sábado, 29 de diciembre de 2018

T2. VII. Causa y efecto


*T2. VII. Causa y efecto*

1. Puede  que  todavía  te  quejes  de  que  tienes  miedo, pero  aún así  sigues  atemorizándote  a  ti  mismo. He  indicado ya  que  no puedes  pedirme  que  te  libere  del  miedo.  Yo sé  que  no existe,  pero tú no. Si me  interpusiese  entre  tus  pensamientos  y sus  resultados, estaría  interfiriendo  en la  ley básica  de causa  y efecto:  la  ley más  fundamental  que  existe. De  nada  te  serviría  el  que  yo menospreciase  el poder  de  tu pensamiento.  Ello  se  opondría  directamente  al  propósito  de  este  curso. Es  mucho  más eficaz  que  te  recuerde  que  no ejerces  suficiente  vigilancia  con respecto a  tus  pensamientos.  Tal  vez pienses  que  a  estas  alturas  sólo un milagro te  capacitaría  para  hacer  eso, lo  cual  es  absolutamente cierto. No estás  acostumbrado a  pensar con una  mentalidad milagrosa,  pero se  te  puede  enseñar a pensar de  esa  manera.  Todos  los  obradores  de  milagros  necesitan  este  tipo de  instrucción.

2. No puedo permitir  que  dejes  de  vigilar a  tu  mente,  ya  que  de  otro modo no podrías  ayudarme. Obrar milagros  requiere  el  que  uno se  dé  cuenta  plenamente  del  poder de  los  pensamientos  a  fin de evitar las  creaciones  falsas. De  lo contrario,  sería  necesario un milagro que  rectificase  a  la  mente misma, proceso circular  éste  que  no propiciaría  el  colapso del  tiempo que  es  para  lo que  el  milagro se  concibió. El  obrador de  milagros  debe  poseer un genuino  respeto por la  verdadera  ley de  causa  y efecto como  condición previa  para  que  se  produzca  el  milagro.

3.  Tanto  el  milagro como  el  miedo proceden de  pensamientos.  Si  no eres  libre  de  elegir uno, tampoco serás  libre  de  elegir  el  otro.  Al  elegir el  milagro,  rechazas  el  miedo aunque  sólo  sea temporalmente.  Te  has  sentido temeroso de  todo  el  mundo  y de  todas  las  cosas.  Tienes  miedo  de Dios, de  mí  y de  ti  mismo. Nos  has  percibido  erróneamente  o creado  falsamente, y crees  en lo que has  fabricado. No habrías  podido  hacer  nada  de  eso si  no hubieses  tenido miedo de  tus  propios pensamientos. Los  temerosos  no pueden sino crear falsamente,  puesto que  perciben erróneamente  la creación.  Cuando creas  falsamente  no puedes  sino sufrir. El  principio de  causa  y efecto se  convierte ahora  en un verdadero  catalizador aunque  sólo  sea  temporalmente. En  realidad, "Causa" es  un término  que  le  corresponde  propiamente  a  Dios, y Su "Efecto" es  Su Hijo. Esto  supone  una  serie  de relaciones  de  Causa  y Efecto completamente  diferentes  de  las  que  tú introduces  en tus  creaciones falsas. El  conflicto  fundamental  en  este  mundo es, pues, entre  la  creación y la  creación  falsa.  Todo miedo está  implícito  en la  segunda, y todo amor  en la  primera.  El  conflicto es, por lo tanto, entre  el amor  y el  miedo.

4.  Ya  hemos  dicho que  crees  que  no puedes  controlar  el  miedo porque  tú  mismo lo  inventaste, y tu creencia  en él  parece  ponerlo fuera  de  control.  Sin embargo,  todo intento de  resolver  el  error tratando de  dominar  el  miedo es  inútil. De  hecho,  eso no hace  más  que  corroborar su poder,  al asumir  que  necesita  ser dominado. La  verdadera  solución descansa  enteramente  en alcanzar  el dominio por medio del  amor.  En el  ínterin,  no obstante,  la  sensación  de  conflicto es  inevitable, ya que  te  has  colocado a  ti  mismo  en una  posición  en la  que  crees  en  el  poder de  algo que  no existe.

