sábado, 31 de agosto de 2019

T30. VIII. La realidad inmutable


*T30. VIII. La realidad inmutable*

1. Las  apariencias  engañan,  pero pueden  cambiar. La  realidad, en  cambio,  es  inmutable.  No engaña en  absoluto, y si  tú no puedes  ver más  allá  de  las  apariencias, te  estás  dejando  engañar. Pues  todo lo que  ves  cambiará;  sin embargo, antes  pensabas  que  era  real, y ahora  crees  que  es  real  nuevamente. De  este  modo, la  realidad se  ve  reducida  a  formas  y se  la  considera  susceptible  de  cambiar. La realidad,  no obstante,  es  inmutable. Esto  es  lo que  hace  que  sea  real  y lo que  la  distingue  de  todas las  apariencias.  Tiene  que  estar  más  allá  de  toda  forma  para  poder ser ella  misma. No puede cambiar. 

2. El  milagro es  un medio para  demostrar que  todas  las  apariencias  pueden cambiar  precisamente porque  son apariencias  y porque  carecen del  atributo de  inmutabilidad  que  la  realidad entraña. El milagro  da  fe  de  que  te  puedes  salvar  de  las  apariencias  al  demostrar que  éstas  pueden cambiar.  En tu  hermano reside  una  inmutabilidad  que  está  más  allá  de  cualquier  apariencia  o engaño.  Mas  se  ve nublada  por tus  cambiantes  ideas  acerca  de  él, que  tú percibes  como su realidad. Lo  que  constituiría un sueño feliz  con  respecto a  él  adopta  la  forma  de  una  apariencia  en la  que  él  goza  de  perfecta salud,  se  encuentra  completamente  inmune  a  cualquier clase  de  carencia  y está  perfectamente  a salvo  de  cualquier clase  de  desastre.  El  milagro  es  la  prueba  de  que  él  no está  limitado por ninguna clase  de  pérdida  o sufrimiento, ya  que  todo ello puede  cambiar tan  fácilmente.  Esto demuestra  que nunca  fueron reales  y que  no pudieron  haber surgido  de  su realidad. Pues  ésta  es  inmutable, y no hay  nada  en el  Cielo  o en la  tierra  que  pueda  jamás  alterar  sus  efectos. Es  evidente, en  cambio,  que las  apariencias  son irreales  precisamente  porque  pueden  cambiar. 

3. ¿Qué  es  la  tentación,  sino el  deseo de  hacer que  las  ilusiones  sean  reales?  No parece  ser el  deseo de  hacer que  lo que  es  real  no lo sea. Sin embargo, es  una  afirmación  de  que  algunas  clases  de ídolos  ejercen  una  poderosa  atracción que  los  hace  más  difíciles  de  resistir  que  aquellos  que  tú preferirías  que  no fuesen reales.  Toda  tentación, por lo  tanto, no es  más  que  esto:  una  plegaria  para que  el  milagro no ejerza  influencia  sobre  algunos  sueños, y para  que, en vez  de  ello,  mantenga  su irrealidad oculta  y les  otorgue  realidad. El  Cielo  no responde  a  tal  oración,  ni  tampoco se  te  puede conceder un milagro para sanar las apariencias que no te gustan. Has establecido límites. Lo que pides se te concede, pero no por el Dios que no conoce límites. Sólo tú te has limitado a ti mismo. 

4. La realidad es inmutable. Los milagros no hacen sino mostrar que lo que tú has interpuesto entre la realidad y tu conciencia es ilusorio y que no es en modo alguno una interferencia. El costo de la creencia de que algunas apariencias están más allá de cualquier esperanza de cambio es que el milagro no se obra a través de ti de manera consistente. Pues has pedido que no tenga el poder de sanar todos los sueños. No hay milagro que no se te pueda conceder si realmente deseas la curación. Pero no se te puede conceder ninguno a menos que la desees. Si eliges lo que quieres sanar, habrás coartado la libertad de concederle Sus dones al Hijo de Dios a Aquel que otorga todos los milagros. Cuando el Hijo de Dios cae en la tentación, niega la realidad. Y de este modo, se convierte voluntariamente en esclavo de lo que eligió a cambio. 

5. Precisamente porque la realidad es inmutable, existe en ella un milagro que sana todas las cosas cambiantes y te las ofrece para que las veas en una forma que te brinda felicidad y que está libre de temor. Se te concederá poder ver a tu hermano de esta manera. Pero no mientras quieras que sea de otra manera con respecto a ciertas cosas. Pues eso sólo significaría que no lo quieres ver curado e íntegro. El Cristo en él es perfecto. ¿Es esto lo que quieres contemplar? No dejes entonces que haya sueños acerca de él que tú prefieras ver en lugar del Cristo en él. Y verás al Cristo en él porque permitiste que Él viniera a ti. Y cuando Él se te haya aparecido, tendrás la certeza de que eres como Él, pues Él es lo inmutable en tu hermano y en ti. 

6. Eso es lo que contemplarás cuando decidas que no hay ninguna apariencia que prefieras conservar en lugar de lo que tu hermano realmente es. No dejes que la tentación de preferir un sueño permita que la incertidumbre se presente ahí. No te sientas culpable y temeroso cuando un sueño acerca de lo que él es te tiente. Pero no le atribuyas a ese sueño el poder de reemplazar lo inmutable en tu hermano en la percepción que tienes de él. No hay falsa apariencia que no desaparezca, si en lugar de ella pides un milagro. No hay dolor del que él no se pueda liberar, sólo con que desees que él sea lo que no puede sino ser. ¿Por qué habrías de temer ver a Cristo en él? Pues en todo lo que ves no haces sino contemplarte a ti mismo. Y conforme él sane, tú te liberarás de la culpabilidad, pues lo que él aparenta ser es la imagen que tú tienes de ti mismo. 

T30. VII. La nueva interpretación


*T30. VII. La nueva interpretación*

1. ¿Cómo  iba  a  haber dejado Dios  que  el  significado  del  mundo  estuviese  sujeto  a  tu  interpretación? Si  hubiese  hecho eso, el  mundo no tendría  significado.  Pues  es  imposible  que  el  significado de  algo cambie  constantemente  y que, aun así,  sea  verdad. El  Espíritu Santo ve  en el  mundo  un solo propósito,  el  cual  es  eternamente  inmutable. Ninguna  situación puede  alterar este  objetivo, sino que tiene  que  estar de  acuerdo con él. Pues  sólo  si  el  objetivo  del  mundo pudiese  cambiar con  cada situación, podría  cada  una  de  ellas  estar  sujeta  a  diferentes  interpretaciones  cada  vez  que  se  pensase en  ellas.  Tú añades  nuevos  elementos  al  guión que  escribes  para  cada  minuto del  día, y así, todo  lo que  sucede  ahora  tiene  otro significado. Elimina  algún  elemento, y el  significado cambiará consecuentemente. 

2. ¿Qué  reflejan  tus  guiones, sino tus  planes  acerca  de  cómo  debería  transcurrir  el  día?  Y  así, determinas  lo que  es  un desastre  o un triunfo, un avance  o un retroceso, una  ganancia  o una  pérdida. Estos  juicios  se  hacen  en conformidad con  los  papeles  que  el  guión asigna.  El  hecho de  que  de  por sí  no signifiquen nada  queda  demostrado por la  facilidad con  que  estas  designaciones  cambian a  la luz  de  otros  juicios  que  se  hacen  acerca  de  diferentes  aspectos  de  la  experiencia.  Y  luego,  visto en retrospectiva,  crees  ver  otro significado en conexión con lo  que  ocurrió  previamente.  ¿Qué  has hecho  realmente,  sino demostrar  que  nada  de  ello  tenía  significado  alguno?  Mas  tú  le  atribuías significado a  la  luz  de  objetivos  cambiantes, que  alteraban  el  significado a  medida  que  dichos objetivos  cambiaban. 

3. Solamente  un propósito firme  puede  otorgarle  a  cualquier acontecimiento un significado estable. Pero tiene  que  otorgarles  a  todos  ellos  el  mismo significado.  Si  a  cada  acontecimiento  se  le  otorga un significado diferente,  ello  quiere  decir que  cada  uno de  ellos  tiene  un propósito  diferente.  Y  ése sería  todo el  significado  que  tendrían. ¿Qué  clase  de  significado  sería  ése?  ¿Cómo puede  ser que  el significado de  "significado"  sea  confusión?  La  percepción no puede  estar fluctuando constantemente  y al  mismo  tiempo tener  un significado estable  en alguna  parte. El  miedo  es  un juicio  que  nunca  está  justificado. Su presencia  no significa  nada,  excepto  que  sirve  para  mostrarte que  escribiste  un guión tenebroso y que,  como resultado de  ello, tienes  miedo. Pero no porque  la cosa  que  temes  tenga  de  por sí  un significado  temible. 

4.  Abrigar  un propósito común  es  el  único  medio  por el  que  la  percepción  puede  estabilizarse, y por el  que  se  le  puede  dar una  sola  interpretación al  mundo y a  todas  las  experiencias  que  se  tienen  en él.  En ese  propósito  común, todo  el  mundo  y todas  las  cosas  que  ves  comparten el  mismo  juicio. Ahora  no tienes  por qué  juzgar, pues  has  aprendido  que  a  todo  se  le  ha  dado el  mismo significado, y te  alegras  de  poder verlo  por todas  partes. Dicho  significado  no puede  cambiar  porque  tu deseo  es percibirlo  en todas  partes, inalterado  por las  circunstancias. Por lo tanto, se  lo  otorgas  a  todos  los acontecimientos  y dejas  que  ellos  te  ofrezcan  estabilidad  a  ti. 

