viernes, 30 de agosto de 2019

T29. III. Los testigos de Dios


*T29. III. Los testigos de Dios*

1. No condenes  a  tu salvador porque  él  crea  ser un cuerpo. Pues  más  allá  de  sus  sueños  se  encuentra su realidad. Pero antes  de  que  él  pueda  recordar lo  que  es, tiene  que  aprender  que  es  un salvador.  Y tiene  que  salvar a  todo  aquel  que  quiera  ser salvado. Su felicidad  depende  de  que  te  salve  a  ti.  Pues, ¿quién puede  ser un salvador sino aquel  que  brinda  salvación?  De  este  modo  aprende  que  la salvación es  algo  que  él  tiene  que  ofrecer. Pues  a  menos  que  se  la  conceda  a  otro  no sabrá  que dispone  de  ella,  ya  que  dar  es  la  prueba  de  que  se  tiene. Esto  no lo pueden entender  aquellos  que creen que  con  su fuerza  pueden menoscabar a  Dios. Pues, ¿quién  podría  dar  lo que  no tiene?  ¿Y quién  podría  perder  al  dar aquello  que, por el  hecho de  darlo, no puede  sino aumentar? 

2. ¿Crees  acaso que  el  Padre  perdió  Su Ser cuando te  creó?  ¿Crees  que  se  debilitó  por haber compartido  Su  Amor?  ¿Se  vio  acaso menoscabada  Su plenitud debido  a  tu  perfección?  ¿O  eres  tú  la prueba  de  Su plenitud y perfección?  No niegues  Su testigo en  el  sueño que  Su Hijo  prefiere  a  su propia  realidad. Su Hijo tiene  que  ser el  salvador  del  sueño al  que  dio lugar, para  poder así  liberarse de  él.  Tiene  que  ver a  otro no como un cuerpo,  sino como  uno con él, sin la  muralla  que  el  mundo ha  construido para  mantener separadas  todas  las  cosas  vivientes  que  no saben que  viven. 

3. En  el  sueño de  cuerpos  y muerte  aún puede  vislumbrarse  un atisbo de  verdad  que  tal  vez  no es más  que  una  pequeña  chispa, un espacio de  luz  creado  en la  obscuridad  donde  Dios  refulge  todavía. Tú  no puedes  despertarte  a  ti  mismo.  No obstante, puedes  permitir  que  se  te  despierte.  Puedes  pasar por alto los  sueños  de  tu hermano. Puedes  perdonarle  sus  ilusiones  tan  perfectamente, que  él  se convierte  en el  que  te  salva  de  tus  sueños.  Y  al  verlo  brillar  en el  espacio de  luz  donde  Dios  mora dentro  de  la  obscuridad, verás  que  Dios  Mismo se  encuentra  allí  donde  está  su cuerpo.  Ante  esta  luz el  cuerpo desaparece,  de  la  misma  manera  en  que  las  sombras  densas  ceden  ante  la  luz.  La obscuridad  no puede  decidir que  el  cuerpo  siga  presente.  La  llegada  de  la  luz  supone  su desaparición.  Verás  entonces  a  tu hermano en la  gloria,  y entenderás  qué  es  lo que  realmente  llena  la brecha  que  por tanto tiempo pensaste  que  os  mantenía  separados.  Ahí, en lugar  de  ella, el  testigo  de Dios  ha  trazado el  dulce  camino  de  la  bondad para  que  el  Hijo  de  Dios  lo recorra.  A  todo aquel  que perdonas  se  le  concede  el  poder de  perdonarte  a  ti  tus  ilusiones.  Mediante  tu regalo  de  libertad  te liberas  tú. 

4. Hazte  a  un lado  y deja  pasar al  amor, el  cual  tú no creaste,  pero sí  puedes  extender.  En la  tierra eso quiere  decir  perdonar a  tu hermano,  para  que  las  tinieblas  desaparezcan  de  tu mente. Una  vez que  la  luz  haya  llegado hasta  tu hermano a  través  de  tu perdón,  él  no se  olvidará  de  su salvador  ni  lo dejará  sin absolver. Pues  fue  en tu  rostro  donde  vio la  luz  que  quiere  mantener  a  su lado, a  medida que  camina  a  través  de  las  tinieblas  hacia  la  Luz  eterna. 

5. ¡Cuán  santo  debes  ser tú para  que  el  Hijo de  Dios  pueda  ser tu  salvador en medio de  sueños  de desolación y de  desastres! Observa  cuán deseoso llega, apartando las  densas  sombras  que  lo mantenían oculto,  para  poder  brillar  sobre  ti  lleno de  gratitud  y amor.  Él  es  él  mismo,  pero no él mismo  solo.  Y  de  la  misma  manera  en  que  su Padre  no perdió parte  de  él  al  crearte  a  ti,  así  la  luz  en él  es  aún más  brillante  por tú haberle  dado tu luz  para  salvarlo de  las  tinieblas.  Y  ahora  la  luz  en  ti tiene  que  ser tan brillante  como  la  que  refulge  en  él. Ésta  es  la  chispa  que  brilla  en el  sueño:  que  tú puedes  ayudarle  a  despertar,  y estar seguro de  que  sus  ojos  despiertos  se  posarán  sobre  ti.  Y  con su feliz  salvación,  te  salvas  tú. 

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