lunes, 1 de julio de 2019

Lección 189. Siento el Amor de Dios dentro de mi ahora


*Lección 189. Siento el Amor de Dios dentro de mi ahora*

1. Hay una luz en ti que el mundo no puede percibir. Y con sus ojos no la podrás ver, pues estás cegado por él. No obstante, tienes ojos con los que poder verla. Está ahí para que la contemples. No se puso en ti para que se mantuviese oculta de tu vista. Esta luz es un reflejo del pensamiento con el que practicamos ahora. Sentir el Amor de Dios dentro de ti es ver el mundo renovado, radiante de inocencia, lleno de esperanza y bendecido con perfecta caridad y amor.

2. ¿Quién podría sentir temor en un mundo así? Dicho mundo te da la bienvenida, se regocija de que hayas venido y te canta alabanzas mientras te mantiene a salvo de cualquier peligro o dolor. Te ofrece un hogar cálido y tranquilo en el que permanecer por un tiempo. Te bendice a lo largo del día, y te cuida durante la noche, cual silencioso guardián de tu sueño santo. Ve en ti la salvación, y protege la luz que mora en ti, en la que ve la suya propia. Te ofrece sus flores y su nieve como muestra de agradecimiento por tu benevolencia.

3. Éste es el mundo que el Amor de Dios revela. Es tan diferente del mundo que ves a través de los enturbiados ojos de la malicia y del miedo, que uno desmiente al otro. Sólo uno de ellos puede percibirse en absoluto. El otro no tiene ningún significado. A aquellos que ven surgir del ataque un mundo de odio listo para vengarse, asesinar y destruir, les resulta inconcebible la idea de un mundo en el que el perdón resplandece sobre todas las cosas y la paz ofrece su dulce luz a todo el mundo.

4. Sin embargo, el mundo del odio es igualmente invisible e inconcebible para aquellos que sienten dentro de sí el Amor de Dios. Su mundo refleja la quietud y la paz que refulge en ellos; la tranquilidad y la inocencia que ven a su alrededor; la dicha con la que miran hacia afuera desde los inagotables manantiales de dicha en su interior. Contemplan lo que han sentido dentro de sí, y ven su inequívoco reflejo por todas partes.

5. ¿Cuál de ellos quieres ver? Eres libre de elegir. Mas debes conocer la ley que rige toda visión y no dejar que tu mente se olvide de ella: contemplarás aquello que sientas en tu interior. Si el odio encuentra acogida en tu corazón, percibirás un mundo temible, atenazado cruelmente por las huesudas y afiladas garras de la muerte. Mas si sientes el Amor de Dios dentro de ti, contemplarás un mundo de misericordia y de amor.

6. Hoy pasamos de largo las ilusiones, según intentamos llegar hasta lo que es verdad en nosotros y sentir su infinita ternura, su Amor que sabe que somos tan perfectos como él mismo, y su visión, el don que su Amor nos ofrece. Hoy aprenderemos el camino, el cual es tan seguro como el Amor mismo, al que nos conduce. Pues su sencillez nos protege de las trampas que las descabelladas complicaciones del aparente razonar del mundo tienen como propósito ocultar.

7. Haz simplemente esto: permanece muy quedo y deja a un lado todos los pensamientos acerca de lo que tú eres y de lo que Dios es; todos los conceptos que hayas aprendido acerca del mundo; todas las imágenes que tienes acerca de ti mismo. Vacía tu mente de todo lo que ella piensa que es verdadero o falso, bueno o malo; de todo pensamiento que considere digno, así como de todas las ideas de las que se siente avergonzada. No conserves nada. No traigas contigo ni un solo pensamiento que el pasado te haya enseñado, ni ninguna creencia que, sea cual sea su procedencia, hayas aprendido con anterioridad. Olvídate de este mundo, olvídate de este curso, y con las manos completamente vacías, ve a tu Dios.

8. ¿No es acaso Él Quien sabe como llegar a ti? Tú no necesitas saber cómo llegar a Él. Tu papel consiste simplemente en permitir que todos los obstáculos que has interpuesto entre el Hijo y Dios el Padre sean eliminados silenciosamente para siempre. Dios hará lo que le corresponde hacer en gozosa e inmediata respuesta. Pide y recibirás. Mas no vengas con exigencias, ni le señales el Camino por donde Él debe aparecer ante ti. La manera de llegar a Él es simplemente dejando que Él sea lo que es. Pues de esa forma se proclama también tu realidad.

