viernes, 30 de agosto de 2019

T29. II. La llegada del Invitado


*T29. II. La llegada del Invitado*

1. ¿Cómo  no ibas  a  percibir  como liberación  del  sufrimiento  el  darte  cuenta  de  que  eres  libre?  ¿Por qué  no habrías  de  aclamar  a  la  verdad en  vez  de  considerarla  un enemigo?  ¿Por qué  razón  te  parece arduo,  escabroso  y demasiado  difícil  de  seguir  una  senda  que  es  fácil  y que  está  tan  claramente marcada  que  es  imposible  perderse?  ¿No será  acaso porque  consideras  que  es  el  camino  al  infierno en  vez  de  una  manera  sencilla  de  encontrarte  en el  Cielo  y en Dios  que  no exige  ni  sacrificios  ni pérdidas?  Mientras  no te  des  cuenta  de  que  no renuncias  a  nada  y de  que  es  imposible  perder, habrá veces  en que  te  arrepentirás  de  haber  elegido este  camino.  Y  no verás  los  muchos  beneficios  que  tu decisión te  ha  aportado.  No obstante, aunque  tú no los  veas, están  ahí. Su causa  ya  los  produjo, y los efectos  tienen que  estar  allí  donde  su causa  ha  hecho acto de  presencia. 

2. Has  aceptado la  causa  de  la  curación. Por lo tanto, debes  haber  sanado.  Y  al  haber  sanado, debes ahora  también poseer el  poder de  sanar. El  milagro  no es  un incidente  aislado que  ocurre  de  repente como  si  se  tratase  de  un efecto sin causa.  Ni  tampoco  es  en sí  una  causa.  Pero allí  donde  está  su causa,  allí  tiene  que  estar  el  milagro.  Ahora  ha  sido causado,  aunque  aún no se  perciba.  Y  sus efectos  se  encuentran ahí,  aunque  aún  no se  vean. Mira  dentro  de  ti  ahora, y no verás  motivo alguno para  estar arrepentido,  sino razones  para  sentir un gran regocijo  y para  abrigar  esperanzas  de  paz. 

3.  Todo  esfuerzo de  encontrar  esperanzas  de  paz  en un campo de  batalla  ha  sido en  vano. Ha  sido fútil  pedirle  a  lo que  se  concibió precisamente  para  que  perpetuase  el  pecado y el  dolor que  te  ayude a  escapar de  ellos. Pues  el  dolor  y el  pecado  son la  misma  ilusión,  tal  como el  odio y el  miedo,  y el ataque  y la  culpabilidad son uno.  Allí  donde  no tienen causa,  sus  efectos  desaparecen,  y el  amor llega  dondequiera  que  ellos  no estén.  ¿Por qué  no estás  contento?  Te  has  librado del  dolor y de  la enfermedad,  de  la  aflicción y de  la  pérdida,  así  como  de  todos  los  efectos  del  odio  y del  ataque. El dolor  ya  no es  tu amigo ni  la  culpabilidad tu dios. Por lo tanto, dale  la  bienvenida  a  los  efectos  del amor. 

4.  Tu Invitado ha  llegado.  Tú  lo invitaste  y Él  vino. No lo oíste  entrar  porque  la  bienvenida  que  le diste  no fue  total. Sus  dones, no obstante,  llegaron  con Él.  Él  los  ha  depositado a  tus  pies, y ahora  te pide  que  los  contemples  y los  consideres  tuyos. Él  necesita  tu ayuda  para  dárselos  a  todos  los  que caminan por su cuenta, creyendo estar solos y separados. Ellos sanarán cuando tú aceptes tus dones, pues tu Invitado le dará la bienvenida a todo aquel cuyos pies hayan tocado la tierra santa que tú pisas y donde Él ha puesto Sus dones a su disposición. 

