sábado, 4 de abril de 2020

LA ENFERMEDAD ILUSORIA SEGÚN UN CURSO DE MILAGROS


*LA ENFERMEDAD ILUSORIA SEGÚN UN CURSO DE MILAGROS*

En los tiempos de ENFERMEDAD y MIEDO que aparentemente nos encontramos con este virus ilusorio llamado CORONAVIRUS, desde EL CAMINO HACIA EL DESPERTAR, nos ha parecido muy interesante tocar el tema de la enfermedad en profundidad, para ver qué nos puede enseñar "Un Curso de MILAGROS", acerca de cómo gestionar tanto la ENFERMEDAD cómo el MIEDO. 

Un Curso de Milagros, nos dice frecuentemente en su maravilloso libro azul, qué la enfermedad no es más que el poder que le otorgamos en nuestra ment, yy si estamos todo el día viendo noticias de sufrimiento y muerte, sin duda todo lo que acontece en el mundo de la dualidad, será muy real para los sentidos del ego. En este artículo quiero arrojar y poco de luz y mostraros las profundidades de la enseñanza NO DUAL que profesa el Curso, para que recuperemos la tranquilidad y la paz interior. 

Recuerda:
"Lo que crees que es real, será real para ti". 

En este caso, cómo sociedad mundial, con el tema central que acapara todas las atenciones mediáticas del mundo dual, la frase viene como anillo al dedo. 

Hay varias secciones muy interesantes que podríamos analizar y desglosar, para que comprendamos más allá el tema que quiero exponer. Así que vamos a ello... 

En primer lugar merece la pena nombrar la sección 5 del MANUAL PARA EL MAESTRO que dice así:

5. ¿Cómo  se  logra  la  curación?

1. Para  que  la  curación pueda  tener  lugar,  es  necesario que  se  entienda  el  propósito  de  la  ilusión de la  enfermedad. Sin ese  entendimiento  la  curación  es  imposible. 

I. El propósito de la enfermedad 

1. La curación se logra en el instante en que el enfermo deja de atribuirle valor al dolor. ¿Quién elegiría sufrir a menos que pensase que con ello podría ganar algo, y algo que tiene valor para él? Indudablemente cree que está pagando un precio módico por algo de mayor valor, pues la enfermedad es una elección, una decisión. Es la elección de la debilidad, procedente de la equivocada convicción de que es fuerza. Cuando esto ocurre, se ve a la verdadera fuerza como una amenaza y a la salud como algo peligroso. La enfermedad es un método, concebido en la locura, para sentar al Hijo de Dios en el trono de su Padre. A Dios se le ve como algo externo, poderoso y feroz, ansioso por quedarse con todo el poder para Sí Mismo. Sólo con Su muerte puede Su Hijo conquistarle. 

2. ¿Y qué representa la curación dentro de esta loca convicción? Simboliza la derrota del Hijo de Dios y el triunfo de su Padre sobre él. Representa el desafío supremo -en forma directa- que el Hijo se ve forzado a aceptar. Representa todo lo que él se ocultaría a sí mismo para proteger su "vida". Si se cura, él es responsable de sus pensamientos. Y si es responsable de sus pensamientos, será destruido a fin de demostrarle cuán débil y miserable era. Mas si él mismo elige la muerte, su debilidad se convierte en su fuerza. Ahora se ha impuesto a sí mismo lo que Dios le habría impuesto, y de esta forma ha usurpado completamente el trono de su Creador. 

II. Un cambio de percepción 

1. La curación es directamente proporcional al grado de reconocimiento alcanzado con respecto a la falta de valor de la enfermedad. Sólo con decir: "Con esto no gano nada" uno se curaría. Pero antes de uno poder decir esto, es preciso reconocer ciertos hechos. En primer lugar, resulta obvio que las decisiones son algo propio de la mente, no del cuerpo. Si la enfermedad no es más que un enfoque defectuoso de solventar problemas, tiene que ser entonces una decisión. Y si es una decisión, es la mente, y no el cuerpo, la que la toma. La resistencia a reconocer este hecho es enorme, ya que la existencia del mundo tal como lo percibes depende de que sea el cuerpo el que toma las decisiones. Términos tales como "instintos", "reflejos" y otros similares, representan intentos de dotar al cuerpo con motivadores no mentales. En realidad, tales términos no hacen más que enunciar o describir el problema, pero no lo resuelven. 

2. La base fundamental de la curación es la aceptación del hecho de que la enfermedad es una decisión que la mente ha tomado a fin de lograr un propósito para el cual se vale del cuerpo. Y esto es cierto con respecto a cualquier clase de curación. El paciente que acepta esto se recupera. Si se decide en contra de la recuperación, no sanará. ¿Quién es el médico entonces? La mente del propio paciente. El resultado acabará siendo el que él decida. Agentes especiales parecen atenderle, sin embargo, no hacen otra cosa que dar forma a su elección. Los escoge con vistas a darle forma tangible a sus deseos. Y eso es lo único que hacen. En realidad, no son necesarios en absoluto. El paciente podría sencillamente levantarse sin su ayuda y decir: "No tengo ninguna necesidad de esto". No hay ninguna forma de enfermedad que no se curase de inmediato. 

3. ¿Qué es lo único que se necesita para que este cambio de percepción tenga lugar? Simplemente esto: el reconocimiento de que la enfermedad es algo propio de la mente, y de que no tiene nada que ver con el cuerpo. ¿Qué te "cuesta" este reconocimiento? Te cuesta el mundo que ves, pues ya nunca más te parecerá que es el mundo el que gobierna a la mente. Con este reconocimiento se le atribuye la responsabilidad a quien verdaderamente la tiene: no al mundo, sino a aquel que contempla el mundo y lo ve como no es. Pues ve únicamente lo que elige ver. Ni más ni menos. El mundo no le hace nada. Pero él pensaba que le hacía algo. Él tampoco le hace nada al mundo, ya que estaba equivocado con respecto a lo que el mundo era. En esto radica tu liberación de la culpabilidad y de la enfermedad, pues ambas son una misma cosa. Sin embargo, para aceptar esta liberación, la insignificancia del cuerpo tiene que ser una idea aceptable. 

4. Con esta idea, el dolor desaparece para siempre. Pero con esta idea desaparece también cualquier confusión acerca de la creación. ¿Cómo podría ser de otra manera? Basta con poner causa y efecto en su verdadera secuencia con respecto a algo para que el aprendizaje se generalice y transforme al mundo. El valor de la transferencia de una idea verdadera no tiene límites ni final. El resultado final de esta lección es el recuerdo de Dios. ¿Qué significado tienen ahora la culpabilidad, la enfermedad, el dolor, los desastres y todos los sufrimientos? Al no tener ningún propósito, no pueden sino desaparecer. Y con ellos desaparecen también todos los efectos que parecían tener. Causa y efecto no son sino una réplica de la creación. Vistos en su verdadera perspectiva, sin distorsiones y sin miedo, re-establecen el Cielo. 

lunes, 23 de diciembre de 2019

PREFACIO A UN CURSO DE MILAGROS


*PREFACIO*

Este Prefacio se escribió en 1977 como respuesta a las muchas solicitudes recibidas para que se incluyera una introducción a Un curso de milagros. Las primeras dos partes de este Prefacio, ¿Cómo se originó? y ¿Qué es? las escribió la misma Helen Schucman; la última parte fue escrita mediante el proceso de dictado interno descrito más adelante.

*¿Cómo se originó?*

Un curso de milagros dio comienzo con la súbita decisión de dos personas de colaborar en el logro de un objetivo común. Esas dos personas fueron Helen Schucman y William Thetford, catedráticos de psicología médica de la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York. No es realmente importante quiénes fueron esas personas, excepto que lo ocurrido muestra que con Dios todo es posible. A ambos se les podía haber calificado de todo menos de personas espirituales. La relación entre ellos era difícil, a menudo tensa, y a ambos les preocupaba en gran medida su reputación y aceptación tanto a nivel personal como profesional. Sus vidas, que en su mayor parte estaban regidas por valores mundanos, apenas coincidían con lo que el Curso postula. He aquí como Helen, la persona que recibió el material, se describe a sí misma:

Psicóloga, educadora, intelectualmente conservadora y de ideología atea, estaba trabajando en una institución académica de gran prestigio, cuando de repente ocurrió algo que precipitó una cadena de acontecimientos que yo jamás habría podido predecir. El jefe de mi departamento anunció inesperadamente que estaba cansado de los sentimientos de ira y agresividad que nuestras actitudes reflejaban y concluyó diciendo: "tiene que haber otro camino". Como si hubiera estado esperando esa señal, accedí a ayudarle a encontrarlo. Al parecer este curso es ese otro camino.

