lunes, 1 de julio de 2019

Lección 187. Bendigo al mundo porque me bendigo a mi mismo


*Lección 187. Bendigo al mundo porque me bendigo a mi mismo*

1. Nadie puede dar lo que no tiene. De hecho, dar es la prueba de que se tiene. Hemos hecho mención de esto anteriormente. Mas no es eso lo que hace que sea difícil de creer. Nadie duda de que primero se debe poseer lo que se quiere dar. Es en la segunda parte de la afirmación donde el mundo y la percepción verdadera difieren. Si has tenido y has dado, el mundo afirma que has perdido lo que poseías. La verdad mantiene que dar incrementa lo que posees.

2. ¿Cómo va a ser posible esto? Pues es seguro que si das una cosa finita tus ojos físicos dejarán de percibirla como tuya. No obstante, hemos aprendido que las cosas sólo representan los pensamientos que dan lugar a ellas. Y no careces de pruebas de que cuando compartes tus ideas, las refuerzas en tu propia mente. Tal vez la forma en que el pensamiento parece manifestarse cambie al darse. No obstante, éste tiene que retornar al que lo da. Y la forma que adopte no puede ser menos aceptable. Tiene que ser más.

3. Las ideas tienen primero que pertenecerte antes de que las puedas dar. Y si has de salvar al mundo, tienes que primero aceptar la salvación para ti mismo. Mas no creerás que ésta se ha consumado en ti hasta que no veas los milagros que les brinda a todos aquellos a quienes contemples. Con esto, la idea de dar se clarifica y cobra significado. Ahora puedes percibir que al dar, tu caudal aumenta.

4. Protege todas las cosas que valoras dándolas, y así te asegurarás de no perderlas nunca. Y con ello queda demostrado que lo que no creías tener te pertenece. Mas no le atribuyas valor a su forma. Pues ésta cambiará, y con el tiempo no será reconocible por mucho que trates de conservarla. Ninguna forma perdura. El pensamiento tras la forma de todo es lo que es inmutable.

5. Da gustosamente, pues con ello sólo puedes beneficiarte. El pensamiento sigue vivo y su fuerza aumenta a medida que se refuerza al darse. Los pensamientos se extienden al compartirse, pues no se pueden perder. No hay un dador y un receptor en el sentido en el que el mundo los concibe. Hay un dador que conserva lo que da, y otro que también habrá de dar. Y ambos ganarán en este intercambio, pues cada uno de ellos dispondrá del pensamiento en la forma que le resulte más útil. Lo que aparentemente pierde es siempre algo que valorará menos que aquello que con toda seguridad le será devuelto.

6. Nunca olvides que sólo te das a ti mismo. El que entiende el significado de dar, no puede por menos que reírse, de la idea del sacrificio. Tampoco puede dejar de reconocer las múltiples formas en que se puede manifestar el sacrificio. Se ríe asimismo del dolor y de la pérdida, de la enfermedad y de la aflicción, de la pobreza, del hambre y de la muerte. Reconoce que el sacrificio sigue siendo la única idea que yace tras todo esto, y con su dulce risa todo ello sana.

7. Una vez que una ilusión se reconoce como tal, desaparece. Niégate a aceptar el sufrimiento, y eliminarás el pensamiento de sufrimiento. Cuando eliges ver todo sufrimiento como lo que es, tu bendición desciende sobre todo aquel que sufre. El pensamiento de sacrificio da lugar a todas las formas que el sufrimiento aparenta adoptar. Mas el sacrificio es una idea tan demente que la cordura la descarta de inmediato.

8. Jamás creas que puedes hacer sacrificio alguno. No hay cabida para el sacrificio en lo que tiene valor. Si surge tal pensamiento, su sola presencia demuestra que se ha cometido un error, el cual es necesario corregir. Tu bendición lo corregirá. Habiéndosete dado a ti primero, ahora es tuya para que tú a tu vez la des. Ninguna forma de sacrificio o de sufrimiento puede prevalecer por mucho tiempo ante la faz de uno que se ha perdonado y bendecido a sí mismo.

