lunes, 22 de abril de 2019

T13. VII. La consecución del mundo real


*T13. VII. La consecución del mundo real*

1. Siéntate  sosegadamente, y según contemplas  el  mundo que  ves, repite  para  tus  adentros:  "El mundo  real  no es  así.  En él  no hay edificios  ni  calles  por donde  todo el  mundo camina  solo y separado.  En él  no hay tiendas  donde  la  gente  compra  una  infinidad  de  cosas  innecesarias. No está iluminado  por luces  artificiales, ni  la  noche  desciende  sobre  él.  No tiene  días  radiantes  que  luego  se nublan.  En el  mundo real  nadie  sufre  pérdidas  de  ninguna  clase.  En él  todo resplandece, y resplandece  eternamente".

2.  Tienes  que  negar el  mundo que  ves, pues  verlo  te  impide  tener  otro tipo  de  visión. No puedes  ver ambos  mundos, pues  cada  uno de  ellos  representa  una  manera  de  ver diferente, y depende  de  lo  que tienes  en gran  estima.  La  negación de  uno de  ellos  hace  posible  la  visión  del  otro.  Los  dos  no pueden  ser verdad;  no obstante, cualquiera  de  ellos  te  parecerá  tan real  como  el  valor  que  le atribuyas. Su poder, sin embargo,  no es  idéntico porque  la  verdadera  atracción  que  ejercen sobre  ti no es  igual.

3.  Tú no deseas  realmente  el  mundo que  ves, pues  no ha  hecho más  que  decepcionarte  desde  los orígenes  del  tiempo.  Las  casas  que  erigiste  jamás  te  dieron cobijo. Los  caminos  que  construiste  no te  llevaron a  ninguna  parte,  y ninguna  de  las  ciudades  que  fundaste  ha  resistido el  asalto  demoledor del  tiempo.  Todo  lo que  has  hecho  lleva  impreso  sobre  sí  el  estigma  de  la  muerte. No lo tengas  en tanta  estima,  pues  es  un mundo  viejo  y decrépito, e  incluso según lo construías  estaba  ya  listo para retornar al  polvo. Este  mundo doliente  no tiene  el  poder de  influenciar al  mundo viviente  en absoluto.  Tú no puedes  conferirle  ese  poder, y si  bien  lo abandonas  con  tristeza, en él  no puedes encontrar el  camino que  conduce  más  allá  de  él  hacia  el  otro mundo.

4. El  mundo real, por otra  parte,  tiene  el  poder  de  influenciarte  incluso aquí  porque  lo amas.  Y  lo que  pides  con amor  vendrá  a  ti. El  amor siempre  responde, pues  es  incapaz  de  negar una  petición  de ayuda,  o de  no oír los  gritos  de  dolor que  se  elevan  hasta  él  desde  todos  los  rincones  de  este  extraño mundo  que  construiste,  pero que  realmente  no deseas. Lo  único que  necesitas  hacer para abandonarlo y reemplazarlo  gustosamente  por el  mundo  que  tú no creaste, es  estar  dispuesto a reconocer que  el  que  tú  fabricaste  es  falso.

5. Has  estado equivocado con  respecto al  mundo porque  te  has  juzgado  erróneamente  a  ti  mismo. ¿Qué  podías  haber visto  desde  un punto de  vista  tan distorsionado?  Toda  visión  comienza  con el que  percibe,  que  es  quien determina  lo que  es  verdad y lo que  es  falso.  Y  no podrá  ver lo que  juzgue como  falso.  Tú que  deseas  juzgar la  realidad no puedes  verla, pues  en  presencia  de  juicios  la realidad  desaparece.  Lo que  no está  en la  mente  no se  puede  ver  porque  lo que  se  niega  se  encuentra ahí  aunque  no se  reconozca.  Cristo sigue  estando  ahí, aunque  no lo reconozcas. Su Ser no depende de  que  lo reconozcas. Él  vive  dentro  de  ti  en el  sereno presente,  y está  esperando a  que  abandones  el pasado y entres  en el  mundo que  te  ofrece  con amor.