5. No te das cuenta de cuánto puedes dar ahora como resultado de todo lo que has recibido. No obstante, Aquel que vino sólo está a la espera de que vayas allí adonde lo invitaste. No hay ningún otro lugar donde Él pueda encontrarse con Su anfitrión o Su anfitrión con Él. Ni tampoco hay ningún otro lugar donde se puedan obtener Sus dones de paz y dicha, así como toda la felicidad que brinda Su Presencia. Pues Sus dones se hallan allí donde se encuentra Aquel que los trajo Consigo para dártelos. No puedes ver a tu Invitado, pero puedes ver los dones que trajo. Y cuando los contemples, aceptarás que Él debe estar ahí. Pues lo que ahora puedes hacer no podrías haberlo hecho sin el amor y la gracia que emanan de Su Presencia. 

6. Ésta es la promesa del Dios viviente: que Su Hijo viva, que toda criatura viviente forme parte de él y que nada más viva. Aquello a lo que tú has dado "vida" no está vivo, y sólo simboliza tu deseo de vivir separado de la vida, de estar vivo en la muerte, y de percibir a ésta como si fuese la vida, y al vivir, como la muerte. Aquí las confusiones se suceden una tras otra, pues este mundo se basa en la confusión y en nada más. Su base es inmutable, si bien parece estar cambiando continuamente. Mas ¿qué podría ser eso, sino lo que realmente significa el estado de confusión? Para los que están confundidos la estabilidad no tiene sentido, y la variación y el cambio se convierten en la ley por la que rigen sus vidas. 

7. El cuerpo no cambia. Representa el sueño más amplio de que el cambio es posible. Cambiar es alcanzar un estado distinto de aquel en el que antes te encontrabas. En la inmortalidad no hay cambios, y en el Cielo se desconocen. Aquí en la tierra, no obstante, los cambios tienen un doble propósito, pues se pueden utilizar para enseñar cosas contradictorias. Y esas cosas son un reflejo del maestro que las enseña. El cuerpo puede parecer cambiar con el tiempo, debido a las enfermedades o al estado de salud, o a eventos que parecen alterarlo. Mas esto sólo significa que la mente aún no ha cambiado de parecer con respecto a cuál es el propósito del cuerpo. 

8. La enfermedad es la exigencia de que el cuerpo sea lo que no es. Su insubstancialidad, no obstante, garantiza que no puede enfermar. En tu exigencia de que sea más de lo que es radica la idea de la enfermedad. Pues dicha exigencia requiere que Dios sea menos de lo que realmente es. ¿Qué va a ser de ti, entonces, si es a ti a quien se le exige el sacrificio? Pues a Dios se le informa que parte de Él ya no le pertenece. Y a Él no le queda otro remedio ahora que sacrificar tu ser y, como resultado de Su sacrificio, tú te engrandeces y Él se empequeñece al perderte a ti. Y lo que ya no le pertenece, se convierte en tu dios y te impide ser parte de Él. 

9. El cuerpo al que se le pide ser un dios es vulnerable al ataque, ya que su insubstancialidad no se reconoce. Y así, parece ser algo con poder propio. Al ser algo, se puede percibir, y también se puede pensar que siente y actúa, y que te tiene prisionero en su puño. Y puede que no llegue a ser lo que le exigiste que fuese. Y lo odiarás por su insignificancia, sin darte cuenta de que el fracaso no se debe a que sea menos de lo que tú crees que debe ser, sino sólo a que no te has dado cuenta de que no es nada. No obstante, en el hecho mismo de que no es nada reside tu salvación, de la cual quieres huir. 

10. En cuanto que "algo", se le pide al cuerpo que sea el enemigo de Dios, y que reemplace lo que Dios es con pequeñez, limitaciones y desesperanza. Es Su pérdida lo que celebras cuando consideras al cuerpo algo que amas o algo que odias. Pues si Dios es la Suma de todo, entonces lo que no está en Él no existe, y en Su compleción radica la insubstancialidad del cuerpo. Tu salvador no ha muerto ni tampoco mora en lo que se edificó para ser un templo a la muerte. Él vive en Dios, y esto, y sólo esto, es lo que lo convierte en tu salvador. La insubstancialidad de su cuerpo libera al tuyo de la enfermedad y de la muerte. Pues lo que te pertenece a ti no puede ser ni más ni menos que lo que le pertenece a él. 

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