Aunque su propósito era firme, tuvieron gran dificultad en comenzar su empresa común. Pero le habían ofrecido al Espíritu Santo la "pequeña dosis de buena voluntad" que, como el propio Curso habría de subrayar una y otra vez, es suficiente para permitirle al Espíritu Santo utilizar cualquier situación para Sus propósitos e infundirle Su poder.

Continuando con el relato de Helen:
Tres sorprendentes meses precedieron al inicio de la redacción en sí, durante los cuales Bill me sugirió que anotara los sueños de elevado simbolismo que estaba teniendo, así como las extrañas imágenes que me asediaban. Aunque para entonces ya me había acostumbrado un tanto a lo inesperado, aun así me llevé una gran sorpresa cuando me vi escribiendo: "Éste es un curso de milagros". Ése fue mi primer contacto con la Voz. Era una voz que no emitía ningún sonido, pero que me presentaba una especie de dictado rápido interno que yo anotaba en un cuaderno de taquigrafía. La redacción no fue nunca automática. Podía interrumpirla en cualquier momento y después reanudarla. En muchas ocasiones me hizo sentir muy incómoda, pero nunca pensé seriamente en suspenderla. Parecía ser una misión especial que de alguna manera, en algún lugar, yo había acordado llevar a cabo. Terminó convirtiéndose en una verdadera empresa de colaboración entre Bill y yo, y estoy segura de que gran parte de su importancia estriba en ese hecho. Yo anotaba lo que la Voz "decía", y al día siguiente se lo leía a Bill y él lo pasaba a máquina. Supongo que él también tenía una misión especial, pues sin su aliento y apoyo yo nunca hubiese podido llevar a cabo la mía. En total, el proceso duró alrededor de siete años. Primero llegó el Texto, luego el Libro de ejercicios, y finalmente el Manual para el maestro. Al material recibido sólo se le han hecho unos ligeros cambios sin importancia. Al Texto se le añadieron los títulos de los capítulos y los subtítulos, y se omitieron de él algunas de las referencias de carácter personal recibidas al principio. Por lo demás, el material no ha sido alterado en absoluto.

Los nombres de las personas que colaboraron en la transcripción del Curso no se mencionan en la portada de los libros porque el Curso puede, y debe, descansar sobre sus propios méritos. Su objetivo no es sentar las bases para iniciar un culto más. Su único propósito es ofrecer un camino para que algunas personas puedan encontrar su propio Maestro Interno.

*¿Qué es?*

Como el propio título indica, el Curso está organizado de principio a fin como un recurso de enseñanza. Se compone de tres libros: el Texto, que tiene 754 páginas, el Libro de ejercicios, con 522, y el Manual para el maestro, que consta de 100. El orden que el estudiante debe seguir al usar los libros y la manera de estudiarlos depende, en cada caso, de sus necesidades y preferencias personales.

El programa de estudios que el Curso propone se planeó meticulosamente y se explica paso a paso, tanto en el orden práctico como en el teórico. El Curso pone más énfasis en la aplicación práctica que en la teoría, y más en la experiencia que en la teología. Señala específicamente que "una teología universal es imposible, mientras que una experiencia universal no sólo es posible sino necesaria" (Manual, pág. 83). Aunque su enfoque es cristiano, el Curso aborda temas espirituales de carácter universal. Subraya que no es más que una de las muchas versiones del programa de estudios universal, y que difiere de las demás sólo en su forma. En última instancia, todas conducen a Dios.

El Texto es fundamentalmente teórico y expone los conceptos en los que se basa el sistema de pensamiento del Curso. Sus ideas contienen los cimientos de las lecciones del Libro de ejercicios. Sin la aplicación práctica que el Libro de ejercicios provee, el Texto quedaría reducido, en su mayor parte, a una serie de abstracciones que no tendrían la fuerza necesaria para producir el cambio de mentalidad que es la meta del Curso.

El Libro de ejercicios consta de 365 lecciones, una para cada día del año. No es necesario, sin embargo, hacer las lecciones siguiendo ese ritmo; se puede, si se desea, dedicar más de un día a una lección determinada. Las instrucciones sólo recomiendan que no se intente hacer más de una lección por día. El carácter práctico del Libro de ejercicios queda subrayado en su propia introducción, donde se da más valor a la experiencia lograda con la práctica que a cualquier compromiso previo de carácter espiritual:

Algunas de las ideas que el libro de ejercicios presenta te resultarán difíciles de creer, mientras que otras tal vez te parezcan muy sorprendentes. Nada de eso importa. Se te pide simplemente que las apliques tal como se te indique. No se te pide que las juzgues. Se te pide únicamente que las uses. Es usándolas como cobrarán sentido para ti, y lo que te demostrará que son verdad.

Recuerda solamente esto: no tienes que creer en las ideas, no tienes que aceptarlas y ni siquiera tienes que recibirlas con agrado. Puede que hasta te opongas vehementemente a algunas de ellas. Nada de eso importa, ni disminuye su eficacia. Pero no hagas excepciones al aplicar las ideas expuestas en el libro de ejercicios. Sean cuales sean tus reacciones hacia ellas, úsalas. No se requiere nada más. (Libro de ejercicios, pág. 2). Finalmente, el Manual para el maestro, escrito en forma de preguntas y respuestas, contesta algunas de las preguntas que con mayor probabilidad pueden hacer los estudiantes. Incluye así mismo aclaraciones de algunos de los términos que el Curso utiliza, y los explica dentro del marco teórico del Texto.

El Curso no afirma ser de por sí el final del aprendizaje, ni es el propósito de las lecciones del Libro de ejercicios llevar a término el aprendizaje del estudiante. Al final se deja al lector en manos de su propio Maestro Interno, Quien dirigirá el resto del aprendizaje a Su criterio. Si bien el alcance del Curso es muy amplio, la verdad no puede limitarse a ninguna forma finita, como se indica claramente en el párrafo con que finaliza el Libro de ejercicios:

Este curso es un comienzo, no un final. Ya no se asignarán más lecciones específicas, pues ya no son necesarias. En lo sucesivo, oye tan sólo la Voz que habla por Dios ... Él dirigirá tus esfuerzos, diciéndote exactamente lo que debes hacer, cómo dirigir tu mente y cuándo debes venir a Él en silencio, pidiendo Su dirección infalible y Su Palabra certera. (Libro de ejercicios, pág. 521)


*¿Qué postula?*



Nada real puede ser amenazado. 

Nada irreal existe. 
En esto radica la paz de Dios.


Así comienza Un curso de milagros, el cual establece una clara distinción entre lo real y lo irreal, entre el conocimiento y la percepción. El conocimiento es la verdad y está regido por una sola ley: la ley del amor o Dios. La verdad es inalterable, eterna e inequívoca. Es posible no reconocerla, pero es imposible cambiarla. Esto es así con respecto a todo lo que Dios creó, y sólo lo que Él creó es real. La verdad está más allá del aprendizaje porque está más allá del tiempo y de todo proceso. No tiene opuestos, ni principio ni fin. Simplemente es. El mundo de la percepción, por otra parte, es el mundo del tiempo, de los cambios, de los comienzos y de los finales. Se basa en interpretaciones, no en hechos. Es un mundo de nacimientos y muertes, basado en nuestra creencia en la escasez, en la pérdida, en la separación y en la muerte. Es un mundo que aprendemos, en vez de algo que se nos da; es selectivo en cuanto al énfasis perceptual, inestable en su modo de operar e inexacto en sus interpretaciones.


Del conocimiento y de la percepción surgen dos sistemas de pensamiento distintos que se oponen entre sí en todo. En el ámbito del conocimiento no existe ningún pensamiento aparte de Dios porque Dios y Su Creación comparten una sola Voluntad. El mundo de la percepción, por otra parte, se basa en la creencia en opuestos, en voluntades separadas y en el perpetuo conflicto que existe entre ellas, y entre ellas y Dios. Lo que la percepción ve y oye parece real porque sólo admite en la conciencia aquello que concuerda con los deseos del perceptor. Esto da lugar a un mundo de ilusiones, mundo que es necesario defender sin descanso, precisamente porque no es real.