9. Las azucenas que te ofrece tu hermano se depositan ante tu altar, junto con las que tú le ofreces a él. ¿Quién podría tener miedo de contemplar una santidad tan hermosa? La gran ilusión del temor a Dios queda reducida a la nada ante la pureza que aquí has de contemplar. No tengas miedo de mirar. La bendición que has de contemplar eliminará todo pensamiento de forma, y en su lugar dejará allí para siempre el regalo perfecto, el cual aumentará eternamente, será por siempre tuyo y será por siempre dado.

10. Ahora somos uno en pensamiento, pues el miedo ha desaparecido. Y aquí, ante el altar a un solo Dios, a un solo Padre, a un solo Creador y a un solo Pensamiento, nos alzamos juntos como el único Hijo de Dios. No estamos separados de Aquel que es nuestra Fuente ni distanciados de los hermanos que forman parte de nuestro único Ser, Cuya inocencia nos ha unido a todos cual uno solo, sino que nos alzamos en gloriosa bendición y damos tal como hemos recibido. Tenemos el Nombre de Dios en nuestros labios. Y cuando miramos en nuestro interior, vemos brillar la pureza del Cielo en nuestro reflejo del Amor de nuestro Padre.

11. Ahora somos bendecidos y ahora bendecimos al mundo. Queremos extender lo que hemos contemplado porque queremos verlo en todas partes. Queremos verlo refulgir con la gracia de Dios en todos nuestros hermanos. No queremos que se le niegue a nada de lo que vemos. Y para cerciorarnos de que esta santa visión es nuestra, se la ofrecemos a todo lo que vemos. Pues allí donde la veamos, nos será devuelta en forma de azucenas que podremos depositar sobre nuestro altar, convirtiéndolo así en un hogar para la Inocencia Misma, la cual mora en nosotros y nos ofrece Su Santidad para que sea nuestra.


~Lección 187 UCDM:
"Bendigo al mundo porque me bendigo a mi mismo"

*Comentario:

Desde que nacemos hasta el día que empezamos el proceso de despertar, vivimos sumergidos en un mundo que percibimos como hostil: El sufrimiento del mundo, la tristeza por momentos, la pobreza que vemos en los demás o en nosotros mismos, las noticias negativas y de miedo en medios de comunicación... Todo esto, hace mella en nuestro sistema de pensamiento y en la percepción que tenemos acerca de lo que vemos con los ojos del cuerpo, y como consecuencia proyectamos un mundo más cercano a la demecia que a la cordura.

Con el paso del tiempo, empezamos a darnos cuenta, que no "nos estabamos enterando de que va este mundo". Viviamos en el victimismo total, en echar las culpas siempre a todo lo demás, porque a lo que más tememos, es a asumir la responsabilidad de cambiar el mundo que percibimos y para ello algo debemos cambiar en nosotros mismos. 

Con esto quiero decir efectivamente, que todo lo que nos pasa, es porque lo hemos pedido (consciente o inconscientemente) y se representa en el mundo que tenemos delante.

Hoy el Curso nos quiere ilustrar que existen dos formas diametralmente opuestas de pensar y en el libro de texto, se nos dice que todo ocurre porque así lo hemos pedido dependiendo del maestro al que decidimos escuchar en nuestra mente.

Esta petición inconsciente mental, se representa en el mundo que ves, como si fuera un actor representando un papel de teatro, cuyos actores siguen un camino trillado o uno de paz. Si percibes el mundo con cualquiera de los dos maestros (el ego o el Espíritu Santo; la mente errada o la mente recta), es lo que determinará como te sentirás luego y como reaccionaras ante el mundo externo. 

