jueves, 19 de diciembre de 2019

EL CANTO DE ORACIÓN 3. III. Separación frente a unión


*EL CANTO DE ORACIÓN 3. III.  Separación frente  a unión*

1. La  falsa  sanación sana  una  parte  del  cuerpo, pero  nunca  su totalidad.  Sus  metas  separadas resultan bastante  claras  en esto, pues  no ha  eliminado la  maldición  del  pecado que  yace  sobre  él. Por consiguiente  aún  engaña.  Tampoco  es  realizada  por alguien  que  comprende  que  el  otro es exactamente  igual  que  él.  Pues  es  esto lo  que  hace  que  la  verdadera  sanación sea  posible. Cuando es falsa,  hay algún  poder que  otro tiene,  que  no ha  sido otorgado a  ambos  por igual.  Aquí  se  demuestra la  separación.  Y  aquí  se  ha  perdido  el  significado  de  la  verdadera  sanación, y han surgido los  ídolos para  opacar  la  unidad  que  es  el  Hijo  de  Dios. 

2. La  sanación-para-separar  puede  parecer una  idea  extraña.  Y  sin embargo eso puede  decirse  de toda  forma  de  sanación basada  en alguna  clase  de  desigualdad. Estas  formas  pueden sanar el cuerpo,  y de  hecho  generalmente  se  limitan  a  ello.  Alguien  sabe  más, se  ha  adiestrado mejor, o es quizás  más  talentoso y sabio. Por tanto, puede  dar sanación  a  alguien que  es  inferior y que  está  bajo su patrocinio. La  sanación  del  cuerpo  puede  tener lugar  así  porque, en  sueños, la  igualdad  no puede ser permanente.  El  sueño está  hecho de  modificaciones  y cambios.  Sanarse  parece  consistir en encontrar a  alguien  más  sabio, quien,  por sus  artes  y conocimientos, tendrá  éxito. 

3.  Alguien sabe  más:  esta  es  la  frase  mágica  por medio de  la  cual  el  cuerpo parece  ser el  objeto  de  la sanación tal  como  el  mundo la  concibe.  Y  a  este  alguien  más  sabio el  otro se  dirige  para  beneficiarse de  su conocimiento y habilidad;  para  encontrar  en él  remedio  a  su dolor. ¿Cómo  puede  ser eso?  La verdadera  sanación no puede  provenir de  la  desigualdad asumida  y luego aceptada  como  la  verdad, y usada  para  ayudar a  sanar a  los  heridos  y calmar  la  mente  que  sufre  la  agonía  de  la  duda.

4. ¿Existe, entonces, un papel para la sanación que uno pueda usar para ofrecer ayuda a otro? Para la arrogancia la respuesta debe ser "no". Pero en la humildad existe verdaderamente un lugar para los que ayudan. Es como el papel del que ayuda en la oración, y deja que el perdón sea lo que está destinado a ser. No te haces a ti mismo el portador del regalo especial que trae la sanación. Sólo reconoces tu unidad con aquel que pide ayuda. Pues en esta unidad desaparece su sentido de separación, y es éste lo que lo enfermó. No hay sentido en dar remedio apartado de donde radica la fuente de la enfermedad, pues de esa forma nunca puede sanarse verdaderamente. 

5. Sanadores existen, pues son los Hijos de Dios que reconocen su Fuente, y comprenden que todo lo que su Fuente crea es uno con ellos. Este es el remedio que trae alivio que no puede fallar. Permanecerá para bendecir por toda la eternidad. No sana una parte, sino la totalidad y para siempre. Ahora la causa de toda dolencia ha sido revelada exactamente como es. Y en ese lugar se halla escrita ahora la santa Palabra de Dios. La enfermedad y la separación deben ser sanadas por el amor y la unión. Nada más puede sanar tal como Dios estableció la sanación. Sin Él no hay sanación, pues no hay amor. 

6. Sólo la Voz de Dios puede decirte cómo sanar. Escucha, y nunca dejarás de ofrecer Su amoroso remedio a aquellos que Él te envía, para que permitan que Él los sane, y para bendecir a todos aquellos que colaboran con Él en nombre de la sanación. La sanación del cuerpo ocurrirá porque su causa se ha ido. Y ahora sin causa alguna, no puede regresar en forma diferente. Ni se temerá tampoco a la muerte porque se le ha comprendido. No hay miedo en aquél que ha sido verdaderamente sanado, pues el amor ha entrado ahora donde solían estar los ídolos, y el miedo le ha cedido al fin el lugar a Dios. 

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