5. Librarte  de  juzgar  radica  simplemente  en esto:  todas  las  cosas  tienen el  mismo  propósito,  el  cual tú  compartes  con todo el  mundo.  Y  no hay nada  en el  mundo  que  pueda  oponerse  a  ese  propósito, pues  es  el  propósito de  todas  las  cosas  y también el  tuyo.  Tener un mismo  propósito pone  fin  a  todas las  ideas  de  sacrificio,  las  cuales  no pueden sino atribuir un propósito  para  el  que  gana  y otro para  el que  pierde. Sin esta  idea  no podría  haber  pensamientos  de  sacrificio.  Y  es  esta  idea  de  que  puede haber  diferentes  objetivos  lo que  hace  que  la  percepción oscile  y el  significado  cambie. Con un objetivo  unificado  esto se  vuelve  imposible,  pues  tu conformidad hace  que  la  interpretación sea estable y duradera. 

6. ¿Cómo se iba a poder entablar la comunicación mientras los símbolos que se usan tengan diferentes significados? El objetivo del Espíritu Santo ofrece una sola interpretación, la cual tiene significado para ti y para tu hermano. Y así, te puedes comunicar con él y él contigo. Cuando se usan símbolos que ambos podéis comprender se deja de sacrificar el significado. Todo sacrificio supone la pérdida de tu capacidad de ver la conexión que hay entre todos los acontecimientos. Pues si se observan por separado no tienen ningún significado, ya que les falta la luz bajo la cual se pueden ver y comprender. Y así, carecen de propósito y no se puede entender cuál es su finalidad. Ningún pensamiento de pérdida significa nada, pues nadie está de acuerdo contigo con respecto a su significado. Es parte de un guión disparatado, que no puede ser interpretado de manera que tenga sentido. Siempre será ininteligible. Esto no es comunicación. Tus sombríos sueños no son más que los absurdos guiones que escribes por tu cuenta mientras duermes. No trates de encontrar significado en sueños de separación. Sólo los sueños de perdón se pueden compartir, pues significan lo mismo para ti que para tu hermano. 

7. No hagas interpretaciones desde una perspectiva de soledad, pues lo que veas no tendrá ningún significado, y lo que representa cambiará. Y tú creerás que el mundo es un lugar incierto, por el que caminas en peligro, lleno de incertidumbre. Son únicamente tus interpretaciones las que carecen de estabilidad, pues no están en armonía con lo que realmente eres. Es éste un estado tan peligroso en apariencia, que es imposible que no surja el temor. Hermano mío, no sigas por ese camino. Tenemos un solo Intérprete. Y a través del uso que Él hace de los símbolos nos unimos, y así, todos ellos tienen el mismo significado para todos nosotros. Nuestro idioma común nos permite hablar con todos nuestros hermanos, y entender con ellos que el perdón se nos ha otorgado a todos, y que, por lo tanto, podemos comunicarnos nuevamente. 

T30. VI. La justificación del perdón


*T30. VI. La justificación del perdón*

1. La  ira  nunca  está  justificada. El  ataque  no tiene  fundamento. Con esto  comienza  uno a  escapar del  miedo,  y con esto también  es  como lo  logrará. Con esto  se  intercambian  los  sueños  de  terror por el  mundo real. Pues  el  perdón  descansa  sobre  esto, lo cual  es  tan  sólo  natural.  No se  te  pide  que concedas  perdón allí  donde  se  debería  responder con ataque  y donde  el  ataque  estaría  justificado. Pues  eso querría  decir  que  perdonas  un pecado  pasando por alto  lo que  realmente  se  encuentra  ahí. Eso no es  perdón, ya  que  supondría  que, al  reaccionar  de  una  manera  que  no está  justificada,  tu perdón  se  ha  convertido  en la  respuesta  al  ataque  que  se  ha  perpetrado.  Y  así, el  perdón no habría sido apropiado, al  haberse  concedido donde  no era  debido.

2. El  perdón está  siempre  justificado. Sus  cimientos  son sólidos.  Tú  no perdonas  lo imperdonable, ni  pasas  por alto un ataque  real  que  merece  castigo.  La  salvación no reside  en que  a  uno le  pidan responder de  una  manera  antinatural  que  no concuerda  con  lo que  es  real.  En lugar  de  ello, la salvación sólo te  pide  que  respondas  adecuadamente  a  lo  que  no es  real,  no percibiendo lo que  no ha ocurrido.  Si  el  perdón no estuviese  justificado, se  te  estaría  pidiendo  que  sacrificases  tus  derechos cuando  devuelves  perdón por ataque.  Mas  se  te  pide  simplemente  que  consideres  el  perdón como  la respuesta  natural  ante  cualquier aflicción  basada  en  un error que, por ende,  no es  más  que  una petición  de  ayuda.  El  perdón es  la  única  respuesta  cuerda,  pues  impide  que  tus  derechos  sean sacrificados.

3. Este  entendimiento es  el  único cambio  que  le  permite  al  mundo  real  alzarse  para  ocupar  el  lugar de  los  sueños  de  terror. El  miedo  no puede  surgir a  menos  que  se  justifique  el  ataque;  y si  éste tuviese  una  base  real, el  perdón no tendría  base  alguna. El  mundo real  se  alcanza  cuando percibes que  aquello  en lo que  el  perdón se  basa  es  completamente  real  y está  plenamente  justificado. Mientras  creas  que  el  perdón es  un regalo inmerecido,  ello  no podrá  sino reforzar  la  culpabilidad que  quieres  "perdonar".  El  perdón que  no está  justificado  es  un ataque.  Y  eso es  todo  lo que  el mundo puede jamás ofrecer. Puede que algunas veces perdone a los "pecadores", pero sigue siendo consciente de que han pecado. De modo que no se merecen el perdón que les concede. 

4. Éste es el falso perdón del que el mundo se vale para mantener viva la sensación de pecado. Y puesto que se considera que Dios es justo, parece imposible que Su perdón pueda ser verdadero. De este modo, el temor a Dios es el resultado inevitable de considerar que el perdón es algo inmerecido. Nadie que se considere a sí mismo culpable puede evitar sentir temor de Dios. Pero se salva de este dilema si perdona. La mente tiene que considerar al Creador tal como se considera a sí misma. Si puedes darte cuenta de que tu hermano es digno de perdón, es que has aprendido que tú tienes el mismo derecho a ser perdonado que él. Y no pensarías que Dios tiene destinado para ti un juicio temible que tu hermano no se merece. Pues la verdad es que tú no mereces ni más ni menos que él. 

5. Todo perdón que se considera merecido sana, pues le otorga al milagro la fuerza para pasar por alto las ilusiones. Así es como aprendes que tú también tienes que haber sido perdonado. No hay ninguna apariencia que no pueda pasarse por alto. Pues si la hubiera, sería necesario que primero hubiese algún pecado que estuviese más allá del alcance del perdón. Tendría que haber algún error que fuese más que una simple equivocación, un tipo especial de error que fuese inmutable y eterno, y que estuviese más allá de cualquier posibilidad de corrección o escape. Tendría que haber un error capaz de deshacer la creación, y de construir un mundo que pudiese reemplazarla y destruir la Voluntad de Dios. Sólo si esto fuese posible podría haber algunas apariencias capaces de ser inmunes al milagro y de no ser sanadas por él. 

6. No hay prueba más contundente de que lo que deseas es la idolatría, que la creencia de que hay algunas clases de enfermedad y de desdicha que el perdón no puede sanar. Esto quiere decir que prefieres conservar algunos ídolos y que todavía no estás completamente listo para abandonarlos todos. Y así, piensas que algunas apariencias son reales y que no son apariencias en absoluto. No te dejes engañar con respecto al significado de la creencia fija según la cual algunas apariencias son más difíciles de pasar por alto que otras. Pues ello siempre significa que crees que el perdón tiene límites. Y te habrás fijado una meta en la que el perdón es parcial y en la que puedes liberarte de la culpabilidad sólo en parte. ¿Qué otra cosa puede significar esto sino que el perdón que te concedes a ti mismo, así como a todos los que parecen estar separados de ti es falso? 

7. Tiene que ser verdad que o bien el milagro cura toda clase de enfermedad o bien no cura en absoluto. Su propósito no puede ser juzgar qué formas son reales y qué apariencias verdaderas. Si se tuviese que excluir una sola apariencia de la curación, habría una ilusión que formaría parte de la verdad. Y no podrías escaparte totalmente de la culpabilidad, sino sólo en parte. Tienes que perdonar al Hijo de Dios completamente, pues, de lo contrario, conservarás una imagen de ti mismo fragmentada, y seguirás temiendo mirar en tu interior y encontrar allí tu liberación de todos los ídolos. La salvación descansa en la fe de que es imposible que haya algunas clases de culpabilidad que tú no puedas perdonar. Por lo tanto, no hay ninguna apariencia que hubiese podido ocupar el lugar de la verdad con respecto al Hijo de Dios. 

