viernes, 26 de julio de 2019

T22. VI. La luz de la relación santa


*T22. VI. La luz de la relación santa*

1. ¿Deseas la libertad del cuerpo o la de la mente? Pues no puedes tener ambas. ¿Qué valoras más, el cuerpo o la mente? ¿Cuál de ellos es tu objetivo? Pues a uno de ellos lo ves como un medio; al otro como un fin. Y uno de ellos tiene que servir al otro y dejar que predomine, realzando su importancia al disminuir la suya propia. Los medios sirven al fin, y a medida que el fin se alcanza, el valor de los medios disminuye, quedando totalmente eclipsados cuando se reconoce que ya no tienen función alguna. Todo aquel que anhela la libertad tratará de encontrarla. Pero la buscará donde cree que está y donde cree que puede hallarla. Creerá que es igualmente posible alcanzar o bien la libertad de la mente o bien la del cuerpo, y elegirá a uno de ellos para que sirva al otro como medio para encontrarla.

2. Cuando se ha elegido la libertad del cuerpo, la mente se usa como un medio cuyo valor reside en su habilidad de ingeniar medios para conseguir la libertad del cuerpo. Pero dado que liberar al cuerpo no tiene sentido, la mente se ha puesto al servicio de las ilusiones. Esta situación es tan contradictoria e imposible que cualquiera que la elija no tiene idea de lo que es valioso. Mas aun en esta confusión -tan profunda que es indescriptible- el Espíritu Santo espera pacientemente, tan seguro del resultado final como del Amor de Su Creador. Él sabe que esa decisión descabellada la tomó uno a quien Su Creador ama tanto como el amor se ama a sí mismo.

3. No te intranquilices pensando cómo puede el Espíritu Santo intercambiar tan fácilmente los medios y el fin en aquellos que Dios ama y quiere que sean libres para siempre. En lugar de ello, siéntete agradecido de poder ser el medio para lograr Su fin. Éste es el único servicio que conduce a la libertad. Para lograr este fin hay que percibir al cuerpo libre de pecado porque lo que se busca es la impecabilidad. La falta de contradicción permite que la transición de medios a fin sea tan fácil como lo es el intercambio del odio por la gratitud ante los ojos que perdonan. Os santificaréis el uno al otro al usar el cuerpo sólo en beneficio de la impecabilidad. Y os será imposible odiar aquello que sirve a quien queréis sanar.

4. Esta relación santa, hermosa en su inocencia, llena de fortaleza, y resplandeciendo con una luz mucho más brillante que la del sol que alumbra el firmamento que ves, es la que tu Padre ha elegido como uno de los medios para llevar a cabo Su plan. Siéntete agradecido de que no sirva en absoluto para llevar a cabo el tuyo. No usará indebidamente nada que se le confíe, ni dejará de usar nada que se le ofrezca. Esta santa relación tiene el poder de curar todo dolor, sea cual sea su forma. Ni tu hermano ni tú por separado podéis ser útiles en absoluto. Únicamente en vuestra voluntad conjunta radica la curación. Pues ahí es donde se encuentra vuestra curación y ahí es donde aceptaréis la Expiación. Y al sanar los dos, la Filiación queda sanada porque vuestras voluntades se han unido.

5. Ante una relación santa no hay pecado. Ya no se percibe ninguna forma de error, y la razón, unida al amor, contempla calladamente cualquier confusión y observa simplemente: "Eso fue un error". Y luego, la misma Expiación que aceptaste en tu relación corrige el error y, allí donde éste estaba, deposita una parte del Cielo. ¡Cuán bendito eres tú que permites que este regalo se otorgue! Cada parte del Cielo que restituyes se te da a ti. Y cada lugar vacío del Cielo que vuelves a llenar con la Luz Eterna que traes contigo, resplandece sobre ti. Los medios de la impecabilidad no conocen el miedo porque únicamente son portadores de amor.

