jueves, 22 de marzo de 2018

¿Por qué le tememos a Dios?



Tener miedo de  la  Voluntad de  Dios  es  una  de  las  creencias  más  extrañas  que  la  mente  humana jamás  haya  podido concebir. Esto  no habría  podido ocurrir a  no ser que  la  mente  hubiese  estado  ya tan  profundamente  dividida,  que  le  hubiese  sido posible  tener miedo de  lo  que  ella  misma  es. La realidad  sólo  puede  ser una  "amenaza"  para  lo  ilusorio, ya  que  lo único  que  la  realidad puede defender es  la  verdad. El  hecho mismo  de  que  percibas  la  Voluntad  de  Dios  -que  es  lo que  tú  eres- como  algo temible, demuestra  que  tienes  miedo de  lo que  eres. Por lo tanto, no es  de  la  Voluntad  de Dios  de  lo  que  tienes  miedo,  sino de  la  tuya. 
- Un Curso de Milagros T9.I.1.


¿Qué  verías  si  no tuvieses  miedo de  la  muerte?  ¿Qué  sentirías  y pensarías  si  la  muerte  no te atrajese?  Simplemente  recordarías  a  tu  Padre. Recordarías  al  Creador  de  la  vida, la  Fuente  de  todo lo  que  vive, al  Padre  del  universo y del  universo de  los  universos, así  como  de  todo  lo que  se encuentra  más  allá  de  ellos.  Y  conforme  esta  memoria  surja  en tu mente, la  paz  tendrá  todavía  que superar el  obstáculo  final,  tras  el  cual  se  consuma  la  salvación  y al  Hijo de  Dios  se  le  restituye completamente  la  cordura. Pues  ahí  acaba  tu mundo. 
- Un Curso de Milagros T19.IV.D.1.

Últimamente he visto y leído mucha información sobre los dos tipos de dioses que hay en la humanidad:
El Dios que la humanidad ha inventado, y lo que realmente significa Dios.

Me apetecía mucho escribir este artículo, ya que muchas de las personas tememos a la palabra Dios y ni siquiera sabemos porqué, el origen sin duda, está en nuestra infancia, en lo que nos han hecho creer acerca de qué es Dios y donde se encuentra.
En las religiones se ve constantemente disputas sobre quién es el mejor Dios, donde se encuentra, como alcanzar el Reino de los cielos haciendo multitud de rituales absurdos que nada más hacen que poner en evidencia la verdad acerca de Dios.
La palabra religión, que viene del latín, religare, religarse, volver a unir, y precisamente las religiones se han convertido en el negocio del miedo, y lo que produce es más separación entre la humanidad que unión.

Somos humanos, y como todos estamos determinados por nuestras creencias sociales, familiares, educativas y en este caso religiosas. De pequeño fui a un colegio católico y mis padres me llevaban a la Iglesia católica a enseñarme educación religiosa, pero más allá de enseñarme, lo que hacían estas cosas era alejarme de Dios.

Jesús de Nazaret decía:
''Encuentra el Reino de los Cielos dentro de ti, y todo lo demás se te dará por añadidura''.

Solo si entendieramos esta frase, dejaríamos de pelear por diferentes aspectos de quién es Dios, donde se encuentra y que hay que hacer para alcanzarlo, ya que Dios no es una figura a seguir, sino un estado de conciencia... es muy chocante leer esto, cuando constantemente nos han dicho y repetido miles de veces que Dios es algo externo que adorar, por lo que sentir miedo y culpa si no le hacemos caso, cuando en realidad Dios es tu propia y maravillosa imaginación creativa, tu parte más bondadosa dentro de ti, tu alegría, dicha, el amor incondicional sobre todas las personas...

Neale Donald Walsch, mi autor favorito de ética espiritual explica muy bien su ejemplo de porqué se pasó toda una vida temiendo a Dios, en lugar de encontrarlo dentro de sí mismo. Os dejo un fragmento del libro AMISTAD CON DIOS:

-¿Por qué tememos a Dios según Neale Donald Walsch (libro: AMISTAD CON DIOS)?

Recuerdo  el  momento  exacto  cuando  decidí  que  debía  temer  a  Dios.