5. La  nada  y el  todo no pueden  coexistir. Creer  en uno es  negar el  otro. El  miedo  no es  nada realmente  y el  amor lo  es  todo. Siempre  que  la  luz  irrumpe  en  la  oscuridad,  la  oscuridad  desaparece. Lo  que  tú crees,  es  cierto  para  ti.  En este  sentido la  separación  ha  ocurrido,  y negarlo  sería  utilizar incorrectamente  la  negación.  Concentrarse  en el  error, no obstante,  no es  más  que  otro  error. El procedimiento correctivo  inicial  consiste  en reconocer temporalmente  que  hay  un problema,  mas solo como  señal  de  que  tiene  que  ser corregido de  inmediato. Esto da  lugar a  un estado mental  en el que  la  Expiación  puede  ser aceptada  sin demora. Debe  señalarse, no obstante, que, en  última instancia,  no puede  haber  transigencia  alguna  entre  lo que  lo es  todo y lo  que  no es  nada. El  tiempo es  esencialmente  un recurso por medio  del  cual  se  puede  abandonar toda  idea  de  transigencia  al respecto. Este  proceso parece  ser gradual  debido únicamente  a  que  el  tiempo en  sí  comprende intervalos  que  no existen.  La  creación falsa  hizo  que  esto fuese  necesario como  recurso de corrección.  La  aseveración "Porque  tanto amó  Dios  al  mundo  que  le  dio  Su unigénito  Hijo, para  que todo  el  que  crea  en El  no perezca, mas  tenga  vida  eterna" necesita  solamente  una  leve  corrección para  que  tenga  sentido en  este  contexto:  "Se  lo dio a  Su unigénito  Hijo".

6. Debe  observarse  con especial  atención  que  Dios  tiene  solamente  un Hijo. Si  todas  las  creaciones de  Dios  son Hijos  Suyos, cada  una  de  ellas  tiene  que  ser parte  integral  de  toda  la  Filiación. La Filiación,  en su unicidad,  transciende  la  suma  de  sus  partes. Este  hecho, no obstante, queda  velado mientras  falte  una  sola  de  ellas. Por eso es  por lo que, en  última  instancia,  el  conflicto  no se  puede resolver  hasta  que  todas  las  partes  de  la  Filiación  hayan retornado. Solo entonces  podrá comprenderse  lo  que, en el  verdadero sentido de  la  palabra,  significa  la  plenitud.  Cualquier parte  de la  Filiación puede  creer  en el  error o en la  incompleción  si  así  lo elige. Sin  embargo, si  lo hace, estará  creyendo  en la  existencia  de  algo que  no existe. Lo  que  corrige  este  error es  la  Expiación.

7.  Ya  he  hablado  brevemente  acerca  de  la  condición  de  estar listo, pero tal  vez  pueda  ser útil mencionar  aquí  algunos  puntos  adicionales. Estar  listo es  sólo el  prerequisito para  que  se  pueda lograr  algo. No se  debe  confundir una  cosa  con la  otra.  Tan  pronto como  se  da  la  condición  de  estar listo,  también se  da,  en cierta  medida, el  deseo de  querer  lograr  algo, si  bien  éste  no es necesariamente  un deseo indiviso.  Dicha  condición de  estar  listo  no es  más  que  el  potencial  para que  pueda  tener  lugar un cambio  de  mentalidad.  La  confianza  no puede  desarrollarse  plenamente hasta  que  no se  haya  alcanzado un dominio total. Hemos  tratado ya  de  corregir  el  error  fundamental de  que  es  posible  dominar el  miedo,  y hemos  enfatizado  que  el  verdadero dominio sólo se  puede alcanzar  por medio  del  amor. Estar  listo  es  sólo el  comienzo de  la  confianza.  Tal  vez  pienses  que esto  implica  que  tiene  que  transcurrir  mucho tiempo  entre  el  momento en  que  estás  listo  y aquel  en el  que  alcanzas  el  dominio,  pero permíteme  recordarte  que  el  tiempo  y el  espacio están  bajo mi control.

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