8. Contempla a tu hermano con el deseo de verlo tal como es. Y no excluyas ninguna parte de él de tu deseo de que se cure. Curar es hacer íntegro. Y a lo que es íntegro no le pueden faltar partes que se hayan dejado afuera. El perdón consiste en reconocer esto, y en alegrarnos de que no haya ninguna forma de enfermedad que el milagro no tenga el poder de curar. 

9. El Hijo de Dios es perfecto, ya que de otro modo no podría ser el Hijo de Dios. Y no lo podrás conocer mientras creas que no merece librarse de todas las consecuencias y manifestaciones de la culpabilidad. De la única forma que debes pensar acerca de él si quieres conocer la verdad acerca de ti mismo es así: Te doy las gracias, Padre, por Tu perfecto Hijo, pues en su gloria veré la mía propia. He aquí la jubilosa afirmación de que no hay ninguna forma de mal que pueda prevalecer sobre la Voluntad de Dios, el feliz reconocimiento de que la culpabilidad no ha triunfado porque tú hayas deseado que las ilusiones sean reales. ¿Y qué es esto sino una simple afirmación de la verdad? 

T30. V. El único propósito

 

*T30. V. El único propósito*

1. El  mundo real  es  el  estado mental  en el  que  el  único  propósito del  mundo es  perdonar.  El  miedo ha  dejado de  ser el  objetivo, pues  escapar  de  la  culpabilidad  se  ha  convertido ahora  en la  meta.  Se reconoce  el  valor del  perdón, que  pasa  a  ocupar el  lugar  de  los  ídolos, los  cuales  dejan  de perseguirse  porque  ya  no se  les  atribuye  ningún valor a  sus  "regalos".  No se  establecen  reglas fútiles, ni  se  le  exige  a  nada  ni  a  nadie  que  cambie  y se  amolde  al  sueño de  miedo. Por el  contrario, hay  un deseo  de  querer comprender  todas  las  cosas  creadas  tal  como realmente  son.  Y  se  reconoce que todas las cosas tienen que ser primero perdonadas, y luego comprendidas. 

2. En este mundo se piensa que el entendimiento se consigue mediante el ataque. En el mundo real es evidente que atacando es como se pierde, y se reconoce claramente la insensatez de tener como objetivo a la culpabilidad. En dicho mundo no se desean los ídolos, pues se entiende que la culpabilidad es la única causa de cualquier dolor. Nadie sucumbe ante su vana atracción, pues el sufrimiento y la muerte se han percibido como cosas que ya no se desean y por las cuales no vale la pena esforzarse. Se ha vislumbrado la posibilidad de liberación y se le ha dado la bienvenida, y ahora por fin se comprenden los medios por los que puede alcanzarse. El mundo se convierte en un lugar de esperanza porque su único propósito es ser un lugar donde la esperanza de ser feliz pueda ser colmada. Y nadie está excluido de esta esperanza porque todos se han unido en la creencia de que el propósito del mundo es uno que todos tienen que compartir, si es que dicha esperanza ha de ser algo más que un simple sueño. 

3. Aún no se recuerda el Cielo totalmente, pues el propósito del perdón todavía necesita alcanzarse. Sin embargo, todo el mundo está seguro de que irá más allá del perdón y de que sólo seguirá aquí hasta que éste se perfeccione en él. Ése es su único deseo. Todo temor ha desaparecido porque él está unido a sí mismo en su propósito. Su esperanza de felicidad es tan segura y constante que apenas puede seguir esperando aquí por más tiempo con sus pies aún tocando la tierra. Aun así, se siente feliz de poder esperar hasta que todas las manos se hayan unido y todos los corazones estén listos para elevarse e ir con él. Pues así es como se prepara para dar el paso con el que se transciende el perdón. 

4. El paso final lo da Dios porque únicamente Él pudo crear un Hijo perfecto y compartir Su Paternidad con él. Nadie que no se encuentre en el Cielo puede entender esto, pues entenderlo es en sí el Cielo. Incluso el mundo real tiene un propósito que se encuentra por debajo de la creación y de la eternidad. Pero el miedo ha desaparecido de él porque su propósito es el perdón, no la idolatría. Y así, el Hijo del Cielo está listo para ser quien es, y para recordar que el Hijo de Dios sabe todo lo que su Padre entiende y que lo entiende perfectamente junto con Él. 

5. El mundo real ni siquiera se aproxima a eso, pues ése es el propósito de Dios, y sólo de Dios, si bien se comparte totalmente y se logra perfectamente. El mundo real es un estado en el que la mente ha aprendido cuán fácilmente desaparecen los ídolos, que, aunque todavía se perciben, ya no se desean más. ¡Cuán fácilmente los puede abandonar la mente que ha comprendido que no son nada, que no están en ninguna parte y que no tienen ningún propósito! Pues sólo entonces se puede entender que el pecado y la culpabilidad no tienen propósito alguno y que no significan nada. 

6. De esta manera es como el propósito del mundo real se lleva dulcemente hasta tu conciencia para que reemplace al objetivo de pecado y culpabilidad. Y el perdón purifica felizmente todo lo que se interponía entre tu imagen de ti mismo y lo que realmente eres. Sin embargo, Dios no necesita crear a Su Hijo nuevamente para que a éste se le restituya lo que es suyo. Jamás existió brecha alguna entre tu hermano y tú. Y el Hijo de Dios volverá a saber lo que supo cuando fue creado. 

7. Cuando dos o más hermanos comparten un mismo propósito en el mundo del miedo, se encuentran ya en el umbral del mundo real. Puede que aún miren atrás y piensen que ven un ídolo que desean. Mas su trayectoria ha sido ya firmemente fijada en dirección contraria a la de los ídolos: hacia la realidad. Pues cuando se dieron la mano, fue la mano de Cristo la que tomaron, y contemplarán a Aquel de cuya mano van asidos. La faz de Cristo se ve antes de que el Padre se pueda recordar, pues Éste permanece en el olvido hasta que Su Hijo haya llegado más allá del perdón hasta el Amor de Dios. El Amor de Cristo, no obstante, se acepta primero. Y entonces aflora el conocimiento de que Ambos son uno. 

8. ¡Cuán fácil y ligero es el paso que te saca de los estrechos confines del mundo del miedo una vez que has reconocido de Quién es la mano de la que vas asido! Tienes a mano todo lo necesario para poder alejarte del miedo para siempre con perfecta certeza, y para seguir adelante y llegar cuanto antes a las puertas del Cielo. Pues Aquel de Cuya mano vas asido sólo estaba esperando a que te unieses a Él. Y ahora que has venido, ¿se demoraría Él en mostrarte el camino que debe recorrer contigo? Su bendición descansa sobre ti tan indudablemente como el Amor de Dios descansa sobre Él. Su gratitud hacia ti sobrepasa tu entendimiento, pues tú le has permitido liberarse de sus cadenas para que juntos os dirijáis a la morada de Su Padre. 

9. Un viejo odio está desapareciendo del mundo. Y con él va desapareciendo también todo miedo y rencor. No vuelvas la vista atrás, pues lo que te espera más adelante es lo que siempre anhelaste en tu corazón. ¡Renuncia al mundo! Pero no con una actitud de sacrificio, pues nunca lo deseaste. ¿Qué felicidad que jamás buscaste en él no te ocasionó dolor? ¿Qué momento de satisfacción no se compró con monedas de sufrimiento y a un precio exorbitante? La dicha no cuesta nada. Es tu sagrado derecho, pues por lo que pagas no es felicidad. ¡Que la honestidad te acelere en tu camino, y que al contemplar en retrospectiva las experiencias que has tenido aquí no te dejes engañar! Por todas ellas hubo que pagar un precio exorbitante y sufrir penosas consecuencias. 

10. No mires atrás excepto con honestidad. Y cuando un ídolo te tiente, piensa en lo siguiente: Jamás te dio un ídolo cosa alguna, excepto el "regalo" de la culpabilidad. Cada uno de ellos se compró con la moneda del dolor, y nunca fuiste tú solo quien pagó por él. Sé, pues, misericordioso con tu hermano. Y no aceptes nunca un ídolo irreflexivamente, ni te olvides de que tu hermano pagará el costo al igual que tú. Pues se demorará cada vez que tú vuelvas la vista atrás y no percibas de Quién es la amorosa mano de la que vas asido. Mira, pues, sólo hacia adelante; y camina lleno de confianza con el corazón latiendo felizmente con esperanza y no palpitando con temor. 

11. La Voluntad de Dios reside para siempre en aquellos cuyas manos están unidas. Hasta que se unieron, pensaban que Él era su enemigo. Mas cuando se unieron y compartieron un mismo propósito, les fue posible entender que su voluntad es una. Y así, la Voluntad de Dios no puede sino llegar hasta sus conciencias. Y no van a poder seguir olvidándose por mucho más tiempo de que no es sino la suya propia. 