Fue  cuando  Él  me  dijo que  mi  madre  se  iba  a  ir  al  infierno. Bueno,  Él  no  fue  exactamente,  pero  alguien  lo  expresó  en  representación  suya.

Tenía  alrededor  de  seis  años  y  mi  madre,  quien  se  consideraba  un  poco  mística,  le  “leía  las cartas”  a  una  amiga  en  la  mesa  de  la  cocina.  A  nuestra  casa  llegaba  gente  a  todas  horas  para ver  qué  vaticinios  extraería  mi  madre  de  una  baraja  común  de  naipes.  Ella  era  buena  para  eso, aseguraban,  y  sutilmente  se  corrió  la  voz  acerca  de  su  talento.

En  este  día  particular,  cuando  mamá  leía  las  cartas,  su  hermana  llegó  a  hacerle  una  visita sorpresa.  Recuerdo  que  mi  tía  se  veía  muy  feliz  por  la  escena  que  encontró,  cuando,  después de  tocar  una  vez,  entró  intempestivamente  a  través  de  la  reja  de  la  puerta.  Mamá  reacción como  si  hubiese  sido  sorprendida  en  flagrancia  haciendo  algo  que  no  debía.  Presentó  con torpeza  a  su  amiga  y  recopiló  todos  los  naipes  con  rapidez,  para  meterlos  en  el  bolsillo  de  su delantal.

No  se  comentó  en  ese  momento,  pero  más  tarde  mi  tía  fue  a  despedirse  al  patio  trasero, donde  yo  había  ido  a  jugar.

-Sabes-  externó  mientras  la  acompañaba  a  su  carro-  tu  mamá  no  debería  leerle  el  futuro  a  la gente  por  medio  de  esos  naipes.  Dios  la  va  a  castigar.

-¿Por  qué?-  le  pregunté.

-Porque  está  comerciando  con  el  diablo-  recuerdo  esa  escalofriante  frase  por  su  sonido peculiar  en  mi  oído-  y  Dios  le  va  a  enviar  directo  al  infierno.

Expresó  esto  tan  alegremente  como  si  estuviese  anunciando  que  llovería  mañana.  Hasta  este día,  recuerdo  que  temblaba  de  temor  mientras  ella  conducía  en  reversa  su  carro  por  el  camino de  entrada.  Estaba  muerto  de  miedo  de  que  mi  mamá  hubiera  provocado  tanto  el  enfado  de Dios.  Fue  justo  en  ese  momento  que  el  miedo  a  Dios  se  enraizó  en  mí.

¿Cómo  es  que  Dios,  quien  se  supone  es  el  creador  más  benévolo  del  universo,  querría  castigar a  mi  madre,  la  criatura  más  benévola  en  mi  vida,  con  la  condenación  eterna?  Esto  es  lo  que  mi mente  de  seis  años  suplicaba  entender.  Entonces,  llegué  a  la  conclusión  a  la  que  llegaría  un niño  de  seis  años:  si  Dios  era  tan  cruel  como  para  hacerle  algo  semejante  a  mi  madre,  quien  a los  ojos  de  todos  aquellos  que  la  conocía  era  prácticamente  una  santa,  por  lo  tanto  de  seguro era  muy  fácil  hacele  enojar  –más  fácil  que  a  mi  padre-  así  que  más  valía  que  todos camináramos  bien  derechos.

Le  tuve  miedo  a  Dios  durante  muchos  años,  y  mi  temor  se  veía  constantemente  reforzado.

Recuerdo  que  me  explicaron  en  las  clases  de  catecismo,  en  el  segundo  año  de  primaria,  que  si no  bautizaban  a  un  bebé  no  iría  al  cielo.  Esto  parecía  algo  tan  improbable,  incluso  para  niños de  segundo  año,  que  solíamos  intentar  confundir  a  la  monja  haciendo  preguntas  complejas como:

-Hermana,  hermana,  ¿qué  ocurre  si  los  padres  están  llevando  al  bebé  a  ser  bautizado  y entonces  la  familia  entera  muere  en  un  accidente  automovilístico?  ¿Acaso  ese  bebé  no  se  va con  sus  padres  al  cielo?