Una vez que alguien queda atrapado en el mundo de la percepción, queda atrapado en un sueño. No puede escapar sin ayuda, porque todo lo que sus sentidos le muestran da fe de la realidad del sueño. Dios nos ha dado la Respuesta, el único Medio de escape, el verdadero Ayudante. La función de Su Voz -Su Espíritu Santo- es mediar entre los dos mundos. El Espíritu Santo puede hacer eso porque, si bien por una parte conoce la verdad, reconoce también nuestras ilusiones, aunque no cree en ellas. El objetivo del Espíritu Santo es ayudarnos a escapar del mundo de los sueños, enseñándonos cómo cambiar nuestra manera de pensar y cómo corregir nuestros errores. El perdón es el recurso de aprendizaje excelso que el Espíritu Santo utiliza para llevar a cabo ese cambio en nuestra manera de pensar. El Curso, no obstante, ofrece su propia definición de lo que en realidad es el perdón, así como también de lo que es el mundo.

El mundo que vemos refleja simplemente nuestro marco de referencia interno: las ideas predominantes, los deseos y las emociones que albergan nuestras mentes. "La proyección da lugar a la percepción" (Texto, pág. 497). Primero miramos en nuestro interior y decidimos qué clase de mundo queremos ver; luego proyectamos ese mundo afuera y hacemos que sea real para nosotros tal como lo vemos. Hacemos que sea real mediante las interpretaciones que hacemos de lo que estamos viendo. Si nos valemos de la percepción para justificar nuestros propios errores, nuestra ira, nuestros impulsos agresivos, nuestra falta de amor en cualquier forma que se manifieste, veremos un mundo lleno de maldad, destrucción, malicia, envidia y desesperación. Tenemos que aprender a perdonar todo esto, no porque al hacerlo seamos "buenos" o "caritativos", sino porque lo que vemos no es real. Hemos distorsionado el mundo con nuestras absurdas defensas y, por lo tanto, estamos viendo lo que no está ahí. A medida que aprendamos a reconocer nuestros errores de percepción, aprenderemos también a pasarlos por alto, es decir, a "perdonarlos". Al mismo tiempo nos perdonaremos al mirar más allá de los conceptos distorsionados que tenemos de nosotros mismos, y ver el Ser que Dios creó en nosotros, como nosotros.

El pecado se define como una "falta de amor" (Texto, pág. 12). Puesto que lo único que existe es el amor, para el Espíritu Santo el pecado no es otra cosa que un error que necesita corrección, en vez de algo perverso que merece castigo. Nuestra sensación de ser inadecuados, débiles y de estar incompletos procede del gran valor que le hemos otorgado al "principio de la escasez" el cual rige al mundo de las ilusiones. Desde este punto de vista, buscamos en otros lo que consideramos que nos falta a nosotros. "Amamos" a otro con el objeto de ver que podemos sacar de él. De hecho, a esto es a lo que en el mundo de los sueños se le llama amor. No puede haber mayor error que ése, pues el amor es incapaz de exigir nada.

Sólo las mentes pueden unirse realmente y lo que Dios ha unido, ningún hombre lo puede desunir (Texto, pág. 396). No obstante, la verdadera unión, que nunca se perdió, sólo es posible en el nivel de la Mente de Cristo. El "pequeño yo" procura engrandecerse obteniendo del mundo externo aceptación, posesiones y "amor". El Ser que Dios creó no necesita nada. Está eternamente a salvo y es eternamente íntegro, amado y amoroso. Busca compartir en vez de obtener; extender en vez de proyectar. No tiene necesidades de ninguna clase y sólo busca unirse a otros que, como él, son conscientes de su propia abundancia Las relaciones especiales que se establecen en el mundo son destructivas, egoístas e "infantilmente" egocéntricas. Mas si se le entregan al Espíritu Santo, pueden convertirse en lo más sagrado de la tierra: en los milagros que señalan el camino de retorno al Cielo. El mundo utiliza las relaciones especiales como el último recurso en favor de la exclusión y como una prueba de la realidad de la separación. El Espíritu Santo las transforma en perfectas lecciones de perdón y las utiliza como un medio para despertarnos del sueño. Cada una representa una oportunidad de sanar nuestras percepciones y de corregir nuestros errores. Cada una es una nueva oportunidad de perdonarnos a nosotros mismos, perdonando a otros. Y cada una viene a ser una invitación más al Espíritu Santo y al recuerdo de Dios.

La percepción es una función del cuerpo, y, por lo tanto, supone una limitación de la conciencia. La percepción ve a través de los ojos del cuerpo y oye a través de sus oídos. Produce las limitadas reacciones que éste tiene. El cuerpo aparenta ser, en gran medida, auto-motivado e independiente, mas en realidad sólo responde a las intenciones de la mente. Si la mente lo utiliza para atacar, sea de la forma que sea, el cuerpo se convierte en la víctima de la enfermedad, la vejez y la decrepitud. Si la mente, en cambio, acepta el propósito del Espíritu Santo, el cuerpo se convierte en un medio eficaz de comunicación con otros -invulnerable mientras se le necesite- que luego sencillamente se descarta cuando deja de ser necesario. De por sí, el cuerpo es neutro, como lo es todo en el mundo de la percepción. Utilizarlo para los objetivos del ego o para los del Espíritu Santo depende enteramente de lo que la mente elija.

Lo opuesto a ver con los ojos del cuerpo es la visión de Cristo, la cual refleja fortaleza en vez de debilidad, unidad en vez de separación y amor en vez de miedo. Lo opuesto a oír con los oídos del cuerpo es la comunicación a través de la Voz que habla en favor de Dios, el Espíritu Santo, el cual mora en cada uno de nosotros. Su Voz nos parece distante y difícil de oír porque el ego, que habla en favor del yo falso y separado, parece hablar a voz en grito. Sin embargo, es todo lo contrario. El Espíritu Santo habla con una claridad inequívoca y ejerce una atracción irresistible. Nadie puede ser sordo a Sus mensajes de liberación y esperanza, a no ser que elija identificarse con el cuerpo, ni nadie puede dejar de aceptar jubilosamente la visión de Cristo a cambio de la miserable imagen que tiene de sí mismo.

La visión de Cristo es el don del Espíritu Santo, la alternativa que Dios nos ha dado contra la ilusión de la separación y la creencia en la realidad del pecado, la culpabilidad y la muerte. Es la única corrección para todos los errores de percepción: la reconciliación de los aparentes opuestos en los que se basa este mundo.

Su benévola luz muestra todas las cosas desde otro punto de vista, reflejando el sistema de pensamiento que resulta del conocimiento y haciendo que el retorno a Dios no sólo sea posible, sino inevitable. Lo que antes se consideraba una injusticia que alguien cometió contra otro, se convierte ahora en una petición de ayuda y de unión. El pecado, la enfermedad y el ataque se consideran ahora percepciones falsas que claman por el remedio que procede de la ternura y del amor. Las defensas se abandonan porque donde no hay ataque no hay necesidad de ellas. Las necesidades de nuestros hermanos se vuelven las nuestras, porque son nuestros compañeros en la jornada de regreso a Dios. Sin nosotros, ellos perderían el rumbo. Sin ellos, nosotros jamás podríamos encontrar el nuestro.

El perdón es algo desconocido en el Cielo, donde es inconcebible que se pudiese necesitar. En este mundo, no obstante, el perdón es una corrección necesaria para todos los errores que hemos cometido. Perdonar a otros es la única manera en que nosotros mismos podemos ser perdonados, ya que refleja la ley celestial según la cual dar es lo mismo que recibir. El Cielo es el estado natural de todos los Hijos de Dios tal como Él los creó. Ésa es su realidad eternamente, la cual no ha cambiado porque nos hayamos olvidado de ella.

