lunes, 1 de julio de 2019

Lección 188. La paz de Dios refulge en mi ahora


*Lección 188. La paz de Dios refulge en mi ahora*

1. ¿Por qué esperar al Cielo? Los que buscan la luz están simplemente cubriéndose los ojos. La luz ya está en ellos. La iluminación es simplemente un reconocimiento, no un cambio. La luz es algo ajeno al mundo, y tú en quien mora la luz eres asimismo un extraño aquí. La luz vino contigo desde tu hogar natal, y permaneció contigo, pues es tuya. Es lo único que trajiste contigo de Aquel que es tu Fuente. Refulge en ti porque ilumina tu hogar, y te conduce de vuelta al lugar de donde vino y donde finalmente estás en tu hogar.

2. Esta luz no se puede perder. ¿Por qué esperar a encontrarla en el futuro, o creer que se ha perdido o que nunca existió? Es tan fácil contemplarla que los argumentos que demuestran que no puede existir se vuelven irrisorios. ¿Quién podría negar la presencia de lo que contempla en sí mismo? No es difícil mirar en nuestro interior, pues ahí nace toda visión. Lo que se ve, ya sea en sueños o procedente de una Fuente más verdadera, no es más que una sombra de lo que se ve a través de la visión interna. Ahí comienza la percepción y ahí termina. No tiene otra fuente que ésta.

3. La paz de Dios refulge en ti ahora, y desde tu corazón se extiende por todo el mundo. Se detiene a acariciar cada cosa viviente, y le deja una bendición que ha de perdurar para siempre. Lo que da no puede sino ser eterno. Elimina todo pensamiento de lo efímero y de lo que carece de valor. Renueva todos los corazones fatigados e ilumina todo lo que ve según pasa de largo. Todos sus dones se le dan a todo el mundo, y todo el mundo se une para darte las gracias a ti que das y a ti que has recibido.

4. El resplandor de tu mente le recuerda al mundo lo que ha olvidado, y éste a su vez, restituye esa memoria en ti. Desde ti la salvación irradia dones inconmensurables, que se dan y se devuelven. A ti que das el regalo, Dios Mismo te da las gracias. Y la luz que refulge en ti se vuelve aún más brillante con Su bendición, sumándose así a los regalos que tienes para ofrecérselos al mundo.

5. La paz de Dios jamás se puede contener. El que la reconoce dentro de sí tiene que darla. Y los medios a través de los que puede hacerlo residen en su entendimiento. Puede perdonar porque reconoció la verdad en él. La paz de Dios refulge en ti ahora, así como en toda cosa viviente. En la quietud la paz de Dios se reconoce universalmente. Pues lo que tu visión interna contempla es tu percepción del universo.

6. Siéntate en silencio y cierra los ojos. La luz en tu interior es suficiente. Sólo ella puede concederte el don de la visión. Ciérrate al mundo exterior, y dale alas a tus pensamientos para que lleguen hasta la paz que yace dentro de ti. Ellos conocen el camino. Pues los pensamientos honestos, que no están mancillados por el sueño de cosas mundanas externas a ti, se convierten en los santos mensajeros de Dios Mismo.

7. Éstos son los pensamientos que piensas con Él. Ellos reconocen su hogar y apuntan con absoluta certeza hacia su Fuente, donde Dios el Padre y el Hijo son uno. La paz de Dios refulge sobre ellos, pero ellos no pueden sino permanecer contigo también, pues nacieron en tu mente, tal como tu mente nació en la de Dios. Te conducen de regreso a la paz, desde donde vinieron con el sólo propósito de recordarte cómo regresar.

8. Ellos acatan la Voz de tu Padre cuando tú te niegas a escuchar. Y te instan dulcemente a que aceptes Su Palabra acerca de lo que eres en lugar de fantasías y sombras. Te recuerdan que eres el co-creador de todas las cosas que viven. Así como la paz de Dios refulge en ti, refulge también en ellas.

9. El propósito de nuestras prácticas de hoy es acercarnos a la luz que mora en nosotros. Tomamos rienda de nuestros pensamientos errantes y dulcemente los conducimos de regreso allí donde pueden armonizarse con los pensamientos que compartimos con Dios. No vamos a permitir que sigan descarriados. Dejaremos que la luz que mora en nuestras mentes los guíe de regreso a su hogar. Los hemos traicionado al haberles ordenado que se apartasen de nosotros. Pero ahora les pedimos que regresen y los purificamos de cualquier anhelo extraño o deseo confuso. Y así, les restituimos la santidad que es su herencia.