Nuestra  hermana  (sor)  de  seguro  era  chapada  a  la  antigua.

–No-  suspiraba  profundamente-  me temo que  no-  para  ella,  la  doctrina  era  la  doctrina;  no  había  excepciones.

-Pero  entonces,  ¿adonde  va  el  bebé?  -preguntó  uno  de  mis  compañeros  con  gran  interés-.  ¿Al infierno  o  al  purgatorio?  (en  los  buenos  hogares  católicos,  nueve  años  es  edad  suficiente  para saber  lo  que  significa  la  palabra  “infierno”.)

- El  bebé  no  irá  al  infierno  ni  al  purgatorio-  contestó  la  hermana-  el  bebé  iría  al  limbo.

-¿Limbo?

-Limbo-  explicó  la  religiosa-  es  donde  Dios  envía  a  los  bebés  y  a  algunas  personas,  quienes,  por motivos  ajenos  a  su  voluntad,  mueren  sin  ser  bautizados  en  la  religión  verdadera-  no  estaban siendo  castigados,  pero  nunca  llegaría  a  ver  a  Dios.

Este  es  el  Dios  con  el  que  crecí.  Quizá  crean  que  estoy  inventando  todo  esto,  pero  no  es  así.

El  temor  a  Dios  es  algo  creado  por  las  religiones  y  es,  de  hecho  fomentado  por  muchas  de ellas.

Nadie  tenía  que  fomentarlo  en  mí,  debo  advertir.  Si  creen  que  estaba  atemorizado  por  la explicación  del  limbo,  esperen  a  escuchar  el  concepto  sobre  el  fin  del  mundo.

A  principios  de  los  años  cincuenta  escuché  la  historia  de  los  niños  de  Fátima.  Se  trata  de  una aldea  en  la  parte  central  de  Portugal,  al  norte  de  Lisboa,  en  donde  se  dice  que  la  Santa  virgen se  le  apareció  en  varias  ocasiones  a  una  niña  y  a  sus  dos  primos.  Esto  es  lo  que  me  contaron  al respecto:

La  Santa  Virgen  le  dio  a  los  niños  una  Carta  para  el  Mundo,  que  debía  entregarse  en  manos  del Papa.  Él,  a  su  vez,  tenía  que  abrirla  y  leer  su  contenido,  para  luego  volver  a  sellarla  y  sólo revelar  su  contenido  al  público  varios  años  después,  de  ser  necesario.

Se  habla  de  que  el  Papa  lloró  durante  tres  días  después  de  leer  dicha  carta,  que  según  se  supo, contenía  noticias  terribles  acerca  de  la  profunda  desilusión  que  le  habíamos  hecho  sentir  a Dios  y  detalles  de  cómo  Él  tendría  que  castigar  al  mundo  si  no  escuchábamos  esta  advertencia final  y  cambiábamos  nuestras  conductas.  Sería  el  fin  del  mundo,  habría  gemidos,  rechinar  de dientes  y  un  tormento  increíble.

Dios,  nos  aseguraron  en  el  catecismo,  tenía  la  suficiente  ira  como  para  infligir  el  castigo  en  ese mismo  momento;  sin  embargo,  sentía  piedad  y  nos  daba  una  última  oportunidad,  gracias  a  la intervención  de  la  Santa  Madre.

La  historia  de  Nuestra  Señora  de  Fátima  llenó  de  terror  mi  corazón.  Corrí  a  casa  para preguntarle  a  mi  madre  si  esto  era  cierto.  Ella  respondió  que  si  los  sacerdotes  y  las  monjas  nos enseñaban  esto,  seguramente  era  cierto.  Nerviosos  y  ansiosos,  los  niños  de  la  clase bombardeamos  a  la  hermana  con  preguntas  sobre  qué  hacer.

-Vayan  a  misa  todos  los  días-  nos  aconsejaba-,  recen  el  rosario  todas  las  noches  y  hagan  las Estaciones  de  la  Cruz  con  frecuencia.  Acudan  a  confesión  una  vez  a  la  semana.  Hagan penitencia  y  ofrezcan  su  sufrimiento  a  Dios  como  evidencia  de  que  le  han  dado  la  espalda  al pecado.  Reciban  la  Santa  Comunión.  Y  pronuncien  un  Perfecto  Acto  de  Constricción  antes  de dormir  todas  las  noches,  de  manera  que  si  se  los  llevan  antes  de  despertarse,  hayan  ganado  el derecho  de  unirse  a  los  santos  en  el  cielo.

