sábado, 31 de agosto de 2019

T30. VI. La justificación del perdón


*T30. VI. La justificación del perdón*

1. La  ira  nunca  está  justificada. El  ataque  no tiene  fundamento. Con esto  comienza  uno a  escapar del  miedo,  y con esto también  es  como lo  logrará. Con esto  se  intercambian  los  sueños  de  terror por el  mundo real. Pues  el  perdón  descansa  sobre  esto, lo cual  es  tan  sólo  natural.  No se  te  pide  que concedas  perdón allí  donde  se  debería  responder con ataque  y donde  el  ataque  estaría  justificado. Pues  eso querría  decir  que  perdonas  un pecado  pasando por alto  lo que  realmente  se  encuentra  ahí. Eso no es  perdón, ya  que  supondría  que, al  reaccionar  de  una  manera  que  no está  justificada,  tu perdón  se  ha  convertido  en la  respuesta  al  ataque  que  se  ha  perpetrado.  Y  así, el  perdón no habría sido apropiado, al  haberse  concedido donde  no era  debido.

2. El  perdón está  siempre  justificado. Sus  cimientos  son sólidos.  Tú  no perdonas  lo imperdonable, ni  pasas  por alto un ataque  real  que  merece  castigo.  La  salvación no reside  en que  a  uno le  pidan responder de  una  manera  antinatural  que  no concuerda  con  lo que  es  real.  En lugar  de  ello, la salvación sólo te  pide  que  respondas  adecuadamente  a  lo  que  no es  real,  no percibiendo lo que  no ha ocurrido.  Si  el  perdón no estuviese  justificado, se  te  estaría  pidiendo  que  sacrificases  tus  derechos cuando  devuelves  perdón por ataque.  Mas  se  te  pide  simplemente  que  consideres  el  perdón como  la respuesta  natural  ante  cualquier aflicción  basada  en  un error que, por ende,  no es  más  que  una petición  de  ayuda.  El  perdón es  la  única  respuesta  cuerda,  pues  impide  que  tus  derechos  sean sacrificados.

3. Este  entendimiento es  el  único cambio  que  le  permite  al  mundo  real  alzarse  para  ocupar  el  lugar de  los  sueños  de  terror. El  miedo  no puede  surgir a  menos  que  se  justifique  el  ataque;  y si  éste tuviese  una  base  real, el  perdón no tendría  base  alguna. El  mundo real  se  alcanza  cuando percibes que  aquello  en lo que  el  perdón se  basa  es  completamente  real  y está  plenamente  justificado. Mientras  creas  que  el  perdón es  un regalo inmerecido,  ello  no podrá  sino reforzar  la  culpabilidad que  quieres  "perdonar".  El  perdón que  no está  justificado  es  un ataque.  Y  eso es  todo  lo que  el mundo puede jamás ofrecer. Puede que algunas veces perdone a los "pecadores", pero sigue siendo consciente de que han pecado. De modo que no se merecen el perdón que les concede. 

4. Éste es el falso perdón del que el mundo se vale para mantener viva la sensación de pecado. Y puesto que se considera que Dios es justo, parece imposible que Su perdón pueda ser verdadero. De este modo, el temor a Dios es el resultado inevitable de considerar que el perdón es algo inmerecido. Nadie que se considere a sí mismo culpable puede evitar sentir temor de Dios. Pero se salva de este dilema si perdona. La mente tiene que considerar al Creador tal como se considera a sí misma. Si puedes darte cuenta de que tu hermano es digno de perdón, es que has aprendido que tú tienes el mismo derecho a ser perdonado que él. Y no pensarías que Dios tiene destinado para ti un juicio temible que tu hermano no se merece. Pues la verdad es que tú no mereces ni más ni menos que él. 

5. Todo perdón que se considera merecido sana, pues le otorga al milagro la fuerza para pasar por alto las ilusiones. Así es como aprendes que tú también tienes que haber sido perdonado. No hay ninguna apariencia que no pueda pasarse por alto. Pues si la hubiera, sería necesario que primero hubiese algún pecado que estuviese más allá del alcance del perdón. Tendría que haber algún error que fuese más que una simple equivocación, un tipo especial de error que fuese inmutable y eterno, y que estuviese más allá de cualquier posibilidad de corrección o escape. Tendría que haber un error capaz de deshacer la creación, y de construir un mundo que pudiese reemplazarla y destruir la Voluntad de Dios. Sólo si esto fuese posible podría haber algunas apariencias capaces de ser inmunes al milagro y de no ser sanadas por él. 

6. No hay prueba más contundente de que lo que deseas es la idolatría, que la creencia de que hay algunas clases de enfermedad y de desdicha que el perdón no puede sanar. Esto quiere decir que prefieres conservar algunos ídolos y que todavía no estás completamente listo para abandonarlos todos. Y así, piensas que algunas apariencias son reales y que no son apariencias en absoluto. No te dejes engañar con respecto al significado de la creencia fija según la cual algunas apariencias son más difíciles de pasar por alto que otras. Pues ello siempre significa que crees que el perdón tiene límites. Y te habrás fijado una meta en la que el perdón es parcial y en la que puedes liberarte de la culpabilidad sólo en parte. ¿Qué otra cosa puede significar esto sino que el perdón que te concedes a ti mismo, así como a todos los que parecen estar separados de ti es falso? 

7. Tiene que ser verdad que o bien el milagro cura toda clase de enfermedad o bien no cura en absoluto. Su propósito no puede ser juzgar qué formas son reales y qué apariencias verdaderas. Si se tuviese que excluir una sola apariencia de la curación, habría una ilusión que formaría parte de la verdad. Y no podrías escaparte totalmente de la culpabilidad, sino sólo en parte. Tienes que perdonar al Hijo de Dios completamente, pues, de lo contrario, conservarás una imagen de ti mismo fragmentada, y seguirás temiendo mirar en tu interior y encontrar allí tu liberación de todos los ídolos. La salvación descansa en la fe de que es imposible que haya algunas clases de culpabilidad que tú no puedas perdonar. Por lo tanto, no hay ninguna apariencia que hubiese podido ocupar el lugar de la verdad con respecto al Hijo de Dios. 

8. Contempla a tu hermano con el deseo de verlo tal como es. Y no excluyas ninguna parte de él de tu deseo de que se cure. Curar es hacer íntegro. Y a lo que es íntegro no le pueden faltar partes que se hayan dejado afuera. El perdón consiste en reconocer esto, y en alegrarnos de que no haya ninguna forma de enfermedad que el milagro no tenga el poder de curar. 

9. El Hijo de Dios es perfecto, ya que de otro modo no podría ser el Hijo de Dios. Y no lo podrás conocer mientras creas que no merece librarse de todas las consecuencias y manifestaciones de la culpabilidad. De la única forma que debes pensar acerca de él si quieres conocer la verdad acerca de ti mismo es así: Te doy las gracias, Padre, por Tu perfecto Hijo, pues en su gloria veré la mía propia. He aquí la jubilosa afirmación de que no hay ninguna forma de mal que pueda prevalecer sobre la Voluntad de Dios, el feliz reconocimiento de que la culpabilidad no ha triunfado porque tú hayas deseado que las ilusiones sean reales. ¿Y qué es esto sino una simple afirmación de la verdad? 

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