jueves, 29 de agosto de 2019

T28. III. El acuerdo a unirse


*T28. III. El acuerdo a unirse*

1. Lo  que  espera  en  perfecta  certeza  más  allá  de  la  salvación  no nos  concierne  ahora, pues  apenas has  empezado  a  dejar  que  se  te  guíe  en tus  primeros  e  inciertos  pasos  de  ascenso por la  escalera  que la  separación  te  hizo descender. El  milagro  es  lo único  que  debe  concernirte  ahora.  Éste  es  nuestro punto  de  partida.  Y  habiendo  comenzado,  el  camino  de  ascenso hacia  el  despertar y el  final  del sueño quedará  libre  y despejado.  Cuando aceptas  un milagro, no añades  tu sueño de  miedo  a  uno que  ya  está  siendo  soñado. Sin  apoyo, el  sueño se  desvanecerá  junto con todos  sus  aparentes efectos, pues  es  tu apoyo lo  que  lo refuerza. 

2. Ninguna  mente  puede  estar  enferma  a  menos  que  otra  mente  esté  de  acuerdo  en que  están separadas.  Por lo  tanto,  su decisión conjunta  es  estar  enfermas. Si  te  niegas  a  dar tu conformidad  y aceptas  el  papel  que  juegas  en  hacer que  la  enfermedad  sea  real,  la  otra  mente  no podrá  proyectar su culpabilidad, ya  que  no has  colaborado  en dejar  que  se  perciba  a  sí  misma  como  separada  y aparte de  ti. De  este  modo, ninguna  de  las  dos  percibe  el  cuerpo  como enfermo desde  diferentes  puntos  de vista.  Unirte  a  la  mente  de  un hermano  bloquea  la  causa  de  la  enfermedad  y sus  percibidos  efectos. La  curación  es  el  efecto  de  mentes  que  se  unen, tal  como  la  enfermedad es  la  consecuencia  de mentes  que  se  separan. 

3. El  milagro no hace  nada  precisamente  porque  las  mentes  están unidas  y no se  pueden  separar.  En el sueño, no obstante, esto se ha invertido, y las mentes separadas se ven como cuerpos, los cuales están separados y no pueden unirse. No permitas que tu hermano esté enfermo, pues si lo está, ello quiere decir que lo dejaste a merced de su propio sueño al compartirlo con él. Él no ha visto dónde reside la causa de su enfermedad, y tú has ignorado la brecha que os separa, que es donde la enfermedad se ha incubado. De esta forma, os unís en la enfermedad para dejar sin sanar la diminuta brecha donde se protege celosamente a la enfermedad, donde se estima y donde se sustenta por una firme creencia, no sea que Dios venga y la salve con un puente que conduzca hasta Él. No te opongas a Su llegada combatiéndolo con ilusiones, pues Su llegada es lo que deseas por encima de todas las cosas que parecen titilar en el sueño. 

4. El final del sueño es el fin del miedo, pues el amor nunca formó parte del mundo de los sueños. La brecha es pequeña. Sin embargo, contiene las semillas de la pestilencia y toda suerte de males, puesto que es el deseo de perpetuar la separación y de impedir la unión. Y así, parece conferirle a la enfermedad una causa que no es su causa. El propósito de la brecha es la única causa de la enfermedad. Pues se concibió a fin de mantenerte separado y dentro de un cuerpo que tú ves como si fuese la causa del dolor. 

5. La causa del dolor es la separación, no el cuerpo, el cual es sólo su efecto. Sin embargo, la separación no es más que un espacio vacío, que no contiene nada ni hace nada, y que es tan insubstancial como la estela que los barcos dejan entre las olas al pasar. Dicho espacio vacío se llena con la misma rapidez con la que el agua se abalanza a cerrar la estela según las olas se unen. ¿Dónde está la estela que había entre las olas una vez que éstas se han unido y han llenado el espacio que por un momento parecía separarlas? ¿Dónde está la base de la enfermedad una vez que las mentes se han unido para cerrar la diminuta brecha que había entre ellas y en la que las semillas de la enfermedad parecían germinar? 

6. Dios tiende el puente, pero sólo en el espacio que el milagro ha dejado libre y despejado. Mas Él no puede tender un puente sobre las semillas de la enfermedad y la vergüenza de la culpabilidad, pues no puede destruir una voluntad ajena que Él no creó. Deja que los efectos de ésta desaparezcan y no te aferres a ellos desesperadamente, tratando de conservarlos. El milagro los hará a un lado, haciendo así sitio para Aquel Cuya Voluntad es venir y tender un puente para que Su Hijo regrese a Él. 

7. Considera, entonces, los plateados milagros y los dorados sueños de felicidad como los únicos tesoros que quieres conservar dentro del almacén del mundo. La puerta está abierta, no para que entren ladrones, sino tus hermanos hambrientos, quienes confundieron el brillo de una piedrecilla con oro y almacenaron un puñado de nieve reluciente creyendo que era plata. Sin embargo, a este lado de la puerta abierta no tienen nada. ¿Qué es el mundo, sino una diminuta brecha que parece desgarrar la eternidad y fragmentarla en días, meses y años? ¿Y qué sois vosotros que vivís en el mundo, sino una imagen fragmentada del Hijo de Dios, donde cada uno de los fragmentos está oculto dentro de un trocito de barro separado e inseguro? 

8. No tengas miedo, hijo mío, sino deja más bien que los milagros iluminen dulcemente tu mundo. Y allí donde la diminuta brecha parecía interponerse entre tú y tu hermano, únete a él. Y de este modo, será evidente que la enfermedad no tiene causa. El sueño de curación reside en el perdón, que dulcemente te muestra que nunca pecaste. El milagro no dejará ningún vestigio de culpabilidad que pueda traerte testigos de lo que nunca fue. Y preparará en tu almacén un lugar de bienvenida para tu Padre y tu Ser. La puerta está abierta para que todos aquellos que no quieran seguir hambrientos y deseen gozar del festín de abundancia que allí se les ha preparado puedan entrar. Y éstos se reunirán con tus Invitados, a quienes el milagro invitó a venir a ti. 

9. Este festín es muy distinto de los que se acostumbran a dar en el sueño del mundo. Pues aquí, cuanto más reciba cada uno, más habrá para ser compartido por todos los demás. Los Invitados han traído Consigo provisiones ilimitadas. Y a nadie se le priva de nada, ni nadie puede privar a otro de nada. He aquí el festín que el Padre tiende ante Su Hijo y que comparte con él equitativamente. Y en ese compartir no puede haber una brecha en la que la abundancia merme y disminuya. Aquí los años de escasez no se presentarán, ya que el tiempo no forma parte de este festín, pues es eterno. El Amor ha desplegado su mesa en el espacio que parecía mantener a tus Invitados alejados de ti. 

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