El perdón es el medio que nos permitirá recordar. Mediante el perdón cambiamos la manera de pensar del mundo. El mundo perdonado se convierte en el umbral del Cielo, porque mediante su misericordia podemos finalmente perdonarnos a nosotros mismos. Al no mantener a nadie prisionero de la culpabilidad, nos liberamos. Al reconocer a Cristo en todos nuestros hermanos, reconocemos Su Presencia en nosotros mismos. Al olvidar todas nuestras percepciones erróneas, y al no permitir que nada del pasado nos detenga, podemos recordar a Dios. El aprendizaje no nos puede llevar más allá. Cuando estemos listos, Dios Mismo dará el último paso que nos conducirá de regreso a Él.

viernes, 20 de diciembre de 2019

EL CANTO DE ORACIÓN 3. IV. La santidad de la salvación


*EL CANTO DE ORACIÓN 3. IV. La santidad de la salvación*

1. ¡Cuán santos son los que se han sanado! Pues en su visión sus hermanos comparten su sanación y su amor. Portadores de paz, -la voz del Espíritu Santo, a través de los cuales Él habla por Dios, Cuya Voz Él es,- tales son los sanadores de Dios. Ellos sólo hablan por Él y nunca por ellos mismos. No tienen más regalos que los que reciben de Dios. Y éstos los comparten porque saben que esta es Su Voluntad. No son especiales. Son santos. Han optado por la santidad, y han desistido de todos los sueños separados de atributos especiales que les permiten otorgar regalos desiguales a los menos afortunados. Su sanación ha restaurado su totalidad así que pueden perdonar, y unirse al canto de oración en el cual los que se han sanado cantan su unión y agradecimiento a Dios. 

2. Como testimonio del perdón, ayuda a la oración, y efecto de la misericordia verdaderamente enseñada, la sanación es una bendición. Y el mundo responde en animado coro a través de la voz de la oración. El perdón destella su misericordioso alivio sobre cada hoja de hierba y ala emplumada y todas las cosas vivientes de la tierra. El miedo no tiene refugio aquí, pues el amor ha llegado con toda su santa unidad. El tiempo permanece tan solo para permitir que el último abrazo de la oración descanse sobre la tierra un instante, mientras que el mundo desaparece en la luz. Este instante es la meta de todos los verdaderos sanadores, a quienes el Cristo ha enseñado a ver Su semejanza y a enseñar como Él. 

3. ¡Piensa en lo que significa ayudar al Cristo a sanar! ¿Puede algo ser más santo que esto? Dios agradece a Sus sanadores, pues Él sabe que la Causa de la sanación es Él Mismo, Su Amor, Su Hijo, restituido como Su compleción y quien ha regresado a compartir con Él la santa alegría de la creación. No pidas sanación parcial, ni aceptes un ídolo en lugar del recuerdo de Aquél Cuyo Amor nunca ha cambiado ni cambiará jamás. Eres tan querido por Él como lo es la totalidad de Su creación, pues ésta radica en ti como Su regalo eterno. ¿Qué necesidad tienes tú de sueños cambiantes en un mundo triste? No olvides la gratitud de Dios. No olvides la santa gracia de la oración. No olvides el perdón del Hijo de Dios. 

4. Primero perdonas, luego oras, y te sanas. Tu oración se ha elevado y ha invocado a Dios, Quien escucha y responde. Has comprendido que perdonas y oras tan solo por ti mismo. Y en esta comprensión eres sanado. En la oración te has unido a tu Fuente, y has comprendido que jamás te fuiste. Este nivel no se puede alcanzar hasta que ya no quede odio en tu corazón, ni deseo de atacar al Hijo de Dios. 

5. Nunca olvides esto: eres tú quien es el Hijo de Dios, y como eliges ser para él así lo eres para ti mismo, y Dios para ti. Tampoco tu juzgar dejará de llegar hasta Dios porque le darás a Él el papel que ves en Su creación. No elijas mal, o creerás que eres tú quien es el creador en Su lugar, y por tanto que Él ya no es la Causa sino sólo el efecto. Ahora la sanación es imposible, porque se Le culpa a Él de tu engaño y de tu culpa. Aquél que es Amor se convierte en la fuente del miedo, pues ahora sólo el miedo puede estar justificado. La venganza es Suya. Su gran destructor, la muerte. Y la angustiosa enfermedad, el sufrimiento y la pérdida se convierten en el destino de todos en la tierra, la cual Él abandonó al cuidado del demonio, y juró no liberar jamás. 

6. Vengan a Mí, Mis niños, una vez más, sin tales pensamientos retorcidos en sus corazones. Aún son santos con la Santidad Que los creó en perfecta impecabilidad, y aún los rodea con los brazos de la paz. Sueñen ahora con la sanación. Luego levántense y abandonen para siempre todo soñar. Son aquel a quien Su Padre ama, quien nunca abandonó su hogar, ni vagó por un mundo salvaje con los pies sangrantes, y con Un pesado corazón endurecido contra el Amor que es la verdad en ustedes. Entreguen todos sus sueños a Cristo y permitan que sea Él su Guía hacia la sanación, y que los conduzca en la oración más allá de los lamentables alcances del mundo. 

7. Él viene en Mi lugar y les habla Mi Palabra. Quiero que a Mí regrese Mi cansado Hijo de sus sueños malignos al dulce abrazo de interminable Amor y perfecta paz. Mis brazos están abiertos para el Hijo que amo, quien no comprende que ha sanado, y que sus oraciones jamás han dejado de cantar su gratitud dichosa al unísono con toda la creación, en la santidad del Amor. Aquiétate un instante. Bajo los ruidos de áspera y amarga lucha y de derrota hay una Voz Que te habla de Mí. Escúchala un instante y estarás sanado. Escúchala un instante y te has salvado. 

8. Ayúdame a despertar a Mis hijos del sueño de castigo y de una corta vida acosada por el miedo, que termina tan pronto que bien podría no haber sido nunca. En su lugar, deja que Yo te recuerde la eternidad, en la cual se acrecienta tu alegría a medida que tu amor se extiende junto con el Mío más allá de lo infinito, donde tiempo y distancia no significan nada. Mientras esperas apesadumbrado la melodía del Cielo está incompleta, porque tu canto es parte de la eterna armonía del amor. Sin ti no está completa la creación. Regresa a Mí Que nunca abandoné a Mi Hijo. Escucha, Hijo Mío, tu Padre te llama. No rehúses escuchar la llamada del Amor. No le niegues a Cristo lo que es Suyo. El Cielo se halla aquí y el Cielo es tu hogar. 

9. La creación se inclina a través de las barreras del tiempo para levantar del mundo la pesada carga. Eleven sus corazones para acoger su advenimiento. Miren las sombras desvanecerse en la bondad; las espinas caer suavemente de la frente sangrante de aquel que es el santo Hijo de Dios. ¡Cuán bello eres, Hijo de Santidad! ¡Cuán parecido a Mí! Cuán amorosamente te sostengo en Mi corazón y en Mis brazos. Cuán querido es para Mí cada regalo que Me has hecho, tú que sanaste a Mi Hijo y lo bajaste de la cruz. Levántate y deja que te dé Mis gracias. Y con Mi gratitud vendrá el regalo primero del perdón, y luego de la eterna paz. 10. Así pues, devuélveme tu santa voz ahora. El canto de oración está mudo sin ti. El universo aguarda tu liberación porque es la suya propia. Sé bondadoso con él y contigo mismo, y luego sé bondadoso Conmigo. Sólo te pido esto: que te consueles y que no vivas más en el terror y el dolor. No abandones el Amor. Recuerda esto: pienses lo que pienses acerca de ti mismo, pienses lo que pienses acerca del mundo, tu Padre necesita de ti y te llamará hasta que al fin regreses a Él en paz. 

jueves, 19 de diciembre de 2019

EL CANTO DE ORACIÓN 3. III. Separación frente a unión


*EL CANTO DE ORACIÓN 3. III.  Separación frente  a unión*

1. La  falsa  sanación sana  una  parte  del  cuerpo, pero  nunca  su totalidad.  Sus  metas  separadas resultan bastante  claras  en esto, pues  no ha  eliminado la  maldición  del  pecado que  yace  sobre  él. Por consiguiente  aún  engaña.  Tampoco  es  realizada  por alguien  que  comprende  que  el  otro es exactamente  igual  que  él.  Pues  es  esto lo  que  hace  que  la  verdadera  sanación sea  posible. Cuando es falsa,  hay algún  poder que  otro tiene,  que  no ha  sido otorgado a  ambos  por igual.  Aquí  se  demuestra la  separación.  Y  aquí  se  ha  perdido  el  significado  de  la  verdadera  sanación, y han surgido los  ídolos para  opacar  la  unidad  que  es  el  Hijo  de  Dios. 