En  realidad,  hasta  que  aprendí  esta  plegaria  de  la  niñez,  nunca  se  me  hubiera  ocurrido  que podría  no  vivir  hasta  el  amanecer:

Ahora  me  acuesto  a  descansar
Al  Señor  le  pido  mi  alma  cuidar
Y,  si  muero  antes  de  despertar
Le  pido  al  Señor  mi  alma  llevar.

Unas  cuantas  semanas  repitiéndola  y  ya  tenía  miedo  de  ir  a  dormir.  Lloraba  todas  las  noches,  y nadie  alcanzaba  a  entender  qué  era  lo  que  me  pasaba.  Hasta  la  fecha,  tengo  una  fijación  con  la muerte  repentina.

A  menudo,  cuando  abandono  la  caso  para  tomar  un  vuelo  al  extranjero  -o  a veces,  cuando  voy  al  supermercado-  le  digo  a  mi  esposa  Nancy:

-Si  no  regreso,  recuerda  que  las  últimas  palabras  que  escuchaste  de  mi  fueron:  “te  amo”.  Se  ha convertido  en  un  chiste  habitual,  pero  hay  una  pequeña  parte  de  mí  que  habla  completamente  en  serio.

Mi  siguiente  experiencia  con  el  temor  a  Dios  ocurrió  cuando  tenía  trece  años.  El  chico encargado  de  cuidarme  durante  mi  infancia,  Frankie  Shultz,  quien  vivía  en  la  casa  de  enfrente, se  iba  a  casar.  ¡y  me  invitó  -a  mí-  a  que  fuera  acomodador  en  su  boda!  Vaya  que  me  sentía orgulloso.  Hasta  que  llegué  a  la  escuela  y  se  lo  conté  a  la  hermana.

-¿En  dónde  se  va  a  celebrar  la  boda?-  preguntó  sospechosamente. Le  di  el  nombre  del  lugar. Su  voz  se  convirtió  en  hielo.

-Esa  es  una  iglesia  luterana,  ¿no  es  verdad?

-Bueno,  no  sé.  No  pregunté.  Supongo  que  yo…

-Si  es  una  iglesia  luterana,  y  tú  no  debes  ir.  Lo  tienes  prohibido-  declaró  en  forma  decisiva.

-Pero,  ¿por  qué?-  persistí.

La  religiosa  me  miró  como  si  no  pudiera  creer  que  continuaba  cuestionándola.  Entonces, claramente  echando  mano  de  alguna  fuente  interna  de  paciencia  infinita,  parpadeó  dos  veces y  sonrió.

-Dios  no  quiere  que  entres  a  una  iglesia  pagana,  hijo  mío-  explicó  la  monja.  Las  personas  que se  congregan  ahí  no  creen  lo  mismo  que  nosotros.  Ahí  no  enseñan  la  verdad.  Es  un  pecado acudir  a  cualquier  iglesia  ajena  a  la  católica.  Siento  mucho  que  tu  amigo  Frankie  se  le  haya ocurrido  casarse  ahí.  Dios  no  consagrará  ese  matrimonio.

-Hermana-  insistí,  rebasando  por  mucho  el  punto  de  tolerancia-,  ¿qué  pasaría  si  de  todas maneras  fuera  acomodador  en  la  boda?

-Bueno,  entonces-  contestó  con  verdadera  preocupación-  tribulaciones  caerán  sobre  tu cabeza.

Vaya,  era  abrumador.  Dios  no  se  andaba  por  las  ramas.  Aquí  no  había  posibilidad  de propasarse  un  poco.

