sábado, 9 de marzo de 2019

Lección 73. Mi voluntad es que haya luz


*Lección 73. Mi voluntad es que haya luz*

1. Hoy vamos a examinar la voluntad que compartes con Dios. Dicha voluntad no es lo mismo que los vanos deseos del ego, de los cuales emanan las tinieblas y la nada. La voluntad que compartes con Dios encierra dentro de sí todo el poder de la creación. Los vanos deseos del ego no se pueden compartir y, por lo tanto, no tienen poder alguno. Sus deseos no son infructuosos en el sentido de que pueden dar lugar a un mundo de ilusiones en el cual puedes llegar a creer ciegamente. Desde el punto de vista de la creación, no obstante, son ciertamente infructuosos, pues no dan lugar a nada que sea real.

2. Los vanos deseos y los resentimientos son socios o co-fabricantes del mundo tal como lo ves. Los deseos del ego dieron lugar al mundo, y la necesidad del ego de abrigar resentimientos -los cuales son indispensables para sustentar este mundo- lo pueblan de figuras que parecen atacarte y hacer que tus juicios estén "justificados". Estas figuras se convierten en los intermediarios que el ego emplea en el tráfico de resentimientos. Se interponen entre tu conciencia y la realidad de tus hermanos. Al contemplar dichas figuras, no puedes conocer a tus hermanos ni a tu Ser.

3. Pierdes conciencia de tu voluntad en esta extraña transacción en la que la culpabilidad se trueca una y otra vez, y los resentimientos aumentan con cada intercambio. ¿Cómo iba a haber podido crear la Voluntad que el Hijo de Dios comparte con su Padre semejante mundo? ¿Acaso creó Dios desastres para Su Hijo? La creación es la Voluntad conjunta de Ambos. ¿Cómo iba Dios a crear un mundo que pudiese destruirlo a Él?

4. Hoy trataremos una vez más de ponernos en contacto con el mundo que está acorde con tu voluntad. La luz está en él porque no se opone a la Voluntad de Dios. No es el Cielo, pero la luz del Cielo resplandece sobre él. Las tinieblas han desaparecido, al igual que los vanos deseos del ego. Sin embargo, la luz que resplandece sobre dicho mundo es un reflejo de tu voluntad. Por lo tanto, es dentro de ti donde la buscaremos.

5. Tu imagen del mundo tan sólo puede reflejar lo que está dentro de ti. Ni la fuente de la luz ni la de la obscuridad pueden encontrarse fuera de ti. Tus resentimientos nublan tu mente, y, como consecuencia de ello, contemplas un mundo tenebroso. El perdón despeja las tinieblas, reafirma tu voluntad y te permite contemplar un mundo de luz. Hemos subrayado repetidas veces que es fácil salvar la barrera de los resentimientos, y que ésta no puede interponerse entre tu salvación y tú. La razón es muy simple. ¿Quieres realmente estar en el infierno? ¿Quieres realmente gemir, sufrir y morir?

6. Olvídate de los argumentos del ego que tratan de probar que todo eso es realmente el Cielo. Tú bien sabes que no lo es. Eso no puede ser lo que tú deseas para ti mismo. Hay un punto más allá del cual las ilusiones no pueden pasar. El sufrimiento no es felicidad, y la felicidad es lo que realmente deseas. Eso es lo que en verdad es tu voluntad. Y por ende, la salvación es asimismo tu voluntad. Tú quieres tener éxito en lo que nos proponemos hacer hoy. Así que lo emprendemos con tu bendición y grata conformidad.

7. Tendremos éxito hoy si recuerdas que lo que quieres para ti es la salvación. Quieres aceptar el plan de Dios porque eres parte integrante de él. No tienes ninguna voluntad que realmente se pueda oponer a ese plan, ni tampoco es ése tu deseo. La salvación es para ti. Por encima de todo, quieres tener la libertad de recordar quién eres realmente. Hoy es el ego el que se encuentra impotente ante tu voluntad. Tu voluntad es libre, y nada puede prevalecer contra ella.

8. Abordaremos los ejercicios de hoy, por lo tanto, con entusiasmo y confianza, seguros de que encontraremos lo que es tu voluntad encontrar y de que recordaremos lo que es tu voluntad recordar. Ningún deseo vano puede detenernos ni engañarnos con ilusiones de fuerza. Deja que hoy se haga tu voluntad, y pon fin de una vez por todas a la absurda creencia de que prefieres el infierno al Cielo.

