viernes, 21 de diciembre de 2018

T1. III. La Expiación y los milagros


*T1. III.  La Expiación y los milagros*

1.  Yo estoy  a  cargo del  proceso de  Expiación,  que  emprendí  para  darle  comienzo.  Cuando le  ofreces un milagro  a  cualquiera  de  mis  hermanos,  te  lo ofreces  a  ti  mismo y me  lo ofreces  a  mi.  La  razón por la  que  te  lo ofreces  a  ti  mismo primero  es  porque  yo no necesito milagros  para  mi  propia Expiación,  pero estoy detrás  de  ti  por si  fracasas  temporalmente.  Mi  papel  en la  Expiación  es cancelar  todos  los  errores  que  de  otro modo tú  no podrías  corregir.  Cuando se  te  haya  restituido la conciencia  de  tu  estado original  pasarás  naturalmente  a  formar  parte  de  la  Expiación.  A  medida  que compartas  conmigo mi  renuencia  a  aceptar  error alguno  en ti  o en los  demás, te  unirás  a  la  gran cruzada  para  corregirlos.  Escucha  mi  voz, aprende  a  deshacerlos  y haz  todo  lo necesario por corregirlos.  Tienes  el  poder de  obrar milagros.  Yo proveeré  las  oportunidades  para  obrarlos, pero  tú debes  estar  listo  y dispuesto. El  obrarlos  trae  consigo convicción en  la  capacidad,  ya  que  la convicción  llega  con el  logro. La  capacidad es  el  potencial, el  lograrlos  es  su expresión,  y la Expiación  -la  profesión  natural  de  los  Hijos  de  Dios- es  el  propósito.

2. "El  Cielo  y la  tierra  pasarán" significa  que  no continuarán  existiendo como  estados  separados. Mi palabra, que  es  la  resurrección y la  vida, no pasará  porque  la  vida  es  eterna.  Tú eres  la  obra  de  Dios, y Su obra  es  totalmente  digna  de  amor y totalmente  amorosa.  Así  es  como el  hombre  debiera  pensar de  sí  mismo en su corazón,  pues  eso es  lo que  realmente  es.

3. Los  perdonados  son el  medio  de  la  Expiación.  Al  estar  infundidos  por el  espíritu,  perdonan a  su vez.  Aquellos  que  han sido liberados  deben unirse  para  liberar a  sus  hermanos, pues  ése  es  el  plan de  la  Expiación.  Los  milagros  son el  medio  a  través  del  cual  las  mentes  que  sirven al  Espíritu Santo se  unen a  mí  para  la  salvación  o liberación de  todas  las  creaciones  de  Dios.

4.  Yo soy el  único que  puede  obrar milagros  imparcialmente  porque  yo soy la  Expiación.  Tú tienes un papel  en la  Expiación que  yo te  dictaré.  Pregúntame  qué  milagros  debes  llevar a  cabo. Ello te ahorrará  esfuerzos  innecesarios  porque  estarás  actuando  bajo comunicación directa.  La  naturaleza impersonal  del  milagro es  una  característica  esencial  del  mismo,  ya  que  me  permite  dirigir su aplicación, y bajo  mi  dirección  los  milagros  conducen  a  la  experiencia  altamente  personal  de  la revelación.  Un guía  no controla, pero  sí  dirige,  dejando a  tu discreción el  que  le  sigas  o no. "No nos dejes  caer  en la  tentación" significa:  "Reconoce  tus  errores  y elige  abandonarlos  siguiendo mi dirección."

