lunes, 3 de junio de 2019

T17. VIII. Las condiciones de la paz


*T17. VIII. Las condiciones de la paz*

1. El  instante  santo no es  más  que  un caso especial, un ejemplo  extremo,  de  lo  que  toda  situación debería  ser.  El  significado que  el  propósito  del  Espíritu Santo  le  ha  dado  al  instante  santo,  se  le  da también  a  toda  situación.  El  instante  santo suscita  la  misma  suspensión de  falta  de  fe  -que  se rechaza  y no se  utiliza- para  que  la  fe  pueda  responder  a  la  llamada  de  la  verdad. El  instante  santo  es el  ejemplo supremo,  la  demostración  clara  e  inequívoca  del  significado de  toda  relación y de  toda situación cuando  se  ven como  un todo. La  fe  ha  aceptado todos  los  aspectos  de  la  situación,  y la falta  de  fe  no ha  impuesto el  que  nada  se  vea  excluido de  ella. Es  una  situación  de  perfecta  paz, debido  simplemente  a  que  la  has  dejado  ser lo que  es.

2. Esta  simple  cortesía  es  todo lo que  el  Espíritu Santo  te  pide:  que  dejes  que  la  verdad sea  lo  que es. No intervengas, no la  ataques, ni  interrumpas  su llegada.  Deja  que  envuelva  cada  situación  y que te  brinde  paz.  Ni  siquiera  se  te  pide  que  tengas  fe, pues  la  verdad  no pide  nada.  Déjala  entrar, y ella invocará  la  fe  que  necesitas  para  gozar de  paz, y se  asegurará  de  que  dispongas  de  ella.  Pero no te alces  contra  ella, pues  no puede  hacer acto de  presencia  si  te  opones  a  ella.

3. ¿No desearías  hacer  de  toda  situación  un instante  santo?  Pues  tal  es  el  regalo de  la  fe, que  se  da libremente  dondequiera  que  la  falta  de  fe  se  deja  a  un lado  sin usar.  El  poder  del  propósito  del Espíritu Santo  puede  usarse  entonces  en su lugar.  Este  poder transforma  instantáneamente  todas  las situaciones  en  el  único  medio,  seguro y continuo,  de  establecer Su propósito y de  demostrar  su realidad.  Lo que  se  ha  demostrado ha  requerido fe,  y ésta  ha  sido concedida.  Ahora  se  convierte  en un hecho,  del  que  ya  no se  puede  retirar la  fe. La  tensión que  conlleva  negarle  la  fe  a  la  verdad es enorme  y mucho  mayor de  lo que  te  imaginas. Pero responder a  la  verdad con  fe  no entraña  tensión alguna.

4. Para  ti, que  has  respondido  a  la  llamada  de  tu  Redentor,  la  tensión  que  conlleva  no responder a  Su llamada  parece  ser mayor  que  antes. Pero no es  así. La  resistencia  siempre  estuvo ahí, pero se  la atribuías  a  otra  cosa, creyendo que  era  esa  "otra  cosa" la  que  la  producía. Mas  eso nunca  fue  verdad. Pues  lo que  esa  "otra  cosa" producía  era  pesar y depresión, enfermedad  y dolor, tinieblas  y vagas imaginaciones  de  terror, escalofriantes  fantasías  de  miedo  y abrasadores  sueños  infernales.  Y  todo ello no era  más  que  la  intolerable  tensión que  se  producía  al  negarte  a  depositar tu  fe  en la  verdad y a  ver su evidente  realidad.

5.  Tal  fue  la  crucifixión  del  Hijo  de  Dios. Su falta  de  fe  le  ocasionó todo  eso. Piénsalo muy bien antes  de  permitirte  usar tu falta  de  fe  contra  él.  Pues  él  ha  resucitado, y tú has  aceptado  la  Causa  de su despertar  como tu  propia  causa.  Has  asumido  el  papel  que  te  corresponde  en  su redención, y ahora  eres  completamente  responsable  por él.  No le  falles  ahora, pues  te  ha  sido dado comprender lo  que  tu falta  de  fe  en él  te  ocasiona. Su salvación  es  tu único  propósito.  Ve  sólo esto  en toda situación, y cada  una  de  ellas  se  convertirá  en un medio de  brindarte  sólo eso.

6. Cuando  aceptaste  la  verdad como  el  objetivo  de  tu relación,  te  convertiste  en un dador de  paz  tan irremediablemente  como que  tu Padre  te  dio paz.  Pues  el  objetivo de  la  paz  no se  puede  aceptar sin sus  condiciones, y tú tuviste  que  haber  tenido  fe  en dicho  objetivo,  pues  nadie  acepta  lo que  no cree que  es  real.  Tu propósito no ha  cambiado ni  cambiará  jamás, pues  aceptaste  lo  que  nunca  puede cambiar.  Y  ahora  no le  puedes  negar nada  que  necesite  para  ser eternamente  inmutable.  Tu liberación es  segura. Da  tal  como  has  recibido.  Y  demuestra  que  te  has  elevado muy  por encima  de cualquier  situación  que  pudiese  detenerte  y mantenerte  separado  de  Aquel  Cuya  llamada contestaste.

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