6. Criatura de paz, la luz ha descendido sobre ti. No reconoces la luz que traes contigo, pero la recordarás. ¿Quién podría negarse a si mismo la visión que le brinda a los demás? ¿Y quién dejaría de reconocer el regalo que, por mediación suya, él permitió que se depositase en el Cielo? El amoroso servicio que le prestas al Espíritu Santo te lo prestas a ti mismo. Tú que ahora eres Su medio tienes que amar todo lo que Él ama. Y lo que traes contigo es tu recuerdo de todo lo que es eterno. Ningún vestigio de lo temporal puede permanecer por mucho tiempo en la mente que sirve a lo intemporal. Y ninguna ilusión puede turbar la paz de una relación que se ha convertido en el instrumento de la paz.

7. Cuando hayas contemplado a tu hermano con absoluto perdón, del que no se haya excluido ningún error ni nada se mantenga oculto, ¿qué error podría haber en cualquier parte que tú no pudieses pasar por alto? ¿Y qué tipo de sufrimiento podría nublar tu vista e impedirte ver más allá de él? ¿Y qué ilusión no ibas a reconocer como un error, como una sombra que puedes atravesar completamente impávido? Dios no permite que nada sea un obstáculo para aquellos que hacen Su Voluntad, y éstos reconocerán que sus voluntades son la Suya porque la sirven. Y la sirven de buen grado. ¿Podrían, entonces, demorarse mucho en recordar lo que son?

8. Verás tu valía a través de los ojos de tu hermano, y cada uno será liberado cuando vea a su salvador en el lugar donde antes pensó que había un agresor. Mediante esta liberación se libera el mundo. Éste es tu papel en la consecución de la paz. Pues has preguntado cuál es tu función aquí, y se te ha contestado. No intentes cambiarla ni substituirla por ninguna otra. Pues ésa fue la única función que se te dio. Acepta sólo esta función y sírvela de todo corazón, pues lo que el Espíritu Santo hace con los regalos que le das a tu hermano, a quién se los ofrece, dónde y cuándo, es cosa Suya. Los concederá allí donde sean recibidos y se les dé la bienvenida. Utilizará cada uno de ellos en beneficio de la paz. Y ni la más leve sonrisa o la buena voluntad de alguien para pasar por alto la más diminuta equivocación le pasará desapercibida a Él.

9. ¿Qué otra cosa podría ser contemplar con caridad aquello que tu Padre ama, sino una bendición universal? Extender el perdón es la función del Espíritu Santo. Deja eso en Sus manos. Ocúpate únicamente de entregarle aquello que se puede extender. No guardes ningún secreto tenebroso que Él no pueda usar, antes bien, ofrécele los pequeños regalos que Él puede extender para siempre. Él aceptará cada uno de ellos y los convertirá en una fuerza potente en favor de la paz. El Espíritu Santo no dejará de bendecir ni uno solo de los regalos que le haces ni los limitará en forma alguna. Los infundirá de todo el poder que Dios le ha conferido, a fin de hacer de cada uno de ellos un manantial de curación para todos. Cada pequeño regalo que le ofreces a tu hermano derrama luz sobre el mundo. No te preocupes por las tinieblas; mira más allá de ellas y contempla a tu hermano. Y deja que las tinieblas sean disipadas por Aquel que conoce la luz y que tiernamente la deposita en cada una de las dulces sonrisas de fe y de confianza con que bendices a tu hermano.

10. De tu aprendizaje depende el bienestar del mundo. Y es sólo la arrogancia lo que negaría el poder de tu voluntad. ¿Crees acaso que la Voluntad de Dios es impotente? ¿Es a eso a lo que llamas humildad? No te das cuenta de lo que esta creencia ha ocasionado. Te consideras a ti mismo vulnerable, débil, fácil de destruir y a merced de innumerables agresores mucho más fuertes que tú. Examinemos detenidamente cómo fue que surgió este error, pues en él yace enterrada la pesada ancla que parece mantener vigente, inamovible y sólido como una roca el temor a Dios. Y mientras esa creencia perdure, así parecerá ser.

