lunes, 24 de junio de 2019

T19. IV. D. i. El descorrimiento del velo


*T19. IV. D. i. El descorrimiento del velo*


8. No olvides  que  tú y tu hermano habéis  llegado  hasta  aquí  juntos.  Y  ciertamente  no fue  el  ego  el que  os  guió.  Ningún obstáculo a  la  paz  se  puede  superar con  su ayuda.  El  ego  no revela  sus  secretos, ni  te  pide  que  los  examines  y los  transciendas. No quiere  que  veas  su debilidad, ni  que  te  des  cuenta de  que  no tiene  poder alguno  para  mantenerte  alejado  de  la  verdad. El  Guía  que  os  condujo hasta aquí  aún está  con vosotros, y cuando alcéis  la  mirada  estaréis  listos  para  mirar cara  a  cara  al  terror sin temor alguno.  Pero primero,  alza  la  mirada  y mira  a  tu hermano  con inocencia  nacida  del completo  perdón de  sus  ilusiones, y a  través  de  los  ojos  de  la  fe  que  no las  ve.

9. Nadie  puede  enfrentarse  al  temor  a  Dios  sin experimentar  terror, a  menos  que  haya  aceptado la Expiación  y haya  aprendido que  las  ilusiones  no son reales.  Nadie  puede  enfrentarse  a  este obstáculo solo, pues  no habría  podido llegar a  este  punto si  su hermano  no le  hubiese  acompañado. Y nadie  se  atrevería  a  enfrentarse  a  dicho  temor  sin haber perdonado  a  su hermano  de  todo corazón. Quédate  ahí  un rato, pero sin temblar.  Ya  estás  listo. Unámonos  en  un instante  santo, aquí,  en este lugar  al  que  el  propósito  que  se  te  señaló  en un instante  santo  te  ha  conducido.  Y  unámonos  con la fe  de  que  Aquel  que  nos  condujo a  todos  juntos  hasta  aquí  también te  ofrecerá  la  inocencia  que necesitas, y de  que  la  aceptarás  por mi  amor  y por el  Suyo.

10. No es  posible  tampoco  enfrentarse  a  esto demasiado pronto.  Éste  es  el  lugar al  que  todo el mundo  tiene  que  llegar cuando  esté  listo.  Una  vez  que  ha  encontrado  a  su hermano  está  listo.  Sin embargo,  llegar simplemente  hasta  ahí  no es  suficiente.  Pues  una  jornada  desprovista  de  propósito sigue  siendo algo absurdo, e  incluso cuando  ha  concluido no parece  haber  tenido sentido. ¿Cómo podrías  saber  que  ha  finalizado  a  menos  que  te  dieses  cuenta  de  que  su propósito se  ha  consumado? Ahí, con  el  final  de  la  jornada  ante  ti, es  cuando  ves  su propósito.  Y  es  ahí  donde  eliges  hacerle frente  al  obstáculo  o seguir  vagando sin rumbo,  sólo  para  tener  que  regresar  y elegir  de  nuevo.

11.  Hacerle  frente  al  temor a  Dios  requiere  cierta  preparación.  Sólo los  cuerdos  pueden  mirar  de frente  a  la  absoluta  demencia  y a  la  locura  delirante  con piedad  y compasión,  pero sin miedo.  Pues sólo les  podría  parecer temible  si  la  comparten,  y tú la  compartes  mientras  no contemples  a  tu hermano con perfecta  fe, con perfecto amor  y con perfecta  ternura. Mientras  no lo perdones completamente, tú  sigues  sin ser perdonado.  Tienes  miedo de  Dios  porque  tienes  miedo de  tu hermano.  Temes  a  los  que  no perdonas.  Y  nadie  alcanza  el  amor con el  miedo  a  su lado.

12. Este  hermano  que  está  a  tu lado  todavía  te  sigue  pareciendo  un extraño.  No lo  conoces, y la interpretación  que  haces  de  él  es  temible.  Y  lo sigues  atacando, para  mantener a  salvo  lo que  tú crees  ser. Sin embargo,  en sus  manos  está  tu salvación.  Ves  su locura,  que  detestas  porque  la compartes  con  él.  Y  toda  la  piedad  y el  perdón  que  la  curaría  dan paso al  miedo. Hermano,  necesitas perdonar  a  tu hermano, pues  juntos  compartiréis  la  locura  o el  Cielo.  Y  juntos  alzaréis  la  mirada  con fe  o no la  alzaréis  en  absoluto.

13.  A  tu lado  se  encuentra  uno que  te  ofrece  el  cáliz  de  la  Expiación,  pues  el  Espíritu Santo  está  en él.  ¿Preferirías  guardarle  rencor  por sus  pecados  o aceptar  el  regalo que  te  hace?  ¿Es  este  portador de  salvación  tu amigo  o tu enemigo?  Decide  cuál  de  esas  dos  cosas  es, sin olvidar  que  lo que  has  de recibir de  él  dependerá  de  lo que  elijas. Él  tiene  el  poder de  perdonar  tus  pecados, tal  como  tú tienes el  de  perdonar  los  suyos. Ninguno de  vosotros  puede  conferirse  ese  poder  a  sí  mismo.  Vuestro salvador,  no obstante,  se  encuentra  al  lado de  cada  uno de  vosotros. Deja  que  él  sea  lo que  es, y no trates  de  hacer del  amor tu  enemigo.

