domingo, 23 de junio de 2019

T19. III. La irrealidad del pecado


*T19. III. La irrealidad del pecado*

1. La  atracción  de  la  culpabilidad reside  en el  pecado,  no en el  error.  El  pecado volverá  a  repetirse por razón  de  esta  atracción. El  miedo  puede  hacerse  tan  agudo que  al  pecado se  le  niega  su expresión.  Pero mientras  la  culpabilidad  continúe  siendo atractiva, la  mente  sufrirá  y no abandonará la  idea  del  pecado. Pues  la  culpabilidad todavía  la  llama,  y la  mente  la  oye  y la  desea  ardientemente, y se  deja  cautivar voluntariamente  por su enfermiza  atracción. El  pecado  es  una  idea  de  perversidad que  no puede  ser corregida, pero que,  sin embargo, será  siempre  deseable.  Al  ser parte  esencial  de  lo que  el  ego cree  que  eres,  siempre  la  desearás.  Y  sólo un vengador,  con una  mente  diferente  de  la tuya,  podría  acabar con  ella  valiéndose  del  miedo.

2. El  ego no cree  que  sea  posible  que  lo  que  el  pecado realmente  invoca,  y a  lo  que  el  amor  siempre responde, es  al  amor  y no al  miedo. Pues  el  ego  lleva  el  pecado ante  el  miedo, exigiendo  castigo. Mas  el  castigo no es  sino otra  forma  de  proteger la  culpabilidad, pues  lo que  merece  castigo  tuvo que  haber sucedido  realmente.  El  castigo es  siempre  el  gran  protector  del  pecado, al  que  trata  con respeto  y a  quien  honra  por su perversidad. Lo  que  clama  por castigo, tiene  que  ser verdad.  Y  lo que es  verdad  no puede  sino ser eterno,  y se  seguirá  repitiendo  sin cesar.  Pues  deseas  lo  que  consideras real, y no lo abandonas.

3. Un error, en  cambio,  no es  algo atractivo. Lo que  ves  claramente  como una  equivocación deseas que  se  corrija.  A  veces  un pecado se  comete  una  y otra  vez,  con resultados  obviamente  angustiosos, pero  sin perder su atractivo. Mas  de  pronto  cambias  su condición,  de  modo que  de  ser un pecado pasa  a  ser simplemente  un error.  Ahora  ya  no lo seguirás  cometiendo;  simplemente  no lo  volverás  a hacer y te  desprenderás  de  él,  a  menos  que  todavía  te  sigas  sintiendo culpable.  Pues  en ese  caso no harás  sino cambiar  una  forma  de  pecado  por otra, reconociendo  que  era  un error  pero impidiendo su corrección.  Eso no supone  realmente  un cambio  en tu percepción,  pues  es  el  pecado  y no el  error  el que  exige  castigo.

4. El  Espíritu  Santo no puede  castigar  el  pecado. Reconoce  los  errores  y Su deseo es  corregirlos todos  tal  como  Dios  le  encargó  que  hiciese.  Pero no conoce  el  pecado,  ni  tampoco puede  ver errores que  no puedan ser corregidos. Pues  la  idea  de  un error incorregible  no tiene  sentido  para  Él.  Lo único  que  el  error pide  es  corrección,  y eso es  todo. Lo que  pide  castigo  no está  realmente  pidiendo nada.  Todo error  es  necesariamente  una  petición  de  amor.  ¿Qué  es, entonces, el  pecado?  ¿Qué  otra cosa  podría  ser, sino una  equivocación que  quieres  mantener oculta, una  petición de  ayuda  que  no quieres  que  sea  oída,  y que, por lo tanto, se  queda  sin contestar?

5. En  el  tiempo, el  Espíritu Santo ve  claramente  que  el  Hijo de  Dios  puede  cometer  errores. En esto compartes  Su visión. Mas  no compartes  Su criterio con  respecto a  la  diferencia  que  existe  entre  el tiempo  y la  eternidad.  Y  cuando  la  corrección  se  completa, el  tiempo se  convierte  en  eternidad. El Espíritu Santo  puede  enseñarte  a  ver  el  tiempo de  manera  diferente  y a  ver  más  allá  de  él,  pero no podrá  hacerlo  mientras  sigas  creyendo en  el  pecado. En el  error sí  puedes  creer, pues  éste  puede  ser corregido por la  mente.  Pero el  pecado es  la  creencia  de  que  tu percepción es  inalterable  y de  que  la mente  tiene  que  aceptar como  verdadero  lo que  le  dicta  la  percepción.  Si  la  mente  no obedece,  se  la juzga  como  desquiciada. De  ese  modo la  mente, que  es  el  único  poder que  podría  cambiar la percepción,  se  mantiene  en  un estado de  impotencia  y restringida  al  cuerpo  por miedo  al  cambio de percepción  que  su Maestro,  que  es  uno con ella, le  brindaría.

