jueves, 24 de octubre de 2019

Manual para el maestro 21. ¿Qué papel juegan las palabras en el proceso de curación?


*Manual para el maestro 21. ¿Qué papel juegan las palabras en el proceso de curación?*

1. Estrictamente  hablando,  las  palabras  no juegan  ningún papel  en el  proceso de  curación. El  factor motivante  es  la  oración o petición.  Recibes  lo que  pides.  Pero esto  se  refiere  a  la  oración del corazón, no a  las  palabras  que  usas  al  orar.  A  veces  las  palabras  y la  oración se  contradicen entre  sí; otras  veces  coinciden. Eso no importa.  Dios  no entiende  de  palabras, pues  fueron hechas  por mentes separadas  para  mantenerlas  en la  ilusión de  la  separación. Las  palabras  pueden  ser útiles, especialmente  para  el  principiante,  ya  que  lo  ayudan a  concentrarse  y a  facilitar la  exclusión,  o al menos  el  control, de  los  pensamientos  foráneos.  No olvidemos, no obstante,  que  las  palabras  no son más  que  símbolos  de  símbolos. Por lo  tanto,  están doblemente  alejadas  de  la  realidad. 

2. En  cuanto que  símbolos, las  palabras  tienen connotaciones  muy específicas.  Aun en el  caso de  las que  parecen  ser más  abstractas, la  imagen que  evocan en  la  mente  tiende  a  ser muy concreta.  A menos  que  una  palabra  suscite  en la  mente  una  imagen concreta  en  relación con dicha  palabra, ésta tendrá  muy poco  o ningún significado práctico,  y, por lo tanto, no supondrá  ninguna  ayuda  en el proceso de  curación.  La  oración del  corazón  no pide  realmente  cosas  concretas. Lo que  pide  es siempre  alguna  clase  de  experiencia,  y las  cosas  que  específicamente  pide  son las  portadoras  de  la experiencia  deseada  en opinión  del  peticionario. Las  palabras, por consiguiente,  son símbolos  de  las cosas  que  se  piden,  pero las  cosas  en sí  no son sino la  representación de  las  experiencias  que  se anhelan. 

3. La  oración  que  pide  cosas  de  este  mundo dará  lugar  a  experiencias  de  este  mundo. Si  la  oración del  corazón  pide  eso, eso es  lo que  se  le  dará  porque  eso es  lo que  recibirá.  Es  imposible  entonces que  en la  percepción  del  que  pide, la  oración  del  corazón  no reciba  respuesta. Si  pide  lo imposible, si  desea  lo que  no existe  o si  lo que  busca  en su corazón  son ilusiones, eso es  lo que  tendrá. El  poder de  su decisión se  lo ofrece  tal  como  él  lo pide. En esto  estriba  el  Cielo  o el  infierno.  Al  Hijo durmiente  de  Dios  sólo  le  queda  este  poder.  Pero es  suficiente. Las  palabras  que  emplea  son irrelevantes. Sólo la  Palabra  de  Dios  tiene  sentido, ya  que  simboliza  aquello que  no corresponde  a ningún  símbolo humano.  Sólo el  Espíritu  Santo comprende  lo que  esa  Palabra  representa.  Y  eso, también,  es  suficiente. 

4. ¿Debe  evitar, entonces, el  maestro de  Dios  el  uso de  las  palabras  cuando enseña?  ¡Por supuesto que  no! Son muchos  a  los  que  aún es  necesario acercarse  por medio de  las  palabras,  ya  que  todavía son incapaces  de  oír  en silencio. No obstante,  el  maestro de  Dios  debe  aprender a  utilizar las palabras  de  otra  manera.  Poco a  poco aprenderá  a  dejar  que  las  palabras  le  sean  inspiradas, a  medida que  deje  de  decidir  por sí  mismo lo  que  tiene  que  decir.  Este  proceso no es  más  que  un caso especial de  la  lección  del  libro  de  ejercicios  que  reza:  "Me  haré  a  un lado y dejaré  que  Él  me  muestre  el camino". El  maestro  de  Dios  acepta  las  palabras  que  se  le  ofrecen  y las  expresa  tal  como  las  recibe. No controla  lo que  dice.  Simplemente  escucha, oye  y habla. 

5. Uno de  los  mayores  obstáculos  con los  que  el  maestro de  Dios  se  topa  en esta  fase  de  su aprendizaje, es  su temor  con respecto  a  la  validez  de  lo  que  oye.  Y  en efecto, lo que  oye  puede  ser muy  sorprendente. Puede  que  también le  parezca  que  no tiene  nada  que  ver  con el  problema  en cuestión tal  como  él  lo  percibe,  y puede  incluso poner al  maestro en  una  situación que  a  él  le  puede parecer muy  embarazosa.  Todas  estas  cosas  no son más  que  juicios  sin ningún valor.  Son sus propios  juicios, procedentes  de  una  penosa  percepción de  sí  mismo que  le  convendría  abandonar. No juzgues  las  palabras  que  te  vengan  a  la  mente,  sino que, por el  contrario,  ofrécelas  lleno  de confianza.  Son mucho  más  sabias  que  las  tuyas. Detrás  de  los  símbolos  que  usan los  maestros  de Dios se encuentra la Palabra de Dios. Y Él Mismo imbuye las palabras que ellos usan con el poder de Su Espíritu, y las eleva de meros símbolos a la Llamada del Cielo en sí. 

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