lunes, 3 de junio de 2019

T17. IV. Los dos cuadros


*T17. IV. Los dos cuadros*

1. Dios  estableció  Su relación  contigo  para  hacerte  feliz,  y ninguna  cosa  que  hagas  que  no comparta Su propósito puede  ser real.  El  propósito  que  Dios  adscribió a  cada  cosa  es  la  única  función que tiene. Debido  a  la  razón que  Él  tuvo para  crear  Su relación  contigo,  la  función  de  las  relaciones  se convirtió  para  siempre  en "hacer  feliz". Eso es  todo. Para  satisfacer  esta  función  te  relacionas  con tus  creaciones  del  mismo  modo en que  Dios  se  relaciona  con las  Suyas. Pues  nada  que  Dios  haya creado puede  estar excluido de  la  felicidad,  y nada  que  Él  creó  desea  otra  cosa  que  extender felicidad tal  como  su Creador  lo hizo.  Lo que  no satisface  esta  función no puede  ser real.

2. En  este  mundo es  imposible  crear.  Pero sí  es  posible  hacer  feliz. He  dicho  repetidamente  que  el Espíritu Santo  no quiere  privarte  de  tus  relaciones  especiales, sino transformarlas.  Y  lo  único que esto  significa  es  que  Él  reinstaurará  en ellas  la  función que  Dios  les  asignó.  La  función  que  tú les has  asignado  es  claramente  que  no sean fuentes  de  felicidad.  Pero la  relación  santa, comparte  el propósito  de  Dios, en lugar de  tratar  de  inventar otro  para  que  lo  substituya. Cada  relación especial que  has  entablado  es  un substituto de  la  Voluntad de  Dios  y glorifica  tu voluntad  en vez  de  la  Suya debido  a  la  ilusión de  que  son diferentes.

3. Has  entablado relaciones  muy reales  incluso en  este  mundo. Sin embargo, no las  reconoces porque  has  hecho  que  sus  substitutos  predominen de  tal  manera  que,  cuando la  verdad te  llama -como  constantemente  lo hace- contestas  con un substituto.  El  propósito  fundamental  de  cada relación  especial  que  has  entablado  es  mantener  a  tu  mente  tan ocupada  que  no puedas  oír  la llamada  de  la  verdad.

4. En  cierto  sentido, la  relación especial  fue  la  respuesta  del  ego a  la  creación  del  Espíritu  Santo, Quien  a  Su vez  fue  la  Respuesta  de  Dios  a  la  separación. Pues  aunque  el  ego no entendía  lo  que había  sido creado,  era  consciente  de  una  amenaza.  Todo el  sistema  defensivo que  el  ego desarrolló para  proteger  la  separación de  los  avances  del  Espíritu  Santo, fue  en  respuesta  al  regalo con  el  que Dios  la  bendijo, Quien,  mediante  Su bendición, permitió  que  se  subsanase.  Esta  bendición  encierra dentro de sí la verdad de todo. Y la verdad es que el Espíritu Santo mantiene una estrecha relación contigo porque en Él tu relación con Dios queda restaurada. Tu relación con Él jamás se ha roto porque desde que se produjo la separación el Espíritu Santo no ha estado separado de nadie. Y gracias a Él todas tus relaciones santas han sido cuidadosamente preservadas para que sirvan el propósito que Dios te dio.

5. El ego siempre se mantiene alerta por si surge cualquier amenaza, y la parte de tu mente en la que el ego fue aceptado está ansiosa por conservar su propia razón, tal como la entiende. No se da cuenta de que es completamente demente. Mas tú tienes que darte cuenta exactamente de lo que esto significa si quieres que se te restituya la cordura. Los dementes protegen sus sistemas de pensamiento, pero lo hacen de manera demente. Y todas sus defensas son tan dementes como lo que supuestamente tienen que proteger. No hay nada en la separación, ni "razón", ni atributo, ni ningún aspecto que no sea demente. Y su "protección", que es parte de ella, es tan demente como toda ella. Por lo tanto, la relación especial, su principal defensa, no puede sino ser demente.

