sábado, 20 de julio de 2019

T21. VI. La razón en contraposición a la locura


*T21. VI. La razón en contraposición a la locura*

1. La  razón no puede  ver pecados  pero sí  puede  ver  errores, y propicia  su corrección.  No les  otorga valor, pero sí  otorga  valor a  su corrección. La  razón  te  diría  también  que  cuando crees  estar pecando, estás  de  hecho  pidiendo  ayuda. No obstante,  si  no aceptas  la  ayuda  que  estás  pidiendo, tampoco creerás  que  puedes  darla. De  modo  que  no la  darás,  y así  no renunciarás  a  esa  creencia. Pues  cualquier clase  de  error  que  no haya  sido corregido, te  engaña  con respecto  al  poder que  reside en  ti  para  llevar  a  cabo  la  corrección.  Si  dicho poder puede  llevar a  cabo  la  corrección,  y tú no se  lo permites, te  estás  negando  la  corrección  a  ti  mismo así  como a  tu  hermano.  Y  si  él  comparte  contigo esta  misma  creencia, ambos  creeréis  estar condenados. Puedes  evitarle  esto a  él  y evitártelo a  ti, pues  la  razón no facilitaría  la  corrección  únicamente  en ti.

2. No puedes  aceptar o rechazar  la  corrección  sin incluir  a  tu hermano. El  pecado  mantendría  que  sí puedes. Mas  la  razón te  dice  que  no puedes  considerar  a  tu hermano o a  ti  mismo  como un pecador y seguir  percibiéndolo a  él  o percibiéndote  a  ti  mismo  como inocente.  ¿Quién que  se  considere  a  sí mismo  culpable  podría  ver un mundo  libre  de  pecado?  ¿Y  quién  puede  ver un mundo  pecaminoso y considerarse  al  mismo tiempo ajeno a  ese  mundo?  El  pecado  mantendría  que  tú y tu hermano no podéis  sino estar separados. Pero la  razón te  dice  que  esto tiene  que  ser un error. Pues  si  estáis unidos, ¿cómo ibais  a  poder tener pensamientos  privados?  ¿Y  cómo  podría  ser que  los  pensamientos que  se  adentran  en lo que  sólo parece  ser tuyo  no tuviesen ningún  efecto  en lo que  sí  es  tuyo?  Si  las mentes  están  unidas, eso es  imposible.

3. Nadie  puede  pensar por separado,  tal  como Dios  no piensa  sin Su Hijo.  Eso sería  posible únicamente  si  los  dos  morasen en  cuerpos.  Tampoco podría  ninguna  mente  pensar por separado a menos  que  el  cuerpo  fuese  la  mente.  Pues  únicamente  los  cuerpos  pueden estar  separados, y, por lo tanto, ser irreales. La  morada  de  la  demencia  no puede  ser la  morada  de  la  razón. Pero es  fácil abandonar dicha  morada  si  ves  la  razón.  No puedes  abandonar la  demencia  trasladándote  a  otro lugar. La  abandonas  simplemente  aceptando  la  razón  en el  lugar que  antes  ocupaba  la  locura. La locura  y la  razón ven las  mismas  cosas, pero es  indudable  que  las  contemplan  de  modo diferente.

4. La  locura  es  un ataque  contra  la  razón  que  la  expulsa  de  la  mente,  y ocupa  su lugar. La  razón no ataca,  sino que, calladamente,  ocupa  el  lugar de  la  locura  y la  reemplaza  si  los  dementes  deciden escucharla.  Pero los  dementes  no conocen su propia  voluntad,  pues  creen ver el  cuerpo,  y permiten que  su propia  locura  les  diga  que  éste  es  real.  La  razón sería  incapaz  de  eso.  Y  si  tú defiendes  el cuerpo  en contra  de  tu razón,  no entenderás  lo que  es  cuerpo  ni  lo  que  eres  tú.

5. El  cuerpo no te  separa  de  tu hermano,  y si  crees  que  lo hace  estás  loco. Pero la  locura  tiene  un propósito,  y cree  también  disponer de  los  medios  que  lo  pueden convertir en realidad.  Ver el  cuerpo como  una  barrera  que  separa  aquello  que  la  razón te  dice  que  no puede  sino estar  unido, sólo puede ser una  locura.  Y  no lo podrías  ver de  ese  modo  si  escuchases  la  voz  de  la  razón.  ¿Qué  puede  haber que  se  interponga  entre  lo  que  es  un continuo?  Y  si  nada  se  interpone, ¿cómo se  podría  excluir  de otras  partes  lo que  pasa  a  formar  parte  de  cualquiera  de  ellas?  Esto es  lo que  la  razón  te  diría. Mas piensa  en lo que  tendrías  que  admitir si  esto  fuese  así.

