domingo, 21 de abril de 2019

T13. II. El inocente Hijo de Dios


*T13. II. El inocente Hijo de Dios*

1. El  propósito fundamental  de  la  proyección  es  siempre  deshacerse  de  la  culpabilidad. Pero el  ego, como  de  costumbre,  trata  de  deshacerse  de  la  culpabilidad  exclusivamente  desde  su punto de  vista, pues  por mucho  que  él  quiera  conservar  la  culpabilidad,  a  ti  te  resulta  intolerable,  toda  vez  que  la culpabilidad te  impide  recordar  a  Dios, Cuya  atracción  es  tan fuerte  que  te  es  irresistible. En  este punto,  pues, se  produce  la  más  profunda  de  las  divisiones, pues  si  has  de  conservar  la  culpabilidad, tal  como  insiste  el  ego, tú  no puedes  ser tú Mismo. Sólo persuadiéndote  de  que  tú eres  él  podría  el ego  inducirte  a  proyectar la  culpabilidad y de  ese  modo  conservarla  en tu mente.

2. Observa, sin embargo,  cuán extraña  es  la  solución que  el  ego ha  urdido. Proyectas  la  culpabilidad para  deshacerte  de  ella, pero  en realidad estás  simplemente  ocultándola. Experimentas  culpabilidad, pero  no sabes  por qué.  Al  contrario, la  asocias  con un extraño surtido  de  "ideales  del  ego",  en los que,  según él, le  has  fallado.  Sin embargo, no te  das  cuenta  de  que  a  quien le  estás  fallando es  al Hijo  de  Dios  al  considerarlo culpable.  Al  creer  que  tú ya  no eres  tú, no te  das  cuenta  de  que  te  estás fallando a  ti  mismo.

3. La  más  tenebrosa  de  las  piedras  angulares  que  ocultas, mantiene  tu  creencia  en  la  culpabilidad fuera  de  tu conciencia, pues  en ese  lugar tenebroso y secreto yace  el  reconocimiento de  que  has traicionado al  Hijo de  Dios  al  haberlo condenado a  muerte.  Tú  ni  siquiera  sospechas  que  esta  idea asesina,  aunque  demente,  yace  ahí  oculta, pues  las  ansias  destructivas  del  ego son tan  intensas  que sólo la  crucifixión del  Hijo de  Dios  puede,  en última  instancia,  satisfacerle.  No sabe  quién  es  el  Hijo de  Dios  porque  es  ciego. Mas  permítele  percibir inocencia  en cualquier parte, y tratará  de  destruirla debido  a  su miedo.

4. Gran parte  del  extraño comportamiento  del  ego  se  puede  atribuir directamente  a  su definición de la  culpabilidad.  Para  el  ego, los  inocentes  son culpables. Los  que  no atacan son sus  "enemigos" porque,  al  no aceptar su interpretación de  la  salvación, se  encuentran  en una  posición  excelente  para poder  abandonarla.  Se  han aproximado a  la  piedra  angular  más  recóndita  y tenebrosa  de  los cimientos  del  ego,  y si  bien el  ego puede  tolerar  que  pongas  en duda  todo  lo demás,  este  secreto  lo guarda con su vida, pues su existencia depende de que él siga guardando dicho secreto. Por lo tanto, es este secreto lo que tenemos que examinar, pues el ego no puede protegerte de la verdad, y en presencia de ésta él se desvanece.

5. En la serena luz de la verdad, reconozcamos que crees haber crucificado al Hijo de Dios. No has admitido este "terrible" secreto porque todavía desearías crucificarlo si pudieses encontrarlo. No obstante, este deseo ha hecho que el Hijo de Dios se mantenga oculto de ti, ya que es un deseo aterrante, y, por lo tanto, temes encontrarlo. La manera en que has lidiado con este deseo de matarte es desconociendo tu identidad e identificándote con lo que no eres. Has proyectado la culpabilidad ciega e indiscriminadamente, pero no has podido descubrir su fuente. Pues el ego quiere destruirte, y si te identificas con él no podrás sino creer que su objetivo es también el tuyo.

6. He dicho que la crucifixión es el símbolo del ego. Cuando el ego se enfrentó con la verdadera inocencia del Hijo de Dios intentó darle muerte, y la razón que adujo fue que la inocencia es una blasfemia contra Dios. Para el ego, el ego es Dios, y la inocencia tiene que ser interpretada como la máxima expresión de culpabilidad que justifica plenamente el asesinato. Todavía no entiendes que cualquier miedo que puedas experimentar en conexión con este curso procede, en última instancia, de esa interpretación, pero si examinases las reacciones que éste suscita en ti, te convencerías cada vez más de que eso es cierto.

7. Este curso ha afirmado explícitamente que su objetivo es tu felicidad y tu paz. A pesar de ello, le tienes miedo. Se te ha dicho una y otra vez que te liberará, no obstante, reaccionas en muchas ocasiones como si estuviese tratando de aprisionarte. A menudo lo descartas con mayor diligencia de la que empleas para descartar los postulados del ego. En cierta medida, pues, debes creer que si no aprendes el curso te estás protegiendo a ti mismo. Y no te das cuenta de que lo único que puede protegerte es tu inocencia.

8. La Expiación se ha interpretado siempre como lo que libera de la culpabilidad, y esto es cierto si se entiende debidamente. No obstante, incluso si yo te interpreto lo que es, puede que la rechaces y no la aceptes para ti mismo. Tal vez hayas reconocido la futilidad del ego y de sus ofrecimientos, pero aunque no los deseas, puede que todavía no contemples la alternativa con agrado. En última instancia, tienes miedo de la redención y crees que te aniquilaría. No te engañes con respecto a la intensidad de ese miedo, pues crees que, en presencia de la verdad, puedes volverte contra ti mismo y destruirte.

9. Criatura de Dios, eso no es así. Ese "secreto por el que te sientes culpable" no es nada, y si lo sacas a la luz, la Luz lo desvanecerá. No quedará entonces ninguna nube tenebrosa que pueda interponerse entre ti y el recuerdo de tu Padre, pues recordarás a Su inocente Hijo, que no murió porque es inmortal. Y te darás cuenta de que fuiste redimido junto con él y de que nunca has estado separado de él. El que puedas recordar depende de que comprendas esto, pues ello implica que has reconocido el amor sin miedo. Con ocasión de tu vuelta a casa se producirá un gran júbilo en el Cielo y el júbilo será tuyo. Pues el hijo redimido del hombre es el Hijo inocente de Dios, y reconocerlo es tu redención.

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