jueves, 25 de abril de 2019

T15. VI. El instante santo y las leyes de Dios


*T15. VI. El instante santo y las leyes de Dios*

1. Es  imposible  usar una  relación a  expensas  de  otra  sin sentir  culpabilidad.  Y  es  igualmente imposible  condenar parte  de  una  relación y encontrar paz  en ella. De  acuerdo  con las  enseñanzas  del Espíritu Santo,  todas  las  relaciones  son compromisos  totales, si  bien, no hay  conflicto alguno  entre ellas.  Tener absoluta  fe  en  que  cada  una  de  ellas  tiene  la  capacidad de  satisfacerte  completamente, sólo puede  proceder  de  una  perfecta  fe  en ti  mismo. Mas  no puedes  tener  fe  en ti  mismo  mientras sigas  sintiendo culpabilidad.  Y  seguirás  sintiendo  culpabilidad mientras  aceptes  la  posibilidad -y la tengas  en gran estima- de  que  puedes  hacer  que  un hermano  sea  lo que  no es  sólo  porque  tú lo desees.

2. La  razón de  que  tengas  tan  poca  fe  en ti  mismo es  que  no estás  dispuesto a  aceptar el  hecho  de que  dentro de  ti  se  encuentra  el  amor perfecto.  Y  así, buscas  afuera  lo que  no se  puede  encontrar afuera.  Yo te  ofrezco la  perfecta  fe  que  tengo en  ti, en  lugar de  todas  tus  dudas. Pero no te  olvides  de que  la  fe  que  tengo en todos  tus  hermanos  tiene  que  ser tan  perfecta  como  la  que  tengo en ti, pues, de  lo contrario, el  regalo que  te  hago  sería  limitado.  En el  instante  santo compartimos  la  fe  que tenemos  en el  Hijo de  Dios  porque  juntos  reconocemos  que  él  es  completamente  digno  de  ella, y en nuestro  aprecio  de  su valía  no podemos  dudar de  su santidad.  Y,  por lo tanto,  le  amamos.

3.  Toda  separación desaparece  conforme  se  comparte  la  santidad.  Pues  la  santidad es  poder, y cuando  se  comparte, su fuerza  aumenta.  Si  intentas  satisfacerte  gratificando  tus  necesidades  tal como  las  percibes, es  porque  crees  que  la  fuerza  procede  de  otro, y que  lo que  tú  ganas, él  lo  pierde. Si  te  percibes  como débil, alguien siempre  tiene  que  salir perdiendo. Sin embargo,  hay otra interpretación  de  las  relaciones  que  transciende  completamente  el  concepto  de  pérdida  de  poder.

4. No te  resulta  difícil  creer  que  cuando otro  le  pide  amor  a  Dios, tu  propia  petición  no pierde fuerza.  Tampoco  crees  que  cuando  Dios  le  contesta  tus  esperanzas  de  recibir una  respuesta  se  ven mermadas. Por el  contrario,  te  sientes  más  inclinado  a  considerar  el  éxito de  tu  hermano  como una prueba  de  la  posibilidad  del  tuyo.  Eso se  debe  a  que  reconoces, aunque  sea  vagamente,  que  Dios  es una  idea, y,  por consiguiente,  tu fe  en Él  se  fortalece  al  compartirla.  Lo que  te  resulta  difícil  aceptar es  el  hecho de  que, al  igual  que  tu Padre, tú eres  una  idea.  Y  al  igual  que  Él,  te  puedes  entregar totalmente  sin que  ello  suponga  ninguna  pérdida  para  ti  y de  ello  sólo  se  puedan  derivar  ganancias. En  esto reside  la  paz, pues  en  ello  no hay conflicto.

5. En el mundo de la escasez, el amor no significa nada y la paz es imposible. Pues en él se aceptan tanto la idea de ganar como la de perder, y, por lo tanto, nadie es consciente de que en su interior reside el amor perfecto. En el instante santo reconoces que la idea del amor mora en ti, y unes esta idea a la Mente que la pensó y que jamás podría abandonarla. Puesto que dicha Mente mantiene dentro de sí la idea del amor, no puede haber pérdida alguna. El instante santo se convierte así en una lección acerca de cómo mantener a todos tus hermanos en tu mente, sin experimentar pérdida alguna sino tan sólo compleción. De esto se deduce que sólo puedes dar. Y esto es amor, pues únicamente esto es natural de acuerdo con las leyes de Dios. En el instante santo prevalecen las leyes de Dios, que son las únicas que tienen sentido. Las leyes de este mundo, por otra parte, dejan de tenerlo. Cuando el Hijo de Dios acepta las leyes de Dios como lo que su propia voluntad gustosamente dispone, es imposible que se sienta aprisionado o limitado en forma alguna. En ese instante es tan libre como Dios quiere que sea. Pues en el instante en que se niega a estar aprisionado, en ese mismo instante deja de estarlo.

6. En el instante santo no ocurre nada que no haya estado ahí siempre. Lo único que sucede es que se descorre el velo que cubría la realidad. Nada ha cambiado. Sin embargo, cuando se descorre el velo del tiempo, la conciencia de inmutabilidad aflora de inmediato. Nadie que aún no haya experimentado el descorrimiento del velo y se haya sentido irresistiblemente atraído hacia la luz que se encuentra tras él, puede tener fe en el amor sin experimentar miedo alguno. Mas el Espíritu Santo te da esa fe porque me la ofreció a mí y yo la acepté. No tengas miedo de que se te vaya a negar el instante santo, pues yo no lo negué. Y a través de mí, el Espíritu Santo te lo dará a ti, del mismo modo en que tú a tu vez habrás de darlo. No permitas que ninguna necesidad que percibas nuble la necesidad que tienes del instante santo. Pues en él reconocerás la única necesidad que los Hijos de Dios comparten por igual, y por medio de este reconocimiento te unirás a mí para ofrecer lo único que es necesario.

7. La paz llegará a través de nosotros. Únete a mí en la idea de la paz, pues las mentes se comunican por medio de ideas. Si te entregases tal como tu Padre entrega Su Ser, entenderías lo que es la Conciencia de Ser. Y con ello entenderías el significado del amor. Pero recuerda que el entendimiento es algo propio de la mente, y sólo de la mente. El conocimiento, por lo tanto, es algo propio de la mente y sus condiciones se encuentran en ésta junto con él. Si no fueses una idea, y nada más que una idea, no podrías estar en plena comunicación con todo lo que jamás ha existido. Sin embargo, mientras prefieras ser otra cosa, o intentes no ser nada más y al mismo tiempo ser otra cosa, no podrás recordar el lenguaje de la comunicación, si bien lo conoces perfectamente.

8. En el instante santo se recuerda a Dios, y con Él se recuerda el lenguaje con el que te comunicas con todos tus hermanos. Pues la comunicación se recuerda en unión con otro, al igual que la verdad. No hay exclusión en el instante santo porque el pasado desaparece, y con él desaparece también la base de la exclusión. Sin su fuente, la exclusión se desvanece. Y esto permite que la Fuente que tú y tus hermanos compartís la reemplace en tu conciencia. Dios y Su poder ocuparán el lugar que les corresponde ocupar en ti, y tú experimentarás la plena comunicación de ideas con ideas. Mediante tu capacidad para hacer esto te darás cuenta de lo que eres, pues empezarás a entender lo que es tu Creador y lo que es Su creación junto con Él.

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