sábado, 31 de agosto de 2019

T30. VIII. La realidad inmutable


*T30. VIII. La realidad inmutable*

1. Las  apariencias  engañan,  pero pueden  cambiar. La  realidad, en  cambio,  es  inmutable.  No engaña en  absoluto, y si  tú no puedes  ver más  allá  de  las  apariencias, te  estás  dejando  engañar. Pues  todo lo que  ves  cambiará;  sin embargo, antes  pensabas  que  era  real, y ahora  crees  que  es  real  nuevamente. De  este  modo, la  realidad se  ve  reducida  a  formas  y se  la  considera  susceptible  de  cambiar. La realidad,  no obstante,  es  inmutable. Esto  es  lo que  hace  que  sea  real  y lo que  la  distingue  de  todas las  apariencias.  Tiene  que  estar  más  allá  de  toda  forma  para  poder ser ella  misma. No puede cambiar. 

2. El  milagro es  un medio para  demostrar que  todas  las  apariencias  pueden cambiar  precisamente porque  son apariencias  y porque  carecen del  atributo de  inmutabilidad  que  la  realidad entraña. El milagro  da  fe  de  que  te  puedes  salvar  de  las  apariencias  al  demostrar que  éstas  pueden cambiar.  En tu  hermano reside  una  inmutabilidad  que  está  más  allá  de  cualquier  apariencia  o engaño.  Mas  se  ve nublada  por tus  cambiantes  ideas  acerca  de  él, que  tú percibes  como su realidad. Lo  que  constituiría un sueño feliz  con  respecto a  él  adopta  la  forma  de  una  apariencia  en la  que  él  goza  de  perfecta salud,  se  encuentra  completamente  inmune  a  cualquier clase  de  carencia  y está  perfectamente  a salvo  de  cualquier clase  de  desastre.  El  milagro  es  la  prueba  de  que  él  no está  limitado por ninguna clase  de  pérdida  o sufrimiento, ya  que  todo ello puede  cambiar tan  fácilmente.  Esto demuestra  que nunca  fueron reales  y que  no pudieron  haber surgido  de  su realidad. Pues  ésta  es  inmutable, y no hay  nada  en el  Cielo  o en la  tierra  que  pueda  jamás  alterar  sus  efectos. Es  evidente, en  cambio,  que las  apariencias  son irreales  precisamente  porque  pueden  cambiar. 

3. ¿Qué  es  la  tentación,  sino el  deseo de  hacer que  las  ilusiones  sean  reales?  No parece  ser el  deseo de  hacer que  lo que  es  real  no lo sea. Sin embargo, es  una  afirmación  de  que  algunas  clases  de ídolos  ejercen  una  poderosa  atracción que  los  hace  más  difíciles  de  resistir  que  aquellos  que  tú preferirías  que  no fuesen reales.  Toda  tentación, por lo  tanto, no es  más  que  esto:  una  plegaria  para que  el  milagro no ejerza  influencia  sobre  algunos  sueños, y para  que, en vez  de  ello,  mantenga  su irrealidad oculta  y les  otorgue  realidad. El  Cielo  no responde  a  tal  oración,  ni  tampoco se  te  puede conceder un milagro para sanar las apariencias que no te gustan. Has establecido límites. Lo que pides se te concede, pero no por el Dios que no conoce límites. Sólo tú te has limitado a ti mismo. 

4. La realidad es inmutable. Los milagros no hacen sino mostrar que lo que tú has interpuesto entre la realidad y tu conciencia es ilusorio y que no es en modo alguno una interferencia. El costo de la creencia de que algunas apariencias están más allá de cualquier esperanza de cambio es que el milagro no se obra a través de ti de manera consistente. Pues has pedido que no tenga el poder de sanar todos los sueños. No hay milagro que no se te pueda conceder si realmente deseas la curación. Pero no se te puede conceder ninguno a menos que la desees. Si eliges lo que quieres sanar, habrás coartado la libertad de concederle Sus dones al Hijo de Dios a Aquel que otorga todos los milagros. Cuando el Hijo de Dios cae en la tentación, niega la realidad. Y de este modo, se convierte voluntariamente en esclavo de lo que eligió a cambio. 

5. Precisamente porque la realidad es inmutable, existe en ella un milagro que sana todas las cosas cambiantes y te las ofrece para que las veas en una forma que te brinda felicidad y que está libre de temor. Se te concederá poder ver a tu hermano de esta manera. Pero no mientras quieras que sea de otra manera con respecto a ciertas cosas. Pues eso sólo significaría que no lo quieres ver curado e íntegro. El Cristo en él es perfecto. ¿Es esto lo que quieres contemplar? No dejes entonces que haya sueños acerca de él que tú prefieras ver en lugar del Cristo en él. Y verás al Cristo en él porque permitiste que Él viniera a ti. Y cuando Él se te haya aparecido, tendrás la certeza de que eres como Él, pues Él es lo inmutable en tu hermano y en ti. 

6. Eso es lo que contemplarás cuando decidas que no hay ninguna apariencia que prefieras conservar en lugar de lo que tu hermano realmente es. No dejes que la tentación de preferir un sueño permita que la incertidumbre se presente ahí. No te sientas culpable y temeroso cuando un sueño acerca de lo que él es te tiente. Pero no le atribuyas a ese sueño el poder de reemplazar lo inmutable en tu hermano en la percepción que tienes de él. No hay falsa apariencia que no desaparezca, si en lugar de ella pides un milagro. No hay dolor del que él no se pueda liberar, sólo con que desees que él sea lo que no puede sino ser. ¿Por qué habrías de temer ver a Cristo en él? Pues en todo lo que ves no haces sino contemplarte a ti mismo. Y conforme él sane, tú te liberarás de la culpabilidad, pues lo que él aparenta ser es la imagen que tú tienes de ti mismo. 

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