6. No hay nadie  en este  mundo enloquecido  que  no haya  vislumbrado en alguna  ocasión  algún atisbo del  otro  mundo que  le  rodea. No obstante,  mientras  siga  otorgando  valor a  su propio  mundo, negará  la  visión del  otro, manteniendo  que  ama  lo que  no ama, y negándose  a  seguir el  camino  que le  señala  el  amor. ¡Cuán jubilosamente  te  muestra  el  camino  el  Amor!  Y  a  medida  que  lo sigas, te regocijarás  de  haber encontrado Su compañía,  y de  haber aprendido de  Él  cómo  regresar felizmente a  tu hogar. Estás  esperando únicamente  por ti.  Abandonar este  triste  mundo e  intercambiar  tus errores  por la  paz  de  Dios  no es  sino tu  voluntad.  Y  Cristo  te  ofrecerá  siempre  la  Voluntad de  Dios, en  reconocimiento  de  que  la  compartes  con Él.

7. La  Voluntad  de  Dios  es  que  nada, excepto Él  Mismo, ejerza  influencia  sobre  Su Hijo, y que  nada más  ni  siquiera  se  aproxime  a  él.  Su Hijo  es  tan inmune  al  dolor como  lo es  Él,  Quien  lo protege  en toda  situación. El  mundo que  le  rodea  refulge  con amor porque  Dios  ubicó  a  Su Hijo en Sí  Mismo donde no existe el dolor y donde el amor le rodea eterna e ininterrumpidamente. Su paz no puede ser perturbada. El Hijo de Dios contempla con perfecta cordura el amor que le rodea por todas partes y que se encuentra asimismo dentro de él. Y negará forzosamente el mundo del dolor en el instante en que se perciba rodeado por los brazos del amor. Y desde este enclave seguro mirará serenamente a su alrededor y reconocerá que el mundo es uno con él.

8. La paz de Dios supera tu razonar sólo en el pasado. Sin embargo, está aquí, y puedes entenderla ahora mismo. Dios ama a Su Hijo eternamente, y Su Hijo le corresponde eternamente. El mundo real es el camino que te lleva a recordar la única cosa que es completamente verdadera y completamente tuya. Pues todo lo demás te lo has prestado a ti mismo en el tiempo, y desaparecerá. Pero eso otro es eternamente tuyo, al ser el don de Dios a Su Hijo. Tu única realidad te fue dada, y por medio de ella Dios te creó uno con Él.

9. Primero soñarás con la paz, y luego despertarás a ella. Tu primer intercambio de lo que has hecho por lo que realmente deseas es el intercambio de las pesadillas por los sueños felices de amor. En ellos se encuentran tus verdaderas percepciones, pues el Espíritu Santo corrige el mundo de los sueños, en el que reside toda percepción. El conocimiento no necesita corrección. Con todo, los sueños de amor conducen al conocimiento. En ellos no ves nada temible, y por esa razón constituyen la bienvenida que le ofreces al conocimiento. El amor espera la bienvenida, pero no en el tiempo, y el mundo real no es sino tu bienvenida a lo que siempre fue. Por lo tanto, la llamada al júbilo se encuentra en él, y tu gozosa respuesta es tu despertar a lo que nunca perdiste.

10. Alaba, pues, al Padre por la perfecta cordura de Su santísimo Hijo. Tu Padre sabe que no tienes necesidad de nada. Esto es así en el Cielo, pues, ¿qué podrías necesitar en la eternidad? En tu mundo ciertamente tienes necesidad de cosas. El mundo en el que te encuentras es un mundo de escasez porque estás necesitado. Sin embargo, ¿te podrías encontrar a ti mismo en un mundo así? Sin el Espíritu Santo la respuesta sería no. Pero debido a Él, la respuesta es un gozoso sí. Por ser el mediador entre los dos mundos, Él sabe lo que necesitas y lo que no te hará daño. El concepto de posesión es un concepto peligroso si se deja en tus manos. El ego quiere poseer cosas para salvarse, pues poseer es su ley. Poseer por poseer es el credo fundamental del ego y una de las piedras angulares de los templos que se erige a sí mismo. El ego exige que deposites en su altar todas las cosas que te ordena obtener, y no deja que halles gozo alguno en ellas.

11. Todo lo que el ego te dice que necesitas te hará daño. Pues si bien el ego te exhorta una y otra vez a que obtengas todo cuanto puedas, te deja sin nada, pues te exige que le des todo lo que obtienes. Y aun de las mismas manos que lo obtuvieron, será arrebatado y arrojado al polvo. Pues donde el ego ve salvación, ve también separación, y de esta forma pierdes todo lo que has adquirido en su nombre. No te preguntes a ti mismo, por lo tanto, qué es lo que necesitas, pues no lo sabes, y lo que te aconsejes a ti mismo te hará daño. Pues lo que crees necesitar servirá simplemente para fortificar tu mundo contra la luz y para hacer que no estés dispuesto a cuestionar el valor que este mundo tiene realmente para ti.