9. Comenzaremos nuestras sesiones de práctica más largas reconociendo que el plan de Dios para la salvación, y sólo el  Suyo, es  el  que  está  en completo  acuerdo con  tu voluntad.  No es  el  propósito de un poder  extraño que  se  te  impone  en contra  de  tu  voluntad.  Es  el  único  propósito aquí  con el  que  tú y tu  Padre  estáis  perfectamente  de  acuerdo.  Triunfarás  hoy:  la  hora  señalada  para  la  emancipación del  Hijo de  Dios  del  infierno  y de  todos  los  deseos  vanos. Su voluntad queda  ahora  reinstaurada  en su conciencia.  Él  está  dispuesto hoy mismo  a  contemplar  la  luz  que  mora  en él  y a  salvarse.

10. Después  que  te  hayas  recordado  esto  a  ti  mismo y hayas  resuelto mantener  tu voluntad claramente  en tu mente, repite  para  tus  adentros  estas  palabras  con  templada  determinación  y tranquila  certeza:  Mi  voluntad  es  que  haya  luz.  Quiero contemplar  la  luz  que  refleja  la  Voluntad de Dios  y la  mía. Deja  entonces  que  tu voluntad se  afirme  a  sí  misma, unida  al  poder de  Dios  y en unión  con tu Ser.  Pon el  resto de  la  sesión de  práctica  bajo Su dirección.  Únete  a  Ellos  que  te señalan el  camino.

11.  En las  sesiones  de  práctica  más  cortas, declara  nuevamente  lo que  realmente  deseas.  Di:  Mi voluntad es  que  haya  luz. La  obscuridad  no es  mi  voluntad. Debes  repetir esto varias  veces  por hora. Es  de  suma  importancia,  no obstante,  que  apliques  esta  idea  de  inmediato si  te  sientes  tentado de abrigar cualquier  clase  de  resentimiento.  Esto te  ayudará  a  desprenderte  de  todos  ellos  en  lugar de seguir  abrigándolos  y ocultándolos  en la  obscuridad.


~Lección 73 UCDM:
''Mi voluntad es que haya luz''.

*Comentario:

¡¡¡Qué maravilla de lección!!! Estamos afirmando que somos luz, que nuestra voluntad es proyectarla al mundo externo. Con lo cuál, si proyectamos luz afuera de nosotros mismos, dejamos de proyectar miedo, culpa, ira, resentimientos... en definitiva, dejamos de ver con los ojos del ego, aceptamos que somos Hijos de Dios, y que el Amor es lo único que hay.

Esta lección es de suma importancia, estamos aceptando nuestra función, estamos admitiendo que nuestra voluntad no puede ser otra cosa que ser luz en un mundo donde antes veíamos oscuridad. 

¡Qué simple es la salvación! Tan sólo afirma que lo que nunca fue verdad no es verdad ahora ni lo será nunca. Lo imposible no ha ocurrido, ni puede tener efectos. Eso es todo. ¿Podría ser esto difícil de aprender para aquel que quiere que sea verdad? Lo único que puede hacer que una lección tan fácil resulte difícil es no estar dispuesto a aprenderla. ¿Cuán difícil puede ser reconocer que lo falso no puede ser verdad, y que lo que es verdad no puede ser falso? Ya no puedes decir que no percibes ninguna diferencia entre lo falso y lo verdadero. Se te ha dicho exactamente cómo distinguir lo uno de lo otro, y lo que tienes que hacer si te confundes. ¿Por qué, entonces, te empeñas en no aprender cosas tan sencillas como éstas? 
- T31.I.1.

Solamente se pueden aprender dos lecciones. Cada una de ellas da lugar a un mundo diferente. Y cada uno de esos mundos se deriva irremediablemente de su fuente. El mundo que ves es el resultado inevitable de la lección que enseña que el Hijo de Dios es culpable. Es un mundo de terror y desesperación. En él no hay la más mínima esperanza de hallar felicidad. Ningún plan que puedas idear para tu seguridad tendrá jamás éxito. No puedes buscar dicha en él y esperar encontrarla. Mas éste no es el único resultado que se puede derivar de lo que has aprendido. Por mucho que te hayas esforzado por aprender la tarea que elegiste, la lección que refleja el Amor de Dios es todavía más fuerte. Y aprenderás que el Hijo de Dios es inocente, y verás otro mundo. 
- T31.I.7.

Veamos hoy un mundo de luz, un mundo de paz, un mundo de felicidad; pues el amor es lo único que hay, y por ende somos luz. Todo miedo, oscuridad, resentimiento fue inventado por el Hijo de Dios, y como fue inventado es cuestión de un instante el que nos demos cuenta y vemos el Cristo en nosotros mismos, ello nos hará renacer desde nuestro interior, que es donde Dios habita.

~Comentario: Edgar Doménech Macías.


~Vídeo lectura profunda: Arantxa Carrera - Matriz del Cambio

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