9. Así pues, hoy no elegiremos el camino por el que vamos a Él. Pero sí elegimos dejar que Él venga a nosotros. Y con esta decisión descansamos. Su Amor se abrirá paso por su cuenta en nuestros corazones serenos y en nuestras mentes abiertas. Es indudable que lo que no ha sido negado se encuentra ahí, si es que es verdad y puede alcanzarse. Dios conoce a Su Hijo y sabe cómo llegar a él. No necesita que Su Hijo le muestre el camino. A través de cada puerta abierta Su Amor refulge hacia afuera desde su hogar interno e ilumina al mundo con inocencia.

10. Padre, no sabemos cómo llegar a Ti. Pero te hemos llamado y Tú nos has contestado. No interferiremos. Los caminos de la salvación no son nuestros, pues te pertenecen a Ti. Y es a Ti a donde vamos para encontrarlos. Nuestras manos están abiertas para recibir Tus dones. No tenemos ningún pensamiento que no pensemos contigo, ni abrigamos creencia alguna con respecto a lo que somos o a Quién nos creó. Tuyo es el camino que queremos hallar y seguir. Y sólo pedimos que Tu Voluntad, que también es la nuestra, se haga en nosotros y en el mundo, para que éste pase a formar parte del Cielo. Amén.


*Lección 189 UCDM: “Siento el Amor de Dios dentro de mi ahora”

Para sentir el amor dentro de nosotros mismos, es importante saber que somos seres unidos en cuerpo, mente y alma, y en este sentido la psicosomática nos da unas claves muy importantes para comprender esta lección en mayor profundidad e integrar las enseñanzas espirituales que nos brinda Un Curso de Milagros. 

En primer lugar voy a explicar brevemente la historia de la psicosomática. 

Desde sus orígenes, la medicina se ha movido entre dos polaridades conceptuales: una, centrada en el estudio de un síntoma corporal en específico, ubicado en un órgano y tejido concreto, dividiendo así el cuerpo en zonas aparentemente independientes las unas de las otras; la otra, centrada en un concepto holístico en el que el origen de la enfermedad se concibe desde una unidad cuerpo-mente. El concepto holístico en esta disciplina científica no es nuevo; está asociado al concepto «psicosomático». 

El concepto psicosomático proviene del griego “psyché” (alma) y “soma” (cuerpo). Como especialidad médica, existe desde hace no más de unas décadas. Sin embargo, sus orígenes son mucho más antiguos. De hecho, se inicia en la época griega. Hipócrates (460 a. C.- 370 a. C.), considerado el padre de la medicina, concibe al cuerpo como unidad funcional regulada por la psyché, el alma:

“El cuerpo humano es un todo, cuyas partes se interpenetran. El cuerpo tiene un elemento interior de cohesión, el alma; ella crece y disminuye, renace en cada instante hasta la muerte; es la gran parte orgánica del ser” (Hipócrates).

Una de las grandes aportaciones de Hipócrates fue la de separar la medicina de la religión, argumentando que la enfermedad no era un castigo de los dioses sino una confluencia multifactorial en la que, por ejemplo, la alimentación, el estilo de vida o los factores ambientales tienen su importancia a la la hora de enfermar. Grandes figuras filosóficas como Platón (428-347 a.C.) y Aristóteles (384-322 a.C.) también concebían en su momento la existencia de una unión entre el cuerpo y el alma y que la curación del cuerpo estaba relacionada con la curación del espíritu. Sin embargo, no es hasta la llegada de Freud (1856-1939) y la aparición del psicoanálisis que los factores psicológicos del paciente toman un papel destacado como elemento a tener en cuenta a la hora de enfermar. Freud dio relevancia a la influencia de los factores psíquicos en la aparición de síntomas somáticos.

“Todos los estados anímicos son, en cierta medida, afectivos, y de ninguno están ausentes las exteriorizaciones corporales y la capacidad de alterar procesos físicos. Cuando se formula un juicio sobre dolores corporales, es preciso tomar en cuenta su evidentísima dependencia de condiciones anímicas” (Freud, 1890. AE, 1, págs. 119-120).

Toda esta explicación, nos hace comprender, que estar en equilibrio en cuerpo, mente y alma, nos va a hacer estar unidos al mayor amor que existe, el amor incondicional de Dios. Este es un amor que se siente muy adentro, un amor que nace fruto de la comprensión de lo que somos. Este amor se siente en estado de presencia, donde la mente se vacía de pensamientos sin sentido y donde se accede al verdadero conocimiento que el Curso nos quiere acercar. Recuerda: 

“El Espíritu Santo es la transferencia de la percepción al conocimiento” (T-5.III.1:2)

*Comentario: Edgar Doménech Macías

*Libro: El camino hacia el despertar I




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