martes, 27 de agosto de 2019

T27. IV. La callada respuesta


*T27. IV. La callada respuesta*

1. En  la  quietud todas  las  cosas  reciben  respuesta  y todo problema  queda  resuelto  serenamente. Pero en  medio del  conflicto  no puede  haber  respuesta  ni  se  puede  resolver nada,  pues  su propósito  es asegurarse  de  que  no haya  solución y de  que  ninguna  respuesta  sea  simple.  Ningún problema  puede resolverse  dentro del  conflicto, pues  se  le  ve  de  diferentes  maneras.  Y  lo que  sería  una  solución desde  un punto  de  vista,  no lo es  desde  otro.  Tú estás  en conflicto. Por lo tanto, es  evidente  que  no puedes  resolver  nada  en  absoluto, pues  los  efectos  del  conflicto no son parciales. No obstante,  si Dios  dio una  solución, de  alguna  manera  tus  problemas  tienen que  haberse  resuelto,  pues  lo que  Su Voluntad dispone  ya  se  ha  realizado. 

2. Por eso es  por lo que  el  tiempo no tiene  nada  que  ver con  la  solución  de  ningún problema,  ya  que cualquiera  de  ellos  puede  ser resuelto ahora  mismo.  Y  por eso es  también por lo  que, en tu estado mental,  ninguna  solución  es  posible. Dios  tiene  que  haberte  dado, por lo tanto, una  manera  de alcanzar  otro estado  mental  en el  que  se  encuentra  la  solución.  Tal  es  el  instante  santo.  Ahí  es  donde debes  llevar  y dejar todos  tus  problemas.  Ahí  es  donde  les  corresponde  estar, pues  ahí  se  encuentra su solución.  Y  si  su solución se  encuentra  ahí, el  problema  tiene  que  ser simple  y fácil  de  resolver. No tiene  objeto tratar de  resolver  un problema  donde  es  imposible  que  se  encuentre  su solución. Mas  es  igualmente  seguro que  se  resolverá  si  se  lleva  donde  se  encuentra  la  solución. 

3. No intentes  resolver  ningún problema  excepto desde  de  la  seguridad  del  instante  santo.  Pues  ahí el  problema  sí  tiene  solución  y queda  resuelto. Fuera  de  él  no habrá  solución, pues  fuera  de  él  no puede  hallarse  respuesta  alguna. No hay lugar  fuera  de  él  donde  jamás  se  pueda  plantear  una  sola pregunta  sencilla.  El  mundo  sólo  puede  hacer  preguntas  que  se  componen de  dos  partes. Una pregunta  con muchas  respuestas  no tiene  respuesta.  Ninguna  de  ellas  sería  válida.  El  mundo  no hace preguntas  con la  intención de  que  sean contestadas, sino sólo  para  reiterar  su propio  punto de  vista. 

4.  Todas  las  preguntas  que  se  hacen  en este  mundo  no son realmente  preguntas, sino tan sólo una manera  de  ver las  cosas. Ninguna  pregunta  que  se  haga  con odio puede  ser contestada  porque  de  por sí  ya  es  una  respuesta. Una  pregunta  que  se  compone  de  dos  partes, pregunta  y responde simultáneamente, y ambas  cosas  dan testimonio de  lo mismo  aunque  en forma  diferente. El  mundo tan  sólo hace  una  pregunta  y es  ésta:  "De  todas  estas  ilusiones, ¿cuál  es  verdad?  ¿Cuáles  inspiran paz  y ofrecen  dicha?  ¿y cuáles  pueden ayudarte  a  escapar de  todo  el  dolor  del  que  este  mundo se compone?" Independientemente  de  la  forma  que  adopte  la  pregunta, su propósito es  siempre  el mismo:  pregunta  para  establecer que  el  pecado  es  real,  y las  contestaciones  que  te  ofrece  requieren que  expreses  tus  preferencias. "¿Qué  pecado  prefieres?  Éste  es  el  que  debes  elegir.  Los  otros  no son verdad.  ¿Qué  quieres  que  te  consiga  el  cuerpo  que  tú desees  por encima  de  todas  las  cosas?  Él  es  tu siervo  y también tu amigo. Dile  simplemente  lo que  quieres  y te  servirá  amorosa  y diligentemente." Esto  no es  una  pregunta,  pues  te  dice  lo que  quieres  y adónde  debes  ir para  encontrarlo.  No da  lugar a que sus creencias se puedan poner en tela de juicio. Lo único que hace es exponer lo que afirma en forma de pregunta. 

5. Una pseudo-pregunta carece de respuesta, pues dicta la respuesta al mismo tiempo que hace la pregunta. Toda pregunta que se hace en el mundo es, por lo tanto, una forma de propaganda a favor de éste. De la misma manera en que los testigos del cuerpo son sus propios sentidos, así también las respuestas a las preguntas que el mundo hace están implícitas en las preguntas. Cuando la respuesta es lo mismo que la pregunta, no aporta nada nuevo ni se aprende nada de ella. Una pregunta honesta es un medio de aprendizaje que pregunta algo que tú no sabes. No establece los parámetros a los que se debe ajustar la respuesta, sino que simplemente pregunta cuál es la respuesta. Mas nadie que se encuentre en un estado conflictivo es libre para hacer esta clase de pregunta, pues no desea una respuesta honesta que ponga fin a su conflicto. 

6. Sólo dentro del instante santo se puede plantear honestamente una pregunta honesta. Y del significado de la pregunta se derivará todo el significado que pueda tener la respuesta. Es posible entonces separar tus deseos de la respuesta, para que ésta se te pueda dar y también para que la puedas aceptar. La respuesta se ofrece en todas partes. Mas sólo se puede oír en el instante santo. Una respuesta honesta no exige sacrificios porque sólo contesta preguntas verdaderas. Las preguntas que hace el mundo tan sólo quieren saber a quién se le debe exigir sacrificio y no si el sacrificio tiene sentido o no. Y así, a menos que la respuesta indique "a quién", no se reconocerá ni será escuchada, y de este modo la pregunta seguirá en pie, ya que se contestó a sí misma. El instante santo es aquel en el que la mente está lo suficientemente serena como para poder escuchar una respuesta que no está implícita en la pregunta y que ofrece algo nuevo y distinto. ¿Cómo iba a poderse contestar una pregunta que no hace sino repetirse a sí misma? 

7. No trates, por lo tanto, de solventar problemas en un mundo del que se ha excluido la solución. Lleva más bien el problema al único lugar en el que se halla la respuesta y en el que se te ofrece amorosamente. En él se encuentran las respuestas que solventarán tus problemas, pues no forman parte de ellos y toman en cuenta lo que puede ser contestado: lo que la pregunta realmente es. Las respuestas que el mundo ofrece no hacen sino suscitar otra pregunta, si bien dejan la primera sin contestar. En el instante santo puedes llevar la pregunta a la respuesta y recibir la respuesta que fue formulada expresamente para ti. 

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