jueves, 27 de diciembre de 2018

T2. III. El altar de Dios


*T2. III. El altar de Dios*

1. Sólo puedes  aceptar  la  Expiación  dentro  de  ti  liberando  la  luz  interior. Desde  la  separación,  las defensas  se  han  usado casi  exclusivamente  para  defenderse  contra  la  Expiación y mantener  así vigente  la  separación. Generalmente  esto se  manifiesta  como una  necesidad  de  proteger  el  cuerpo. Las  múltiples  fantasías  corporales  a  las  que  las  mentes  se  entregan proceden de  la  creencia distorsionada  de  que  el  cuerpo  puede  usarse  como  un medio  para  alcanzar  la  "expiación".  Percibir  el cuerpo  como un templo  es  únicamente  el  primer paso en el  proceso de  corregir esta  distorsión, ya que  sólo  la  altera  en parte.  Dicha  percepción del  cuerpo  ciertamente  reconoce  que  la  Expiación en términos  físicos  es  imposible.  El  siguiente  paso, no obstante, es  darse  cuenta  de  que  un templo no es en  modo alguno una  estructura.  Su verdadera  santidad reside  en el  altar  interior en torno  al  cual  se erige  la  estructura.  Hacer hincapié  en estructuras  hermosas  es  señal  de  que  se  teme  a  la  Expiación y de  que  no se  está  dispuesto a  llegar  al  altar  en sí. La  auténtica  belleza  del  templo  no puede  verse  con los  ojos  físicos.  La  visión espiritual,  por otra  parte, al  ser una  visión perfecta,  no puede  ver  la estructura  en  absoluto. Puede, no obstante, ver  el  altar con  perfecta  claridad.

2. Para  que  la  eficacia  de  la  Expiación  sea  perfecta, a  ésta  le  corresponde  estar en  el  centro del  altar interior,  desde  donde  subsana  la  separación  y restituye  la  plenitud  de  la  mente.  Antes  de  la separación la  mente  era  invulnerable  al  miedo,  ya  que  el  miedo  no existía.  Tanto la  separación  como el  miedo  son creaciones  falsas  que  tienen que  deshacerse  a  fin  de  que  se  pueda  restaurar el  templo y abrir  el  altar  para  que  reciba  la  Expiación.  Esto supone  el  fin  de  la  separación,  al  poner dentro  de  ti la  única  defensa  eficaz  contra  todo  pensamiento de  separación, haciendo de  este  modo que  seas absolutamente  invulnerable.

3. El  que  todos  acepten  la  Expiación  es  sólo  cuestión de  tiempo.  Tal  vez  parezca  que  esto contradice su libre  albedrío, dada  la  inevitabilidad  de  la  decisión  final, pero  en realidad no es  así.  Puedes aplazar  lo que  tienes  que  hacer y eres  capaz  de  enormes  dilaciones, pero  no puedes  desvincularte completamente  de  tu  Creador, Quien  fija  los  límites  de  tu  capacidad para  crear  falsamente. Una voluntad aprisionada  engendra  una  situación tal, que,  llevada  al  extremo,  se  hace  completamente intolerable. La  resistencia  al  dolor puede  ser grande, pero no es  ilimitada.  A  la  larga, todo  el  mundo empieza  a  reconocer, por muy  vagamente  que  sea, que  tiene  que  haber  un camino mejor.  A  medida que  este  reconocimiento se  arraiga  más,  acaba  por convertirse  en un punto decisivo en la  vida  de cada  persona. Esto  finalmente  vuelve  a  despertar la  visión espiritual  y, al  mismo tiempo,  mitiga  el apego  a  la  visión física.  Este  alternar  entre  los  dos  niveles  de  percepción  se  experimenta normalmente  como  un conflicto que  puede  llegar a  ser muy agudo.  Aun así, el  desenlace  final  es  tan inevitable  como  Dios.

4. La  visión espiritual  literalmente  no puede  ver el  error, y busca  simplemente  la  Expiación.  Todas las  soluciones  que  los  ojos  del  cuerpo buscan  se  desvanecen. La  visión espiritual  mira  hacia  adentro e  inmediatamente  se  da  cuenta  de  que  el  altar ha  sido profanado y de  que  necesita  ser reparado  y protegido. Perfectamente  consciente  de  la  defensa  apropiada, la  visión espiritual  pasa  por alto  todas las  demás  y mira  más  allá  del  error hacia  la  verdad. Debido  a  la  fuerza  de  su visión, pone  a  la  mente a  su servicio. Esto re-establece  el  poder de  la  mente  y hace  que  las  demoras  le  resulten cada  vez  más intolerables  al  darse  cuenta  de  que  lo  único que  hacen es  añadir dolor innecesario.  Como resultado de  ello, la  mente  se  vuelve  cada  vez  más  sensible  a  lo  que  antes  habría  considerado  sólo pequeñas molestias.

5. Los  Hijos  de  Dios  tienen derecho al  perfecto  bienestar  que  resulta  de  tener perfecta  confianza. Hasta  que  no logran esto,  se  agotan a  sí  mismos  y desperdician sus  verdaderos  poderes  creativos  en fútiles  intentos  de  obtener un mayor  bienestar  valiéndose  de  medios  inadecuados. Sin embargo, los medios  reales  ya  les  han sido provistos  y no requieren esfuerzo  alguno por su parte.  La  Expiación es la  única  ofrenda  digna  de  ser ofrecida  en el  altar de  Dios, debido  al  valor  que  el  altar  en sí  tiene. Fue creado perfecto y es  absolutamente  digno de  recibir  perfección. Entre  Dios  y Sus  creaciones  existe una  perfecta  interdependencia. El  depende  de  ellas  porque  las  creó  perfectas. Les  dio Su paz  para que  nada  las  pudiese  alterar ni  engañar.  Siempre  que  tienes  miedo,  te  engañas  a  ti  mismo, y tu mente  no puede  servir al  Espíritu  Santo. Eso te  deja  hambriento, pues  te  niega  el  pan de  cada  día. Dios  se  siente  solo  sin Sus  Hijos, y Sus  Hijos  se  sientes  solos  sin Él.  Tienen  que  aprender  a  ver el mundo  como un medio para  poner fin a  la  separación. La  Expiación es  la  garantía  de  que  finalmente lo  lograrán.

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