T30. IV. La verdad que yace tras las ilusiones


*T30. IV. La verdad que yace tras las  ilusiones*

1.  Atacarás  lo  que  no te  satisfaga, y así, no te  darás  cuenta  de  que  fuiste  tú  mismo quien  lo inventó. Tu batalla  es  siempre  con las  ilusiones. Pues  la  verdad  que  yace  tras  ellas  es  tan hermosa  y tan serena  en su amorosa  dulzura,  que  si  fueses  consciente  de  ella  te  olvidarías  por completo de  tus defensas  y te  apresurarías  a  echarte  en sus  brazos. La  verdad jamás  puede  ser atacada.  Y  tú sabías esto  cuando inventaste  los  ídolos. Los  concebiste  precisamente  para  olvidarte  de  este  hecho. Lo único  que  atacas  son las  ideas  falsas, nunca  las  verdaderas. Los  ídolos  son todas  las  ideas  que concebiste  para  llenar la  brecha  que  tú crees  se  formó entre  lo que  es  verdad  y tú.  Y  las  atacas  por lo que  crees  que  ellas  representan. Pero lo que  yace  tras  ellas  no puede  ser atacado. 

2. Los  dioses  que  inventaste  -opresores  e  incapaces  de  satisfacerte- son como juguetes  infantiles descomunales. Un niño se  asusta  cuando  una  cabeza  de  madera  salta  de  una  caja  de  resorte  al  ésta abrirse  repentinamente, o cuando  un oso de  felpa,  suave  y silencioso,  emite  sonidos  al  él  apretarlo. Las  reglas  que  él  había  establecido para  las  cajas  de  resorte  y para  los  osos  de  felpa  le  han fallado  y le  han hecho  perder el  "control"  de  lo que  le  rodea.  Ahora  tiene  miedo,  pues  pensó que  las  reglas  lo protegían.  Ahora  tiene  que  aprender  que  las  cajas  y los  osos  no lo  engañaron,  ni  violaron  ninguna regla, y que  lo  ocurrido no quiere  decir  que  su mundo se  haya  vuelto  caótico  y peligroso.  Es  él quien  estaba  equivocado.  No comprendió  bien qué  era  lo que  lo  mantenía  a  salvo y pensó que  eso lo había  abandonado. 

3. La  inexistente  brecha  se  encuentra  repleta  de  juguetes  de  innumerables  formas. Cada  uno de  ellos parece  violar las  reglas  que  estableciste  para  él. Sin embargo,  ninguno de  ellos  fue  jamás  lo que  tú pensabas  que  era.  Y  así, no pueden  sino dar la  impresión de  que  violan  las  reglas  de  seguridad que estableciste, toda  vez  que  éstas  son falsas.  Mas  tú no estás  en peligro.  Puedes  reírte  de  los  muñecos que  saltan de  cajas  de  resorte  y de  los  juguetes  que  emiten  sonidos, de  la  misma  manera  en  que  lo hace  el  niño que  ya  ha  aprendido  que  no suponen  ningún peligro  para  él. Sin embargo,  mientras  le guste  jugar con ellos, seguirá  percibiéndolos  como si  respetaran las  reglas  que  él  estableció  para  su propio  deleite. Por lo tanto, todavía  habrá  reglas  que  dichos  juguetes  parecerán violar y como consecuencia  de  ello  él  se  asustará.  Mas  ¿está  él  realmente  a  merced de  sus  juguetes?  ¿Y  pueden éstos  realmente  suponer una  amenaza  para  él?

4. La realidad obedece las leyes de Dios y no las reglas que tú mismo estableces. Son Sus leyes las que garantizan tu seguridad. Las ilusiones que creas con respecto a ti no obedecen ninguna ley. Parecen danzar por un rato, al compás de las leyes que tú promulgaste para ellas. Mas luego se desploman para no levantarse más. No son más que juguetes, hijo mío, de modo que no lamentes su pérdida. Su danza jamás te brindó felicidad alguna, pero tampoco eran cosas que pudiesen asustarte o mantenerte a salvo si respetaban tus reglas. Las ilusiones no deben ni apreciarse ni atacarse, sino que simplemente se deben considerar como juguetes infantiles, sin ningún significado intrínseco. Ve significado en una sola de ellas, y lo verás en todas. No veas significado en ninguna, y no podrán afectarte en absoluto. 

5. Las apariencias engañan precisamente porque son apariencias y no la realidad. No les prestes atención sea cual sea la forma que adopten. Lo único que hacen es distorsionar la realidad y producir temor, debido a que ocultan la verdad. No ataques lo que tú mismo hiciste a fin de ser engañado, pues eso demostraría que has sido engañado. El ataque tiene el poder de hacer que las ilusiones parezcan reales. Mas en realidad no hace nada. ¿Quién podría tener miedo de un poder que no tiene efectos reales? ¿Qué podría ser dicho poder, sino una ilusión que hace que las cosas parezcan ser como él mismo? Observa calmadamente sus juguetes, y comprende que no son más que ídolos que no hacen sino danzar al compás de vanos deseos. No los veneres, pues no existen. Cuando atacas, no obstante, te olvidas de esto. El Hijo de Dios no necesita defenderse de sus sueños. Sus ídolos no suponen ninguna amenaza para él. El único error que comete es creer que son reales. Mas ¿hay algo que las ilusiones puedan lograr? 

6. Lo único que las apariencias pueden hacer es engañar a la mente que desea ser engañada. Mas tú puedes tomar una decisión muy simple que te situará por siempre más allá del engaño. No te preocupes por cómo se va a lograr esto, pues eso no es algo que puedas entender. Pero sí verás los grandes cambios que se producirán de inmediato, una vez que hayas tomado esta simple decisión: que no deseas lo que crees que un ídolo te puede dar. Pues así es como el Hijo de Dios declara que se ha liberado de todos ellos. Y, por lo tanto, es libre. 

7. ¡Qué paradójica es la salvación! ¿Qué otra cosa podría ser, sino un sueño feliz? Lo único que te pide es que perdones todas las cosas que nadie jamás hizo, que pases por alto lo que no existe y que no veas lo ilusorio como si fuese real. Se te pide únicamente que permitas que se haga tu voluntad y que dejes de buscar las cosas que ya no deseas. Y se te pide también que permitas que se te libere de los sueños de lo que nunca fuiste y desistas de tu empeño de querer substituir la Voluntad de Dios por la fuerza de los deseos vanos. 8. Llegado este punto, el sueño de separación empieza a desvanecerse y a desaparecer. Pues aquí la brecha inexistente comienza a percibirse libre de los juguetes de terror que tú inventaste. Esto es lo único que se te pide. Alégrate en verdad de que la salvación no pida mucho, sino de que pida tan poco. En realidad no pide nada. Y aun en las ilusiones sólo pide que el perdón sea el substituto del miedo. Ésa es la única regla para tener sueños felices. La brecha se vacía de todos los juguetes de temor, poniéndose así de manifiesto su irrealidad. Los sueños no sirven para nada, y el Hijo de Dios no tiene ninguna necesidad de ellos. No le ofrecen ni una sola cosa que él pudiera jamás desear. El Hijo de Dios se libera de las ilusiones por su propia voluntad y simplemente se le restaura a lo que él es. ¿Qué podría ser el plan de Dios para su salvación, sino un medio para darse a Sí Mismo Su Hijo? 

T30. III. Más allá de todo ídolo


*T30. III. Más allá de todo ídolo*

1. Los  ídolos  son algo  muy concreto. Mas  tu voluntad es  universal,  puesto que  es  ilimitada.  Y  así, no tiene  forma, ni  su contenido se  puede  expresar en función  de  la  forma. Los  ídolos  son límites. Representan la  creencia  de  que  hay ciertas  formas  que  pueden brindar  felicidad,  y de  que, limitando, se  consigue  todo. Es  como  si  dijeras:  "No tengo necesidad de  todo.  Lo único  que  quiero es  este trocito,  y para  mí  será  como si  fuese  todo".  Y  esto no puede  sino dejarte  insatisfecho  porque  tu voluntad es  que  todo  sea  tuyo. Decídete  en favor de  los  ídolos  y estarás  buscando perder. Decídete por la  verdad y todo  será  tuyo. 

2. No es  la  forma  en sí  lo  que  andas  buscando. ¿Qué  forma  puede  ser un substituto del  Amor de Dios  el  Padre?  ¿Qué  forma  puede  ocupar  el  lugar  de  todo  el  amor  que  reside  en  la  Divinidad de Dios  el  Hijo?  ¿Qué  ídolo  puede  dividir en  dos  lo  que  es  eternamente  uno?  ¿Y  se  podría  acaso limitar lo  que  es  ilimitado?  Tú no deseas  ningún  ídolo, pues  ésa  no es  tu  voluntad.  Ningún ídolo puede  concederte  el  regalo  que  buscas. Cuando decides  qué  forma  debe  tener lo que  quieres, dejas de  entender  su propósito.  Y  de  ese  modo, ves  tu voluntad en el  ídolo,  reduciéndola  así  a  una  forma concreta.  Mas  eso nunca  podrá  ser tu voluntad porque  lo  que  comparte  toda  la  creación  no puede contentarse con ideas triviales o con cosas insignificantes. 

3. Tras la búsqueda de todo ídolo yace el anhelo de compleción. Lo pleno no tiene forma porque es ilimitado. Buscar una persona o una cosa especial para añadir a lo que tú eres y así alcanzar tu compleción, sólo puede querer decir que crees que te falta algo que una forma puede proporcionarte. Y que al encontrarla, alcanzarás tu compleción en una forma que a ti te gusta. El propósito de todo ídolo es éste: que no mires más allá de él a la raíz de la creencia de que te falta algo. Esto sólo podría ser cierto si hubieses pecado. Pues el pecado es la idea de que te encuentras solo y aparte de lo que es pleno. Es necesario, por lo tanto, que la búsqueda de la plenitud se lleve a cabo más allá de los límites que tú mismo te has impuesto. 

