lunes, 22 de abril de 2019

T13. VI. Cómo encontrar el presente


*T13. VI. Cómo encontrar el presente*

1. Percibir verdaderamente  es  ser consciente  de  toda  la  realidad a  través  de  la  conciencia  de  tu propia  realidad. Pero para  que  esto tenga  lugar  no debes  ver ninguna  ilusión, pues  la  realidad no da cabida  a  ningún error.  Esto quiere  decir  percibir  a  tu hermano solamente  como lo ves  ahora.  Su pasado no tiene  realidad en el  presente,  por lo tanto,  te  es  imposible  verlo. Las  reacciones  que tuviste  hacia  él  en el  pasado tampoco están  ahí, y si  reaccionas  ante  ellas, no estarás  sino viendo la imagen que  hiciste  de  él,  a  la  cual  tienes  en mayor estima  que  a  él  mismo.  Cuando pongas  en duda las  ilusiones, pregúntate  si  es  realmente  sensato  percibir  el  pasado  como si  estuviese  ocurriendo ahora.  Si  recuerdas  el  pasado cuando  contemplas  a  tu  hermano,  no podrás  percibir  la  realidad  que está  aquí  ahora.

2. Consideras  "natural"  utilizar tus  experiencias  pasadas  como  punto de  referencia  desde  el  que juzgar el  presente. Sin  embargo, eso es  antinatural  porque  es  ilusorio.  Cuando hayas  aprendido a  ver a  todo el  mundo  sin hacer  referencia  alguna  al  pasado,  ya  sea  el  suyo o el  tuyo según tú  lo hayas percibido, podrás  aprender de  lo  que  ves  ahora. Pues  el  pasado no puede  arrojar sombras  que obscurezcan el  presente,  a  menos  que  tengas  miedo  de  la  luz.  Y  sólo  si  tienes  miedo  elegirías  dejar que  la  obscuridad  te  acompañase, y al  tenerla  en  tu mente, verla  como  una  nube  negra  que  envuelve a  tus  hermanos  y te  impide  ver su realidad.

3. Esta  obscuridad se  encuentra  en ti.  El  Cristo,  tal  como se  revela  ante  ti  ahora, no tiene  pasado, pues  es  inmutable  y en Su inmutabilidad radica  tu liberación.  Pues  si  Él  es  tal  como fue  creado, no puede  haber culpabilidad en  Él. Ninguna  nube  de  culpabilidad ha  venido  a  ocultarlo,  y Él  se  alza revelado en  todo aquel  con quien  te  encuentras  porque  lo  ves  a  través  de  Él  Mismo. Renacer es abandonar el  pasado y contemplar  el  presente  sin condenación. La  nube  que  oculta  al  Hijo de  Dios de  tu vista  es  el  pasado, y si  quieres  que  lo pasado pasado  sea,  no lo debes  ver ahora.  Si  lo ves  ahora en  tus  ilusiones, es  que  todavía  no se  ha  apartado  de  ti,  aunque  no está  aquí.

4. El  tiempo puede  liberar  así  como  aprisionar,  dependiendo  de  quién  es  la  interpretación de  éste que  eliges  usar.  El  pasado, el  presente  y el  futuro  no son estados  continuos, a  no ser que  impongas continuidad  en ellos.  Puedes  percibirlos  como que  son continuos, y hacer  que  lo sean para  ti. Pero no te  engañes  y luego  creas  que  realmente  lo son. Pues  creer  que  la  realidad es  lo que  a  ti  te  gustaría que  fuese,  de  acuerdo  con el  uso que  haces  de  ella, es  ilusorio.  Quieres  destruir  la  continuidad  del tiempo  dividiéndolo en pasado,  presente  y futuro  para  tus  propios  fines. Quieres  prever el  futuro basándote  en tus  experiencias  pasadas, y hacer  planes  de  acuerdo con esas  experiencias. Sin embargo,  al  hacer eso estás  alineando  el  pasado con  el  futuro,  y no estás  permitiendo  que  el milagro,  que  podría  intervenir  entre  ellos, te  libere  para  que  puedas  renacer.

5. El  milagro te  permite  ver  a  tu hermano  libre  de  su pasado, y así  te  permite  percibirlo  como que  ha renacido. Sus  errores  se  encuentran en el  pasado, y al  percibirlo sin ellos  lo liberas.  Y  puesto que  su pasado es  también  el  tuyo,  compartes  esa  liberación.  No permitas  que  ninguna  sombra  tenebrosa  de tu  pasado lo oculte  de  tu vista, pues  la  verdad se  encuentra  solamente  en el  presente,  y si  la  buscas ahí,  la  encontrarás. La  has  buscado donde  no está,  y, por lo tanto, no has  podido  encontrarla. Aprende, pues, a  buscarla  donde  está, y ella  alboreará  ante  los  ojos  que  ven.  Tu  pasado fue engendrado con ira,  y si  te  vales  de  él  para  atacar  el  presente,  serás  incapaz  de  ver  la  liberación  que éste  te  ofrece.

6. Has  dejado  atrás  los  juicios  y la  condenación y, a  no ser que  los  sigas  arrastrando contigo, te darás  cuenta  de  que  te  has  liberado  de  ellos.  Contempla  amorosamente  el  presente, pues  encierra  lo único  que  es  verdad  eternamente.  Toda  curación  reside  en  él  porque  su continuidad  es  real. El presente  se  extiende  a  todos  los  aspectos  de  la  Filiación simultáneamente, permitiendo de  este  modo que  todos  puedan extenderse  hasta  los  demás. El  presente  existe  desde  antes  de  que  el  tiempo diese comienzo  y seguirá  existiendo una  vez  que  éste  haya  cesado.  En el  presente  se  encuentran  todas  las cosas  que  son eternas, las  cuales  son una.  La  continuidad  de  esas  cosas  es  intemporal  y su comunicación jamás  puede  interrumpirse, pues  no están  separadas  por el  pasado.  Sólo  el  pasado puede  producir separación, pero  el  pasado no está  en ninguna  parte.