2. La  sanación-para-separar  puede  parecer una  idea  extraña.  Y  sin embargo eso puede  decirse  de toda  forma  de  sanación basada  en alguna  clase  de  desigualdad. Estas  formas  pueden sanar el cuerpo,  y de  hecho  generalmente  se  limitan  a  ello.  Alguien  sabe  más, se  ha  adiestrado mejor, o es quizás  más  talentoso y sabio. Por tanto, puede  dar sanación  a  alguien que  es  inferior y que  está  bajo su patrocinio. La  sanación  del  cuerpo  puede  tener lugar  así  porque, en  sueños, la  igualdad  no puede ser permanente.  El  sueño está  hecho de  modificaciones  y cambios.  Sanarse  parece  consistir en encontrar a  alguien  más  sabio, quien,  por sus  artes  y conocimientos, tendrá  éxito. 

3.  Alguien sabe  más:  esta  es  la  frase  mágica  por medio de  la  cual  el  cuerpo parece  ser el  objeto  de  la sanación tal  como  el  mundo la  concibe.  Y  a  este  alguien  más  sabio el  otro se  dirige  para  beneficiarse de  su conocimiento y habilidad;  para  encontrar  en él  remedio  a  su dolor. ¿Cómo  puede  ser eso?  La verdadera  sanación no puede  provenir de  la  desigualdad asumida  y luego aceptada  como  la  verdad, y usada  para  ayudar a  sanar a  los  heridos  y calmar  la  mente  que  sufre  la  agonía  de  la  duda.

4. ¿Existe, entonces, un papel para la sanación que uno pueda usar para ofrecer ayuda a otro? Para la arrogancia la respuesta debe ser "no". Pero en la humildad existe verdaderamente un lugar para los que ayudan. Es como el papel del que ayuda en la oración, y deja que el perdón sea lo que está destinado a ser. No te haces a ti mismo el portador del regalo especial que trae la sanación. Sólo reconoces tu unidad con aquel que pide ayuda. Pues en esta unidad desaparece su sentido de separación, y es éste lo que lo enfermó. No hay sentido en dar remedio apartado de donde radica la fuente de la enfermedad, pues de esa forma nunca puede sanarse verdaderamente. 

5. Sanadores existen, pues son los Hijos de Dios que reconocen su Fuente, y comprenden que todo lo que su Fuente crea es uno con ellos. Este es el remedio que trae alivio que no puede fallar. Permanecerá para bendecir por toda la eternidad. No sana una parte, sino la totalidad y para siempre. Ahora la causa de toda dolencia ha sido revelada exactamente como es. Y en ese lugar se halla escrita ahora la santa Palabra de Dios. La enfermedad y la separación deben ser sanadas por el amor y la unión. Nada más puede sanar tal como Dios estableció la sanación. Sin Él no hay sanación, pues no hay amor. 

6. Sólo la Voz de Dios puede decirte cómo sanar. Escucha, y nunca dejarás de ofrecer Su amoroso remedio a aquellos que Él te envía, para que permitan que Él los sane, y para bendecir a todos aquellos que colaboran con Él en nombre de la sanación. La sanación del cuerpo ocurrirá porque su causa se ha ido. Y ahora sin causa alguna, no puede regresar en forma diferente. Ni se temerá tampoco a la muerte porque se le ha comprendido. No hay miedo en aquél que ha sido verdaderamente sanado, pues el amor ha entrado ahora donde solían estar los ídolos, y el miedo le ha cedido al fin el lugar a Dios. 

EL CANTO DE ORACIÓN 3. II. Sanación falsa frente a sanación


*EL CANTO DE ORACIÓN 3. II. Sanación falsa frente a sanación*

1. La  falsa  sanación simplemente  hace  un pobre  intercambio de  una  ilusión por otra  "más agradable";  un sueño de  enfermedad por un sueño de  salud. Esto puede  ocurrir en  formas  inferiores de  la  oración,  combinadas  con perdón  bien intencionado  pero aún no comprendido  completamente. Sólo la  falsa  sanación puede  dar paso al  miedo, de  tal  manera  que  la  enfermedad  será  libre  de  volver a  atacar. La  falsa  sanación puede  efectivamente  eliminar una  forma  de  dolor  y enfermedad.  Pero la causa  permanece, y no carecerá  de  efectos. La  causa  es  todavía  el  deseo  de  morir  y vencer al  Cristo. Y con  este  deseo la  muerte  es  una  certeza,  pues  la  oración es  contestada. Pero hay  una  clase  de supuesta  muerte  que  procede  de  una  fuente  distinta. No proviene  de  pensamientos  dañinos  ni  de  una furia  desenfrenada  contra  el  universo. Simplemente  significa  que  le  ha  llegado el  fin a  la  utilidad del funcionamiento del  cuerpo.  Y  así  se  descarta  como  opción, tal  como  se  desecha  un atuendo desgastado. 

2. Eso es  lo  que  la  muerte  debe  ser:  una  elección tranquila,  hecha  con  alegría  y con una  sensación de  paz, puesto que  el  cuerpo  se  ha  usado  amablemente  para  ayudar al  Hijo de  Dios  en el  camino que lo  lleva  a  Dios.  Agradecemos  al  cuerpo,  entonces,  por todo el  servicio que  nos  ha  prestado.  Pero estamos  agradecidos, además,  de  que  ha  llegado el  fin de  la  necesidad de  transitar  por el  mundo  de los  límites, y de  alcanzar  al  Cristo  en formas  ocultas  tras  las  que  vemos  a  lo  sumo  en amorosos destellos.  Ahora  podemos  contemplarlo  sin vendas  en los  ojos, en la  luz  que  hemos  aprendido  a contemplar nuevamente.

3. Lo llamamos muerte, pero es libertad. No viene en formas que parecen ser dolorosamente impuestas sobre una carne renuente, sino como una amable bienvenida a la liberación. Si ha habido verdadera sanación, esta puede ser la forma en la cual la muerte llega cuando es tiempo de descansar un poco de la labor gustosamente realizada y gustosamente terminada. Ahora vamos en paz a climas más suaves y aires más libres, donde no es difícil ver que los regalos que dimos fueron guardados para nosotros. Pues Cristo es más claro ahora; Su visión más sostenida en nosotros; Su Voz, la Palabra de Dios, más ciertamente nuestra. 

4. Este suave pasaje a una oración más elevada, a un amable perdón de las maneras del mundo, sólo puede recibirse con agradecimiento. Pero primero la verdadera sanación tiene que haber llegado a bendecir la mente con amoroso perdón por los pecados con los que soñó y puso sobre el mundo. Ahora sus sueños se desvanecen en tranquilo descanso. Ahora su perdón viene a sanar el mundo y está lista para partir en paz, el viaje concluido y las lecciones aprendidas. 

5. Esto no es muerte de acuerdo con el mundo, pues la muerte es cruel ante sus ojos temerosos y adopta la forma de castigo por el pecado. ¿Cómo podría entonces ser una bendición? Y ¿cómo podría ser bienvenida si se le teme? ¿Qué sanación ha ocurrido en tal visión de lo que es sólo la apertura del portal a una oración más elevada y a una justicia impartida con amor? La muerte es recompensa y no castigo. Pero semejante punto de vista debe ser fomentado por la sanación que el mundo no puede concebir. No hay sanación parcial. Lo que sólo intercambia ilusiones no ha hecho nada. Lo que es falso no puede ser parcialmente cierto. Si estás sanado, tu sanación es completa. El perdón es el único regalo que tú das y que quieres recibir. 

6. La sanación falsa se basa en la sanación del cuerpo, y deja la causa de la enfermedad sin cambio alguno, lista para atacar de nuevo hasta que trae una cruel muerte como aparente victoria. Se puede mantener a raya por algún tiempo, y puede haber un breve respiro mientras aguarda para tomar su venganza contra el Hijo de Dios. Pero no se puede superar hasta que toda la fe en ella se ha hecho a un lado, y depositado en el sustituto de Dios para los sueños malvados; un mundo en el cual no existe velo de pecado que lo mantenga a oscuras y desconsolado. Por fin el portal del Cielo se abre y el Hijo de Dios está libre para entrar en el hogar que está listo para darle la bienvenida, y que fue preparado antes que el tiempo fuese y que aún únicamente lo espera. 

