*T21. VI. La razón en contraposición a la locura*
1. La razón no puede ver pecados pero sí puede ver errores, y propicia su corrección. No les otorga valor, pero sí otorga valor a su corrección. La razón te diría también que cuando crees estar pecando, estás de hecho pidiendo ayuda. No obstante, si no aceptas la ayuda que estás pidiendo, tampoco creerás que puedes darla. De modo que no la darás, y así no renunciarás a esa creencia. Pues cualquier clase de error que no haya sido corregido, te engaña con respecto al poder que reside en ti para llevar a cabo la corrección. Si dicho poder puede llevar a cabo la corrección, y tú no se lo permites, te estás negando la corrección a ti mismo así como a tu hermano. Y si él comparte contigo esta misma creencia, ambos creeréis estar condenados. Puedes evitarle esto a él y evitártelo a ti, pues la razón no facilitaría la corrección únicamente en ti.
2. No puedes aceptar o rechazar la corrección sin incluir a tu hermano. El pecado mantendría que sí puedes. Mas la razón te dice que no puedes considerar a tu hermano o a ti mismo como un pecador y seguir percibiéndolo a él o percibiéndote a ti mismo como inocente. ¿Quién que se considere a sí mismo culpable podría ver un mundo libre de pecado? ¿Y quién puede ver un mundo pecaminoso y considerarse al mismo tiempo ajeno a ese mundo? El pecado mantendría que tú y tu hermano no podéis sino estar separados. Pero la razón te dice que esto tiene que ser un error. Pues si estáis unidos, ¿cómo ibais a poder tener pensamientos privados? ¿Y cómo podría ser que los pensamientos que se adentran en lo que sólo parece ser tuyo no tuviesen ningún efecto en lo que sí es tuyo? Si las mentes están unidas, eso es imposible.
3. Nadie puede pensar por separado, tal como Dios no piensa sin Su Hijo. Eso sería posible únicamente si los dos morasen en cuerpos. Tampoco podría ninguna mente pensar por separado a menos que el cuerpo fuese la mente. Pues únicamente los cuerpos pueden estar separados, y, por lo tanto, ser irreales. La morada de la demencia no puede ser la morada de la razón. Pero es fácil abandonar dicha morada si ves la razón. No puedes abandonar la demencia trasladándote a otro lugar. La abandonas simplemente aceptando la razón en el lugar que antes ocupaba la locura. La locura y la razón ven las mismas cosas, pero es indudable que las contemplan de modo diferente.
4. La locura es un ataque contra la razón que la expulsa de la mente, y ocupa su lugar. La razón no ataca, sino que, calladamente, ocupa el lugar de la locura y la reemplaza si los dementes deciden escucharla. Pero los dementes no conocen su propia voluntad, pues creen ver el cuerpo, y permiten que su propia locura les diga que éste es real. La razón sería incapaz de eso. Y si tú defiendes el cuerpo en contra de tu razón, no entenderás lo que es cuerpo ni lo que eres tú.
5. El cuerpo no te separa de tu hermano, y si crees que lo hace estás loco. Pero la locura tiene un propósito, y cree también disponer de los medios que lo pueden convertir en realidad. Ver el cuerpo como una barrera que separa aquello que la razón te dice que no puede sino estar unido, sólo puede ser una locura. Y no lo podrías ver de ese modo si escuchases la voz de la razón. ¿Qué puede haber que se interponga entre lo que es un continuo? Y si nada se interpone, ¿cómo se podría excluir de otras partes lo que pasa a formar parte de cualquiera de ellas? Esto es lo que la razón te diría. Mas piensa en lo que tendrías que admitir si esto fuese así.
6. Si eliges el pecado en vez de la curación, estás condenando al Hijo de Dios a aquello que jamás puede ser corregido. Le dices, con tu elección, que está condenado, separado de ti y de su Padre para siempre, y sin esperanza de jamás poder retornar a salvo. Eso es lo que le enseñas, y aprenderás de él exactamente lo que le enseñes. Pues lo único que le puedes enseñar es que él es como tu quieres que él sea, y lo que eliges que él sea es lo que eliges para ti. Mas no pienses que esto es temible. Que estás unido a él es un hecho, no una interpretación. ¿Cómo puede un hecho ser temible a menos que esté en desacuerdo con lo que tienes en más estima que la verdad? La razón te diría que este hecho es tu liberación.