A estos dos maestros, el Curso lo cita en estos fragmentos que dejo a continuación, como los consejeros de nuestra mente:

"Debe  quedar  claro,  no obstante,  que  es  más  fácil  que  tu  día  transcurra  felizmente  si  no permites que  la  infelicidad haga  acto  de  presencia  en primer  lugar.  Pero esto requiere  tener práctica  con las reglas  que  te  protegen de  los  embates  del  temor.  Cuando hayas  dominado  estas  reglas,  el  amargo sueño de  juicios  habrá  sido des-hecho para  siempre.  Pero mientras  tanto,  necesitas  poner en práctica las  reglas  que  lo  deshacen. Examinemos, pues, una  vez  más  la  primera  de  las  decisiones  que  aquí  se ofrecen" (T-30. I. 13)

"Hemos  dicho  que  puedes  comenzar  el  día  felizmente  sí  decides  no tomar  ninguna  decisión por tu  cuenta.  Esto de  por sí  parece  ser una  decisión. Sin embargo,  tú no puedes  tomar decisiones  por tu cuenta. La  única  cuestión  es  entonces  con  quién eliges  tomarlas. Eso es  todo. La  primera  regla, pues, no es  una  coacción,  sino la  simple  afirmación  de  un simple  hecho.  No tomas  decisiones  por tu cuenta, independientemente  de  lo que  decidas. Pues  o bien se  toman con ídolos  o bien con  Dios.  Y le  pides  ayuda  al  anti-Cristo o a  Cristo, y aquel  que  elijas  se  unirá  a  ti  y te  dirá  lo que  debes  hacer" (T-30. I. 14).

"Tu día  no transcurre  al  azar. La  clase  de  día  que  tienes  lo  determina  aquello  con lo que  eliges vivirlo, y la  manera  en que  percibe  tu felicidad  el  amigo a  quien  acudes  en  busca  de  consejo. Siempre  pides  consejo  antes  de  tomar  cualquier decisión.  Es  esencial  que  entiendas  esto,  pues  así  te darás  cuenta  de  que  en esto  no hay coerción  ni  motivos  para  que  te  opongas  a  ello por el  hecho de que  te  impide  ser libre. Nadie  puede  escaparse  de  lo que  inevitablemente  ha  de  ocurrir.  Y  si  tú crees que  puedes, estás  equivocado" (T-30. I. 15).

"Pues  tu consejero  y tú tenéis  que  estar  de  acuerdo  con respecto a  lo  que  deseas  antes  de  que  pueda  ocurrir. Es  este  convenio  lo que  permite  que  todas  las cosas  ocurran.  Pues  nada  puede  ocurrir  sin algún tipo de  unión,  ya  sea  con un sueño de  juicios  o con la  Voz  que  habla  en favor  de  Dios. Las  decisiones  producen resultados  precisamente  porque  no se toman aisladamente. Las  tomáis  tu consejero  y tú, y son tanto  para  ti  como para  el  mundo.  El  día que  deseas  tener se  lo  ofreces  al  mundo, pues  transcurrirá  tal  como  lo hayas  pedido  y reforzará  el dominio de  tu consejero  en el  mundo.  ¿A  qué  reino  le  pertenece  tu mundo  hoy?  ¿Qué  clase  de  día vas  a  decidir  tener?" (T-30. I. 16)

Me parecía sumamente importante aclarar con estos cuatros fragmentos, la lección de hoy. Si nos bendecimos a nosotros mismos y a nuestra mente, aprendemos a mejorar la calidad de nuestros pensamientos. Y como consecuencia de ello, bendeciremos el mundo que proyectamos delante de nosotros mismos, y por ende, dejaremos de pensar con el ego y ver un mundo hostil para cambiar la percepción y estar en un estado mental de paz, dicha, calma y sosiego.

Esa es la liberación de nuestra mente.

Esa es nuestra Paz y felicidad absoluta.

~Comentario: Edgar Doménech Macías. 


~Vídeo de la lección: Arantxa Carrera Salas.

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