6. No tendrás mucha dificultad ahora en darte cuenta de que el sistema de pensamiento que la relación especial protege no es más que un sistema ilusorio. Reconoces, al menos en términos generales, que el ego es demente. No obstante, todavía te parece que la relación especial es en cierto modo "diferente". Sin embargo, la hemos examinado con mucho más detenimiento que muchos de los otros aspectos del sistema de pensamiento del ego que has estado más dispuesto a abandonar. Mientras este aspecto continúe vigente, no obstante, no podrás abandonar los demás. Pues este aspecto no es diferente. Si lo conservas, habrás conservado todos los demás.

7. Es esencial darse cuenta de que todas las defensas dan lugar a lo que quieren defender. La base subyacente de su eficacia es que ofrecen lo que defienden. Lo que defienden se ha depositado en ellas para mantenerlo a salvo, y conforme operan te lo brindan a ti. Toda defensa opera dando regalos, y los regalos son siempre una miniatura -montada en marco de oro- del sistema de pensamiento que la defensa protege. Se trata de un marco muy elaborado, repleto de gemas, y profusamente tallado y pulido. Su propósito es ser valioso en sí mismo, y desviar tu atención de lo que encierra. Mas no puedes tener el marco sin el cuadro. Las defensas operan para hacerte creer que sí puedes.

8. La relación especial te ofrece el marco más imponente y falaz de todas las defensas de las que el ego se vale. Su sistema de pensamiento se ofrece aquí, rodeado por un marco tan recargado y elaborado, que el cuadro casi desaparece debido a la imponente estructura del marco. En el marco van entretejidas toda suerte de fantasías de amor quiméricas y fragmentadas, engarzadas con sueños de sacrificio y vanagloria, y entrelazadas con hilos dorados de auto-destrucción. El brillo de la sangre resplandece como si de rubíes se tratase, y las lágrimas van talladas cual diamantes que refulgen tenuemente a la luz mortecina en que se hace el ofrecimiento.

9. Examina el cuadro. No dejes que el marco te distraiga. Este cuadro se te ofrece para que te condenes, y si lo aceptas creerás estar condenado. No puedes conservar el marco sin el cuadro. Lo que valoras es el marco, pues en él no ves conflicto. No obstante, el marco no es más que la envoltura del regalo de conflicto. El marco no es el regalo. No te dejes engañar por los aspectos más superficiales de este sistema de pensamiento, pues en ellos se encierra todo el sistema en sí, sin excluir ningún aspecto. En este regalo rutilante habita la muerte. No permitas que tu mirada se pose en los destellos hipnóticos del marco. Mira el cuadro y date cuenta de que lo que te ofrece es la muerte.

10. Por eso es por lo que el instante santo es tan importante para la defensa de la verdad. La verdad en sí no necesita defensa, mas tú necesitas ser defendido contra tu aceptación del regalo de muerte. Cuando tú, que eres la verdad, aceptas una idea tan peligrosa para la verdad, la amenazas con su destrucción. Y ahora se te tiene que defender, para poder así conservar intacta la verdad. El poder del Cielo, el Amor de Dios, las lágrimas de Cristo y la alegría de Su espíritu eterno son convocados para defenderte de tu propio ataque. Pues tú los atacas al ser parte de Ellos, y Ellos tienen que salvarte, pues se aman a Sí Mismos.

11. El instante santo es una miniatura del Cielo, que se te envía desde el Cielo. Es también un cuadro, montado en un marco. Mas si aceptas este regalo no verás el marco en absoluto, ya que el regalo sólo puede ser aceptado cuando estás dispuesto a poner toda tu atención en el cuadro. El instante santo es una miniatura de la eternidad. Es un cuadro de intemporalidad, montado en un marco de tiempo. Si te concentras en el cuadro, te darás cuenta de que era únicamente el marco lo que te hacía pensar que era un cuadro. Sin el marco, el cuadro se ve como lo que representa. Pues de la misma manera en que todo el sistema de pensamiento del ego radica en sus regalos, del mismo modo el Cielo en su totalidad radica en este instante, que se tomó prestado de la eternidad y se montó en el tiempo para ti.