Bueno,  yo  si  me  propasé.  Ojala  pudiera  informar  que  base  mi  protesta  en  argumentos  morales más  elevados,  pero  la  verdad  es  que  no  soportaba  la  idea  de  no  usar  mi  saco  deportivo  color blanco  (¡con  un  clavel  rosa,  como  en  las  canciones  de  Pat  Boone!).  Decidí  no  contarle  a  nadie lo  que  me  había  dicho  la  monja,  y  asistí  a  la  boda  para  desempeñar  la  función  de  acomodador. ¡Vaya  que  estaba  asustado!  Quizá  crean  que  exagero,  pero  todo  el  día  esperé  que  Dios  me lanzara  un  rayo  mortal.  Incluso,  durante  la  ceremonia  permanecí  alerta  para  detectar  las mentiras  luteranas  sobre  las  que  me  habían  advertido,  pero  todas  las  palabras  pronunciadas por  el  ministro  fueron  cálidas,  maravillosas,  y  provocaron  el  llanto  de  todos  los  presentes. Hacia  el  final  del  servicio,  yo  estaba  empapado  hasta  los  huesos.

Esa  noche  supliqué  a  Dios  de  rodillas  que  perdonara  mi  transgresión.  Pronuncié  el  Acto  de Constricción  más  perfecto  que  jamás  hayan  escuchado.  (Oh,  Dios  mío,  estoy  profundamente arrepentido  por  haberte  ofendido…)  Permanecí  acostado  en  mi  cama  por  horas,  con  temor  a dormir,  repitiendo  una  y  otra  vez:  y  si  Unme  muero  antes  de  despertar,  le  pido  al  Señor  mi  alma llevar…

Les  he  contado  esta  historia  de  mi  infancia  –y  podía  agregar  muchas  más-  por  una  razón. Quiero  que  les  quede  claro  cuán  real  era  mi  temor  a  Dios.  Porque  mi  historia  no  es  única.

Y,  como  ya  he  explicado,  no  sólo  los  católicos  romanos  viven  en  constante  estado  de  temor  a Dios.  Nada  más  alejado  de  la  verdad,  la  mitad  de  la  población  del  mundo  cree  que  Dios  se “vengará  de  ellos”,  si  no  son  buenos.  Los  fundamentalistas  de  muchas  religiones  implantan  el temor  en  el  corazón  de  sus  seguidores:  no  pueden  hacer  esto,  no  hagas  aquello.  Deja  de hacerlo  o  Dios  te  va  a  castigar.  Y  no  me  estoy  refiriendo  a  prohibiciones  grandes,  como  no matarás.  Estoy  hablando  de  un  Dios  que  se  molesta  porque  comes  carne  en  viernes  (aunque aparentemente,  ya  ha  cambiado  de  parecer  al  respecto),  o  cerdo  cualquier  día  de  la  semana,  o porque  te  has  divorciado.  Este  es  un  Dios  al  que  la  mujer  enfadará  por  no  cubrir  su  rostro  con un  velo;  por  no  visitar  la  Meca  durante  tu  vida;  por  no  detener  todas  tus  actividades, desenrollar  u  alfombra  y  postrarte  cinco  veces  al  día;  por  no  contraer  matrimonio  en  el templo;  por  no  ir  a  confesión  o  asistir  a  la  iglesia  cada  domingo,  lo  que  sea.

Debemos  tener  cuidado  con  Dios.  El  único  problema  es  que  es  difícil  saber  las  reglas,  porque hay  tantas.  Y  lo  más  difícil  es  que  las  de  todas  las  personas  son  correctas.  O  cuando  menos  eso aseguran.  Sin  embargo,  no  todas  pueden  ser  correctas.  De  modo  que,  ¿cómo  escoger?,  ¿cómo saber?  Es  una  pregunta  inquietante,  y  bastante  importante,  si  se  considera  el  margen aparentemente  pequeño  de  error  que  él  nos  concede.

