jueves, 19 de diciembre de 2019

EL CANTO DE ORACIÓN 2. I. El perdón a sí mismo


*EL CANTO DE ORACIÓN 2. I. El perdón a sí mismo*

1. No hay regalo del  cielo  que  haya  sido más  incomprendido que  el  perdón. Se  ha  convertido,  de hecho,  en un azote;  en  una  maldición  donde  debía  bendecir, en una  cruel  burla  de  la  gracia,  en una parodia  de  la  santa  Paz  de  Dios. Pero aquellos  que  aún no han elegido comenzar  los  pasos  de  la oración no pueden  sino usarlo  así. La  bondad del  perdón es  oscura  al  comienzo,  puesto que  la salvación no se  comprende, ni  se  busca  en realidad. Lo  que  se  hizo  para  sanar se  usa  para  herir pues el  perdón no se  quiere.  La  culpa  se  convierte  en la  salvación,  y el  remedio parece  ser una  terrible alternativa  a  la  vida. 

2. El  perdón-para-destruir se  adaptará  entonces  mucho  mejor  al  propósito  del  mundo  que  su verdadero objetivo, y que  los  honestos  medios  por los  cuales  se  alcanza  este  objetivo. El  perdónpara-destruir no pasará  por alto  ningún pecado,  ningún crimen, ninguna  culpa  que  pueda  buscar  y encontrar y "amar".  Amado de  su corazón es  el  error, y las  equivocaciones  adquieren importancia  y crecen y se  expanden  ante  sus  ojos. Cuidadosamente  selecciona  todas  las  cosas  malas,  y pasa  por alto lo  amoroso como si  fuera  una  plaga;  algo  odioso y lleno  de  peligro  y muerte. El  perdón-paradestruir  es  la  muerte,  y es  esto  lo que  ve  en todo aquello sobre  lo  que  posa  su mirada  y odia. La misericordia  de  Dios  se  ha  convertido en  un cuchillo retorcido para  que  destruya  al  santo Hijo  que Él  ama. 

3. ¿Te  perdonarías  a  ti  mismo por hacer  esto?  Aprende  entonces  que  Dios  te  ha  dado  los  medios  con los  cuales  te  es  posible  regresar  a  Él  en  paz. No veas  el  error. No lo hagas  real. Selecciona  lo amoroso  y perdona  el  pecado al  elegir en su lugar  la  faz  de  Cristo. ¿De  qué  otra  manera  puede  la oración regresar  a  Dios?  Él  ama  a  Su hijo.  ¿Puedes  Recordarlo a  Él  y odiar  lo que  Él  creó?  Odiarás a  su Padre  si  odias  al  Hijo  que  Él  ama. Pues  como  ves  al  Hijo te  ves  a  ti  mismo,  y como te  ves  a  ti mismo  es  Dios  para  ti. 

4. De  la  misma  manera  en que  la  oración  es  siempre  por ti, así  te  es  siempre  concedido  el  perdón. Es  imposible  perdonar a  otro,  porque  son sólo  tus  pecados  lo que  ves  en  él. Quieres  verlos  allí,  y no en  ti. Es  por eso por lo que  el  perdón  a  otro, es  una  ilusión.  Sin embargo,  es  el  único  sueño  feliz  en todo  el  mundo;  el  único que  no conduce  a  la  muerte. Sólo en otro  puedes  perdonarte  a  ti  mismo, pues  lo  has  hecho  culpable  de  tus  pecados, y en él  tienes  que  hallar tu inocencia. ¿Quién  sino el pecador necesita  que  se  le  perdone?  Y  no pienses  jamás  que  puedes  ver pecado  en nadie  excepto en ti. 

5. Este  es  el  gran  engaño del  mundo, y tú el  gran engañador  de  ti  mismo.  Siempre  parece  que  el malvado es  otro,  y en su pecado eres  tú el  herido. ¿Cómo  podría  ser posible  la  liberación si  esto fuera  así?  Serías  el  esclavo  de  todos, pues  de  lo  que  haga  otro  dependen tu  destino, tus  sentimientos, tu  desesperación  o esperanza, tu  miseria  o alegría. No tienes  libertad a  menos  que  te  la  den.  Y  como es  malvado, él  sólo puede  dar  lo que  es. No puedes  ver sus  pecados  y no los  tuyos. Pero puedes liberarlo  y liberarte  también a  ti  mismo. 

6. El  perdón, verdaderamente  concedido, es  el  camino en el  cual  radica  tu única  esperanza  de libertad.  Los  otros  cometerán errores  y también tú, mientras  esta  ilusión  de  un mundo parezca  ser tu casa.  Pero Dios  Mismo ha  dado a  todos  Sus  Hijos  un remedio  para  todas  las  ilusiones  que  ellos creen ver.  La  visión  de  Cristo no utiliza  tus  ojos, pero tú  puedes  ver a  través  de  los  Suyos  y aprender a  ver como Él. Los  errores  son diminutas  sombras, de  pronta  desaparición, que  sólo por un instante parecen ocultar la  faz  de  Cristo, la  cual  permanece  inmutable  todavía  detrás  de  todas  ellas. Su constancia permanece en tranquilo silencio y en perfecta paz. Él no sabe de sombras. Suyos son los ojos que ven más allá del error al Cristo en ti. 

7. Pide, pues, Su ayuda, y cómo aprender el perdón como Su visión permite que sea. Tienes necesidad de lo que Él da, y tu salvación depende de que aprendas esto de Él. La oración no puede ser liberada hacia el Cielo mientras permanezca contigo el perdón-para-destruir. La misericordia de Dios quiere remover de tu santa mente esta forma de pensar marchita y venenosa. Cristo te ha perdonado, y en Su visión el mundo se torna tan santo como Él mismo. Quien no ve mal en él, ve como Él. Pues lo que Él ha perdonado no ha pecado, y la culpa no puede ser más. El plan de salvación se ha completado, y ha llegado la cordura. 

8. El perdón es la llamada a la cordura, porque ¿quién si no un demente podría fijarse en el pecado cuando podría ver en su lugar la faz de Cristo? Esta es la elección que haces; la más simple de todas, y aun así la única que puedes hacer. Dios te llama para que ofrezcas a Su Hijo el amor de Cristo y así lo salves de la muerte. Esta es tu necesidad, y Dios te ofrece este regalo. Tal como Él da, así tienes que dar también. Y así la oración se restituye a lo informe, más allá de todo límite a la intemporalidad, sin nada del pasado que le impida volver a unirse al perenne canto que toda la creación entona a su Dios. 

9. Pero para lograr este fin, primero tienes que aprender, antes de alcanzar el lugar adonde el aprendizaje no puede ir. El perdón es la llave, pero ¿quién puede usar una llave cuando ha perdido la puerta para la cual se hizo, a la única que le sirve? Por lo tanto, hacemos distinciones, de modo que la oración pueda ser liberada desde la oscuridad hacia la luz. El papel del perdón debe invertirse, y limpiarse de usos malvados y metas de odio. El perdón-para-destruir debe descubrirse en toda su traición, y abandonarse entonces por siempre y para siempre. Ni un rescoldo de él puede quedar siquiera, si el plan que Dios estableció para el retorno ha de alcanzarse al fin, y el aprendizaje se ha de completar. 

10. Este es el mundo de los opuestos. Y tienes que escoger entre ellos cada instante mientras este mundo conserve realidad para ti. Pero tienes que aprender alternativas de elección, o no serás capaz de lograr tu libertad. Que te sea entonces claro lo que el perdón significa exactamente para ti, y que aprendas lo que debe ser para que te liberes. El nivel de tu oración depende de ello, pues aquí espera su libertad para ascender desde el mundo del caos a la paz. 

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