4. No es nunca el ídolo lo que realmente quieres. Mas lo que crees que te ofrece, eso ciertamente lo quieres, y tienes derecho a pedirlo. Y es imposible que te sea negado. El que tu voluntad sea estar completo es la Voluntad de Dios, y por tal razón se te concede. Dios no sabe nada de formas. Él no te puede contestar utilizando términos que no tienen sentido. Y tu voluntad no se puede satisfacer con formas vacías, concebidas exclusivamente para llenar una brecha que no existe. No es esto lo que quieres. La creación no le da a ninguna persona ni a ninguna cosa separada el poder de completar al Hijo de Dios. ¿A qué ídolo se puede apelar para que le dé al Hijo de Dios lo que ya es suyo? 

5. Alcanzar la compleción es la función del Hijo de Dios. Sin embargo, no tiene necesidad de buscarla. Más allá de todo ídolo se alza su santa voluntad de ser únicamente lo que él es. Pues ser más que pleno no tiene sentido. Si se hubiese producido algún cambio en el Hijo de Dios, o si se le pudiese reducir a alguna forma y limitar a lo que no se encuentra en él, entonces no sería tal como Dios lo creó. ¿Qué necesidad tiene de ídolos para ser quien es? ¿Podría acaso desprenderse de alguna parte de sí mismo? Lo que no es pleno no puede otorgar plenitud. Mas lo que se pide sinceramente no puede ser negado. Tu voluntad se te concede. No en una forma que no habría de satisfacerte, sino en el Pensamiento pleno y completamente hermoso que Dios abriga de ti. 

6. Lo que Dios no conoce no existe. Y lo que Él conoce existe para siempre y es inmutable. Pues los pensamientos duran tanto como la mente que los pensó. Y la Mente de Dios no tiene fin, ni puede haber un instante en que Sus Pensamientos puedan estar ausentes o cambiar. Los pensamientos ni nacen ni mueren. Comparten los atributos de su creador, y no tienen una vida separada aparte de la de él. Tus pensamientos están en tu mente, tal como tú estás en la Mente que te concibió. Por lo tanto, no hay partes separadas en lo que existe dentro de la Mente de Dios. Su Mente es por siempre una, y está eternamente unida y en paz. 

7. Los pensamientos parecen ir y venir. Sin embargo, lo único que esto significa es que algunas veces eres consciente de ellos y otras no. Un pensamiento del que te has olvidado parece nacer de nuevo en ti cuando retorna a tu conciencia. Mas no murió cuando lo olvidaste. Siempre estuvo ahí, sin embargo, no eras consciente de él. El Pensamiento que Dios abriga de ti no se ha visto afectado en modo alguno por tu olvido. Siempre será exactamente como era antes de que te olvidaras de él, como seguirá siendo cuando lo recuerdes y como fue durante el lapso en que lo habías olvidado. 

8. Los Pensamientos de Dios están mucho más allá de cualquier posibilidad de cambio y su resplandor es eterno. No están esperando a nacer, sino a que se les dé la bienvenida y se les recuerde. El Pensamiento que Dios abriga de ti es como una estrella inmutable en un firmamento eterno. Se encuentra tan alto en el Cielo que aquellos que se encuentran fuera del Cielo no saben que está allí. No obstante, brillará por toda la eternidad sereno, puro y hermoso. En ningún momento ha dejado de estar allí, ni ha habido jamás un instante en que su luz se haya atenuado o haya perdido su perfección. 

9. El que conoce al Padre conoce esta luz, pues Él es el eterno firmamento que la mantiene a salvo, por siempre elevada y firmemente anclada. La perfecta pureza de esa luz no depende de si se ve en la tierra o no. El firmamento la envuelve y la mantiene dulcemente en su perfecto lugar, el cual está tan lejos de la tierra como la tierra lo está del Cielo. No es la distancia ni el tiempo lo que hace que esta estrella sea invisible desde la tierra. Mas aquellos que andan en pos de ídolos no pueden saber que la estrella está ahí. 

10. Más allá de todo ídolo se encuentra el Pensamiento que Dios abriga de ti. Este Pensamiento no se ve afectado en modo alguno por la confusión y el terror del mundo, por los sueños de nacimiento y muerte que aquí se tienen, ni por las innumerables formas que el miedo puede adoptar, sino que, sin perturbarse en lo más mínimo, sigue siendo tal como siempre fue. Rodeado de una calma tan absoluta que el estruendo de batallas ni siquiera llega hasta él, dicho Pensamiento descansa en la certeza y en perfecta paz. Tu única realidad se mantiene a salvo en él, completamente inconsciente del mundo que se postra ante ídolos y no conoce a Dios. El Pensamiento que Dios abriga de ti, completamente seguro de su inmutabilidad y de que descansa en su eterno hogar, nunca ha abandonado la Mente de su Creador, al que conoce tal como su Creador sabe que dicho Pensamiento se encuentra en Su Propia Mente. 

11. ¿Dónde podría existir el Pensamiento que Dios abriga de ti sino donde tú te encuentras? ¿Podría acaso tu realidad ser algo aparte de ti y encontrarse en un mundo que le es completamente desconocido? Fuera de ti no hay firmamento eterno, ni estrella inmutable, ni realidad alguna. La mente del Hijo del Cielo, en el Cielo está, pues ahí la Mente del Padre y la del Hijo se unieron en la creación, la cual no tiene fin. Tú no tienes dos realidades, sino una sola, y no puedes ser consciente más que de una. Tu realidad es o bien un ídolo, o bien el Pensamiento que Dios abriga de ti. No olvides, por lo tanto, que los ídolos tienen que mantener oculto lo que tú eres, no de la Mente de Dios, sino de la tuya. La estrella sigue brillando y el firmamento jamás ha cambiado. Mas tú, el santo Hijo de Dios, no eres consciente de tu realidad. 

T30. II. El libre albedrío


*T30. II. El libre albedrío*

1. ¿No te  das  cuenta  de  que  oponerte  al  Espíritu  Santo es  luchar  contra  ti  mismo?  Él  sólo te  dice  lo que  es  tu  voluntad;  Él  habla  por ti. En  Su Divinidad radica  la  tuya.  Y  del  único conocimiento de  que Él  goza  es  del  tuyo, que  ha  sido salvaguardado  para  ti  a  fin  de  que  puedas  hacer  tu voluntad a  través de Él. Dios te pide que hagas tu voluntad. Él se une a ti, pues no estableció Su Reino solo. Y el Cielo mismo, donde todo lo creado es para ti, no representa otra cosa que tu voluntad. Ni una sola chispa de vida fue creada sin tu grato consentimiento, tal como tú quisiste que fuese. Ni uno solo de los Pensamientos que Dios jamás haya tenido pudo haber nacido sin tu bendición. Dios no es tu enemigo. Él sólo quiere oírte llamarle "Amigo". 

2. ¡Qué maravilloso es hacer tu voluntad! Pues eso es libertad. A nada más debería llamársele por ese nombre. A menos que hagas tu voluntad no serás libre. ¿Y hubiese podido Dios dejar a Su Hijo sin lo que éste eligió para sí mismo? Lo único que Dios hizo al darte Su perfecta Respuesta fue asegurarse de que nunca perdieses tu voluntad. Escúchala ahora, para que te puedas acordar de Su Amor y conocer tu voluntad. Dios no podría haber permitido que Su Hijo fuese un prisionero de aquello que no desea. Él se une a tu voluntad de ser libre. Y oponerte a Él es decidir ir en contra de ti mismo y elegir estar encadenado. 

3. Contempla una vez más a tu enemigo, al que elegiste odiar en vez de amar. Pues así es como nació el odio en el mundo y como se estableció en él el reino del miedo. Escucha ahora a Dios hablarte a través de Aquel que es Su Voz así como la tuya, recordándote que tu voluntad no es odiar ni ser un prisionero del miedo, un esclavo de la muerte o una insignificante criatura de escasa vida. Tu voluntad no tiene límites, pues no es tu voluntad que sea limitada. Lo que mora en ti se ha unido a Dios Mismo en el nacimiento de toda la creación. Acuérdate de Aquel que te creó, Quien a través de tu voluntad creó todo. Todo lo creado te está agradecido, pues nació gracias a tu voluntad. Ni una sola luz celestial podría brillar si no fuese por ti, pues fue tu voluntad lo que las ubicó en el Cielo. 

4. ¿Qué motivos podrías tener para sentir ira contra un mundo que simplemente aguarda tu bendición para ser libre? Si fueses un prisionero, entonces Dios Mismo no podría ser libre. Pues lo que se le hace a quien Dios ama, se le hace a Dios Mismo. No pienses que Aquel que te hizo cocreador del universo junto con Él quiere aprisionarte. Él sólo desea que tu voluntad sea eternamente ilimitada. Este mundo aguarda la libertad que le otorgarás cuando hayas reconocido que eres libre. Pero tú no perdonarás al mundo hasta que hayas perdonado a Aquel que te dio tu voluntad. Pues es a través de tu voluntad como el mundo se libera. Y tú no puedes ser libre estando separado de Aquel Cuya santa Voluntad compartes. 