De  repente  surge  un  libro  llamado  Mi  amistad  con  Dios.  ¿Qué  podrá  significar  esto?  ¿Cómo puede  ser?  ¿Será  posible  que  Dios  no  sea  el  santo  justiciero  después  de  todo?  ¿O  tal  vez  que los  bebés  que  no  fueron  bautizados  realmente  sí  van  al  cielo?  ¿Será  que  usar  un  velo  o inclinarse  hacia  el  este,  permanecer  célibe  o  abstenerse  de  comer  cerdo  son  situaciones  que no  tienen  que  ver  con  nada?  ¿Quizás  sea  que  Alá  nos  ama  sin  condición?  ¿O  que  Jehová  nos elegirá  a  todos  para  que  estemos  con  Él  cuando  se  aproximen  los  días  de  gloria? Pero  fundamentalmente  y  de  mayor  transcendencia,  ¿es  factible  que  no  debiéramos  referirnos  a  Dios  como  “Él”,  después  de  todo?  ¿Dios  será  mujer?  O,  aún  más  increíble,  ¿no  tenga género? Para  una  persona  educada  como  yo  inclusive  tener  tales  pensamientos  se  considera  un pecado.  Sin  embargo,  debemos  pensar  en  esto.  Debemos  desafiarlo.  Nuestra  fe  ciega  nos  ha conducido  hacia  un  callejón  sin  salida.

La  raza  humana  no  ha  progresado  mucho  durante  los últimos  dos  mil  años  en  términos  de  evolución  espiritual.  Hemos  escuchado  a  maestro  tras maestro,  lección  tras  lección,  y  aún  exhibimos  las  mismas  conductas  que  le  han  causado miseria  a  nuestra  especie  desde  el  comienzo  de  los  tiempos. Aún  asesinamos  a  nuestro  género;  dirigimos  nuestro  mundo  por  medio  de  la  fuerza  y  la avaricia;  reprimimos  sexualmente  a  nuestra  sociedad;  maltratamos  y  damos  una  educación deficiente  a  nuestros  niños,  además  de  ignorar  el  sufrimiento,  y  de  hecho,  crearlo  es  peor.

Han  transcurrido  dos  mil  años  desde  el  nacimiento  de  Cristo,  dos  mil  quinientos  años  desde  los tiempos  de  Buda  y  más  desde  que  apareció  Confucio  o  la  sabiduría  del  Tao,  y  aún  no  hemos dilucidados  las  respuestas  a  las  preguntas  principales.  ¿Habrá  alguna  vez  una  forma  de convertir  las  respuestas  que  ya  hemos  recibido  en  algo  digno  de  usar,  algo  que  funcione  en nuestras  vidas  cotidianas. Creo  que  sí  la  hay.  Y  me  siento  bastante  seguro al  respecto,  porque  es  algo  que  he  discutido bastante  en  mis  conversaciones  con  Dios.

Las  preguntas  que  me  han  formulado  con  más  frecuencia  son:  “¿cómo  sabes  que  realmente has  hablado  con  Dios?,  ¿cómo  sabes  que  no  es  tu  imaginación?,  ¿o  peor  aún:  el  diablo tratando  de  engañarte?”

La  segunda  pregunta  que  más  me  formulan  es:  ¿por  qué  tú?,  ¿por  qué  Dios  te  eligió  a  ti?

Y  la  tercera:  “desde  que  esto  ocurrió,  ¿cómo  ha  cambiado  tu  vida?,  ¿cómo  han  cambiado  las cosas?”

~Película PK, una parodia al negocio del temor que promueven todas las religiones inconscientes:

El otro dia vi con mi pareja, una película sublime que explica muy bien lo que son las religiones en este planeta.
La historia de la película es que un alienbuen visita nuestro planeta, y acaba viviendo en la India, en una zona muy religiosa en la que se practican varias religiones. El alien en búsqueda del Dios enes la Tierra, acaba comprendiendo que los humanos habían inventado un Dios ficticio para fomentar un negocio basado en el miedo, y el acaba comprendiendo el verdadero significado de la palabra Dios.

Os dejo la película completa, que la disfrutéis y reflexioneis sobre vuestro temor a Dios y de donde os viene:


~El soñador del sueño UCDM:




*Invitación a los grupos de estudio vía whats app:
1. El soñador del sueño sin debates, sólo estudio: 
Abre este enlace para unirte a mi grupo de WhatsApp: https://chat.whatsapp.com/83zaq4pbdGeGTK0rxRrHas

2. El soñador del sueño con debate, grupo de conciencia muy activo:
Abre este enlace para unirte a mi grupo de WhatsApp: https://chat.whatsapp.com/5k8QPipgaxp9undZHZAWyd


*Blog holistico donde colgaremos las lecciones diarias con el vídeo: