*Lección 39. Mi santidad es mi salvación*
1. Si la culpabilidad es el infierno, ¿cuál es su opuesto? Al igual que el texto para el que este libro de ejercicios fue escrito, las ideas que se usan en los ejercicios son muy simples, muy claras y están totalmente exentas de ambigüedad. No estamos interesados en proezas intelectuales ni en juegos de lógica. Estamos interesados únicamente en lo que es muy obvio, lo cual has pasado por alto en las nubes de complejidad en las que piensas que piensas.
2. Si la culpabilidad es el infierno, ¿cuál es su opuesto? Ésta, sin duda, no es una pregunta difícil. La vacilación que tal vez sientas al contestarla no se debe a la ambigüedad de la pregunta. Pero ¿crees acaso que la culpabilidad es el infierno? Si lo creyeses, verías de inmediato cuán directo y simple es el texto, y no necesitarías un libro de ejercicios en absoluto. Nadie necesita practicar para obtener lo que ya es suyo.
3. Hemos dicho ya que tu santidad es la salvación del mundo. ¿Y qué hay de tu propia salvación? No puedes dar lo que no tienes. Un salvador tiene que haberse salvado. ¿De qué otro modo, si no, podría enseñar lo que es la salvación? Los ejercicios de hoy van dirigidos a ti, en reconocimiento de que tu salvación es crucial para la salvación del mundo. A medida que apliques los ejercicios a tu mundo, el mundo entero se beneficiará.
4. Tu santidad es la respuesta a toda pregunta que jamás se haya hecho, se esté haciendo ahora o se haga en el futuro. Tu santidad significa el fin de la culpabilidad y, por ende, el fin del infierno. Tu santidad es la salvación del mundo, así como la tuya. ¿Cómo podrías tú -a quien le pertenece tu santidad- ser excluido de ella? Dios no conoce lo profano. ¿Sería posible que Él no conociese a Su Hijo?
5. Se te exhorta a que dediques cinco minutos completos a cada una de las cuatro sesiones de práctica más largas de hoy, y a que esas sesiones sean más frecuentes y de mayor duración. Si quieres exceder los requisitos mínimos, se recomienda que lleves a cabo más sesiones en vez de sesiones más largas, aunque sugerimos ambas cosas.
6. Empieza las sesiones de práctica como de costumbre, repitiendo la idea de hoy para tus adentros. Luego, con los ojos cerrados, explora tu mente en busca de pensamientos que no sean amorosos en cualquiera de las formas en que puedan presentarse: desasosiego, depresión, ira, miedo, preocupación, ataque, inseguridad, etc. No importa en qué forma se presenten, no son amorosos, y, por lo tanto, son temibles. De ellos, pues, es de los que necesitas salvarte.
7. Todas las situaciones, personalidades o acontecimientos específicos que asocies con pensamientos no amorosos de cualquier clase constituyen sujetos apropiados para los ejercicios de hoy. Es imperativo para tu salvación que los veas de otra manera. Impartirles tu bendición es lo que te salvará y lo que te dará la visión.
8. Lentamente, sin hacer una selección consciente y sin poner un énfasis indebido en ninguno en particular, escudriña tu mente en busca de todos aquellos pensamientos que se interponen entre tu salvación y tú. Aplica la idea de hoy a cada uno de ellos de esta manera: Mis pensamientos no amorosos acerca de _______ me mantienen en el infierno. Mi santidad es mi salvación.
9. Quizá estas sesiones de práctica te resulten más fáciles si las intercalas con varias sesiones cortas en las que simplemente repites muy despacio la idea de hoy varias veces en silencio. Te puede resultar útil asimismo incluir unos cuantos intervalos cortos en los que sencillamente te relajas y no pareces estar pensando en nada. Mantener la concentración es muy difícil al principio. Sin embargo, se irá haciendo cada vez más fácil a medida que tu mente se vuelva más disciplinada y menos propensa a distraerse.
10. Entretanto, debes sentirte en libertad de introducir variedad en las sesiones de práctica en cualquier forma que te atraiga hacerlo. Mas no debes cambiar la idea en sí al variar el método de aplicación. Sea cual sea la forma en que elijas usarla, la idea debe expresarse de tal manera que su significado sea el hecho de que tu santidad es tu salvación. Finaliza cada sesión de práctica repitiendo una vez más la idea en su forma original y añadiendo: Si la culpabilidad es el infierno, ¿cuál es su opuesto?
11. En las aplicaciones más cortas, que deben llevarse a cabo unas tres o cuatro veces por hora o incluso más si es posible, puedes hacerte a ti mismo esa pregunta o repetir la idea de hoy, pero preferiblemente ambas cosas. Si te asaltan tentaciones, una variación especialmente útil de la idea es: Mi santidad es mi salvación de esto.
~Lección 39 UCDM:
''Mi santidad es mi salvación''.
*Comentario:
En las lecciones anteriores ya dijimos que tu voz del Espíritu debe hacerse fuerte para qué seas capaz de escucharla la mayor parte del tiempo antes que al ego.
Tú santidad es tu salvación y para ello la voz del Espíritu Santo es tu guía por eso debe hacerse fuerte.
No te imaginas los muchos cambios que pueden pasar en tu vida solo con que tomes conciencia de elegir al maestro adecuado, elegir a la mente recta y no a la mente errada.
Si cada vez que ves a un hermano, identificarse con el ego y no reaccionaras con más ego, tu santidad sería tu salvación.
Si cada vez que hay tráfico, en vez de estresarte, disfrutaras del momento y soltaras los pensamientos de debo de llegar a tal hora a tal sitio, y escucharas una bonita canción en la radio, podrías ver tu santidad en esa situación.
Si cuando tu trabajo te deprime, estresa, o te produce ansiedad, si supieras que todo eso lo creó tu campo de consciencia, y estás ahí por una buena razón, con la que aprenderemos cosas nuevas de nosotros mismos, seríamos capaces de ver la santidad en esa situación y salvarnos de la ilusión.
El Espíritu Santo es el mediador entre las interpretaciones del ego y el conocimiento del espíritu.
Su capacidad para utilizar símbolos le permite actuar con las creencias del ego en el propio lenguaje
de éste. Su capacidad para mirar más allá de los símbolos hacia la eternidad le permite entender las
leyes de Dios, en nombre de las cuales habla. Puede, por consiguiente, llevar a cabo la función de reinterpretar lo que el ego forja, no mediante la destrucción, sino mediante el entendimiento. El entendimiento es luz, y la luz conduce al conocimiento. El Espíritu Santo se encuentra en la luz porque Él está en ti que eres luz, pero tú desconoces esto. La tarea del Espíritu Santo consiste, pues,
en reinterpretarte a ti en nombre de Dios.
- T5.III.7.
Hoy practicaremos con todos aquellos pensamientos negativos, reconociendo que nuestra santidad puede reinterpretar lo que el ego ha hecho, y así cambiar el estado de conciencia del ''infierno'', por el estado del Reino de los Cielos.
~Comentario: Edgar Doménech Macías.
~Vídeo lectura profunda de la lección: Arantxa Carrera Salas - Matriz del Cambio.
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