5. Dios se dirige a ti y te pide que salves al mundo, pues mediante tu propia salvación el mundo sana. Y todo el que camina sobre la faz de la tierra depende de tu decisión, para aprender que la muerte no tiene ningún poder sobre él, toda vez que comparte tu libertad y tu voluntad. Tu voluntad es sanarlo, y puesto que esto es una decisión que tomaste con él, él ha sanado. Y ahora Dios ha sido perdonado, pues decidiste ver a tu hermano como amigo. 

T30. I. Reglas para tomar decisiones


*T30. I. Reglas para tomar decisiones*

1.  Tomar  decisiones  es  un proceso continuo, pero  no siempre  te  das  cuenta  de  cuándo  las  estás tomando. Mas  con un poco de  práctica  con aquellas  de  las  que  ya  eres  consciente, comienza  a establecerse  un patrón que  te  ayudará  con las  demás. No es  conveniente  que  te  preocupes  por cada paso que  tengas  que  dar.  Si  adoptas  una  perspectiva  correcta  al  despertar,  habrás  ganado ya  una  gran ventaja.  Mas  si  experimentas  gran resistencia  y ves  que  tu resolución  flaquea,  es  que  todavía  no estás  listo. No luches  contra  ti  mismo. Piensa  más  bien  en la  clase  de  día  que  te  gustaría  tener,  y dite a  ti  mismo  que  hay una  manera  muy fácil  de  que  este  mismo  día  pueda  transcurrir  así.  Trata entonces  una  vez  más  de  tener la  clase  de  día  que  deseas. 

2. Este  enfoque  comienza  con la  siguiente  declaración:  Hoy no tomaré  ninguna  decisión  por mi cuenta. Esto  quiere  decir que  estás  eligiendo no ser el  juez  de  lo que  se  debe  hacer.  Pero quiere  decir también  que  no juzgarás  aquellas  situaciones  en las  que  te  veas  llamado  a  tomar una  decisión. Pues si  las  juzgas, habrás  establecido  las  reglas  que  determinan  cómo debes  reaccionar  ante  ellas.  Y  así, una respuesta diferente no haría sino causarte confusión, incertidumbre y temor. 

3. El mayor problema que tienes ahora es que todavía decides primero lo que vas a hacer, y luego decides preguntar qué es lo que debes hacer. Y es posible que lo que oigas no resuelva el problema tal como lo percibiste inicialmente. Esto conduce al temor porque contradice tu percepción, de modo que te sientes atacado, y, por ende, furioso. Hay ciertas reglas mediante las cuales esto se puede evitar. Pero es inevitable que ocurra al principio, mientras aún estás aprendiendo a escuchar. 

4. Siempre que te acuerdes de ello a lo largo del día y dispongas de un momento de calma para reflexionar, repítete a ti mismo nuevamente la clase de día que te gustaría tener, los sentimientos que deseas abrigar, las cosas que quieres que te sucedan así como lo que quieres experimentar, y di: Si no tomo ninguna decisión por mi cuenta, ésa es la clase de día que se me concederá. Si practicas estos dos procedimientos debidamente, ello te ayudará a dejarte guiar sin temor, pues no permitirá que primero surja la oposición, para luego convertirse en un problema de por sí. 

5. Mas habrá ocasiones en las que ya habrás juzgado de antemano. En esos casos la respuesta suscitará un ataque, a no ser que rectifiques tu mente de inmediato para que sólo desee una respuesta efectiva. Ten por seguro que eso es lo que ha sucedido si no estás dispuesto a detenerte por un momento y pedir que se te dé la respuesta. Pues ello quiere decir que ya has tomado una decisión por tu cuenta y que no puedes ver cuál fue la pregunta. Necesitas ahora un rápido reconstituyente antes de volver a preguntar. 

6. Recuerda nuevamente la clase de día que te gustaría tener y reconoce que ha ocurrido algo que no forma parte de ello. Date cuenta entonces de que has hecho una pregunta por tu cuenta y de que debes haberla contestado de acuerdo con las condiciones que tú mismo has establecido. Di entonces: No tengo ninguna pregunta. Me olvidé de lo que tenía que decidir. Esto cancela las condiciones que has establecido y permite que la respuesta te muestre cuál debió haber sido realmente la pregunta. 

7. Trata de observar esta regla sin demora, a pesar de tu resistencia, pues ya estás enfadado. Y tu temor de que se te vaya a dar una respuesta que no coincida con tu pregunta tal como la planteaste cobrará ímpetu, y acabarás creyendo que el día que deseas es uno en el que a tus preguntas se les da tus respuestas. Y no será así, pues ello te arruinaría el día al privarte de lo que realmente deseas. Esto puede ser muy difícil de entender, una vez que has decidido por tu cuenta qué reglas te prometen un día feliz. No obstante, esa decisión todavía puede revocarse mediante métodos sencillos que puedes aceptar. 

8. Si estás tan reacio a recibir que ni siquiera puedes olvidarte de tu pregunta puedes empezar a cambiar de parecer con lo siguiente: Por lo menos puedo decidir que no me gusta cómo me estoy sintiendo ahora. Esto por lo menos es obvio, y allana el camino para el siguiente paso, que es muy sencillo. 

9. Una vez que has decidido que no te gusta cómo te estás sintiendo, qué podría ser más fácil que continuar con: Por lo tanto, espero haber estado equivocado. Esto mitiga la sensación de resistencia y te recuerda que no se te está forzando a que aceptes ayuda, sino que ésta es algo que deseas y necesitas porque no te gusta cómo te estás sintiendo. Esta ínfima apertura bastará para que puedas seguir adelante y dar los pocos pasos que necesitas para dejar que se te ayude. 

10. Ahora has llegado a un punto crucial porque te has dado cuenta de que saldrías ganando si lo que decidiste no es como tú pensabas. Hasta que no llegues a este punto, creerás que tu felicidad depende de tener razón. Pero por lo menos has alcanzado ahora un cierto grado de sensatez: te has dado cuenta de que sería mejor para ti que estuvieses equivocado. 

11. Este ápice de sabiduría bastará para llevarte aún más lejos. No se te está forzando a ello, sino que simplemente esperas lograr lo que quieres. Por lo tanto, puedes decir con perfecta honestidad: Quiero ver esto de otra manera. Ahora has cambiado de parecer con respecto a la clase de día que deseas tener, y has recordado lo que realmente quieres. Su propósito ya no está velado por la demente idea de que lo quieres para satisfacer tu empeño de tener razón cuando en realidad estás equivocado. De este modo, el hecho de que estás dispuesto a pedir llega hasta tu conciencia, pues no puedes estar en conflicto cuando pides lo que realmente quieres y comprendes que eso es lo que estás pidiendo. 

12. Este último paso es sólo el reconocimiento de que no te opones a recibir ayuda. Es la declaración de una mente receptiva, que aunque todavía no está segura, está dispuesta a que se le muestre lo que necesita ver: Tal vez hay otra manera de ver esto. ¿Qué puedo perder con preguntar? Ahora puedes, por lo tanto, hacer una pregunta que tiene sentido, y, consecuentemente, la respuesta tendrá sentido también. Y no te opondrás a ella, pues comprenderás que es a ti a quien dicha respuesta beneficiará. 

13. Debe quedar claro, no obstante, que es más fácil que tu día transcurra felizmente si no permites que la infelicidad haga acto de presencia en primer lugar. Pero esto requiere tener práctica con las reglas que te protegen de los embates del temor. Cuando hayas dominado estas reglas, el amargo sueño de juicios habrá sido des-hecho para siempre. Pero mientras tanto, necesitas poner en práctica las reglas que lo deshacen. Examinemos, pues, una vez más la primera de las decisiones que aquí se ofrecen. 

14. Hemos dicho que puedes comenzar el día felizmente sí decides no tomar ninguna decisión por tu cuenta. Esto de por sí parece ser una decisión. Sin embargo, tú no puedes tomar decisiones por tu cuenta. La única cuestión es entonces con quién eliges tomarlas. Eso es todo. La primera regla, pues, no es una coacción, sino la simple afirmación de un simple hecho. No tomas decisiones por tu cuenta, independientemente de lo que decidas. Pues o bien se toman con ídolos o bien con Dios. Y le pides ayuda al anti-Cristo o a Cristo, y aquel que elijas se unirá a ti y te dirá lo que debes hacer. 

15. Tu día no transcurre al azar. La clase de día que tienes lo determina aquello con lo que eliges vivirlo, y la manera en que percibe tu felicidad el amigo a quien acudes en busca de consejo. Siempre pides consejo antes de tomar cualquier decisión. Es esencial que entiendas esto, pues así te darás cuenta de que en esto no hay coerción ni motivos para que te opongas a ello por el hecho de que te impide ser libre. Nadie puede escaparse de lo que inevitablemente ha de ocurrir. Y si tú crees que puedes, estás equivocado. 