5. El  error no puede  amenazar realmente  a  la  verdad,  la  cual  siempre  puede  resistirlo. En  realidad, sólo el  error es  vulnerable. Eres  libre  de  establecer tu  reino donde  mejor  te  parezca, pero  no puedes sino elegir acertadamente  si  recuerdas  esto:  El  espíritu está  eternamente  en estado  de  gracia.  Tu realidad  es  únicamente  espíritu.  Por lo  tanto,  estás  eternamente  en estado  de  gracia. Desde  este punto  de  vista, la  Expiación  deshace  todos  los  errores, y de  esta  forma  extirpa  las  raíces  del  temor. Cada  vez  que  experimentas  las  palabras  tranquilizadoras  de  Dios  como  una  amenaza,  es  siempre porque  estás  defendiendo  una  lealtad  mal  situada  o desencaminada.  Al  proyectar  eso sobre  otros  los aprisionas, pero solo en la  medida  en que  refuerzas  los  errores  que  ellos  ya  han  cometido. Eso los hace  vulnerables  a  las  distorsiones  de  los  demás,  ya  que  la  percepción que  tienen de  sí  mismos  esta distorsionada. El  que  obra  milagros  tan  sólo  puede  bendecirlos, lo  cual  desvanece  sus  distorsiones  y los  libera  de  su prisión.

6. Respondes  a  lo  que  percibes, y tal  como percibas  así  te  comportarás. La  Regla  de  Oro te  pide  que te  comportes  con los  demás  como tú quisieras  que  ellos  se  comportasen  contigo.  Esto significa  que tanto la  percepción que  tienes  de  ti  como  la  que  tienes  de  ellos  debe  ser fidedigna.  La  Regla  de  Oro es  la  norma  del  comportamiento apropiado.  Tu  no puedes  comportarte  de  manera  apropiada  a menos  que  percibas  correctamente. Dado que  tú  y tu prójimo  sois  miembros  de  una  misma  familia en  la  que  gozáis  de  igual  rango, tal  como  te  percibas  a  ti  mismo  y tal  como lo  percibas  a  él  te comportarás  contigo mismo  y con él.  Debes  mirar  desde  la  percepción  de  tu propia  santidad  a  la santidad de  los  demás.

7. Los  milagros  se  dan en  la  mente  que  está  lista  para  ellos. Dicha  mente,  al  estar  unida, se  extiende a  todos  aun cuando el  que  obra  milagros  no se  dé  cuenta  de  ello.  La  naturaleza  impersonal  del milagro  se  debe  a  que  la  Expiación  en sí  es  una, lo cual  une  a  todo lo creado con su Creador.  Como expresión  de  lo que  verdaderamente  eres, el  milagro  sitúa  a  la  mente  en  un estado de  gracia. La mente, entonces, naturalmente  da  la  bienvenida  tanto  al  huésped interno como  al  desconocido externo.  Al  invitar  adentro  al  desconocido,  éste  se  convierte  en tu hermano.

8. El  hecho de  que  el  milagro  pueda  tener efectos  en tus  hermanos  de  los  que  ni  siquiera  eres consciente  no debe  preocuparte. El  milagro siempre  te  bendecirá. Los  milagros  que  no se  te  ha pedido  que  hagas  no dejan de  tener valor. Siguen siendo  expresiones  de  tu  estado de  gracia,  pero dado  mi  absoluto  conocimiento  del  plan en su totalidad,  yo debo controlar su ejecución.  La naturaleza  impersonal  de  la  mentalidad milagrosa  asegura  tu gracia, pero  sólo  yo estoy  en posición de  saber  dónde  pueden concederse.

9. Los  milagros  son selectivos  únicamente  en el  sentido de  que  se  canalizan  hacia  aquellos  que  los pueden  usar  en beneficio propio.  Puesto  que  esto hace  que  sea  inevitable  el  que  los  extiendan  a otros, se  suelda  una  fuerte  cadena  de  Expiación.  Esta  selectividad, sin embargo,  no toma  en cuenta la  magnitud del  milagro  mismo,  ya  que  el  concepto  de  tamaño existe  en un plano  que  de  por sí  es irreal. Dado que  el  milagro tiene  como objeto restablecer  la  conciencia  de  la  realidad, no sería eficaz  si  estuviese  limitado por las  leyes  que  gobiernan el  error que  tiene  como  objeto  corregir.

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