EL CANTO DE ORACIÓN 3. I. La causa de la enfermedad


*EL CANTO DE ORACIÓN 3. I. La causa de la enfermedad*

1. No confundas  el  efecto  con la  causa, ni  pienses  que  la  enfermedad  está  aparte  y separada  de  lo que debe ser su causa. Es una señal, una sombra de un pensamiento maligno que parece tener realidad y ser justo, de acuerdo con la costumbre del mundo. Es la prueba externa de "pecados" internos, y da testimonio de pensamientos carentes de perdón que hieren y pretenden hacerle daño al Hijo de Dios. Sanar el cuerpo es imposible, y esto resulta demostrado por la breve naturaleza de la "cura". El cuerpo de todas maneras debe morir, y de esta forma lo único que hace su sanación es demorar su retorno al polvo, de donde nació y al que volverá. 

2. La causa del cuerpo es la falta de perdón del Hijo de Dios. No ha abandonado su fuente, y esto está demostrado claramente por su dolor y envejecimiento y por la marca de la muerte que lleva encima. Atemorizado y frágil les parece a los que piensan que su vida está atada a su mandato y ligada a su inestable y diminuto aliento. La muerte los mira fijamente mientras cada momento se escapa irrevocablemente de sus avariciosas manos, las cuales no lo pueden retener. Y sienten miedo cuando los cuerpos cambian y se enferman. Pues sienten el pesado olor de la muerte sobre sus corazones. 

3. El cuerpo se puede sanar como efecto del verdadero perdón. Sólo eso puede brindar recuerdo de inmortalidad, la cual es el regalo de la santidad y del amor. El perdón tiene que ser concedido por una mente que entienda que debe pasar por alto todas las sombras de la faz de Cristo, entre las cuales debe considerarse la enfermedad. Nada más que eso: la señal del juicio hecho de hermano a hermano, y del Hijo de Dios sobre sí mismo. Pues ha condenado su cuerpo a ser su prisión, y olvidó que fue él quien le adjudicó semejante papel. 

4. Lo que ha hecho debe deshacerlo ahora el Hijo de Dios. Pero no solo. Pues ha botado la llave de la prisión: su santa impecabilidad y el recuerdo del Amor de su Padre. Pero se le brinda ayuda por medio de la Voz que su Padre puso en él. El poder de sanar es ahora el regalo de su Padre, pues a través de Su Voz Él puede llegar todavía a Su Hijo, y recordarle que el cuerpo puede convertirse en su morada elegida, pero en verdad nunca será su hogar. 

5. Debe distinguirse, pues, entre la verdadera sanación y su defectuosa contraparte. El mundo de los opuestos es el lugar de la sanación, pues ¿qué podría necesitar sanación en el Cielo? Tal como la oración en el mundo puede pedir equivocadamente y la aparente caridad puede perdonar para matar, la sanación puede ser tanto falsa como verdadera; testigo del poder del mundo o del interminable Amor de Dios. 

EL CANTO DE ORACIÓN 3. LA SANACIÓN: Introducción


*EL CANTO DE ORACIÓN 3. LA SANACIÓN: Introducción*

1. La oración tiene tanto ayudantes como testigos que hacen más suave y seguro el empinado ascenso, al aliviar el dolor del miedo y ofrecer consuelo y promesas de esperanza. Testigo del perdón y ayudante de la oración, dadora de seguridad de éxito en el logro final de la meta, es la sanación. Su importancia no debe enfatizarse demasiado, pues la sanación es una señal o símbolo de la fuerza del perdón, y tan solo un efecto o sombra del cambio de pensamiento con respecto a la meta de la oración. 

EL CANTO DE ORACIÓN 2. III. El perdón-para-salvar


*EL CANTO DE ORACIÓN 2. III. El perdón-para-salvar*

1. El  perdón-para-salvar tiene  una  forma, y sólo una. No pide  prueba  alguna  de  inocencia,  ni  paga de  ninguna  clase.  No discute, ni  evalúa  los  errores  que  desea  pasar por alto.  No ofrece  regalos traicioneros, ni  promete  libertad  mientras  reclama  muerte.  ¿Te  engañaría  Dios?  Él  sólo pide  la confianza  y la  buena  voluntad  de  aprender  cómo ser libre. Él  le  da  Su Maestro a  quien quiera  que  lo pide,  y a  quien  busca  comprender  la  Voluntad de  Dios. Su disposición  para  dar está  más  allá  de  tu comprensión y de  tu  simple  alcance. Sin embargo,  es  Su  Voluntad que  aprendas  el  camino  hacia  Él, y en  Su  Voluntad hay certeza. 

2.  Tú, Niño de  Dios, los  regalos  de  Dios  son tuyos, no por tus  planes  sino por Su santa  Voluntad.  Su Voz  te  enseñará  lo que  es  el  perdón, y cómo  darlo como Él  quiere  que  lo des. No busques, entonces, comprender lo  que  aún está  más  allá  de  ti, sino deja  que  sea  un camino que  te  ascienda  donde  los ojos  de  Cristo se  convierten en la  visión que  escoges.  Abandona  todo  lo demás, pues  no hay  nada más.  Cuando alguien  pide  ayuda  en alguna  forma,  Él  es  el  Único que  responde  por ti. Lo  único que necesitas  es  hacerte  a  un lado y no interferir. El  perdón para-salvar es  Su tarea,  y es  Él  Quien responderá  por ti.

3. No establezcas qué forma debe tomar el perdón de Cristo. Él conoce la manera de convertir cada llamada en una ayuda para ti, mientras te levantas de prisa para marchar por fin a casa de tu Padre. Ahora Él puede hacer seguros tus pasos, sinceras tus palabras; no con tu propia sinceridad, sino con la Suya Propia. Deja que Él se haga cargo de cómo perdonarías, y cada ocasión será entonces para ti un nuevo paso hacia el Cielo y hacia la paz. 

4. ¿No estás cansado de la prisión? Dios no escogió este triste sendero para ti. Lo que has escogido puede ser deshecho aún, pues la oración es misericordiosa y Dios es justo. La Suya es una justicia que Él puede entender, pero tú no puedes todavía. Aun así te dará los medios para que aprendas de Él, y para que sepas al fin que la condenación no es real y que fabrica ilusiones en su malvado nombre. Y sin embargo, no importa la forma que los sueños parezcan adoptar. Las ilusiones no son verdaderas. La Voluntad de Dios es la verdad, y tú eres uno con Él en Voluntad y propósito. Aquí se acaban todos los sueños. 

5. "¿Qué debo hacer por él, Tu santo Hijo?" debe ser lo único que preguntes siempre que se necesite ayuda y se busque el perdón. No necesitas juzgar la forma que adopte la búsqueda. Y que no seas tú quien establezca la forma en la que el perdón viene a salvar al Hijo de Dios. La luz de Cristo en él es su liberación, y es ésta la que responde a su llamada. Perdónalo como el Cristo decide que debes hacerlo, y que sea a través de Sus ojos que lo mires, y que hables por Él también. Él conoce la necesidad; la pregunta y la respuesta. Él dirá exactamente qué hacer, en palabras que puedes entender y usar. No confundas Su función con la tuya. Él es la Respuesta. Tú el que escucha. 

6. Y ¿acerca de qué te habla Él? Acerca de la salvación y del regalo de paz. Acerca del fin del pecado y de la culpa y de la muerte. Acerca del papel que el perdón ocupa en Él. Sólo escucha. Pues Él será escuchado por quien quiera que invoque Su Nombre, y ponga su perdón en Sus manos. El perdón se Le ha dado para que lo enseñe, para que lo salve de la destrucción y para que haga que los medios para la separación, el pecado y la muerte se conviertan de nuevo en el santo regalo de Dios. La oración es Su Propia Mano derecha, liberada para salvar cuando se le permita al verdadero perdón provenir de Su eterno amor y cuidado. Escucha y aprende, y no juzgues. Es hacia Dios que te vuelves para oír lo que debes hacer. Su respuesta será clara como la mañana, y Su perdón no es lo que tú crees que es. 