16. La segunda regla es asimismo un hecho. Pues tu consejero y tú tenéis que estar de acuerdo con respecto a lo que deseas antes de que pueda ocurrir. Es este convenio lo que permite que todas las cosas ocurran. Pues nada puede ocurrir sin algún tipo de unión, ya sea con un sueño de juicios o con la Voz que habla en favor de Dios. Las decisiones producen resultados precisamente porque no se toman aisladamente. Las tomáis tu consejero y tú, y son tanto para ti como para el mundo. El día que deseas tener se lo ofreces al mundo, pues transcurrirá tal como lo hayas pedido y reforzará el dominio de tu consejero en el mundo. ¿A qué reino le pertenece tu mundo hoy? ¿Qué clase de día vas a decidir tener? 

17. Hoy sólo se necesitan dos que deseen gozar de felicidad para que se la ofrezcan al mundo entero. Sólo se necesitan dos que comprendan que no pueden decidir por su cuenta, para garantizar que el júbilo que pidieron sea plenamente compartido por todos. Pues han entendido la ley básica que les otorga poder a todas las decisiones y les confiere todos los efectos que ellas jamás puedan tener. Sólo se necesitan dos. Estos dos tienen que haberse unido antes de que se pueda tomar una decisión. Permite que esto sea lo único que tienes presente, y tendrás la clase de día que deseas tener, y al tenerlo, se lo ofrecerás al mundo. El juicio que habías emitido sobre el mundo queda anulado mediante tu decisión de tener un día feliz. Y tal como has recibido, así tienes que dar. 

30. EL NUEVO COMIENZO: Introducción


*30. EL NUEVO COMIENZO*

*Introducción*

1. El  nuevo comienzo  se  convierte  ahora  en  el  foco  central  de  nuestro programa  de  estudios. No hay duda  con respecto  a  cuál  es  la  meta, pero  ahora  se  necesitan métodos  específicos  para  alcanzarla.  La rapidez  con  la  que  la  puedes  alcanzar  depende  únicamente  de  esto:  que  estés  dispuesto a  poner  en práctica  cada  paso. Cada  uno de  ellos  te  ayudará  un poco  más  cada  vez  que  lo  practiques.  Y  todos ellos  juntos  te  conducirán  más  allá  de  los  sueños  de  juicios  a  los  de  perdón, liberándote  así  del  dolor y del  miedo.  Ninguno de  estos  pasos  es  algo nuevo para  ti, pero  todavía  son ideas  más  que  reglas por las  que  riges  tu pensamiento.  Por lo tanto,  necesitamos  ponerlos  en  práctica  por algún  tiempo, hasta  que  se  conviertan en  las  reglas  por las  que  riges  tu vida. Nuestro propósito es  ahora convertirlos  en  hábito,  de  modo que  estén  a  tu  disposición en caso  de  necesidad. 

T29. IX. El sueño de perdón


*T29. IX. El sueño de perdón*

1. El  que  es  esclavo  de  ídolos  lo  es  porque  está  dispuesto  a  serlo.  Y  dispuesto tiene  que  estar para poderse  postrar  en adoración ante  lo que  no tiene  vida  y buscar poder  en lo que  es  impotente. ¿Qué le  sucedió al  santo Hijo  de  Dios  para  que  su deseo fuese  dejarse  caer  más  bajo  que  las  piedras  del suelo  y esperar  que  los  ídolos  lo elevasen?  Escucha,  pues, tu historia  en el  sueño que  tejiste,  y pregúntate  si  no es  verdad que  no crees  que  es  un sueño. 

2. En  la  mente  que  Dios  creó  perfecta  como  Él  Mismo se  adentró un sueño de  juicios.  Y  en ese sueño el  Cielo  se  trocó en infierno, y Dios  se  convirtió en el  enemigo de  Su Hijo.  ¿Cómo puede despertar el  Hijo de  Dios  de  este  sueño?  Es  un sueño  de  juicios. Para  despertar, por lo tanto, tiene que dejar de juzgar. Pues el sueño parecerá prolongarse mientras él forme parte de él. No juzgues, pues el que juzga tiene necesidad de ídolos para evitar que sus juicios recaigan sobre él mismo. No puede tampoco conocer al Ser al que ha condenado. No juzgues, pues sí lo haces, pasas a formar parte de sueños malvados en los que los ídolos se convierten en tu "verdadera" identidad, así como en la salvación del juicio que, lleno de terror y culpabilidad, emitiste acerca de ti mismo. 

3. Todas las figuras del sueño son ídolos, concebidos para que te salven del sueño. No obstante, forman parte de aquello para salvarte de lo cual fueron concebidos. De esta manera, el ídolo mantiene el sueño vivo y temible, pues, ¿quién podría desear un ídolo a no ser que estuviese aterrorizado y lleno de desesperación? Esto es lo que el ídolo representa. Venerarlo, por lo tanto, es venerar la desesperación, el terror y el sueño de donde éstos proceden. Todo juicio es una injusticia contra el Hijo de Dios, y es justo que el que le juzgue no escape la pena que se impuso a sí mismo dentro del sueño que forjó. Dios sabe de justicia, no de castigos. Pero en el sueño de juicios tú atacas y te condenas a ti mismo; y deseas ser el esclavo de ídolos que se interponen entre tus juicios y la pena que éstos conllevan. 

4. No puede haber salvación en el sueño tal como lo estás soñando. Pues los ídolos no pueden sino ser parte de él, para salvarte de lo que, crees haber hecho y de lo que crees que hiciste para volverte un pecador y extinguir la luz interna. Criatura de Dios, la luz aún se encuentra en ti. No estás sino soñando, y los ídolos son los juguetes con los que sueñas que juegas. ¿Quiénes, sino los niños, tienen necesidad de juguetes? Los niños juegan a gobernar el mundo, y le otorgan a sus juguetes el poder de moverse, hablar, pensar, sentir y comunicarse por ellos. Sin embargo, todo lo que los juguetes parecen hacer sólo tiene lugar en las mentes de aquellos que juegan con ellos. No obstante, ansían olvidarse de que ellos mismos son los autores del sueño en el que los juguetes son reales, y no quieren reconocer que los deseos de éstos son en realidad los suyos propios. 

5. Las pesadillas son sueños pueriles. En ellos los juguetes se han vuelto contra el niño que pensó haberles otorgado realidad. Mas ¿tiene acaso un sueño el poder de atacar? ¿O podría un juguete volverse enorme y peligroso, feroz y salvaje? Esto es lo que el niño cree, pues tiene miedo de sus pensamientos y se los atribuye a los juguetes. Y la realidad de éstos se convierte en la suya propia porque los juguetes parecen salvarlo de sus propios pensamientos. Sin embargo, los juguetes mantienen sus pensamientos vivos y reales, pero él los ve fuera de sí mismo, desde donde pueden volverse contra él puesto que los traicionó. El niño cree que necesita los juguetes para poder escapar de sus pensamientos porque cree que sus pensamientos son reales. Y así, convierte todo en un juguete para hacer que su mundo siga siendo algo externo a él, y pretender que él no es más que una parte de ese mundo. 

6. Llega un momento en que la infancia debería dejarse atrás para siempre. No sigas aferrándote a los juguetes de la infancia. Deséchalos, pues ya no tienes necesidad de ellos. El sueño de juicios no es más que un juego de niños, en el que el niño se convierte en un padre poderoso, pero con la limitada sabiduría de un niño. Lo que le hiere es destruido; lo que le ayuda, bendecido. Excepto que juzga con el criterio de un niño que no sabe distinguir entre lo que le hace daño y lo que le sanaría. Cosas adversas parecen acontecerle, y tiene miedo del caos que ve en un mundo que cree gobernado por las leyes que él mismo promulgó. El mundo real, no obstante, no se ve afectado por el mundo que él cree real, ni sus leyes han cambiado porque él no las entienda. 

7. El mundo real es también un sueño. Excepto que en él los personajes han cambiado y no se ven como ídolos traicioneros. El mundo real es un sueño en el que no se usa a nadie para que sea el substituto de otra cosa, ni tampoco se le interpone entre los pensamientos que la mente concibe y lo que ve. No se usa a nadie para lo que no es, pues las cosas infantiles hace mucho que se dejaron atrás. Y lo que una vez fue un sueño de juicios se ha convertido ahora en un sueño donde todo es dicha porque ése es su propósito. Ahí sólo pueden tener lugar sueños de perdón, pues el tiempo está a punto de finalizar. Y las figuras que entran a formar parte del sueño se perciben ahora como hermanos, a los que ya no se juzga sino que se les ama. 

8. No es necesario que los sueños de perdón sean de larga duración. No se concibieron para separar a la mente de sus pensamientos, ni intentan probar que el sueño lo está soñando otro. En ellos se puede oír una melodía que todos recuerdan, si bien no la han oído desde antes de los orígenes del tiempo. El perdón, una vez que es total, hace que la intemporalidad esté tan cerca que entonces se puede oír el himno del Cielo, no con los oídos, sino con la santidad que nunca se ausentó del altar que se encuentra eternamente en lo más profundo del Hijo de Dios. Y cuando éste vuelve a oír este himno, se da cuenta de que nunca había dejado de escucharlo. ¿Y adónde va a parar el tiempo una vez que se han abandonado los sueños de juicios? 

9. Siempre que tienes miedo, de la clase que sea -y tienes miedo si no estás experimentando una profunda felicidad, certeza de que dispones de ayuda o una serena confianza de que el Cielo te acompaña- ten por seguro que has forjado un ídolo que crees que te va a traicionar. Pues bajo tus esperanzas de que el ídolo te salve yace la culpabilidad y el dolor de la auto-traición y de la incertidumbre, tan profundos y amargos, que el sueño no puede ocultar completamente tu sensación de fracaso. El resultado de tu auto-traición tiene que ser el miedo, pues el miedo es un juicio, y conduce inevitablemente a la frenética búsqueda de ídolos y de muerte. 

