lunes, 26 de agosto de 2019

T26. IV. El lugar que el pecado dejó vacante


*T26. IV. El lugar que el pecado dejó vacante*

1. En  este  mundo el  perdón es  el  equivalente  de  lo que  en el  Cielo es  la  justicia. El  perdón transforma  el  mundo del  pecado en  un mundo simple,  en el  que  se  puede  ver  el  reflejo de  la  justicia que  emana  desde  más  allá  de  la  puerta  tras  la  cual  reside  lo que  carece  de  todo límite. No hay nada en  el  amor  ilimitado  que  pudiese  necesitar perdón.  Y  lo que  en el  mundo  es  caridad,  más  allá  de  la puerta  del  Cielo  pasa  a  ser simple  justicia. Nadie  perdona  a  menos  que  haya  creído en  el  pecado y aún  crea  que  hay mucho por lo  que  él  mismo necesita  ser perdonado.  El  perdón se  vuelve  de  esta manera  el  medio  por el  que  aprende  que  no ha  hecho nada  que  necesite  perdón. El  perdón  siempre descansa  en el  que  lo concede, hasta  que  reconoce  que  ya  no lo  necesita  más. De  este  modo, se  le reinstaura  a  su verdadera  función  de  crear, que  su perdón le  ofrece  nuevamente. 

2. El  perdón convierte  el  mundo  del  pecado  en un mundo de  gloria,  maravilloso de  ver.  Cada  flor brilla  en la  luz,  y en el  canto  de  todos  los  pájaros  se  ve  reflejado  el  júbilo  del  Cielo. No hay tristeza ni divisiones, pues todo se ha perdonado completamente. Y los que han sido perdonados no pueden sino unirse, pues nada se interpone entre ellos para mantenerlos separados y aparte. Los que son incapaces de pecar no pueden sino percibir su unidad, pues no hay nada que se interponga entre ellos para alejar a unos de otros. Se funden en el espacio que el pecado dejó vacante, en jubiloso reconocimiento de que lo que es parte de ellos no se ha mantenido aparte y separado. 

3. El santo lugar en el que te encuentras no es más que el espacio que el pecado dejó vacante. En su lugar ves alzarse ahora la faz de Cristo. ¿Quién podría contemplar la faz de Cristo y no recordar a Su Padre tal como Éste realmente es? ¿Y quién que temiese al amor, podría pisar la tierra en la que el pecado ha dejado un sitio para que se erija un altar al Cielo que se eleve muy por encima del mundo hasta llegar más allá del universo y tocar el Corazón de toda la creación? ¿Qué es el Cielo, sino un himno de gratitud, de amor y de alabanza que todo lo creado le canta a la Fuente de su creación? El más santo de los altares se erige donde una vez se creyó reinaba el pecado. Y a él vienen todas las luces del Cielo, para ser reavivadas y para incrementar su gozo. Pues en este altar se les restituye lo que habían perdido y recobran todo su fulgor. 

4. Los milagros que el perdón deposita ante las puertas del Cielo no son insignificantes. Aquí el Hijo de Dios Mismo viene a recibir cada uno de los regalos que lo acerca más a su hogar. Ni uno solo de ellos se pierde, y a ninguno se le atribuye más valor que a otro. Cada uno de esos regalos le recuerda el amor de su Padre en igual medida que el resto. Y cada uno le enseña que lo que él temía, es lo que más ama. ¿Qué otra cosa, salvo un milagro, podría hacerle cambiar de mentalidad de modo que comprenda que el amor no puede ser temido? ¿Qué otro milagro puede haber aparte de éste? ¿Y qué otra cosa se podría necesitar para que el espacio entre vosotros desaparezca? 

5. Donde antes se percibía el pecado se alzará un mundo que se convertirá en el altar de la verdad, y allí tú te unirás a las luces del Cielo y entonarás con ellas su himno de gratitud y alabanza. Y tal como ellas vienen a ti para completarse a sí mismas, así tú te dirigirás a ellas con el mismo propósito. Pues no hay nadie que pueda oír el himno del Cielo sin añadir el poder de su voz a él, haciéndolo así aún más dulce. Y todos se unirán al himno ante el altar que fue erigido en el pequeño espacio que el pecado proclamaba que era suyo. Y lo que entonces era minúsculo se habrá expandido hasta convertirse en un himno excelso en el que todo el universo se habrá unido cual una sola voz. 

6. Esa pequeña mácula de pecado que aún se interpone entre vosotros está demorando el feliz momento en el que las puertas del Cielo se abrirán. ¡Cuán pequeño es el obstáculo que te impide disponer de la riqueza del Cielo! ¡Y cuán grande será el gozo en el Cielo cuando te unas al imponente coro en alabanza al Amor de Dios! 

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