sábado, 3 de agosto de 2019

T24. III. Cómo perdonar el deseo de ser especial


*T24. III. Cómo perdonar el deseo de ser especial*

1. El  perdón pone  fin  al  deseo  de  ser especial. Lo único  que  se  puede  perdonar son las  ilusiones,  que entonces  desaparecen. El  perdón es  lo que  te  libera  de  todas  las  ilusiones, y por eso es  por lo que  es imposible  perdonar sólo parcialmente.  Nadie  que  se  aferra  a  una  sola  ilusión puede  considerarse  a  sí mismo  libre  de  pecado,  pues  en tal  caso aún está  afirmando que  un error  acerca  de  sí  mismo  es hermoso.  Y  de  este  modo, lo  califica  de  "imperdonable"  y lo convierte  en  un pecado. ¿Cómo  iba  a poder  entonces  conceder perdón  de  manera  total  cuando  aún no lo quiere  aceptar para  Sí  mismo? Pues  es  seguro que  lo recibiría  completamente  en el  instante  en que  así  lo concediese.  Y  de  esta manera, la  culpabilidad que  mantiene  oculta  desaparecería,  al  él  mismo  haberla  perdonado.

2. Cualquier forma  de  especialismo  que  aún valores, la  has  convertido  en un pecado.  Se  alza inviolable, y la  defiendes  acérrimamente  con  toda  tu endeble  fuerza  contra  la  Voluntad  de  Dios.  Y así,  se  alza  contra  ti, como  enemiga  tuya,  no de  Dios. De  este  modo, parece  escindirte  de  Dios  y hacer que  estés  separado  de  Él  en cuanto  que  defensor de  ella.  Prefieres  proteger lo que  Dios  no creó.  Sin embargo, este  ídolo  que  parece  conferirte  poder,  en realidad te  lo ha  arrebatado.  Pues  le has  dado el  patrimonio  de  tu hermano, dejando  a  éste  solo  y condenado, y quedando  tú hundido  en el pecado y en el sufrimiento junto con él ante el ídolo que no puede salvaros.

3. No eres tú el que es tan vulnerable y susceptible de ser atacado que basta una palabra, un leve susurro que no te plazca, una circunstancia adversa o un evento que no hayas previsto para trastornar todo tu mundo y precipitarlo al caos. La verdad no es algo frágil, y las ilusiones no pueden afectarla ni cambiarla en absoluto. Pero ser especial no es lo que es verdad acerca de ti. Pues cualquier cosa puede hacerle perder el equilibrio. Lo que descansa sobre lo que no es nada jamás podrá ser estable. Por muy grande y desmesurado que parezca, se tambaleará, dará vueltas y revoloteará con la más tenue brisa.

4. Sin cimientos nada es seguro. ¿Habría dejado Dios a Su Hijo en un estado en el que la seguridad no significase nada? ¡De ninguna manera! Su Hijo permanece a salvo, descansando en Él. Tu deseo de ser especial es lo que se ve atacado por todo lo que camina o respira, se arrastra o se desliza, o simplemente vive. Nada está a salvo de su ataque, y ello no está a salvo de nada. Jamás habrá de perdonar, pues esto es lo que es: un voto secreto de que lo que Dios quiere para ti nunca se dé y de que te opondrás a Su Voluntad para siempre. No es posible tampoco que ambas voluntades puedan jamás ser la misma, mientras tu deseo de ser especial se alce como una llameante espada de muerte entre ellas, haciendo que sean enemigas.

5. Dios te pide que perdones. Él no quiere que la separación se interponga, como si de una voluntad ajena se tratase, entre lo que tanto Su Voluntad como la tuya disponen para ti. Ambas son la misma voluntad, pues ninguna de ellas dispone ser especial. ¿Cómo iban a poder disponer la muerte del amor mismo? Con todo, no pueden atacar a las ilusiones. No son cuerpos, y esperan como una sola Mente a que todas las ilusiones se traigan ante ellas y se dejen ahí. La salvación no desafía ni siquiera a la muerte. Y a Dios Mismo, que sabe que la muerte no es tu voluntad, no le queda otro remedio que decir: "Hágase tu voluntad" porque tú crees que lo es.

6. Perdona al gran Creador del universo -la Fuente de la vida, del amor y de la santidad, el Padre perfecto de un Hijo perfecto- por tus ilusiones de ser especial. He aquí el infierno que elegiste como tu hogar. Él no eligió eso para ti. No le pidas que entre ahí. El camino está cerrado al amor y a la salvación. Pero si liberas a tu hermano de las profundidades del infierno, habrás perdonado a Aquel Cuya Voluntad es que descanses para siempre en los brazos de la paz, perfectamente a salvo y sin que la animosidad ni malicia de ningún pensamiento de ser especial perturbe tu descanso. Perdona al Santísimo por no haber podido concederte el especialismo, que tú entonces inventaste.

7. Todos los que se consideran especiales están dormidos, rodeados por un mundo de belleza que no ven. La libertad, la paz y la dicha se encuentran ahí, al lado del ataúd en el que duermen, llamándolos para que vuelvan en sí y despierten de su sueño de muerte. Mas ellos no oyen nada. Están perdidos en sueños de que son especiales. Odian la llamada que los puede despertar y maldicen a Dios porque no convirtió su sueño en realidad. Maldice a Dios y muere, pero no por mandato de Aquel que no creó la muerte, sino sólo en el sueño. Mas abre los ojos ligeramente y verás al salvador que Dios te dio a fin de que pudieses contemplarlo y devolverle su patrimonio. Dicho patrimonio es también el tuyo.

8. Los esclavos del deseo de ser especial se liberarán. Tal es la Voluntad de Dios y la de Su Hijo. ¿Se condenaría Dios a Sí Mismo al infierno y a la perdición? ¿Y es eso acaso lo que dispones para tu salvador? Dios te llama a través de él a unirte a Su Voluntad para que ambos os salvéis del infierno. Observa las marcas de los clavos en las manos que te extiende pidiendo que le concedas tu perdón. Dios te pide que tengas misericordia con Su Hijo y con Él. No se la niegues a ninguno de los dos. Lo único que te piden es que se haga tu voluntad. Buscan tu amor a fin de que tú te puedas amar a ti mismo. No ames tu deseo de ser especial en vez de amarles a Ellos. La marca de los clavos está también en tus manos. Perdona a tu Padre el que no fuese Su Voluntad que tú fueses crucificado.

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