jueves, 25 de abril de 2019

T15. VIII. La única relación real


*T15. VIII. La única relación real*

1. El  instante  santo no es  un substitutivo de  tu necesidad  de  aprender, pues  el  Espíritu  Santo no puede  dejar  de  ser tu Maestro hasta  que  el  instante  santo se  haya  extendido  mucho más  allá  del tiempo.  A fin de  llevar  a  cabo Su tarea  docente, el  Espíritu  Santo tiene  que  valerse  de  todo lo que hay  en este  mundo  para  tu liberación.  Tiene  que  aprovechar cualquier  señal  o indicación  de  que estás  dispuesto  a  aprender  de  Él  lo que  es  la  verdad. No se  demora  en utilizar  cualquier cosa  que  le ofrezcas  en favor de  eso. Su interés  por ti  y el  cuidado que  te  profesa  son ilimitados. En vista  del miedo que  tienes  del  perdón, que  Él  percibe  con la  misma  claridad con  la  que  sabe  que  el  perdón libera, Él  te  enseñará  a  recordar que  el  perdón no conlleva  ninguna  clase  de  pérdida, sino que,  por el contrario, es  tu  salvación.  Y  te  enseñará  asimismo  que  perdonando completamente, es  decir, reconociendo  que  no hay nada  que  necesite  ser perdonado,  quedas  completamente  absuelto.

2. Escúchale  gustosamente,  y aprende  de  Él  que  no tienes  necesidad de  relaciones  especiales  en absoluto.  Lo único  que  buscas  en ellas  es  aquello que  desechaste.  Y  a  través  de  ellas  nunca  podrás aprender el  valor de  lo  que  descartaste, lo  cual, sin embargo, sigues  anhelando con todo  tu corazón. Unámonos  para  hacer que  el  instante  santo  sea  lo único  que  hay, al  desear que  sea  lo único  que  hay. El  Hijo de  Dios  tiene  tanta  necesidad  de  que  estés  dispuesto a  tratar  de  lograr  esto, que  es  imposible concebir una  necesidad  mayor.  Contempla  la  única  necesidad que  Dios  y Su Hijo comparten,  y que quieren satisfacer juntos. No estás  solo en  esto.  La  voluntad de  tus  creaciones  te  llama  para  que compartas  tu  voluntad  con ellas. Por lo  tanto,  dale  la  espalda  a  la  culpabilidad  en paz  y dirígete hacia  Dios  y hacia  tus  creaciones.

3. Relaciónate  únicamente  con lo que  nunca  te  abandonará  y con  lo que  nunca  podrías  abandonar. La  soledad del  Hijo de  Dios  es  la  soledad de  su Padre. No rechaces  la  conciencia  de  tu compleción, ni  procures  restituírtela  tú  mismo. No tengas  miedo de  poner la  redención en  manos  del  Amor de  tu Redentor. Él  no te  fallará, pues  viene  de  parte  de  Uno que  no puede  fallar.  Acepta  tu  sensación  de fracaso como una  simple  equivocación con respecto a  quién  eres. Pues  el  santo  anfitrión  de  Dios  se encuentra  más  allá  de  todo  fracaso, y nada  que  su voluntad disponga  puede  ser negado.  Estás eternamente  en una  relación tan santa,  que  invoca  a  todo el  mundo a  escaparse  de  la  soledad y a unirse  a  ti  en  tu amor.  Y  todo el  mundo tiene  que  buscar el  lugar  donde  estás  y encontrarte  allí.

4. Piensa  en esto por un instante:  Dios  te  dio la  Filiación para  asegurar tu  perfecta  creación. Ése  fue Su regalo,  pues  tal  como Él  no se  negó a  darse  a  Sí  Mismo a  ti,  tampoco  se  negó a  darte  Su creación.  Todo lo  que  jamás  fue  creado  es  tuyo.  Tu  única  relación es  la  relación  que  tienes  con todo el  universo.  Y  ese  universo, al  ser de  Dios, está  mucho  más  allá  de  la  mísera  suma  de  todos  los cuerpos  separados  que  percibes.  Pues  todas  las  partes  del  universo están  unidas  en Dios  a  través  de Cristo,  donde  se  vuelven  semejantes  a  su Padre. Cristo sabe  que  Él  no está  separado de  Su Padre, Quien  constituye  Su única  relación,  en la  que  Él  da  tal  como Su Padre  le  da  a  Él.

5. El  Espíritu  Santo es  el  intento de  Dios  de  liberarte  de  lo  que  Él  no entiende.  Y  por razón del Origen  del  intento, éste  no puede  fracasar. El  Espíritu Santo te  pide  que  respondas  tal  como Dios  lo hace, pues  quiere  enseñarte  lo que  tú  no entiendes. Dios  responderá  a  toda  necesidad,  sea  cual  fuere la  forma  en  que  ésta  se  manifieste. El  Espíritu  Santo, por consiguiente,  mantiene  este  canal  abierto para  recibir  la  comunicación  de  Dios  a  ti  y la  tuya  a  Él. Dios  no entiende  tu problema  de comunicación, pues  Él  no lo comparte  contigo.  Tú  eres  el  único  que  cree  que  es  comprensible.  El Espíritu Santo  sabe  que  no lo es, y, sin embargo, lo entiende  porque  tú lo  inventaste.

6. La  conciencia  de  lo que  Dios  no puede  saber y de  lo  que  tú no entiendes  reside  únicamente  en el Espíritu Santo.  Su santa  función consiste  en aceptar  ambas  cosas  y, al  eliminar de  ellas  todo elemento de desacuerdo, unirlas en una sola. Él hará eso porque ésa es Su función. Deja, por lo tanto, lo que a ti te parece imposible en manos de Aquel que sabe que sí es posible, toda vez que esa es la Voluntad de Dios. Y permite que Aquel cuyas enseñanzas son sólo en favor de Dios te enseñe el único significado de las relaciones. Pues Dios creó la única relación que tiene significado, y esa relación es la relación que Él tiene contigo.

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