jueves, 29 de agosto de 2019

T28. IV. La unión mayor


*T28. IV. La unión mayor*

1.  Aceptar la  Expiación para  ti  mismo significa  no prestar  apoyo a  los  sueños  de  enfermedad  y muerte  de  nadie.  Significa  que  no compartes  con ningún  individuo  su deseo  de  estar separado  ni dejas  que  vuelque  sus  ilusiones  contra  sí  mismo.  Tampoco  deseas  que  éstas  se  vuelquen contra  ti. De  este  modo, no tienen ningún  efecto.  Y  te  liberas  de  los  sueños  de  dolor porque  permites  que  él  se libere  de  ellos.  A  menos  que  lo ayudes,  sufrirás  con él, ya  que  ése  es  tu deseo.  Y  te  convertirás  en un protagonista  en  su sueño de  dolor, tal  como  él  lo es  en  el  tuyo.  De  este  modo, los  dos  os  convertís en  ilusiones  sin ninguna  identidad.  Tú puedes  ser cualquier  persona  o cualquier cosa,  según de quién  sea  el  sueño  de  maldad  que  compartas. Pero de  una  cosa  puedes  estar  seguro:  que  eres perverso, pues  compartes  sueños  de  miedo. 

2. Hay un modo  de  encontrar  certeza  aquí  y ahora.  Niégate  a  ser parte  de  ningún sueño de  miedo, sea  cual  sea  su forma,  pues  si  lo haces  perderás  tu identidad  en ellos. La  manera  de  encontrarte  a  ti mismo  es  negándote  a  aceptar  tales  sueños  como  tu causa, o como  que  tienen efectos  en ti.  Tú no tienes  nada  que  ver con ellos, pero sí  con aquel  que  los  sueña.  De  esta  manera, separas  al  soñador del  sueño, al  unirte  a  uno y abandonar el  otro. El  sueño no es  más  que  una  ilusión de  la  mente.  Y  a ésta  te  puedes  unir, pero jamás  al  sueño.  Es  del  sueño de  lo  que  tienes  miedo,  no de  la  mente.  Sin embargo,  los  ves  como si  fuesen  lo mismo  porque  crees  que  tú  no eres  más  que  un sueño.  Y  no sabes  lo que  es  real  acerca  de  ti  o lo que  es  ilusorio,  ni  puedes  distinguir entre  lo uno y lo  otro. 

3.  Al  igual  que  tú, tu hermano cree  que  él  es  un sueño.  No compartas  con  él  su ilusión  acerca  de  sí mismo,  pues  tu identidad  depende  de  su realidad.  Piensa  en él  más  bien  como una  mente  en la  que todavía  persisten  las  ilusiones, pero con la  que  tienes  una  relación  fraternal. Lo que  él  sueña  no es  lo que  lo convierte  en  tu hermano,  ni  tampoco su cuerpo, el  "héroe" del  sueño, es  tu hermano. Su realidad  es  lo que  es  tu hermano, de  la  misma  manera  en que  tu realidad es  lo  que  es  hermano  suyo. Tu mente  y la  suya  están  unidas  en hermandad. Su cuerpo y sus  sueños  tan  sólo aparentan abrir  una diminuta  brecha  en la  que  tus  sueños  se  han unido  a  los  suyos. 

4. Entre  vuestras  mentes, sin embargo,  no hay ninguna  brecha. Unirte  a  sus  sueños  significa  que  no te  unes  a  él,  pues  sus  sueños  lo  separan de  ti. Libéralo,  por lo tanto,  proclamando sencillamente  tu hermandad con  él  y no con sueños  de  miedo.  Ayúdale  a  que  reconozca  quién es, negándote  a  apoyar sus  ilusiones  con tu  fe, pues  si  lo haces, no podrás  sino tener fe  en las  tuyas.  Y  al  tener  fe  en las tuyas,  él  no podrá  liberarse  y tú  quedarás  atrapado en  sus  sueños.  Y  sueños  de  terror  vendrán a rondar  la  diminuta  brecha, la  cual  está  poblada  únicamente  por las  ilusiones  que  habéis  apoyado en la  mente  del  otro. 