7. Pero Él sabe, y eso deberá ser suficiente. El perdón tiene un Maestro Que no fallará en nada. Descansa un poco en esto; no intentes juzgar el perdón, ni limitarlo a un marco mundano. Deja que se eleve hacia Cristo, Quien le da la bienvenida como un regalo para Él. Él no te dejará sin consuelo, ni dejará de mandar Sus ángeles a que desciendan para responderte en Su Propio Nombre. Él está junto a la puerta para la cual el perdón es la única llave. Dásela a Él para que la utilice en tu lugar, y verás la puerta abrirse silenciosamente sobre el radiante rostro de Cristo. Contempla allí a tu hermano más allá de la puerta; el Hijo de Dios tal como Él lo creó. 

EL CANTO DE ORACIÓN 2. II. El perdón-para-destruir


*EL CANTO DE ORACIÓN 2. II. El  perdón-para-destruir*

1. El  perdón-para-destruir tiene  muchas  formas, pues  es  un arma  del  mundo  de  la  forma. No todas ellas  son obvias, y algunas  se  ocultan  cuidadosamente  bajo lo que  aparenta  ser caridad. Pero todas las  formas  que  parece  tomar  sólo tienen esta  meta;  su propósito es  separar y hacer diferente  lo que Dios  creó igual. La  diferencia  es  clara  en varias  formas  en las  que  la  comparación  diseñada  no se puede  evitar, ni  se  espera  que  se  evite, realmente.

2. En  este  grupo, primero, existen  las  formas  en  las  que  una  persona  "mejor" se  digna  condescender para  salvar a  un "inferior" de  lo que  en  realidad  es. El  perdón aquí  se  basa  en  una  actitud de  amable altivez  tan  lejana  del  amor que  la  arrogancia  jamás  podría  desalojarse.  ¿Quién puede  perdonar y despreciar al  mismo  tiempo?  ¿Y  quién puede  decir a  otro que  está  inmerso en  el  pecado,  y al  mismo tiempo  percibirlo como  el  Hijo  de  Dios?  ¿Quién esclaviza  para  enseñar  lo que  es  la  libertad?  No hay  unión aquí, sólo aflicción. Esto  no es  en  realidad misericordia.  Esto es  muerte.

3. Otra  forma, muy parecida  a  la  anterior  si  se  comprende,  no se  manifiesta  con  tan flagrante arrogancia.  El  que  quiere  perdonar  a  otro no proclama  ser mejor. En su lugar,  ahora  dice  que  aquí hay  alguien  cuya  pecaminosidad  él  comparte,  pues  ambos  han sido indignos  y merecen  la retribución  de  la  ira  de  Dios. Esto puede  parecer  un pensamiento humilde,  y puede  ciertamente inducir a  una  competencia  en pecaminosidad  y culpa.  ¿No es  el  amor  por la  creación  de  Dios  y la santidad lo que  constituye  Su regalo para  siempre?  ¿Puede  Su Hijo  condenarse  a  sí  mismo y aun así Recordarlo?

4. Aquí la meta es separar de Dios al Hijo que Él ama, y mantenerlo alejado de su Fuente. Esta es también la meta de aquellos que buscan el papel de mártires a manos de otro. El objetivo tiene que verse claramente, pues esto puede pasar por mansedumbre y caridad en vez de crueldad. ¿No es amable aceptar el rencor de otro, y no responder excepto con silencio y una dulce sonrisa? Contempla cuán bueno eres tú que soportas con paciencia y santidad la ira y el daño que otro te inflige, y no muestras el amargo dolor que sientes.

5. El perdón-para-destruir con frecuencia se esconderá tras un manto como este. Muestra el rostro del sufrimiento y el dolor, como prueba silenciosa de la culpa y los estragos del pecado. Tal es el testimonio que le ofrece a alguien que podría ser salvador, y no enemigo. Pero una vez que ha sido convertido en enemigo, tiene que aceptar la culpa y el pesado reproche que de esta manera se ha descargado sobre él. ¿Es esto amor? ¿O se trata más bien de una traición a aquel que necesita que lo salven del dolor de la culpa? ¿Cuál podría ser el propósito excepto mantener a los testigos de la culpa alejados del amor?

6. El perdón-para-destruir puede tomar también la forma del regateo y el arreglo. "Te perdonaré si satisfaces mis necesidades, pues en tu esclavitud radica mi liberación". Dile esto a cualquiera y tú eres esclavo. Y buscarás deshacerte de la culpa con más regateos que no ofrecen esperanza alguna, sino sólo más dolor y miseria. Cuán temible se ha vuelto ahora el perdón, y cuán distorsionado es el fin que busca. Ten misericordia de ti mismo que así regateas. Dios da y no pide recompensa alguna. No hay dar alguno sino dar como Él. Todo lo demás es burla. Pues ¿quién trataría de ganarle un regateo al Hijo de Dios, y a la vez agradecer a su Padre por su santidad?

7. ¿Qué le mostrarías a tu hermano? ¿Intentarías reforzar su culpa y así también la tuya? El perdón es el medio para tu escape. Cuán lastimoso es hacer de él un medio para más esclavitud y dolor. En el mundo de los opuestos hay una manera de utilizar el perdón para la meta de Dios, y encontrar la paz que Él te ofrece. No tomes otra cosa, o has buscado tu muerte y orado por tu separación de tu Ser. Cristo es para todos porque está en todos. Es Su rostro lo que el perdón te permite ver. Es en Su rostro en el que ves el tuyo.

8. Todas las formas que el perdón adopta que no apartan lejos de la ira, la condena y las comparaciones de toda clase son la muerte. Pues es eso lo que sus propósitos han establecido. No te dejes engañar por ellas, sino abandónalas como despreciables en sus trágicas ofertas sin valor. ¿No quieres permanecer en la esclavitud? ¿No quieres tener temor de Dios? ¿Quieres ver la luz del sol y el resplandor del Cielo brillar sobre la faz de la tierra, redimido del pecado y en el Amor de Dios? Desde aquí la oración se libera, junto contigo. Tus alas están libres, y la oración te elevará y te conducirá a tu hogar donde Dios quiere que estés. 

EL CANTO DE ORACIÓN 2. I. El perdón a sí mismo


*EL CANTO DE ORACIÓN 2. I. El perdón a sí mismo*

1. No hay regalo del  cielo  que  haya  sido más  incomprendido que  el  perdón. Se  ha  convertido,  de hecho,  en un azote;  en  una  maldición  donde  debía  bendecir, en una  cruel  burla  de  la  gracia,  en una parodia  de  la  santa  Paz  de  Dios. Pero aquellos  que  aún no han elegido comenzar  los  pasos  de  la oración no pueden  sino usarlo  así. La  bondad del  perdón es  oscura  al  comienzo,  puesto que  la salvación no se  comprende, ni  se  busca  en realidad. Lo  que  se  hizo  para  sanar se  usa  para  herir pues el  perdón no se  quiere.  La  culpa  se  convierte  en la  salvación,  y el  remedio parece  ser una  terrible alternativa  a  la  vida. 

2. El  perdón-para-destruir se  adaptará  entonces  mucho  mejor  al  propósito  del  mundo  que  su verdadero objetivo, y que  los  honestos  medios  por los  cuales  se  alcanza  este  objetivo. El  perdónpara-destruir no pasará  por alto  ningún pecado,  ningún crimen, ninguna  culpa  que  pueda  buscar  y encontrar y "amar".  Amado de  su corazón es  el  error, y las  equivocaciones  adquieren importancia  y crecen y se  expanden  ante  sus  ojos. Cuidadosamente  selecciona  todas  las  cosas  malas,  y pasa  por alto lo  amoroso como si  fuera  una  plaga;  algo  odioso y lleno  de  peligro  y muerte. El  perdón-paradestruir  es  la  muerte,  y es  esto  lo que  ve  en todo aquello sobre  lo  que  posa  su mirada  y odia. La misericordia  de  Dios  se  ha  convertido en  un cuchillo retorcido para  que  destruya  al  santo Hijo  que Él  ama. 

3. ¿Te  perdonarías  a  ti  mismo por hacer  esto?  Aprende  entonces  que  Dios  te  ha  dado  los  medios  con los  cuales  te  es  posible  regresar  a  Él  en  paz. No veas  el  error. No lo hagas  real. Selecciona  lo amoroso  y perdona  el  pecado al  elegir en su lugar  la  faz  de  Cristo. ¿De  qué  otra  manera  puede  la oración regresar  a  Dios?  Él  ama  a  Su hijo.  ¿Puedes  Recordarlo a  Él  y odiar  lo que  Él  creó?  Odiarás a  su Padre  si  odias  al  Hijo  que  Él  ama. Pues  como  ves  al  Hijo te  ves  a  ti  mismo,  y como te  ves  a  ti mismo  es  Dios  para  ti. 

