miércoles, 3 de julio de 2019

T20. VI. El templo del Espíritu Santo


*T20. VI. El templo del Espíritu Santo*


1. El  significado del  Hijo de  Dios  reside  exclusivamente  en la  relación  que  tiene  con  su Creador. Si residiese  en cualquier  otra  cosa  estaría  basado  en lo contingente, pero no hay  nada  más.  Y  este hecho  es  totalmente  amoroso y eterno. El  Hijo de  Dios, no obstante,  ha  inventado una  relación no santa  entre  él  y su Padre. Su verdadera  relación es  una  de  perfecta  unión e  ininterrumpida continuidad.  La  relación  que  él  inventó  es  parcial,  egoísta,  fragmentada  y llena  de  temor. La  que  su Padre  creó se  abarca  y se  extiende  totalmente  a  sí  misma.  La  que  él  inventó es  totalmente  autodestructiva  y se  limita  a  sí  misma.

2. Nada  puede  mostrar  mejor este  contraste  que  la  experiencia  de  ambas  clases  de  relación,  la  santa y la  no santa. La  primera  se  basa  en el  amor,  y descansa  sobre  él  serena  e  imperturbada. El  cuerpo no se  inmiscue  en  ella  en absoluto.  Ninguna  relación de  la  que  el  cuerpo forma  parte  está  basada  en el  amor,  sino en la  idolatría. El  amor  desea  ser conocido,  y completamente  comprendido  y compartido.  No guarda  secretos  ni  hay nada  que  desee  mantener  aparte  y oculto.  Camina  en la  luz, sereno y con  los  ojos  abiertos,  y acoge  todo  con una  sonrisa  en sus  labios  y con una  sinceridad  tan pura  y tan obvia  que  no podría  interpretarse  erróneamente.

3. Mas  los  ídolos  no comparten.  Aceptan,  pero lo que  aceptan  no es  correspondido. Se  les  puede amar, pero  ellos  no pueden  amar.  No entienden  lo que  se  les  ofrece, y cualquier  relación en la  que entran a  formar  deja  de  tener  significado. El  amor que  se  les  tiene  ha  hecho  que  el  amor no tenga significado.  Viven en secreto, detestando la  luz  del  sol, felices, no obstante,  en la  penumbra  del cuerpo,  donde  pueden  ocultarse  y mantener sus  secretos  ocultos  junto con ellos  mismos.  Y  no tienen relaciones,  pues  allí  no se  le  da  la  bienvenida  a  nadie.  No le  sonríen a  nadie, ni  ven a  los  que  les sonríen  a  ellos.

4. El  amor  no tiene  templos  sombríos  donde  mantener misterios  en la  obscuridad,  ocultos  de  la  luz del  sol. No va  en busca  de  poder,  sino de  relaciones. El  cuerpo  es  el  arma  predilecta  del  ego para obtener poder mediante  las  relaciones  que  entabla.  Y  sus  relaciones  sólo  pueden ser profanas, pues lo  que  verdaderamente  son, él  ni  siquiera  lo  ve. Las  desea  exclusivamente  como  ofrendas  con las que  sus  ídolos  medran.  Todo  lo demás  simplemente  lo desecha,  pues  lo que  ello podría  ofrecerle  él no le  otorga  ningún  valor.  Al  estar desamparado, el  ego trata  de  acumular  tantos  cuerpos  como pueda  para  que  sirvan de  altares  para  sus  ídolos  y así  convertirlos  en templos  consagrados  a  sí mismo.

5. El  templo del  Espíritu  Santo no es  un cuerpo,  sino una  relación. El  cuerpo es  una  aislada  mota  de obscuridad;  una  alcoba  secreta  y oculta,  una  diminuta  mancha  de  misterio que  no tiene  sentido, un recinto celosamente  protegido, pero  que  aun así  no oculta  nada.  Aquí  es  donde  la  relación no santa se  escapa  de  la  realidad, y donde  va  en busca  de  migajas  para  sobrevivir.  Ahí  quiere  arrastrar  a  sus hermanos, a  fin de  mantenerlos  atrapados  en la  idolatría.  Ahí  se  siente  a  salvo, pues  el  amor no puede  entrar.  El  Espíritu  Santo no edifica  Sus  templos  allí  donde  el  amor jamás  podría  estar. ¿Escogería Aquel que ve la faz de Cristo como Su hogar el único lugar en el universo donde ésta no se puede ver?

6. Tú no puedes hacer del cuerpo el templo del Espíritu Santo, y el cuerpo nunca podrá ser la sede del amor. Es la morada del idólatra, y de lo que condena al amor. Pues ahí el amor se vuelve algo temible y se pierde toda esperanza. Aun los ídolos que ahí son adorados están revestidos de misterio y se les mantiene aparte de aquellos que les rinden culto. Éste es el templo consagrado a la negación de las relaciones y de la reciprocidad. Ahí se percibe con asombro el "misterio" de la separación y se le contempla con reverencia. Lo que Dios no dispuso que fuese se mantiene ahí "a salvo" de Él. Pero de lo que no te das cuenta es de que aquello que temes en tu hermano y te niegas a ver en él, es lo que hace que Dios te parezca temible y que no lo conozcas.