12. Se te ofrecen dos regalos. Cada uno de ellos es un todo en sí mismo y no puede ser aceptado parcialmente. Cada uno de ellos es un cuadro de todo lo que puedes tener, aunque desde una perspectiva muy diferente. No puedes comparar su valor comparando el cuadro de uno con el marco del otro. Debes comparar únicamente los cuadros, pues, de otro modo, la comparación no tendría ningún sentido. Recuerda que el cuadro es lo que constituye el regalo. Y sólo sobre esa base eres realmente libre de elegir. Contempla los cuadros. Contempla los dos. Uno es un cuadro diminuto, difícil de ver bajo las pesadas sombras de su enorme y desproporcionado marco. El otro tiene un marco liviano, está colgado en plena luz y es algo maravilloso de contemplar debido a lo que es.

13. Tú que has tratado tan arduamente -y todavía sigues tratando- de encajar el mejor cuadro en el marco equivocado, y combinar de este modo lo que no puede ser combinado, acepta lo que sigue y regocíjate por ello: cada uno de estos cuadros está perfectamente enmarcado de acuerdo con lo que representa. Uno de ellos está enmarcado de forma que el cuadro esté desenfocado y no se pueda ver. El otro, de forma que su cuadro se vea con perfecta claridad. El cuadro de muerte y de tinieblas se hace cada vez menos convincente según logras dar con él entre todo lo que lo envuelve. A medida que se expone a la luz cada una de las piedras inertes que en la obscuridad parecían brillar desde el marco, dichas piedras se vuelven opacas y sin vida y cesan de desviar tu atención del cuadro. Y por fin miras al cuadro en sí, viendo finalmente que, sin la protección del marco, no tiene sentido.

14. El otro cuadro tiene un marco muy liviano, pues el tiempo no puede contener a la eternidad. No hay nada en él que te pueda distraer. El cuadro del Cielo y de la eternidad se vuelve más convincente a medida que lo contemplas. Y ahora, después de haberse hecho una verdadera comparación, puede por fin tener lugar una transformación de ambos cuadros. Y a cada uno de ellos se le da el lugar que le corresponde una vez que se ve en relación con el otro. Cuando llevas el cuadro tenebroso ante la luz, no lo percibes como algo temible, sino que por fin te das cuenta del hecho de que no es más que un cuadro. Y en ese momento reconoces lo que ves ahí tal como es: un cuadro de algo que pensabas que era real, y nada más. Pues más allá de ese cuadro no verás nada.

15. El cuadro de luz, en claro e inequívoco contraste, se transforma en lo que está más allá del cuadro. A medida que lo contemplas, te das cuenta de que no es un cuadro, sino una realidad. No se trata de una representación pictórica de un sistema de pensamiento, sino que es el Pensamiento mismo. Lo que representa está ahí. El marco se desvanece suavemente y brota en ti el recuerdo de Dios, ofreciéndote toda la creación a cambio de tu insignificante cuadro, que no tenía ningún valor ni ningún significado.

16. A medida que Dios ascienda al lugar que le corresponde y tú asciendas al tuyo, volverás a entender el significado de las relaciones, y sabrás que es verdad. Ascendamos juntos hasta el Padre en paz, permitiendo que adquiera predominancia en nuestras mentes. Todo se nos dará al darle a Él el poder y la gloria, y al no conservar ninguna ilusión con respecto a dónde se encuentran éstos. Se encuentran en nosotros gracias a Su predominio. Lo que Él ha dado, es Suyo. Resplandece en cada parte de Él, así como en la totalidad. La realidad de tu relación con Él radica en la relación que tenemos unos con otros. El instante santo refulge por igual sobre todas las relaciones, pues en él todas las relaciones son una. En el instante santo sólo hay curación, ya completa y perfecta, pues Dios está en él, y donde Él está, sólo lo que es perfecto y completo puede estar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si quieres que te resuelva cualquier pregunta no dudes en ponerte en contacto conmigo a través de e-mail, estaré encantado de ayudarte: edgardomenechcoach@hotmail.com
También puedes buscarme en Facebook como Edgar Doménech Macías.