miércoles, 14 de agosto de 2019

T25. II. El que te salva de las tinieblas


*T25. II. El que te salva de las tinieblas*

1. ¿No es  evidente  que  lo que  perciben los  ojos  del  cuerpo  te  infunde  miedo?  Tal  vez  pienses  que aún  puedes  encontrar  en ello  alguna  esperanza  de  satisfacción.  Tal  vez  tengas  fantasías  de  poder alcanzar  cierta  paz  y satisfacción en el  mundo tal  como  lo percibes. Mas  ya  tiene  que  ser evidente para  ti  que  el  desenlace  es  siempre  el  mismo.  A  pesar de  tus  esperanzas  y fantasías,  el  resultado final es  siempre  la  desesperación.  Y  en esto  no hay excepciones  ni  nunca  las  habrá.  Lo único  de  valor  que el  pasado te  puede  ofrecer  es  que  aprendas  que  jamás  te  dio ninguna  recompensa  que  quisieses conservar. Pues  sólo  así  estarás  dispuesto  a  renunciar  a  él  y a  que  desaparezca  para  siempre.

2. ¿No es  extraño  que  aún abrigues  esperanzas  de  hallar  satisfacción en  el  mundo que  ves?  Pues  se mire  como  se  mire,  tu recompensa, en todo  momento  y situación,  no ha  sido sino miedo y culpabilidad. ¿Cuánto tiempo necesitas  para  darte  cuenta  de  que  la  posibilidad de  que  esto cambie no justifica  el  que  sigas  posponiendo  el  cambio  que  puede  dar  lugar a  algo  mejor?  Pues  una  cosa  es segura:  la  manera  en  que  ves  y has  estado viendo  por largo tiempo, no te  ofrece  nada  en  que  basar tus  esperanzas  acerca  del  futuro ni  indicación alguna  de  que  vayas  a  tener  éxito.  Poner  tus esperanzas  en algo  que  no te  ofrece  ninguna  esperanza  no puede  sino hacerte  sentir desesperanzado. No obstante,  esta  desesperanza  es  tu elección, y persistirá  mientras  sigas  buscando esperanzas  allí donde  jamás  puede  haber ninguna.

3. Mas  ¿no es  cierto también  que  aparte  de  esto  has  encontrado  alguna  esperanza, un cierto vislumbre  -inconstante  y variable, aunque  levemente  visible- de  que  está  justificado  tener esperanzas  basándote  en razones  que  no son de  este  mundo?  Sin embargo, tu  esperanza  de  todavía poder  encontrar  esperanzas  en este  mundo te  impide  abandonar  la  infructuosa  e  imposible  tarea  que te  impusiste  a  ti  mismo. ¿Cómo  iba  a  tener  sentido albergar la  creencia  fija  de  que  hay razón para seguir  buscando  lo que  nunca  dio resultado,  basándose  en la  idea  de  que  de  repente  tendrá  éxito y te proporcionará  lo  que  nunca  antes  te  había  proporcionado?

4. En  el  pasado siempre  fracasó.  Alégrate  de  que  haya  desaparecido de  tu mente  y de  que  ya  no nuble  lo que  se  encuentra  allí.  No confundas  la  forma  con el  contenido,  pues  la  forma  no es  más  que un medio para  el  contenido.  Y  el  marco  no es  sino un medio para  sostener el  cuadro de  manera  que éste  se  pueda  ver.  Pero el  marco que  oculta  al  cuadro  no sirve  para  nada.  No puede  ser un marco  si eso es  lo que  ves. Sin el  cuadro,  el  marco no tiene  sentido,  pues  el  propósito  de  éste  es  realzar  el cuadro,  no a  sí  mismo.

5. ¿Quién  colgaría  un marco vacío  en la  pared y se  pararía  delante  de  él  contemplándolo  con la  más profunda  reverencia, como  si  de  una  obra  maestra  se  tratase?  Mas  si  ves  a  tu hermano  como un cuerpo,  eso es  lo que  estás  haciendo. La  obra  maestra  que  Dios  ha  situado dentro  de  este  marco es lo  único que  se  puede  ver. El  cuerpo  la  contiene  por un tiempo,  pero no la  empaña  en absoluto.  Mas lo  que  Dios  ha  creado  no necesita  marco,  pues  lo que  Él  ha  creado,  Él  lo apoya  y lo  enmarca  dentro de  Sí  Mismo.  Él  te  ofrece  Su obra  maestra  para  que  la  veas. ¿Preferirías  ver  el  marco  en su lugar y no ver  el  cuadro?