5.  Ten absoluta  certeza  de  que  si  tú haces  lo que  te  corresponde  hacer, él  hará  lo  que  le  corresponda hacer a  él,  pues  se  unirá  a  ti  allí  donde  tú estés. No lo invites  a  unirse  a  ti  en la  brecha  que  hay  entre vosotros, pues  si  lo haces,  creerás  que  ésa  es  tu realidad así  como la  suya.  Tú  no puedes  llevar a cabo  su papel  por él,  mas  esto es  precisamente  lo  que  haces  cuando  te  vuelves  una  figura  pasiva  en sus  sueños, en vez  del  soñador de  los  tuyos.  Tener  una  identidad  carece  de  significado en  los  sueños porque  el  soñador y el  sueño  son lo  mismo. El  que  comparte  un sueño no puede  sino ser el  sueño que  comparte  porque  el  acto  de  compartir es  lo  que  produce  la  causa. 

6. Como  consecuencia  de  compartir  confusión estás  confundido,  pues  en la  brecha  no existe  un yo estable. Lo  que  es  lo mismo  parece  diferente  porque  lo que  es  lo mismo aparenta  ser algo  distinto. Los  sueños  de  tu hermano son los  tuyos  porque  tú  permites  que  lo sean. Mas  si  lo librases  de  tus sueños, él  se  liberaría  de  ellos, así  como  de  los  suyos.  Tus  sueños  dan  testimonio de  los  suyos  y, los suyos, de  la  verdad  de  los  tuyos. No obstante,  si  vieses  que  no hay verdad  en los  tuyos, sus  sueños desaparecerían y él  comprendería  qué  fue  lo que  dio  origen al  sueño. 

7. El  Espíritu  Santo mora  en vuestras  dos  mentes, y Él  es  Uno porque  no hay  brecha  que  pueda dividir Su Unicidad. La brecha que separa vuestros cuerpos es irrelevante, pues lo que está unido en Él es siempre uno. Nadie puede estar enfermo si alguien acepta su unión con él. Su deseo de ser una mente enferma y separada no puede seguir vigente sin un testigo o una causa. Y tanto el testigo como la causa desaparecen si alguien decide unirse a él. En su sueño él estaba separado de su hermano, quien, al no compartir su sueño con él, ha eliminado el espacio que había entre ellos. Y el Padre viene a unirse con Su Hijo, a quien el Espíritu Santo se unió. 

8. La función del Espíritu Santo es tomar la imagen fragmentada del Hijo de Dios y poner cada fragmento nuevamente en su lugar. Él muestra esta santa imagen, completamente sanada, a cada fragmento separado que piensa que en sí es una imagen completa. A cada uno de ellos Él le ofrece su Identidad, que la imagen en su totalidad representa, en vez de la fragmentada y diminuta porción que él insistía que era él mismo. Mas cuando él vea esta imagen, se reconocerá a sí mismo. Si tú no compartes con tu hermano su sueño de maldad, ésa es la imagen con la que el milagro llenará la diminuta brecha, la cual quedará así libre de todas las semillas de enfermedad y de pecado. Y ahí el Padre recibirá a Su Hijo porque Su Hijo ha sido misericordioso consigo mismo. 

9. Te doy las gracias, Padre, sabiendo que Tú vendrás a salvar cada diminuta brecha que hay entre los fragmentos separados de Tu santo Hijo. Tu santidad, absoluta y perfecta, mora en cada uno de ellos. Y están unidos porque lo que mora en uno solo de ellos, mora en todos ellos. ¡Cuán sagrado es el más diminuto grano de arena, cuando se reconoce que forma parte de la imagen total del Hijo de Dios! Las formas que los diferentes fragmentos parecen adoptar no significan nada, pues el todo reside en cada uno de ellos. Y cada aspecto del Hijo de Dios es exactamente igual a todos los demás. 

10. No te unas a los sueños de tu hermano, sino a él, y ahí donde te unes a Su Hijo, ahí está el Padre. ¿Quién iría en busca de substitutos si se diese cuenta de que no ha perdido nada? ¿Quién querría disfrutar de los "beneficios" de la enfermedad cuando ha recibido la simple bendición de la salud? Lo que Dios ha dado no puede suponer pérdida alguna, y lo que no procede de Él no tiene efectos. ¿Qué podrías percibir, entonces, en la brecha? Las semillas de la enfermedad proceden de la creencia de que es posible encontrar felicidad en la separación y de que renunciar a ella sería un sacrificio. Mas los milagros son el resultado de no seguir tratando de ver en la brecha lo que no se encuentra en ella. Lo único que requiere el Sanador del Hijo de Dios es que estés dispuesto a abandonar todas las ilusiones. Él sembrará los milagros de curación allí donde antes se encontraban las semillas de la enfermedad. Y no habrá pérdidas de ninguna clase, sino sólo ganancias. 

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