domingo, 23 de junio de 2019

T19. IV. B. El segundo obstáculo: La creencia de que el cuerpo es valioso por razón de lo que ofrece


*T19. IV. B. El segundo obstáculo: La creencia de que el cuerpo es valioso por razón de lo que ofrece*

1. Dijimos que el primer obstáculo que la paz tiene que superar es tu deseo de deshacerte de ella. Allí donde la atracción de la culpabilidad impera, no se desea la paz. El segundo obstáculo que la paz tiene que superar, el cual está estrechamente vinculado al primero, es la creencia de que el cuerpo es valioso por razón de lo que ofrece. Pues aquí la atracción de la culpabilidad se pone de manifiesto en el cuerpo y se ve en él.

2. Este es el tesoro que crees que la paz te arrebataría. De esto es de lo que crees que te despojaría, dejándote sin hogar. Y esta es la razón por la que le negarías a la paz un hogar. Consideras que ello supone un "sacrificio" excesivamente grande, y que se te está pidiendo demasiado. Mas ¿se trata realmente de un sacrificio o de una liberación? ¿Qué te ha dado realmente el cuerpo que justifique tu extraña creencia de que la salvación radica en él? ¿No te das cuenta de que eso es la creencia en la muerte? En esto es en lo que se centra la percepción según la cual la Expiación es un asesinato. He aquí la fuente de la idea de que el amor es miedo.

3. A los mensajeros del Espíritu Santo se les envía mucho más allá del cuerpo, para que exhorten a la mente a unirse en santa comunión y a estar en paz. Tal es el mensaje que yo les di para ti. Sólo los mensajeros del miedo ven el cuerpo, pues van en busca de lo que puede sufrir. ¿Es acaso un sacrificio que se le aparte a uno de lo que puede sufrir? El Espíritu Santo no te exige que sacrifiques la esperanza de obtener placer a través del cuerpo, pues no hay esperanza alguna de que el cuerpo te pueda proporcionar placer. Pero tampoco puede hacer que tengas miedo del dolor. El dolor es el único "sacrificio" que el Espíritu Santo te pide y lo que quiere eliminar.

4. La paz se extiende desde ti únicamente hasta lo eterno, y lo hace desde lo eterno en ti. Fluye a través de todo lo demás. El segundo obstáculo no es más impenetrable que el primero. Tú no quieres ni deshacerte de la paz ni limitarla. ¿Qué otra cosa pueden ser esos obstáculos que quieres interponer entre la paz y su avance, sino barreras que sitúas entre tu voluntad y sus logros? Deseas la comunión, no el festín del miedo. Deseas la salvación, no el dolor de la culpabilidad. Y deseas tener por morada a tu Padre y no a una mísera choza de barro. En tu relación santa se encuentra el Hijo de tu Padre, el cual nunca ha dejado de estar en comunión con Él ni consigo mismo. Cuando acordaste unirte a tu hermano reconociste esto. Reconocer eso no te cuesta nada, sino que te libera de tener que hacer cualquier clase de pago.

5. Has pagado un precio exorbitante por tus ilusiones, y nada de eso por lo que tanto has pagado te ha brindado paz. ¿No te alegra saber que el Cielo no puede ser sacrificado y que no se te puede pedir ningún sacrificio? No puedes interponer ningún obstáculo en nuestra unión, pues yo ya formo parte  de  tu  relación santa.  Juntos  superaremos  cualquier obstáculo,  pues  nos  encontramos  ya  dentro del  portal,  no afuera.  ¡Cuán fácilmente  se  abren  las  puertas  desde  adentro, dando  paso a  la  paz  para que  bendiga  a  un mundo agotado!  ¿Cómo iba  a  sernos  difícil  pasar  de  largo las  barreras  cuando te has  unido  a  lo ilimitado?  En tus  manos  está  poner fin a  la  culpabilidad. ¿Te  detendrías  ahora  a buscar culpabilidad  en tu hermano?

6. Deja  que  yo sea  para  ti  el  símbolo  del  fin  de  la  culpabilidad, y contempla  a  tu  hermano  como me contemplarías  a  mí. Perdóname  por todos  los  pecados  que  crees  que  el  Hijo de  Dios  cometió.  Y  a  la luz  de  tu perdón  él  recordará  quién  es  y se  olvidará  de  lo que  nunca  fue.  Te  pido  perdón, pues  si  tú eres  culpable,  también lo  tengo que  ser yo. Mas  si  yo superé  la  culpabilidad  y vencí  al  mundo,  tú estabas  conmigo.  ¿Qué  quieres  ver  en mí, el  símbolo  de  la  culpabilidad  o el  del  fin de  ésta?  Pues recuerda  que  lo que  yo signifique  para  ti  es  lo que  verás  dentro de  ti  mismo.

7. Desde  tu relación  santa  la  verdad proclama  la  verdad  y el  amor se  contempla  a  sí  mismo.  La salvación fluye  desde  lo más  profundo del  hogar  que  nos  ofrecisteis  a  mi  Padre  y a  mí.  Y  allí estamos  juntos, en la  serena  comunión en  la  que  el  Padre  y el  Hijo están  unidos. ¡Venid,  oh fieles, a la  santa  unión  del  Padre  y del  Hijo en  vosotros!  Y  no os  mantengáis  aparte  de  lo  que  se  os  ofrece como  muestra  de  agradecimiento  por haberle  dado a  la  paz  su hogar en el  Cielo.  Llevad a  todo  el mundo  el  jubiloso mensaje  del  fin de  la  culpabilidad,  y todo el  mundo contestará. Piensa  en lo feliz que  te  sentirás  cuando todos  den testimonio  del  fin del  pecado y te  muestren  que  el  poder  de  éste  ha desaparecido  para  siempre.  ¿Dónde  puede  seguir  habiendo  culpabilidad  una  vez  que  la  creencia  en el  pecado  ha  desaparecido?  ¿Y  dónde  está  la  muerte, una  vez  que  se  ha  dejado de  oír para  siempre  a su gran defensor?

8. Perdóname  por tus  ilusiones, y libérame  del  castigo  que  me  quieres  imponer por lo que  no hice.  Y al  enseñarle  a  tu hermano a  ser libre, aprenderás  lo que  es  la  libertad  que  yo enseñé, y, por lo  tanto, me  liberarás  a  mí.  Formo parte  de  tu relación  santa, sin embargo,  preferirías  aprisionarme  tras  los obstáculos  que  interpones  a  la  libertad e  impedirme  llegar hasta  ti.  Mas  no es  posible  mantener alejado  a  Uno que  ya  está  ahí.  Y  en Él  se  hace  posible  que  nuestra  comunión,  en la  que  ya  estamos unidos, sea  el  foco de  la  nueva  percepción  que  derramará  la  luz  que  reside  en  ti  por todo  el  mundo.

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