miércoles, 4 de diciembre de 2019

PSICOTERAPIA 2. VI. Cómo se define la sanación


*PSICOTERAPIA 2. VI. Cómo se define la sanación*

1. El  proceso de  la  psicoterapia,  pues, se  puede  definir  simplemente  como  perdón, pues  no hay sanación que  pueda  ser otra  cosa. Los  que  no perdonan están  enfermos, pues  creen  que  ellos  no han sido perdonados. El  asirse  a  la  culpa,  el  abrazarla  estrechamente  y cuidarla,  el  protegerla  con amor  y el  mantener en  alerta  su defensa, todo esto  no es  otra  cosa  que  una  implacable  negativa  a  perdonar. "Dios  no puede  entrar aquí"  repiten los  enfermos,  una  y otra  vez,  mientras  lamentan  su pérdida  y, sin embargo,  se  regocijan en ella.  La  sanación  ocurre  a  medida  que  un paciente  comienza  a  escuchar el  canto  fúnebre  que  entona  y a  cuestionar  su validez.  Hasta  que  no lo escuche, no puede  entender que  es  él  quien  se  lo canta  a  sí  mismo.  Escucharlo  es  el  primer paso en  la  recuperación. Cuestionarlo tiene  que  convertirse  entonces  en su elección. 

2. Hay una  tendencia, y muy fuerte, a  escuchar este  canto  de  muerte  sólo un instante, para  luego descartarlo  sin haberlo corregido. Estas  conciencias  fugaces  representan  las  muchas  oportunidades que  se  nos  dan literalmente  para  "cambiar de  melodía". En vez  de  ésta,  puede  escucharse  el  sonido de  la  sanación.  Pero primero  debe  surgir la  voluntad  de  cuestionar  la  "verdad"  del  canto de condenación.  Las  distorsiones  extrañas  que  se  tejen inextricablemente  al  interior  del  concepto del yo, que  en sí  no es  otra  cosa  que  una  seudo-creación, hacen  que  este  feo sonido parezca verdaderamente  hermoso. "El  ritmo del  universo", "el  canto  del  ángel  heraldo",  todo esto y más, se oye  en lugar de  esos  ruidosos  chillidos  discordantes. 

3. El  oído traduce, no oye.  El  ojo  reproduce, no ve.  Su tarea  es  hacer agradable  aquello  que  se invoca, no importa  cuán  desagradable  pueda  ser. Responden a  las  decisiones  de  la  mente, al reproducir sus  deseos  y traducidos  en formas  aceptables  y placenteras.  Algunas  veces  el pensamiento  detrás  de  la  forma  se  asoma, aunque  sólo  muy brevemente,  y la  mente  se  asusta  y comienza  a  dudar de  su cordura.  Pero no permitirá  a  sus  esclavos  cambiar las  formas  que contemplan, los  sonidos  que  oyen. Estos  son sus  "remedios", sus  "salvaguardias" contra  la  locura. 

4. Estos  testimonios  que  traen  los  sentidos  tienen un solo propósito:  justificar el  ataque  y de  esta manera  conservar  la  falta  de  perdón sin reconocerla  como lo  que  es. Cuando se  la  ve  sin disfraz resulta  intolerable. Sin protección  no podría  soportarse.  Aquí  se  atesoran todas  las  enfermedades, pero  sin reconocer  que  es  así. Pues  cuando no se  reconoce  una  falta  de  perdón, la  forma  que  toma parece  ser algo  distinto.  Y  ahora  es  ese  "algo  distinto"  lo que  parece  aterrorizar. Pero no es  el  "algo distinto" lo  que  se  puede  sanar.  No está  enfermo,  y no necesita  remedio. Concentrar tus  esfuerzos sanadores  aquí  no es  más  que  futilidad.  ¿Quién puede  sanar lo que  no está  enfermo y aliviado? 

5. La  enfermedad toma  muchas  formas, y lo mismo  hace  la  falta  de  perdón. Las  formas  de  una  sólo reproducen las  formas  de  la  otra,  pues  son la  misma  ilusión.  Tan  fielmente  la  una  se  traduce  en la otra,  que  un estudio  cuidadoso de  la  forma  de  una  enfermedad revelará  con bastante  claridad  la forma  de  falta  de  perdón que  representa. Sin embargo,  ver esto no efectuará  una  sanación.  Eso se logra  mediante  un solo  reconocimiento:  que  sólo  el  perdón sana  una  falta  de  perdón, y sólo una  falta de  perdón puede  ser el  origen de  cualquier clase  de  enfermedad. 

6. Esta  comprensión  es  la  meta  final  de  la  psicoterapia.  ¿Cómo se  alcanza?  El  terapeuta  ve  en el paciente  todo lo  que  no ha  perdonado  en sí  mismo,  y de  esta  manera  se  le  da  otra  oportunidad  de mirarlo,  someterlo  a  una  nueva  evaluación y perdonarlo. Cuando esto  ocurre, ve  cómo desaparecen sus  pecados  en un pasado que  ya  no está  aquí. Hasta  que  lo  haga, tiene  que  pensar que  el  mal  lo asedia  aquí  y ahora. El  paciente  es  la  pantalla  para  la  proyección  de  sus  pecados, lo cual  hace posible  que  se  deshaga  de  ellos. Pero si  llega  a  retener  una  mancha  de  pecado en lo  que  mira,  su liberación es  parcial  y no será  segura. 

7. Nadie  se  cura  solo. Este  es  el  alegre  canto que  la  salvación entona  a  todo  el  que  oye  su  Voz. Esta afirmación no puede  ser recordada  con  demasiada  frecuencia  por todos  los  que  se  vean a  sí  mismos como  terapeutas. Sus  pacientes  sólo se  pueden ver  como portadores  de  perdón, pues  son ellos quienes  vienen  a  demostrar  su impecabilidad ante  ojos  que  aún creen que  el  pecado  se  encuentra  ahí para  que  lo vean.  Pero la  prueba  de  la  impecabilidad, vista  en el  paciente  y aceptada  en el  terapeuta, le  ofrece  a  la  mente  de  ambos  un pacto  en el  cual  se  encuentran  y unen y son uno. 

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