7. Ni tu hermano ni tú podéis ser atacados por separado. Ni tampoco puede ninguno de vosotros aceptar un milagro sin que el otro no sea igualmente bendecido por él y curado del dolor. La razón, al igual que el amor, desea tranquilizarte, y no es su intención infundirte temor. El poder de curar al Hijo de Dios se te concede a ti porque él no puede sino ser uno contigo. Tú eres responsable de cómo él se ve a sí mismo. Y la razón te dice que se te ha concedido poder transformar su mente por completo -la cual es una contigo- en sólo un instante. Y cualquier instante sirve para llevar a cabo una completa corrección de todos sus errores y restituirle su plenitud. El instante en que elijas ser curado, en ese mismo instante se verá que se ha salvado completamente junto contigo. Se te ha dado la razón para que entiendas que esto es así. Pues la razón, que es tan benévola como la finalidad para la que se emplea, te aleja constantemente de la locura y te conduce hacia el objetivo de la verdad. Y ahí te desharás de la carga que supone negar la verdad. ¡Y ésa es la carga que es terrible, no la verdad!
8. En el hecho de que tú y tu hermano estáis unidos reside vuestra salvación: el regalo del Cielo, no el del miedo. ¿Consideras acaso que el Cielo es una carga para ti? En la locura lo es. Sin embargo, lo que la locura ve tiene que ser disipado por la razón. La razón te asegura que el Cielo es lo que quieres y lo único que quieres. Escucha a Aquel que te habla con raciocinio y que pone tu razón en armonía con la Suya. Resuélvete a dejar que la razón sea el medio por el que Él te indique cómo dejar atrás la demencia. No te ocultes tras la demencia para escapar de la razón. Lo que la locura encubriría, el Espíritu Santo lo pone al descubierto para que todo el mundo lo contemple con júbilo.
9. Tú eres el salvador de tu hermano. Él es el tuyo. A la razón le es muy grato hablar de esto. El Amor le infundió amor a este plan benevolente. Y lo que el Amor planea es semejante a Sí Mismo en esto: al estar unido a ti, Él desea que aprendas lo que debes ser. Y dado que tú eres uno con Él, se te tiene que haber encomendado que des lo que Él ha dado, y todavía sigue dando. Dedica aunque sólo sea un instante a la grata aceptación de lo que se te ha encomendado darle a tu hermano, y reconoce con él lo que se os ha dado a ambos. Dar no es más bendito que recibir, pero tampoco es menos.
10. Al Hijo de Dios se le bendice siempre cual uno Solo. Y a medida que su gratitud llega hasta ti que le bendijiste, la razón te dirá que es imposible que tú estés excluido de la bendición. La gratitud que él te ofrece te recuerda las gracias que tu Padre te da por haberlo completado a Él. Y la razón te dice que sólo así puedes entender lo que tú debes ser. Tu Padre está tan cerca de ti como tu hermano. Sin embargo, ¿qué podría estar más cerca de ti que tu propio Ser?
11. El poder que ejerces sobre el Hijo de Dios no supone una amenaza para su realidad. Por el contrario, sólo da testimonio de ella. Y si él ya es libre, ¿dónde podría radicar su libertad sino en él mismo? ¿Y quién podría encadenarle, sino él a sí mismo cuando se niega la libertad? De Dios nadie se burla, ni tampoco puede Su Hijo ser aprisionado, salvo por su propio deseo. Y por su propio deseo es también como se libera. En eso radica su fuerza, no su debilidad. Él está a merced de sí mismo. Y cuando elige ser misericordioso, en ese momento se libera. Mas cuando elige condenarse a sí mismo, se convierte en un prisionero, que encadenado, espera su propio perdón para poderse liberar.
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