tiene  que  ser verdad.  Y  lo que es  verdad  no puede  sino ser eterno,  y se  seguirá  repitiendo  sin cesar.  Pues  deseas  lo  que  consideras real, y no lo abandonas.

3. Un error, en  cambio,  no es  algo atractivo. Lo que  ves  claramente  como una  equivocación deseas que  se  corrija.  A  veces  un pecado se  comete  una  y otra  vez,  con resultados  obviamente  angustiosos, pero  sin perder su atractivo. Mas  de  pronto  cambias  su condición,  de  modo que  de  ser un pecado pasa  a  ser simplemente  un error.  Ahora  ya  no lo seguirás  cometiendo;  simplemente  no lo  volverás  a hacer y te  desprenderás  de  él,  a  menos  que  todavía  te  sigas  sintiendo culpable.  Pues  en ese  caso no harás  sino cambiar  una  forma  de  pecado  por otra, reconociendo  que  era  un error  pero impidiendo su corrección.  Eso no supone  realmente  un cambio  en tu percepción,  pues  es  el  pecado  y no el  error  el que  exige  castigo.

4. El  Espíritu  Santo no puede  castigar  el  pecado. Reconoce  los  errores  y Su deseo es  corregirlos todos  tal  como  Dios  le  encargó  que  hiciese.  Pero no conoce  el  pecado,  ni  tampoco puede  ver errores que  no puedan ser corregidos. Pues  la  idea  de  un error incorregible  no tiene  sentido  para  Él.  Lo único  que  el  error pide  es  corrección,  y eso es  todo. Lo que  pide  castigo  no está  realmente  pidiendo nada.  Todo error  es  necesariamente  una  petición  de  amor.  ¿Qué  es, entonces, el  pecado?  ¿Qué  otra cosa  podría  ser, sino una  equivocación que  quieres  mantener oculta, una  petición de  ayuda  que  no quieres  que  sea  oída,  y que, por lo tanto, se  queda  sin contestar?

5. En  el  tiempo, el  Espíritu Santo ve  claramente  que  el  Hijo de  Dios  puede  cometer  errores. En esto compartes  Su visión. Mas  no compartes  Su criterio con  respecto a  la  diferencia  que  existe  entre  el tiempo  y la  eternidad.  Y  cuando  la  corrección  se  completa, el  tiempo se  convierte  en  eternidad. El Espíritu Santo  puede  enseñarte  a  ver  el  tiempo de  manera  diferente  y a  ver  más  allá  de  él,  pero no podrá  hacerlo  mientras  sigas  creyendo en  el  pecado. En el  error sí  puedes  creer, pues  éste  puede  ser corregido por la  mente.  Pero el  pecado es  la  creencia  de  que  tu percepción es  inalterable  y de  que  la mente  tiene  que  aceptar como  verdadero  lo que  le  dicta  la  percepción.  Si  la  mente  no obedece,  se  la juzga  como  desquiciada. De  ese  modo la  mente, que  es  el  único  poder que  podría  cambiar la percepción,  se  mantiene  en  un estado de  impotencia  y restringida  al  cuerpo  por miedo  al  cambio de percepción  que  su Maestro,  que  es  uno con ella, le  brindaría.

6. Cuando  te  sientas  tentado  de  pensar que  el  pecado  es  real,  recuerda  esto:  si  el  pecado es  real, ni  tú ni  Dios  lo  sois. Si  la  creación es  extensión, el  Creador tiene  que  haberse  extendido a  Sí  Mismo, y es imposible  que  lo que  forma  parte  de  Él  sea  completamente  diferente  del  resto. Si  el  pecado es  real, Dios  no puede  sino estar  en pugna  Consigo Mismo.  Tiene  que  estar  dividido,  debatiéndose  entre  el bien  y el  mal;  ser en parte  cuerdo y en parte  demente.  Pues  tiene  que  haber creado aquello que quiere  destruirlo y que  tiene  el  poder de  hacerlo.  ¿No sería  más  fácil  creer que  has  estado equivocado que  creer eso?

7. Mientras  creas  que  tu  realidad o la  de  tu hermano está  limitada  a  un cuerpo,  seguirás  creyendo  en el pecado. Mientras creas que los cuerpos se pueden unir, seguirás encontrando atractiva a la culpabilidad y considerando el pecado como algo de inestimable valor. Pues la creencia de que los cuerpos limitan a la mente conduce a una percepción del mundo en la que la prueba de la separación parece abundar por todas partes. Así Dios y Su creación parecen estar separados y haber sido derrocados. Pues el pecado demostraría que lo que Dios creó santo no puede prevalecer contra él, ni seguir siendo lo que es ante su poderío. Al pecado se le percibe como algo más poderoso que Dios, ante el cual Dios Mismo se tiene que postrar y ofrecer Su creación a su conquistador. ¿Es esto humildad o demencia?

8. Si el pecado es real, tiene que estar permanentemente excluido de cualquier esperanza de curación. Pues en ese caso habría un poder que transcendería al de Dios, un poder capaz de fabricar otra voluntad que puede atacar y derrotar Su Voluntad, así como conferirle a Su Hijo otra voluntad distinta de la Suya y más fuerte. Y cada parte fragmentada de la creación de Dios tendría una voluntad diferente, opuesta a la Suya, y en eterna oposición a Él y a las demás. Tu relación santa tiene ahora como propósito la meta de demostrar que eso es imposible. El Cielo le ha sonreído, y en su sonrisa de amor la creencia en el pecado ha sido erradicada. Todavía lo ves porque no te das cuenta de que sus cimientos han desaparecido. Su fuente ya ha sido eliminada, y sólo puedes abrigarlo por un breve período de tiempo antes de que desaparezca del todo. Lo único que queda es el hábito de buscarlo.

9. Y sin embargo, lo contemplas con la sonrisa del Cielo en tus labios y con la bendición del Cielo en tu mirada. No seguirás viendo el pecado por mucho más tiempo. Pues en la nueva percepción, la mente lo corrige cuando parece presentarse y se vuelve invisible. Los errores se reconocen de inmediato y se llevan enseguida ante la corrección para que ésta los sane y no para que los oculte. Serás curado del pecado y de todas sus atrocidades en el instante en que dejes de conferirle poder sobre tu hermano. Y lo ayudarás a superar sus errores al liberarlo jubilosamente de la creencia en el pecado.

10. En el instante santo verás refulgir la sonrisa del Cielo sobre ti y sobre tu hermano. Y derramarás luz sobre él, en jubiloso reconocimiento de la gracia que se te ha concedido. Pues el pecado no puede prevalecer contra una unión que el Cielo ve con beneplácito. Tu percepción sanó en el instante santo que el Cielo te dio. Olvídate de lo que has visto, y eleva tus ojos con fe hacia lo que ahora puedes ver. Las barreras que impiden el paso al Cielo desaparecerán ante tu santa mirada, pues a ti que eras ciego se te ha concedido la visión y ahora puedes ver. No busques lo que ha sido eliminado, sino la gloria que ha sido restituida para que tú la veas.

11. Mira a tu Redentor y contempla lo que Él quiere que tú veas en tu hermano, y no permitas que el pecado vuelva a cegar tus ojos. Pues el pecado te mantendría separado de él, pero tu Redentor quiere que veas a tu hermano como te ves a ti mismo. Vuestra relación es ahora un templo de curación; un lugar donde todos los que están fatigados pueden venir a descansar. En ella se encuentra el descanso que les espera a todos después de la jornada. Y gracias a vuestra relación todos se encuentran más cerca de ese descanso.