martes, 27 de agosto de 2019

T27. VIII. El "héroe" del sueño


*T27. VIII. El "héroe" del sueño*

1. El  cuerpo es  el  personaje  central  en el  sueño del  mundo.  Sin él  no hay  sueño,  ni  él  existe  sin el sueño en el  que  actúa  como  si  fuese  una  persona  digna  de  ser vista  y creída.  Ocupa  el  lugar central de  cada  sueño en el  que  se  narra  la  historia  de  cómo fue  concebido por otros  cuerpos,  cómo vino al mundo  externo al  cuerpo,  cómo vive  por un corto tiempo  hasta  que  muere, para  luego convertirse  en polvo  junto con  otros  cuerpos  que, al  igual  que  él, también  mueren.  En el  breve  lapso de  vida  que  se le  ha  concedido busca  otros  cuerpos  para  que  sean sus  amigos  o sus  enemigos.  Su seguridad  es  su mayor  preocupación;  su comodidad, la  ley  por la  que  se  rige.  Trata  de  buscar  placer y de  evitar todo lo  que  le  pueda  ocasionar  dolor. Pero por encima  de  todo, trata  de  enseñarse  a  sí  mismo que  sus dolores  y placeres  son dos  cosas  diferentes, y que  es  posible  distinguir  entre  ellos. 

2. El  sueño del  mundo  adopta  innumerables  formas  porque  el  cuerpo  intenta  probar de  muchas maneras  que  es  autónomo y real.  Se  engalana  a  sí  mismo con objetos  que  ha  comprado con  discos de  metal  o con tiras  de  papel  moneda  que  el  mundo considera  reales  y de  gran valor.  Trabaja  para adquirirlos, haciendo cosas  que  no tienen  sentido, y luego  los  despilfarra  intercambiándolos  por cosas  que  ni  necesita  ni  quiere. Contrata  a  otros  cuerpos  para  que  lo protejan y para  que  coleccionen más  cosas  sin sentido  que  él  pueda  llamar  suyas. Busca  otros  cuerpos  especiales  que  puedan compartir  su sueño.  A  veces  sueña  que  es  un conquistador de  cuerpos  más  débiles  que  él.  Pero en algunas  fases  del  sueño, él  es  el  esclavo  de  otros  cuerpos  que  quieren hacerle  sufrir  y torturarlo. 

3. Las  aventuras  del  cuerpo, desde  que  nace  hasta  que  muere, son el  tema  de  todo sueño que  el mundo  jamás  haya  tenido.  El  "héroe" de  este  sueño  jamás  cambiará, ni  su propósito  tampoco.  Y aunque  el  sueño en  sí  adopta  muchas  formas  y parece  presentar  una  gran variedad de  lugares  y situaciones  en  los  que  su "héroe" cree  encontrarse,  el  sueño no tiene  más  que  un propósito, el  cual se  enseña  de  muchas  maneras. Ésta  es  la  lección  que  trata  de  enseñar  una  y otra  vez:  que  el  cuerpo es  causa  y no efecto.  Y  que  tú que  eres  su efecto, no puedes  ser su causa. 

4. De  esta  manera,  tú no eres  el  soñador, sino el  sueño.  Y, por lo tanto, deambulas  fútilmente entrando y saliendo  de  lugares  y situaciones  que  él  maquina.  Que  esto es  todo lo  que  el  cuerpo  hace, es  cierto, pues  no es  más  que  una  figura  en un sueño.  Mas  ¿quién reaccionaría  ante  las  figuras  de  un sueño a  no ser que  las  considerase  reales?  En el  instante  en que  las  reconoce  como  lo que verdaderamente  son, éstas  dejan de  tener efectos  sobre  él  porque  entiende  que  fue  él  quien  les  dio los  efectos  que  tienen, al  causarlas  y hacer que  pareciesen reales. 

5. ¿Cuán  dispuesto estás  a  escaparte  de  los  efectos  de  todos  los  sueños  que  el  mundo  jamás  haya tenido?  ¿Es  tu deseo no permitir  que  ningún sueño parezca  ser la  causa  de  lo que  haces? Examinemos, pues, el  comienzo  del  sueño, ya  que  la  parte  que  ves  no es  sino la  segunda  parte,  cuya causa  se  encuentra  en la  primera.  Nadie  que  esté  dormido  y soñando en el  mundo recuerda  el  ataque que  se  infligió  a  sí  mismo.  Nadie  cree  que  realmente  hubo un tiempo en  el  que  no sabía  nada  de cuerpos  y en  el  que  no habría  podido  concebir  que  este  mundo fuese  real.  De  otro modo, se  habría dado  cuenta  de  inmediato  de  que  estas  ideas  son una  mera  ilusión, tan  ridículas  que  no sirven  para nada,  excepto  para  reírse  de  ellas. ¡Cuán serias  parecen ser ahora!  Y  nadie  puede  recordar  aquel entonces  cuando  habrían sido motivo de  risa  e  incredulidad.  Pero lo podemos  recordar, sólo con  que contemplemos  directamente  su causa.  Y  al  hacerlo, veremos  que  son motivo de  risa, no de  temor. 

6. Devolvámosle  al  soñador el  sueño del  que  se  desprendió,  el  cual  él  percibe  como algo  que  le  es ajeno y que  se  le  está  haciendo a  él. Una  diminuta  y alocada  idea,  de  la  que  el  Hijo de  Dios  olvidó reírse,  se  adentró  en la  eternidad,  donde  todo es  uno.  A  causa  de  su olvido  ese  pensamiento se convirtió  en una  idea  seria, capaz  de  lograr algo,  así  como  de  tener  efectos  reales. Juntos  podemos hacer desaparecer ambas  cosas  riéndonos  de  ellas, y darnos  cuenta  de  que  el  tiempo no puede afectar a la eternidad. Es motivo de risa pensar que el tiempo pudiese llegar a circunscribir a la eternidad, cuando lo que ésta significa es que el tiempo no existe. 