12. Sólo el Espíritu Santo sabe lo que necesitas. Pues Él te proveerá de todas las cosas que no obstaculizan el camino hacia la luz. ¿Qué otra cosa podrías necesitar? Mientras estés en el tiempo, Él te proveerá de todo cuanto necesites, y lo renovará siempre que tengas necesidad de ello. No te privará de nada mientras lo necesites. Mas Él sabe que todo cuanto necesitas es temporal, y que sólo durará hasta que dejes a un lado todas tus necesidades y te des cuenta de que todas ellas han sido satisfechas. El Espíritu Santo no tiene, por lo tanto, ningún interés en las cosas que te proporciona. Lo único que le interesa es asegurarse de que no te valgas de ellas para prolongar tu estadía en el tiempo. Sabe que ahí no estás en casa, y no es Su Voluntad que demores tu jubiloso regreso a tu hogar.

13. Deja, por lo tanto, todas tus necesidades en Sus manos. Él las colmará sin darles ninguna importancia. Lo que Él te provee no conlleva ningún riesgo, pues Él se asegurará de que no pueda convertirse en un punto tenebroso, oculto en tu mente y que se conserva para hacerte daño. Bajo Su dirección viajarás ligero de equipaje y sin contratiempos, pues Él siempre tiene puestas Sus miras en el final de la jornada, que es Su objetivo. El Hijo de Dios no es un viajero por mundos externos. No importa cuán santa pueda volverse su percepción, ningún mundo externo a él contiene su herencia. Dentro de sí mismo no tiene necesidades de ninguna clase, pues la luz sólo necesita brillar en paz para dejar que desde sí misma sus rayos se extiendan quedamente hasta el infinito.

14. Siempre que te sientas tentado de emprender un viaje inútil que no haría sino alejarte de la luz, recuerda lo que realmente quieres, y di: El Espíritu Santo me conduce hasta Cristo, pues, ¿a qué otro sitio querría ir? ¿Qué otra necesidad tengo, salvo la de despertar en Él?

15. Síguele luego lleno de júbilo, confiando en que Él te conducirá a salvo a través de todos los peligros que este mundo pueda presentar ante ti para alterar tu paz mental. No te postres ante los altares del sacrificio, ni busques lo que sin duda perderías. Conténtate con lo que, sin duda también, has de conservar, y no pierdas la calma, pues el viaje que estás emprendiendo hacia la paz de Dios, en cuya quietud Él quiere que estés, es un viaje sereno.

16. En mí ya has superado cualquier tentación que pudiera demorarte. Juntos recorremos la senda que conduce a la quietud, que es el regalo de Dios. Tenme en gran estima, pues, ¿qué otra cosa puedes necesitar, sino a tus hermanos? Te devolveremos la paz mental que juntos tenemos que encontrar. El Espíritu Santo te enseñará cómo despertar a lo que nosotros somos y a lo que tú eres. Ésta es la única necesidad real que hay que satisfacer en el tiempo. Salvarse del mundo consiste sólo en eso. Mi paz te doy. Acéptala de mí en gozoso intercambio por todo lo que el mundo te ha ofrecido para luego arrebatártelo. Y la extenderemos como un manto de luz sobre la triste faz del mundo, en el que ocultaremos a nuestros hermanos del mundo, y a éste de ellos.

17. Solos no podemos cantar el himno redentor. Mi tarea no habrá concluido hasta que haya elevado todas las voces junto con la mía. Sin embargo, no es propiamente mía, pues así como ella es el regalo que yo te hago, fue asimismo el regalo que el Padre me hizo a mí a través de Su Espíritu. Su sonido desvanecerá toda aflicción de la mente del santísimo Hijo de Dios, donde la aflicción no puede morar. En el tiempo, la curación es necesaria, pues el júbilo no puede establecer su eterno reino allí donde mora la aflicción. Tú no moras aquí, sino en la eternidad. Eres un viajero únicamente en sueños, mientras permaneces a salvo en tu hogar. Dale las gracias a cada parte de ti a la que hayas enseñado a que te recuerde. Así es como el Hijo de Dios le da las gracias a su Padre por su pureza.

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