6. Cuando  te  sientas  tentado  de  pensar que  el  pecado  es  real,  recuerda  esto:  si  el  pecado es  real, ni  tú ni  Dios  lo  sois. Si  la  creación es  extensión, el  Creador tiene  que  haberse  extendido a  Sí  Mismo, y es imposible  que  lo que  forma  parte  de  Él  sea  completamente  diferente  del  resto. Si  el  pecado es  real, Dios  no puede  sino estar  en pugna  Consigo Mismo.  Tiene  que  estar  dividido,  debatiéndose  entre  el bien  y el  mal;  ser en parte  cuerdo y en parte  demente.  Pues  tiene  que  haber creado aquello que quiere  destruirlo y que  tiene  el  poder de  hacerlo.  ¿No sería  más  fácil  creer que  has  estado equivocado que  creer eso?

7. Mientras  creas  que  tu  realidad o la  de  tu hermano está  limitada  a  un cuerpo,  seguirás  creyendo  en el pecado. Mientras creas que los cuerpos se pueden unir, seguirás encontrando atractiva a la culpabilidad y considerando el pecado como algo de inestimable valor. Pues la creencia de que los cuerpos limitan a la mente conduce a una percepción del mundo en la que la prueba de la separación parece abundar por todas partes. Así Dios y Su creación parecen estar separados y haber sido derrocados. Pues el pecado demostraría que lo que Dios creó santo no puede prevalecer contra él, ni seguir siendo lo que es ante su poderío. Al pecado se le percibe como algo más poderoso que Dios, ante el cual Dios Mismo se tiene que postrar y ofrecer Su creación a su conquistador. ¿Es esto humildad o demencia?

8. Si el pecado es real, tiene que estar permanentemente excluido de cualquier esperanza de curación. Pues en ese caso habría un poder que transcendería al de Dios, un poder capaz de fabricar otra voluntad que puede atacar y derrotar Su Voluntad, así como conferirle a Su Hijo otra voluntad distinta de la Suya y más fuerte. Y cada parte fragmentada de la creación de Dios tendría una voluntad diferente, opuesta a la Suya, y en eterna oposición a Él y a las demás. Tu relación santa tiene ahora como propósito la meta de demostrar que eso es imposible. El Cielo le ha sonreído, y en su sonrisa de amor la creencia en el pecado ha sido erradicada. Todavía lo ves porque no te das cuenta de que sus cimientos han desaparecido. Su fuente ya ha sido eliminada, y sólo puedes abrigarlo por un breve período de tiempo antes de que desaparezca del todo. Lo único que queda es el hábito de buscarlo.

9. Y sin embargo, lo contemplas con la sonrisa del Cielo en tus labios y con la bendición del Cielo en tu mirada. No seguirás viendo el pecado por mucho más tiempo. Pues en la nueva percepción, la mente lo corrige cuando parece presentarse y se vuelve invisible. Los errores se reconocen de inmediato y se llevan enseguida ante la corrección para que ésta los sane y no para que los oculte. Serás curado del pecado y de todas sus atrocidades en el instante en que dejes de conferirle poder sobre tu hermano. Y lo ayudarás a superar sus errores al liberarlo jubilosamente de la creencia en el pecado.

10. En el instante santo verás refulgir la sonrisa del Cielo sobre ti y sobre tu hermano. Y derramarás luz sobre él, en jubiloso reconocimiento de la gracia que se te ha concedido. Pues el pecado no puede prevalecer contra una unión que el Cielo ve con beneplácito. Tu percepción sanó en el instante santo que el Cielo te dio. Olvídate de lo que has visto, y eleva tus ojos con fe hacia lo que ahora puedes ver. Las barreras que impiden el paso al Cielo desaparecerán ante tu santa mirada, pues a ti que eras ciego se te ha concedido la visión y ahora puedes ver. No busques lo que ha sido eliminado, sino la gloria que ha sido restituida para que tú la veas.

11. Mira a tu Redentor y contempla lo que Él quiere que tú veas en tu hermano, y no permitas que el pecado vuelva a cegar tus ojos. Pues el pecado te mantendría separado de él, pero tu Redentor quiere que veas a tu hermano como te ves a ti mismo. Vuestra relación es ahora un templo de curación; un lugar donde todos los que están fatigados pueden venir a descansar. En ella se encuentra el descanso que les espera a todos después de la jornada. Y gracias a vuestra relación todos se encuentran más cerca de ese descanso.

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