7. El presente te muestra a tus hermanos bajo una luz que te uniría a ellos y te liberaría del pasado. ¿Usarías, entonces, el pasado contra ellos? Pues si lo haces, estarás eligiendo permanecer en una obscuridad que no existe, y negándote a aceptar la luz que se te ofrece. Pues la luz de la visión perfecta se otorga libremente del mismo modo en que se recibe libremente, y sólo se puede aceptar sin limitaciones de ninguna clase. En el presente, la única dimensión del tiempo que es inmóvil e inalterable y donde no queda ni rastro de lo que fuiste, contemplas a Cristo e invocas a Sus testigos para que derramen su fulgor sobre ti por haberlos invocado. Esos testigos no negarán la verdad que mora en ti porque la buscaste en ellos y allí la encontraste.

8. El ahora es el momento de la salvación, pues en el ahora es cuando te liberas del tiempo. Extiéndele tu mano a todos tus hermanos, e infúndelos con el toque de Cristo. En tu eterna unión con ellos reside tu continuidad, ininterrumpida porque la compartes plenamente. El inocente Hijo de Dios es únicamente luz. En él no hay obscuridad, pues goza de plenitud. Exhorta a todos tus hermanos a que den testimonio de la plenitud del Hijo de Dios, del mismo modo en que yo te exhorto a que te unas a mí. Cada voz es parte del himno redentor: el himno de alegría y agradecimiento por la luz al Creador de la luz. La santa luz que irradia desde el Hijo de Dios da testimonio de que la luz que hay en él procede de su Padre.

9. Irradia tu luz sobre tus hermanos en recuerdo de tu Creador, pues le recordarás a medida que invoques a los testigos de Su creación. Los que cures darán testimonio de tu curación, pues en su plenitud verás la tuya propia. Y a medida que tus himnos de alabanza y de alegría se eleven hasta tu Creador, Él te dará las gracias mediante Su inequívoca Respuesta a tu llamada, pues es imposible que Su Hijo le llame y no reciba respuesta. La llamada que te hace a ti es la misma que tú le haces a Él. Y lo que te contesta en Él es Su paz.

10. Criatura de la luz, no sabes que la luz está en ti. Sin embargo, la encontrarás a través de sus testigos, pues al haberles dado luz, ellos te la devolverán. Cada hermano que contemples en la luz hará que seas más consciente de tu propia luz. El amor siempre conduce al amor. Los enfermos, que imploran amor, se sienten agradecidos por él, y en su alegría resplandecen con santo agradecimiento. Y eso es lo que te ofrecen a ti que les brindaste dicha. Son tus guías a la dicha, pues habiéndola recibido de ti desean conservarla. Los has establecido como guías a la paz, pues has hecho que ésta se manifieste en ellos. Y al verla, su belleza te llama a retornar a tu hogar.

11. Hay una luz que este mundo no puede dar. Mas tú puedes darla, tal como se te dio a ti. Y conforme la des, su resplandor te incitará a abandonar el mundo y a seguirla. Pues esta luz te atraerá como nada en este mundo puede hacerlo. Y tú desecharás este mundo y encontrarás otro. Ese otro mundo resplandece con el amor que tú le has dado. En él todo te recordará a tu Padre y a Su santo Hijo. La luz es ilimitada y se extiende por todo ese mundo con serena dicha. Todos aquellos que trajiste contigo resplandecerán sobre ti, y tú resplandecerás sobre ellos con gratitud porque te trajeron hasta aquí. Tu luz se unirá a la suya dando lugar a un poder tan irresistible que liberará de las tinieblas a los demás según tu mirada se pose sobre ellos.

12. Despertar en Cristo es obedecer las leyes del amor libremente como resultado del sereno reconocimiento de la verdad que éstas encierran. Tienes que estar dispuesto a dejarte atraer por la luz, y la manera en que uno demuestra que está dispuesto es dando. Aquellos que aceptan tu amor están dispuestos a convertirse en los testigos del amor que tú les diste, y son ellos quienes te lo ofrecerán a ti. Cuando duermes estás solo, y tu conciencia se limita a ti. Por eso es por lo que tienes pesadillas. Tus sueños son sueños de soledad porque tienes los ojos cerrados. No ves a tus hermanos, y en la obscuridad no puedes ver la luz que les diste.

13. Sin embargo, las leyes del amor no se suspenden porque tú estés dormido. Las has obedecido en todas tus pesadillas, y no has dejado de dar, pues no estabas solo. Aun en tus sueños Cristo te ha protegido, asegurándose de que el mundo real se encuentre ahí para ti cuando despiertes. Él ha dado por ti en tu nombre, y te ha dado los regalos que dio. El Hijo de Dios sigue siendo tan amoroso como su Padre. Al tener una relación de continuidad con su Padre, no tiene un pasado separado de Él. Por eso es por lo que jamás ha cesado de ser el testigo de su Padre, ni el suyo propio. Aunque dormía, la visión de Cristo nunca lo abandonó. Y ésa es la razón de que pueda convocar a los testigos que le muestran que él nunca estuvo dormido.

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