10. Los sueños de perdón te recuerdan que estás a salvo y que no te has atacado a ti mismo. De esta manera, tus terrores infantiles desaparecen y los sueños se convierten en la señal de que has comenzado de nuevo, y no de que has tratado una vez más de venerar ídolos y de perpetuar el ataque. Los sueños de perdón son benévolos con todo aquel que forma parte de ellos. Y así, liberan completamente al soñador de los sueños de miedo. Él deja entonces de tener miedo de sus propios juicios, pues no ha juzgado a nadie ni ha intentado liberarse, mediante juicios, de lo que los propios juicios imponen. Y ahora recuerda continuamente lo que había olvidado cuando los juicios parecían ser la manera de salvarle de la sanción que ellos mismos imponen. 

T29. VIII. El anti-Cristo


*T29. VIII. El anti-Cristo*

1. ¿Qué  es  un ídolo?  ¿Crees  saberlo?  Pues  los  ídolos  no se  reconocen como  tales  y nunca  se  ven como  realmente  son. Ése  es  su único  poder.  Su propósito  es  turbio, y son a  la  vez  temidos  y venerados  porque  no sabes  para  qué  son, ni  para  qué  se  concibieron.  Un ídolo  es  una  imagen de  tu hermano a  la  que  atribuyes  más  valor  que  a  él.  Sea  cual  sea  la  forma  de  los  ídolos, los  inventas  para reemplazar a  tu  hermano.  Y  esto  es  lo  que  nunca  se  percibe  o se  reconoce. Mas  así  es, trátese  de  un cuerpo  o de  una  cosa;  de  un lugar  o de  una  situación;  de  una  circunstancia  o de  un objeto que  se posea  o se  desee;  de  un derecho que  se  exija  o de  uno que  ya  se  tenga. 

2. No dejes  que  las  formas  que  adoptan te  engañen,  pues  los  ídolos  no son sino substitutos  de  tu realidad.  De  alguna  manera  crees  que  completan  tu pequeño  yo, ofreciéndote  así  seguridad en un mundo  que  percibes  como peligroso, y en el  que  hay fuerzas  que  se  han aglutinado a  fin de quebrantar tu  confianza  y destruir  tu paz. Crees  que  los  ídolos  tienen el  poder de  remediar  tus deficiencias  y de  proporcionarte  la  valía  que  no tienes.  Todo aquel  que  cree  en ellos  se  convierte  en esclavo de  la  pequeñez  y de  la  pérdida.  Y  así, tiene  que  buscar más  allá  de  su pequeño  yo la  fuerza necesaria  para  levantar la  cabeza  y emanciparse  de  todo el  sufrimiento que  el  mundo refleja.  Ésta  es la  sanción que  pagas  por no buscar  en tu  interior  la  certeza  y la  tranquilidad que  te  libera  del  mundo y que  te  permite  alzarte  por encima  de  él,  en quietud  y en paz. 

3. Un ídolo  es  una  falsa  impresión o una  creencia  falsa;  alguna  forma  de  anti-Cristo  que  constituye una  brecha  entre  el  Cristo y lo que  tú ves. Un ídolo es  un deseo hecho  tangible  al  que  se  le  ha  dado forma,  que  se  percibe  entonces  como real  y se  ve  como algo  externo a  la  mente. No obstante,  sigue siendo  un pensamiento  y no puede  abandonar la  mente  de  la  que  procede.  Ni  tampoco  su forma  es algo  separado de  la  idea  que  representa.  Toda  forma  de  anti-Cristo se  opone  a  Cristo.  Y  pende  ante Su faz  como un obscuro velo  que  parece  separarte  de  Él,  dejándote  solo y desamparado en las tinieblas. La  luz,  sin embargo,  está  ahí.  Una  nube  no puede  apagar el  sol.  Ni  un velo puede  hacer desaparecer aquello  que  parece  dividir, ni  atenuar en  lo más  mínimo  la  luz  misma. 

4. Este  mundo de  ídolos  es  un velo que  cubre  la  faz  de  Cristo  porque  su propósito  es  separarte  de  tu hermano. Es  un propósito tenebroso y temible,  y, sin embargo,  es  un pensamiento  que  ni  siquiera tiene  el  poder de  cambiar  una  brizna  de  hierba  de  algo  vivo a  un signo de  muerte.  Su forma  no está en  ninguna  parte,  pues  su fuente  está  en aquella  parte  de  tu mente  de  la  que  Dios  está  ausente. ¿Dónde  se  encuentra  este  lugar  del  que  se  ha  excluido  y se  ha  mantenido  aparte  lo que  está  en todas partes?  ¿Qué  mano  podría  alzarse  y obstruir  los  designios  de  Dios?  ¿De  quién  es  la  voz  que  podría exigir que  Él  no entrase?  Lo que  se  cree  "más-que-todo" no es  algo  que  deba  hacerte  temblar o que deba  acobardarte. El  enemigo de  Cristo  no está  en  ninguna  parte.  No puede  adoptar  ninguna  forma en  la  que  jamás  pueda  ser real.

5. ¿Qué es un ídolo? ¡Un ídolo no es nada! Se necesita creer en él para que parezca cobrar vida, y se le tiene que dotar de poder para que pueda ser temido. Su vida y su poder son el regalo que le da el que cree en él, y esto es lo que el milagro restituye a lo que sí tiene vida y poder dignos del don del Cielo y de la paz eterna. El milagro no restaura la verdad, que es la luz que el velo no pudo apagar. Simplemente descorre el velo, y deja que la verdad brille libremente, al ser lo que es. La verdad no necesita que se crea en ella para ser lo que es, pues ha sido creada, y, por lo tanto, es. 

6. Un ídolo se establece creyendo en él, y cuando la creencia se abandona, el ídolo "muere". Esto es lo que es el anti-Cristo: la extraña idea de que hay un poder más allá de la omnipotencia, un lugar más allá del infinito y un tiempo que transciende lo eterno. Ahí el mundo de los ídolos ha sido establecido por la idea de que ese poder, lugar y tiempo tienen forma, y de que configuran el mundo en el que lo imposible ha ocurrido. Ahí lo inmortal viene a morir, lo que todo lo abarca a sufrir pérdidas y lo eterno a convertirse en esclavo del tiempo. Ahí lo inmutable cambia, y la paz de Dios, que Él otorgó para siempre a toda cosa viviente, da paso al caos. Y el Hijo de Dios, tan perfecto, impecable y amoroso como su Padre, viene a odiar por un tiempo, a padecer y finalmente a morir. 

7. ¿Dónde están los ídolos? ¡En ninguna parte! ¿Podría haber brechas en lo que es infinito? ¿Podría haber un lugar en el que el tiempo pudiese interrumpir la eternidad? Un paraje de obscuridad allí donde todo es luz o un sombrío nicho dentro de lo que es infinito no tiene un lugar donde poder existir. Los ídolos están más allá de donde Dios ha establecido todas las cosas para siempre, y donde no dejó cabida para nada, excepto Su Voluntad. Un ídolo no es nada, ni se encuentra en ninguna parte, mientras que Dios lo es todo y se encuentra en todas partes. 

8. ¿Cuál es, entonces, el propósito de los ídolos? ¿Cuál es su finalidad? Ésta es la única pregunta para la que hay muchas respuestas, dependiendo de a quién se le haya preguntado. El mundo cree en ídolos. Nadie viene a él a menos que los haya venerado y trate todavía de buscar uno que aún le pueda ofrecer un regalo que la realidad no posee. Todo idólatra abriga la esperanza de que sus deidades especiales le han de dar más de lo que otras personas poseen. Tiene que ser más. No importa realmente de qué se trate: más belleza, más inteligencia, más riqueza o incluso más aflicción o dolor. Pero para eso es un ídolo, para darte más de algo. Y cuando uno falla otro viene a ocupar su lugar, y tú esperas que te pueda conseguir más de otra cosa. No te dejes engañar por las formas en que esa "otra cosa" se manifiesta. Un ídolo es un medio para obtener más de algo. Y eso es lo que va en contra de la Voluntad de Dios. 

9. Dios no tiene muchos hijos, sino uno sólo. ¿A cuál de ellos se le puede dar más y a cuál menos? En el Cielo el Hijo de Dios no podría por menos que reírse de la idea de que un ídolo pudiese interrumpir su paz. El Espíritu Santo habla en nombre de ese Hijo, y te dice que los ídolos no tienen ningún propósito aquí. Pues más que el Cielo jamás podrás tener. Y si el Cielo se encuentra en ti, ¿por qué ir en pos de ídolos que lo menoscabarían, creyendo que te van a dar más de lo que Dios os otorgó a tu hermano y a ti, en cuanto que uno con Él? Dios te dio todo lo que existe. Y para asegurarse de que no lo pudieses perder, se lo dio también a toda cosa viviente. Y así, toda cosa viviente es parte de ti, así como de Él. Ningún ídolo puede hacer que seas más que Dios. Mas nunca estarás satisfecho siendo menos.