7. Los idólatras siempre tendrán miedo del amor, pues nada los amenaza tanto como su proximidad. Deja que el amor se les acerque y pase por alto el cuerpo, como sin duda hará, y corren despavoridos, sintiendo como empiezan a estremecerse y a tambalearse los cimientos aparentemente sólidos de su templo. Hermano, tú tiemblas con ellos. Sin embargo, de lo que tienes miedo es del heraldo de la libertad. Ese lugar de sombras no es tu hogar. Tu templo no está en peligro. Ya no eres un idólatra. El propósito del Espíritu Santo está a salvo en tu relación y no en tu cuerpo. Te has escapado del cuerpo. El cuerpo no puede entrar allí donde tú estás, pues ahí es donde el Espíritu Santo ha establecido Su templo.

8. Las relaciones no admiten grados. O son o no son. Una relación no santa no es una relación. Es un estado de aislamiento que aparenta ser lo que no es. Eso es todo. En el instante en que la idea descabellada de hacer que tu relación con Dios fuese profana pareció posible, todas tus relaciones dejaron de tener significado. En ese instante profano nació el tiempo, y se concibieron los cuerpos para albergar esa idea descabellada y conferirle la ilusión de realidad. Y así, pareció tener un hogar que duraba por un cierto período de tiempo, para luego desaparecer del todo. Pues ¿qué otra cosa sino un fugaz instante podría dar albergue a esa loca idea que se opone a la realidad?

9. Los ídolos desaparecerán y no dejarán rastro alguno con su partida. El instante profano de su aparente poder es tan frágil como un copo de nieve, pero sin su belleza. ¿Es éste el substituto que deseas en lugar de la eterna bendición del instante santo y su ilimitada beneficencia? ¿Es la malevolencia de la relación no santa, tan aparentemente poderosa, tan mal comprendida y tan revestida de una falsa atracción lo que prefieres en lugar del instante santo, que te ofrece entendimiento y paz? Deja a un lado el cuerpo entonces, y elevándote al encuentro de lo que realmente deseas, transciéndelo serenamente. Y desde Su templo santo, no mires atrás a aquello de lo que has despertado. Pues no hay ilusiones que puedan resultarle atractivas a la mente que las ha transcendido y dejado atrás.

10. La relación santa refleja la verdadera relación que el Hijo de Dios tiene con su Padre en la realidad. El Espíritu Santo mora dentro de ella con la certeza de que es eterna. Sus firmes cimientos están eternamente sostenidos por la verdad, y el amor brilla sobre ella con la dulce sonrisa y tierna bendición que le ofrece a lo que es suyo. Aquí el instante no santo se intercambia gustosamente por uno santo y de absoluta reciprocidad. He aquí tiernamente despejado el camino que conduce a las verdaderas relaciones, por el que tú y tu hermano camináis juntos dejando atrás el cuerpo felizmente para descansar en los Eternos Brazos de Dios. Los Brazos del Amor están abiertos para recibirte y brindarte paz eterna.

11. El cuerpo es el ídolo del ego, la creencia en el pecado hecha carne y luego proyectada afuera. Esto produce lo que parece ser una muralla de carne alrededor de la mente, que la mantiene prisionera en un diminuto confín de espacio y tiempo hasta que llegue la muerte, y disponiendo de un solo instante, en el que suspirar, sufrir y morir en honor de su amo. Y este instante no santo es lo que parece ser la vida: un instante de desesperación, un pequeño islote de arena seca, desprovisto de agua y sepultado en el olvido. Aquí se detiene brevemente el Hijo de Dios para hacer su ofrenda a los ídolos de la muerte y luego fallecer. Sin embargo, aquí está más muerto que Vivo. No obstante, es aquí también donde vuelve a elegir entre la idolatría y el amor. Aquí se le da a escoger entre pasar dicho instante rindiéndole culto al cuerpo, o permitir que se le libere de él. Aquí puede aceptar el instante santo que se le ofrece como substituto del instante no santo que antes había elegido. Y aquí puede finalmente darse cuenta de que las relaciones son su salvación y no su ruina.

12. Tú que estás aprendiendo esto puede que aún tengas miedo, pero no estás inmovilizado. El instante santo tiene ahora para ti mucho más valor que su aparente contrapartida, y te has dado cuenta de que realmente sólo deseas uno de ellos. Éste no es un período de tristeza. Tal vez de confusión, pero no de desaliento. Tienes una verdadera relación, la cual tiene significado. Es tan similar a tu verdadera relación con Dios, como lo son entre sí todas las cosas que gozan de igualdad. La idolatría pertenece al pasado y no tiene significado. Quizá aún le tienes un poco de miedo a tu hermano; quizá te acompaña todavía una sombra del temor a Dios. Mas ¿qué importancia tiene eso para aquellos a quienes se les ha concedido tener una verdadera relación que transciende el cuerpo? ¿Y se les podría privar por mucho más tiempo de contemplar la faz de Cristo? ¿Y podrían ellos seguir privándose a sí mismos por mucho más tiempo del recuerdo de la relación que tienen con su Padre y mantener la memoria de Su Amor fuera de su conciencia?

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