11. ¿Quién puede atacar al Hijo de Dios y no atacar a su Padre? ¿Cómo iba a ser el Hijo de Dios débil, frágil y fácil de destruir a menos que su Padre también lo fuese? ¿No te das cuenta de que cada pecado y cada condenación que percibes y justificas es un ataque contra tu Padre? Por eso es por lo que el ataque no ha tenido lugar ni puede ser real. No te percatas de que ésa ha sido tu intención porque crees que el Padre y el Hijo están separados. Y no puedes sino pensar que están separados, debido al miedo. Pues parece menos arriesgado atacar a otro o atacarte a ti mismo que atacar al gran Creador del universo, Cuyo poder conoces.

12. Si fueses uno con Dios y reconocieses esa unidad, sabrías que Su poder te pertenece. Mas no podrás recordar esto mientras creas que el ataque, de la clase que sea, tiene sentido. Ninguna clase de ataque está justificado porque no tiene sentido. De la única manera en que el ataque se podría justificar es si tú y tu hermano estuvieseis realmente separados el uno del otro, y todo el mundo estuviese separado del Creador. Pues sólo entonces sería posible atacar una parte de la creación sin atacarla a toda ella; atacar al Hijo sin atacar al Padre; atacar a otro sin atacarte a ti mismo o herirte a ti mismo sin que otro sufriese dolor. Sin embargo, no te quieres deshacer de esa creencia. Mas ¿dónde reside su valor, sino en el deseo de poder atacar impunemente? El ataque no es ni peligroso ni inocuo. Sencillamente es imposible. Y esto es así porque el universo es uno. No elegirías atacar su realidad si no fuese porque para poder verlo separado de su hacedor es esencial atacar. Y así parece como si el amor pudiese atacar y volverse temible.

13. Sólo los que son diferentes pueden atacar. Y de ahí deduces que porque puedes atacar, debes ser diferente de tu hermano. Sin embargo, el Espíritu Santo explica esto de otra manera. No puedes atacar precisamente porque no eres diferente de tu hermano. Cualquiera de esas dos posturas es una conclusión lógica. Cualquiera de ellas puede ser aceptada, pero no ambas. La única pregunta que necesita contestarse a fin de decidir cuál de las dos es verdad, es si en realidad tú eres diferente de tu hermano. Desde el punto de vista de lo que entiendes parece que lo eres, y, por lo tanto, que puedes atacar. De ambas alternativas, ésta parece la más natural y la más afín a tu experiencia. Por eso es necesario que tengas otras experiencias, más afines a la verdad, para enseñarte lo que en realidad es natural y verdadero.

14. Ésa es la función de tu relación santa. Pues lo que uno de vosotros piense, el otro lo experimentará con él. ¿Qué puede querer decir esto, sino que tu mente y la mente de tu hermano son una? No veas con temor este feliz hecho ni pienses que con ello se te impone una pesada carga. Pues cuando lo hayas aceptado de buen grado, te darás cuenta de que vuestra relación es un reflejo de la unión que existe entre el Creador y Su Hijo. Entre las mentes amorosas no hay separación. Y cada pensamiento que una de ellas tiene le brinda felicidad a la otra porque es la misma mente. La dicha es ilimitada porque cada pensamiento de amor radiante extiende su ser y crea más de sí mismo. En él no tienen cabida las diferencias, pues todo pensamiento es como él mismo.

15. La luz que os une brilla a través del universo, y puesto que os une, hace que seáis uno con vuestro Creador. Y en Él converge toda la creación. ¿Lamentarías no poder sentir miedo solo, cuando tu relación te puede enseñar que el poder del amor reside en ella, haciendo así que el miedo sea imposible? No intentes conservar un poco del ego junto con este regalo. Pues se te dio para que lo usaras, no para que lo ocultases. Aquello que te enseña que no os podéis separar niega al ego. Deja que la verdad decida si tú y tu hermano sois diferentes o iguales, y que te enseñe cuál de estas dos posibilidades es verdad.

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