4. De  la  misma  manera  en que  la  oración  es  siempre  por ti, así  te  es  siempre  concedido  el  perdón. Es  imposible  perdonar a  otro,  porque  son sólo  tus  pecados  lo que  ves  en  él. Quieres  verlos  allí,  y no en  ti. Es  por eso por lo que  el  perdón  a  otro, es  una  ilusión.  Sin embargo,  es  el  único  sueño  feliz  en todo  el  mundo;  el  único que  no conduce  a  la  muerte. Sólo en otro  puedes  perdonarte  a  ti  mismo, pues  lo  has  hecho  culpable  de  tus  pecados, y en él  tienes  que  hallar tu inocencia. ¿Quién  sino el pecador necesita  que  se  le  perdone?  Y  no pienses  jamás  que  puedes  ver pecado  en nadie  excepto en ti. 

5. Este  es  el  gran  engaño del  mundo, y tú el  gran engañador  de  ti  mismo.  Siempre  parece  que  el malvado es  otro,  y en su pecado eres  tú el  herido. ¿Cómo  podría  ser posible  la  liberación si  esto fuera  así?  Serías  el  esclavo  de  todos, pues  de  lo  que  haga  otro  dependen tu  destino, tus  sentimientos, tu  desesperación  o esperanza, tu  miseria  o alegría. No tienes  libertad a  menos  que  te  la  den.  Y  como es  malvado, él  sólo puede  dar  lo que  es. No puedes  ver sus  pecados  y no los  tuyos. Pero puedes liberarlo  y liberarte  también a  ti  mismo. 

6. El  perdón, verdaderamente  concedido, es  el  camino en el  cual  radica  tu única  esperanza  de libertad.  Los  otros  cometerán errores  y también tú, mientras  esta  ilusión  de  un mundo parezca  ser tu casa.  Pero Dios  Mismo ha  dado a  todos  Sus  Hijos  un remedio  para  todas  las  ilusiones  que  ellos creen ver.  La  visión  de  Cristo no utiliza  tus  ojos, pero tú  puedes  ver a  través  de  los  Suyos  y aprender a  ver como Él. Los  errores  son diminutas  sombras, de  pronta  desaparición, que  sólo por un instante parecen ocultar la  faz  de  Cristo, la  cual  permanece  inmutable  todavía  detrás  de  todas  ellas. Su constancia permanece en tranquilo silencio y en perfecta paz. Él no sabe de sombras. Suyos son los ojos que ven más allá del error al Cristo en ti. 

7. Pide, pues, Su ayuda, y cómo aprender el perdón como Su visión permite que sea. Tienes necesidad de lo que Él da, y tu salvación depende de que aprendas esto de Él. La oración no puede ser liberada hacia el Cielo mientras permanezca contigo el perdón-para-destruir. La misericordia de Dios quiere remover de tu santa mente esta forma de pensar marchita y venenosa. Cristo te ha perdonado, y en Su visión el mundo se torna tan santo como Él mismo. Quien no ve mal en él, ve como Él. Pues lo que Él ha perdonado no ha pecado, y la culpa no puede ser más. El plan de salvación se ha completado, y ha llegado la cordura. 

8. El perdón es la llamada a la cordura, porque ¿quién si no un demente podría fijarse en el pecado cuando podría ver en su lugar la faz de Cristo? Esta es la elección que haces; la más simple de todas, y aun así la única que puedes hacer. Dios te llama para que ofrezcas a Su Hijo el amor de Cristo y así lo salves de la muerte. Esta es tu necesidad, y Dios te ofrece este regalo. Tal como Él da, así tienes que dar también. Y así la oración se restituye a lo informe, más allá de todo límite a la intemporalidad, sin nada del pasado que le impida volver a unirse al perenne canto que toda la creación entona a su Dios. 

9. Pero para lograr este fin, primero tienes que aprender, antes de alcanzar el lugar adonde el aprendizaje no puede ir. El perdón es la llave, pero ¿quién puede usar una llave cuando ha perdido la puerta para la cual se hizo, a la única que le sirve? Por lo tanto, hacemos distinciones, de modo que la oración pueda ser liberada desde la oscuridad hacia la luz. El papel del perdón debe invertirse, y limpiarse de usos malvados y metas de odio. El perdón-para-destruir debe descubrirse en toda su traición, y abandonarse entonces por siempre y para siempre. Ni un rescoldo de él puede quedar siquiera, si el plan que Dios estableció para el retorno ha de alcanzarse al fin, y el aprendizaje se ha de completar. 

10. Este es el mundo de los opuestos. Y tienes que escoger entre ellos cada instante mientras este mundo conserve realidad para ti. Pero tienes que aprender alternativas de elección, o no serás capaz de lograr tu libertad. Que te sea entonces claro lo que el perdón significa exactamente para ti, y que aprendas lo que debe ser para que te liberes. El nivel de tu oración depende de ello, pues aquí espera su libertad para ascender desde el mundo del caos a la paz. 

EL CANTO DE ORACIÓN 2. EL PERDÓN: Introducción


*EL CANTO DE ORACIÓN 2. EL PERDÓN: Introducción*

1. El  perdón le  ofrece  alas  a  la  oración,  para  hacer  fácil  su elevarse  y rápido su progreso. Sin su fuerte  apoyo sería  vano tratar de  elevarse  por encima  del  escalón inferior, e  incluso tratar de elevarse  en  absoluto. El  perdón es  el  aliado  de  la  oración;  hermano  en el  plan  para  tu  salvación. 

EL CANTO DE ORACIÓN 1. V. La escalera termina


*EL CANTO DE ORACIÓN 1. V. La escalera termina*

1. La oración es un camino hacia la verdadera humildad. Y aquí de nuevo se eleva lentamente, y crece en fuerza y amor y santidad. Permítele tan solo que abandone el suelo desde el que empieza a elevarse hacia Dios, y la verdadera humildad vendrá por fin a agraciar la mente que pensó que estaba sola y se enfrentaba al mundo. La humildad trae paz porque no exige que tú debas regir el universo, ni juzga todas las cosas como quisieras que fuesen. Alegremente hace a un lado a todos los pequeños dioses, no con resentimiento, sino con honestidad y reconocimiento de que no sirven. 

2. Las ilusiones y la humildad tienen metas tan alejadas que no pueden coexistir, ni compartir una morada donde pudieran encontrarse. Donde ha llegado una, la otra desaparece. Los verdaderamente humildes no tienen más meta que Dios porque no necesitan ídolo alguno, y la defensa ya no tiene un propósito. Los enemigos son inútiles ahora, pues la humildad no se opone a nada. No se oculta avergonzada porque está contenta con lo que es, a sabiendas de que la creación es la Voluntad de Dios. Su generosidad es Ser, y esto es lo que ve en cada encuentro, en el que se une alegremente con cada Hijo de Dios, cuya pureza reconoce que comparte con él. 

3. Ahora la oración se eleva del mundo de las cosas, de los cuerpos, y de los dioses de toda clase, y puedes descansar en santidad al fin. La humildad ha venido a enseñarte cómo entender tu gloria como Hijo de Dios, y reconocer la arrogancia del pecado. Un sueño te ha velado la faz de Cristo. Ahora puedes contemplar Su impecabilidad. Alto se ha elevado la escalera. Has llegado casi hasta el Cielo. Hay poco más que aprender antes de completar el viaje. Ahora puedes decir a todo aquel que venga a unirse en oración contigo: No puedo ir sin ti, pues eres parte de mí. Y así lo es en verdad. Ahora puedes orar sólo por lo que verdaderamente compartes con él. Pues has comprendido que jamás se fue, y que tú, que parecías solo, eres uno con él. 

4. La escalera termina con esto, puesto que el aprendizaje ya no se necesita. Ahora estás ante el portal del Cielo, y tu hermano se encuentra allí al lado tuyo. Los prados son profundos y tranquilos, pues aquí el lugar señalado para el momento en que vinieras tú te ha esperado largo tiempo. Aquí terminará el tiempo para siempre. En este portal la misma eternidad se unirá a ti. La oración se ha convertido en lo que siempre estuvo destinada a ser, porque has reconocido el Cristo en ti.