7. Una intemporalidad en la que se otorga realidad al tiempo; una parte de Dios que puede atacarse a sí misma; un hermano separado al que se considera un enemigo y una mente dentro de un cuerpo son todos diferentes aspectos de un círculo vicioso, cuyo final empieza en su comienzo y concluye en su causa. El mundo que ves te muestra exactamente lo que creíste haber hecho. Excepto que ahora crees que lo que hiciste se te está haciendo a ti. La culpabilidad que sentiste por lo que habías pensado la proyectaste fuera de ti mismo sobre un mundo culpable que es el que entonces sueña tus sueños y piensa tus pensamientos por ti. Es su venganza la que recae sobre ti, no la tuya propia. Te mantiene estrechamente confinado a un cuerpo, al que castiga por todos los actos pecaminosos que éste comete en su sueño. Y no puedes hacer que el cuerpo deje de cometer sus actos depravados porque tú no eres su hacedor y, por lo tanto, no puedes controlar sus acciones, su propósito o su destino. 

8. El mundo no hace sino demostrar una verdad ancestral: creerás que otros te hacen a ti exactamente lo que tú crees haberles hecho a ellos. Y una vez que te hayas engañado a ti mismo culpándolos, no verás la causa de sus actos porque desearás que la culpabilidad recaiga sobre ellos. ¡Cuán infantil es la insolente maniobra de querer defender tu inocencia descargando tu culpabilidad fuera de ti mismo, aunque sin deshacerte de ella! No es fácil percibir tal ironía cuando lo que tus ojos ven a tu alrededor son sus graves consecuencias, mas no su frívola causa. Sin causa, sus efectos parecen ciertamente ser tristes y graves. Sin embargo, no son más que consecuencias. Su causa, en cambio, es lo que no es consecuencia de nada, al no ser más que una farsa. 

9. El Espíritu Santo, sonriendo dulcemente, percibe la causa y no presta atención a los efectos. ¿De qué otra manera podría corregir tu error, cuando has pasado por alto la causa enteramente? Él te exhorta a que lleves todo efecto temible ante Él para que juntos miréis su descabellada causa y os riáis juntos por un rato. Tú juzgas los efectos, pero Él ha juzgado su causa. Y mediante Su juicio se eliminan los efectos. Tal vez vengas con los ojos arrasados en lágrimas, mas óyele decir: "Hermano mío, santo Hijo de Dios, contempla tu sueño fútil en el que sólo algo así podría ocurrir". Y saldrás del instante santo riendo, con tu risa y la de tu hermano unida a la de Él. 

10. El secreto de la salvación no es sino éste: que eres tú el que se está haciendo todo esto a sí mismo. No importa cuál sea la forma del ataque, eso sigue siendo verdad. No importa quién desempeñe el papel de enemigo y quién el de agresor, eso sigue siendo verdad. No importa cuál parezca ser la causa de cualquier dolor o sufrimiento que sientas, eso sigue siendo verdad. Pues no reaccionarías en absoluto ante las figuras de un sueño si supieses que eres tú el que lo está soñando. No importa cuán odiosas y cuán depravadas sean, no podrían tener efectos sobre ti a no ser que no te dieses cuenta de que se trata tan sólo de tu propio sueño. 

11. Basta con que aprendas esta lección para que te libres de todo sufrimiento, no importa la forma en que éste se manifieste. El Espíritu Santo repetirá esta lección inclusiva de liberación hasta que la aprendas, independientemente de la forma de sufrimiento que te esté ocasionando dolor. Esta simple verdad será Su respuesta, sea cual sea el dolor que lleves ante Él. Pues esta respuesta elimina la causa de cualquier forma de pesar o dolor. La forma no afecta Su respuesta en absoluto, pues Él quiere mostrarte la única causa de todo sufrimiento, no importa cuál sea su forma. Y comprenderás que los milagros reflejan esta simple afirmación: "Yo mismo fabriqué esto, y es esto lo que quiero deshacer". 

12. Lleva, pues, toda forma de sufrimiento ante Aquel que sabe que cada una de ellas es como las demás. Él no ve diferencias donde no las hay, y te enseñará cuál es la causa de todas ellas. Ninguna tiene una causa diferente de las demás, y todas se deshacen fácilmente con una sola lección que realmente se haya aprendido. La salvación es un secreto que sólo tú has ocultado de ti mismo. Así lo proclama el universo. Pero haces caso omiso de sus testigos porque de lo que ellos dan testimonio es algo que prefieres no saber. Parecen mantenerla oculta de ti. Sin embargo, no necesitas sino darte cuenta de que fuiste tú quien eligió no escuchar ni ver.

13. ¡Qué diferente te parecerá el mundo cuando reconozcas esto! Cuando le perdones al mundo tu culpabilidad, te liberarás de ella. Su inocencia no exige que tú seas culpable, ni tu inocencia se basa en sus pecados. Esto es obvio, y es un secreto que no le has ocultado a nadie salvo a ti mismo. Y es esto lo que te ha mantenido separado del mundo y lo que ha mantenido a tu hermano separado de ti. Ahora sólo necesitas reconocer que los dos sois o inocentes o culpables. Lo que es imposible es que seáis diferentes el uno del otro; o que seáis ambas cosas. Éste es el único secreto que aún te queda por aprender. Mas no será un secreto que has sanado. 

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