6. El  Espíritu  Santo es  el  marco  que  Dios  ha  puesto alrededor de  aquella  parte  de  Él  que  tú quisieras ver  como algo  separado. Ese  marco, no obstante, está  unido a  su Creador y es  uno con Él  y con Su obra  maestra.  Ése  es  su propósito,  y tú no puedes  convertir el  marco  en el  cuadro sólo porque  elijas ver  el  marco  en su lugar.  El  marco que  Dios  le  ha  proporcionado  apoya  únicamente  Su propósito, no el  tuyo separado  del  Suyo. Es  ese  otro propósito  que  tienes  lo que  empaña  el  cuadro,  y lo que, en lugar  de  éste,  tiene  al  marco en gran  estima.  Mas  Dios  ha  ubicado Su obra  maestra  en  un marco que durará  para  siempre, después  de  que  el  tuyo se  haya  desmoronado y convertido en  polvo. No creas, no obstante, que  el  cuadro será  destruido en modo  alguno. Lo  que  Dios  crea  está  a  salvo de  toda corrupción y permanece  inmutable  y perfecto  en la  eternidad.

7. Acepta el marco de Dios en vez del tuyo y verás la obra maestra. Contempla su belleza, y entiende la Mente que la concibió, no en carne y hueso, sino en un marco tan bello como Ella Misma. Su santidad ilumina la impecabilidad que el marco de las tinieblas oculta, y arroja un velo de luz sobre la faz del cuadro que no hace sino reflejar la luz que desde ella se irradia hacia su Creador. No creas que por haberla visto en un marco de muerte esta faz estuvo jamás nublada. Dios la mantuvo a salvo para que pudieses contemplarla y ver la santidad que Él le otorgó.

8. Vislumbra dentro de la obscuridad al que te salva de las tinieblas y entiende a tu hermano tal como te lo muestra la Mente de tu Padre. Al contemplarlo él emergerá de las tinieblas y ya nunca más verás la obscuridad. Las tinieblas no lo afectaron, como tampoco te afectaron a ti que lo extrajiste de ellas para poderlo contemplar. Su impecabilidad no hace sino reflejar la tuya. Su mansedumbre se vuelve tu fortaleza, y ambos miraréis en vuestro interior gustosamente y veréis la santidad que debe estar ahí por razón de lo que viste en él. Él es el marco en el que está montada tu santidad, y lo que Dios le dio tuvo que habérsete dado a ti. Por mucho que él pase por alto la obra maestra en sí mismo y vea sólo un marco de tinieblas, tu única función sigue siendo ver en él lo que él no ve. Y al hacer esto, compartes la visión que contempla a Cristo en lugar de a la muerte.

9. ¿Cómo no iba a complacer al Señor de los Cielos que aprecies Su obra maestra? ¿Qué otra cosa podría hacer sino darte las gracias a ti que amas a Su Hijo como Él lo ama? ¿No te daría a conocer Su Amor, sólo con que te unieses a Él para alabar lo que Él ama? Dios ama la creación como el perfecto Padre que es. Y de esta manera, Su alegría es total cuando cualquier parte de Él se une a Sus alabanzas y comparte Su alegría. Este hermano es el perfecto regalo que Él te hace. Y Dios se siente feliz y agradecido cuando le das las gracias a Su perfecto Hijo por razón de lo que es. Y todo Su agradecimiento y felicidad refulgen sobre ti que haces que Su alegría sea total, junto con Él. Y así, tu alegría se vuelve total. Aquellos cuya voluntad es que la felicidad del Padre sea total, y la suya junto con la de Él, no pueden ver ni un solo rayo de obscuridad. Dios Mismo ofrece Su gratitud libremente a todo aquel que comparte Su propósito. Su Voluntad no es estar solo. Ni la tuya tampoco.

10. Perdona a tu hermano, y no podrás separarte de él ni de su Padre. No necesitas perdón, pues los que son totalmente puros jamás han pecado. Da, entonces, lo que Él te ha dado, para que puedas ver que Su Hijo es uno, y dale gracias a su Padre como Él te las da a ti. No creas que Sus alabanzas no son para ti también. Pues lo que tú das es Suyo, y al darlo, comienzas a entender el don que Él te ha dado. Dale al Espíritu Santo lo que Él le ofrece al Padre y al Hijo por igual. Nada tiene poder sobre ti excepto Su Voluntad y la tuya, la cual no hace sino extender la Suya. Para eso fuiste creado, al igual que tu hermano, quien es uno contigo.

11. Sois lo mismo, tal como Dios Mismo es Uno, al no estar Su Voluntad dividida. Y no podéis sino tener un solo propósito, puesto que Él os dio el mismo propósito a ambos. Su Voluntad se unifica a medida que unes tu voluntad a la de tu hermano, a fin de que se restaure tu plenitud al ofrecerle a él la suya. No veas en él la pecaminosidad que él ve, antes bien, hónrale para que puedas apreciarte a ti mismo así como a él. Se os ha otorgado a cada uno de vosotros el poder de salvar, para que escapar de las tinieblas a la luz sea algo que podáis compartir, y para que podáis ver como uno solo lo que nunca ha estado separado ni excluido de todo el Amor de Dios, el cual Él da a todos por igual.

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