6. Si  eliges  el  pecado  en vez  de  la  curación, estás  condenando al  Hijo de  Dios  a  aquello que  jamás puede ser corregido. Le dices, con tu elección, que está condenado, separado de ti y de su Padre para siempre, y sin esperanza de jamás poder retornar a salvo. Eso es lo que le enseñas, y aprenderás de él exactamente lo que le enseñes. Pues lo único que le puedes enseñar es que él es como tu quieres que él sea, y lo que eliges que él sea es lo que eliges para ti. Mas no pienses que esto es temible. Que estás unido a él es un hecho, no una interpretación. ¿Cómo puede un hecho ser temible a menos que esté en desacuerdo con lo que tienes en más estima que la verdad? La razón te diría que este hecho es tu liberación.

7. Ni tu hermano ni tú podéis ser atacados por separado. Ni tampoco puede ninguno de vosotros aceptar un milagro sin que el otro no sea igualmente bendecido por él y curado del dolor. La razón, al igual que el amor, desea tranquilizarte, y no es su intención infundirte temor. El poder de curar al Hijo de Dios se te concede a ti porque él no puede sino ser uno contigo. Tú eres responsable de cómo él se ve a sí mismo. Y la razón te dice que se te ha concedido poder transformar su mente por completo -la cual es una contigo- en sólo un instante. Y cualquier instante sirve para llevar a cabo una completa corrección de todos sus errores y restituirle su plenitud. El instante en que elijas ser curado, en ese mismo instante se verá que se ha salvado completamente junto contigo. Se te ha dado la razón para que entiendas que esto es así. Pues la razón, que es tan benévola como la finalidad para la que se emplea, te aleja constantemente de la locura y te conduce hacia el objetivo de la verdad. Y ahí te desharás de la carga que supone negar la verdad. ¡Y ésa es la carga que es terrible, no la verdad!

8. En el hecho de que tú y tu hermano estáis unidos reside vuestra salvación: el regalo del Cielo, no el del miedo. ¿Consideras acaso que el Cielo es una carga para ti? En la locura lo es. Sin embargo, lo que la locura ve tiene que ser disipado por la razón. La razón te asegura que el Cielo es lo que quieres y lo único que quieres. Escucha a Aquel que te habla con raciocinio y que pone tu razón en armonía con la Suya. Resuélvete a dejar que la razón sea el medio por el que Él te indique cómo dejar atrás la demencia. No te ocultes tras la demencia para escapar de la razón. Lo que la locura encubriría, el Espíritu Santo lo pone al descubierto para que todo el mundo lo contemple con júbilo.

9. Tú eres el salvador de tu hermano. Él es el tuyo. A la razón le es muy grato hablar de esto. El Amor le infundió amor a este plan benevolente. Y lo que el Amor planea es semejante a Sí Mismo en esto: al estar unido a ti, Él desea que aprendas lo que debes ser. Y dado que tú eres uno con Él, se te tiene que haber encomendado que des lo que Él ha dado, y todavía sigue dando. Dedica aunque sólo sea un instante a la grata aceptación de lo que se te ha encomendado darle a tu hermano, y reconoce con él lo que se os ha dado a ambos. Dar no es más bendito que recibir, pero tampoco es menos.

10. Al Hijo de Dios se le bendice siempre cual uno Solo. Y a medida que su gratitud llega hasta ti que le bendijiste, la razón te dirá que es imposible que tú estés excluido de la bendición. La gratitud que él te ofrece te recuerda las gracias que tu Padre te da por haberlo completado a Él. Y la razón te dice que sólo así puedes entender lo que tú debes ser. Tu Padre está tan cerca de ti como tu hermano. Sin embargo, ¿qué podría estar más cerca de ti que tu propio Ser?

11. El poder que ejerces sobre el Hijo de Dios no supone una amenaza para su realidad. Por el contrario, sólo da testimonio de ella. Y si él ya es libre, ¿dónde podría radicar su libertad sino en él mismo? ¿Y quién podría encadenarle, sino él a sí mismo cuando se niega la libertad? De Dios nadie se burla, ni tampoco puede Su Hijo ser aprisionado, salvo por su propio deseo. Y por su propio deseo es también como se libera. En eso radica su fuerza, no su debilidad. Él está a merced de sí mismo. Y cuando elige ser misericordioso, en ese momento se libera. Mas cuando elige condenarse a sí mismo, se convierte en un prisionero, que encadenado, espera su propio perdón para poderse liberar.

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