14. Contempla  a  tu  Amigo, al  Cristo que  está  a  tu lado.  ¡Qué  santo y hermoso es! Pensaste  que había pecado porque arrojaste sobre Él el velo del pecado para ocultar Su hermosura. A pesar de ello, Él te sigue extendiendo el perdón para que compartas con Él Su santidad. Este "enemigo", este "extraño" te sigue ofreciendo la salvación por ser Su Amigo. Los "enemigos" de Cristo, los adoradores del pecado, no saben a Quién atacan.

15. Éste es tu hermano, que ha sido crucificado por el pecado y que aguarda para ser liberado del dolor. ¿No le concederías tu perdón, cuando él es el único que te lo puede conceder a ti? A cambio de su redención, él te dará la tuya, tan indudablemente como que Dios creó cada cosa viviente y la ama. Y te la dará de verdad, pues será ofrecida así como recibida. No hay gracia del Cielo que no puedas ofrecerle a tu hermano, y recibir de tu santísimo Amigo. No permitas que te la niegue, pues al recibirla se la ofreces a él. Y él recibirá de ti lo que tú recibiste de él. La redención se te ha concedido para que se la des a tu hermano, y para que de esta manera la recibas. Liberas al que perdonas, y participas de lo que das. Perdona los pecados que tu hermano cree haber cometido, así como toda la culpabilidad que crees ver en él.

16. Éste es el santo lugar de resurrección, al que venimos de nuevo y al que retornaremos hasta que la redención se haya consumado y recibido. Antes de condenar a tu hermano, recuerda quién es él. Y da gracias a Dios de que sea santo y de que se le haya dado el regalo de la santidad para ti. Únete a él con alegría, y elimina todo vestigio de culpabilidad de su perturbada y torturada mente. Ayúdale a levantar la pesada carga de pecado que echaste sobre sus hombros y que él aceptó como propia, y arrójala lejos de él sonriendo felizmente. No la oprimas contra su frente como si fuese una corona de espinas, ni lo claves a ella, dejándolo irredento y sin esperanzas.

17. Ten fe en tu hermano, pues la fe, la esperanza y la misericordia son tuyas para que las des. A las manos que dan, se les da el regalo. Contempla a tu hermano, y ve en él el regalo de Dios que quieres recibir. Ya es casi la Pascua, la temporada de la resurrección. Concedámonos la redención unos a otros y compartámosla, para podernos levantar unidos en la resurrección, y no separados en la muerte. Contempla el regalo de libertad que le di al Espíritu Santo para ti. Y liberaos juntos, al ofrecerle al Espíritu Santo ése mismo regalo. Y al dárselo, recibidlo de Él a cambio de lo que le disteis. Él nos conduce a ti y a mí para que nos podamos encontrar aquí, en este sagrado lugar, y juntos tomar la misma decisión.

18. Libera a tu hermano aquí, tal como yo te liberé a ti. Hazle el mismo regalo, y contémplalo sin ninguna clase de condena. Considéralo tan inocente como yo te considero a ti, y pasa por alto los pecados que él cree ver en sí mismo. Ofrécele en este huerto de aparente agonía y muerte su libertad y completa emancipación del pecado. De esta manera, allanaremos juntos el camino que conduce a la resurrección del Hijo de Dios y le permitiremos elevarse de nuevo al feliz recuerdo de su Padre, Quien no conoce el pecado ni la muerte, sino sólo la vida eterna.

19. Juntos desapareceremos en la Presencia que se encuentra detrás del velo, no para perdernos sino para encontrarnos a nosotros mismos; no para que se nos vea, sino para que se nos conozca. Y al gozar de conocimiento, no quedará nada sin hacer en el plan de salvación que Dios estableció. Éste es el propósito de la jornada, sin el cual ésta no tendría sentido. He aquí la paz de Dios, que Él te dio para siempre. He aquí el descanso y la quietud que buscas, la razón de la jornada desde su comienzo. El Cielo es el regalo que le debes a tu hermano, la deuda de gratitud que le ofreces al Hijo de Dios como muestra de agradecimiento por lo que él es y por aquello para lo que su Padre lo creó.

20. Piensa detenidamente cómo vas a considerar al dador de este regalo, pues tal como lo consideres a él, así mismo te parecerá el regalo. Según lo consideres, ya sea como el portador de la culpabilidad o como el de la salvación, así verás y recibirás su ofrenda. Los crucificados infligen dolor porque están llenos de dolor. Pero los redimidos ofrecen alegría porque han sido curados del dolor. Todo el mundo da tal como recibe, pero primero tiene que elegir qué es lo que quiere recibir. Y reconocerá lo que ha elegido por lo que dé y por lo que reciba. Y no hay nada en el infierno o en el Cielo que pueda interferir en su decisión.

21. Has llegado hasta este punto porque elegiste emprender la jornada. Y nadie emprende nada que crea es insensato. Aquello en lo que tenías fe sigue siendo fiel, y te cuida con fe tan tierna y, al mismo tiempo, tan poderosa, que te elevará muy por encima del velo, y pondrá al Hijo de Dios a salvo dentro de la segura protección de su Padre. He aquí el propósito que le confiere a este mundo y a la larga jornada a través de él, el único significado que pueden tener. Aparte de esto, no tienen sentido. Tú y tu hermano os alzáis juntos, todavía sin la convicción de que el mundo y la jornada tienen un propósito. Mas os es dado poder ver este propósito en vuestro santo Amigo y reconocerlo como propio.

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