10. De esta forma, nuestras mentes quedan restauradas junto con ellos, y reconocemos que la paz de Dios refulge todavía en nosotros, y que se extiende desde nosotros hasta todas las cosas vivientes que comparten nuestra vida. Las perdonamos a todas, y absolvemos al mundo entero de lo que pensábamos que nos había hecho. Pues somos nosotros quienes construimos el mundo como queremos que sea. Ahora elegimos que sea inocente, libre de pecado y receptivo a la salvación. Y sobre él vertemos nuestra bendición salvadora, según decimos: La paz de Dios refulge en mí ahora. Que todas las cosas refuljan sobre mí en esa paz, y que yo las bendiga con la luz que mora en mí.


~Lección 188 UCDM:
"La paz de Dios refulge en mí ahora"

*Comentario*

Siguiendo la línea de la lección dónde os explicamos la diferencia entre "los consejeros de la mente" (la mente errada o del ego o la mente recta o del Espíritu Santo), todo sistema de pensamiento depende de tres tipos de realidad que usamos de forma inconsciente. A estos los llamamos los tres niveles de realidad. 

La información que percibimos del exterior es entendida desde diferentes niveles de realidad, que podemos clasificar según su complejidad:

La realidad de primer orden o evidencias sensoriales. Se refiere a todo aquello que puedo constatar y verificar sensorialmente. Previamente a esto, tendremos un código en que nos habremos puesto de acuerdo. 

Por ejemplo:
- “mi marido se llama Juan”
- “está lloviendo”
- “agarró un lápiz amarillo con la mano derecha” 
- “llegó a casa a las 12:30 h.”

Frente a una afirmación de este tipo, todos estamos de acuerdo en responder sí o no. Es una realidad objetiva que se puede comprobar y verificar dependiendo de nuestros aprendizajes en el mundo externo. 

La realidad de segundo orden o interpretaciones personales. En este caso son mis apreciaciones.

Por ejemplo: 
- “Mi marido se llama Juan; es apuesto y trabajador”. 

La segunda frase es una interpretación: no todos tenemos la misma opinión o la misma idea de “trabajador” o de “apuesto”. “Es bueno que llueva”, es otro ejemplo de realidad de segundo orden. En este orden de realidad hay implícita una interpretación de la realidad subjetiva. 
En el caso del que llegaba a las 12:30 habiendo quedado a las 12:00, en este nivel podríamos decir “llegó muy tarde”, donde “muy tarde” ya sería una inferencia con varias posibles interpretaciones. Estas interpretaciones son las que nos dice el Curso que usamos para sacar nuestras conclusiones y nuestra verdad inamovible, y es lo que nos hace perder la paz a cambio de tener razón. 

La realidad de tercer orden, es decir, cómo me siento con mi interpretación frente a esa realidad. Siguiendo el ejemplo, en este caso sería: “Soy una persona afortunada porque mi marido es apuesto y trabajador” o “estoy triste porque llueve”. La interpretación de lo que se piensa, lo que se piensa de lo que piensa, la conclusión de la conclusión. Es el significado que atribuimos a la interpretación sensorial. 

Las personas dan significado a sus interpretaciones. La interpretación de la interpretación, pensar sobre el pensar; esta realidad es precisamente la que nos ancla en los estados internos. Es el miedo a tener miedo o la tristeza profunda por verse triste, por ejemplo. Es el nivel más complejo y el que más nos aleja de la realidad objetiva. 

En el caso de alguien que llega tarde, una realidad de tercer orden sería decir “es un maleducado”, ya que sería tomar una conclusión de algo que es una interpretación, un juicio de una interpretación subjetiva.

Pues explico esto, para que vislumbremos que todo juicio o interpretación, está sujeta en la mayoría de los casos, a un estado mental desconectado completamente de lo que somos por naturaleza. Todo esto, nos hace perder la cordura, a cambio de querer tener la razón siempre, basadas en conclusiones ancladas a las experiencias de nuestro pasado. Y ese pasado, es lo que nos ata al sufrimiento por no saber vivir el presente.

Hoy reflexiona sobre esto:
"¿Qué quiero tener la razón todo el tiempo o ser feliz?" 

~Comentario: Edgar Doménech Macías. 


~Vídeo de la lección: Arantxa Carrera Salas.

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