lunes, 2 de septiembre de 2019

T31. VII. La visión del salvador


*T31. VII. La visión del salvador*

1.  Aprender  significa  cambiar.  La  salvación no intenta  valerse  de  medios  que  todavía  sean tan ajenos  a  tu modo  de  pensar que  no te  sirvan de  nada,  ni  tampoco es  su intención  producir cambios que  tú no puedas  reconocer. Mientras  perdure  la  percepción habrá  necesidad  de  conceptos, y la  tarea de  la  salvación es  cambiarlos.  Pues  tiene  que  lidiar  valiéndose  de  contrastes, no de  la  verdad, la  cual no tiene  opuestos  ni  puede  cambiar.  De  acuerdo  con los  conceptos  del  mundo,  los  culpables  son "malos" y los  inocentes  "buenos".  Y  no hay nadie  aquí  que  no tenga  un concepto de  sí  mismo que cuenta  con  lo "bueno" para  que  le  perdone  lo "malo". No puede  tampoco  confiar en  el  aspecto "bueno"  de  nadie,  pues  cree  que  el  "malo" anda  por ahí  al  acecho.  Este  concepto hace  hincapié  en la traición,  de  modo que  resulta  imposible  tener  confianza.  Nada  de  esto  puede  cambiar mientras percibas  lo "malo" en  ti. 

2. Mientras  le  atribuyas  valor  al  ataque  no podrás  ver  tus  "malos" pensamientos. Puede  que  algunas veces  los  percibas, pero  no te  darás  cuenta  de  que  no significan nada.  Y  así,  se  presentarán  en formas  temibles, ocultando su contenido, a  fin  de  quebrantar  el  pobre  concepto  que  tienes  de  ti mismo  y ennegrecerlo  con otro "crimen" más.  No puedes  concederte  a  ti  mismo  tu inocencia,  pues estás  demasiado  confundido con respecto a  quién  eres. Mas  sólo  con que  considerases  a  un solo hermano como  completamente  digno de  perdón, tu  concepto  de  ti  mismo cambiaría  por completo. Tus  "malos"  pensamientos  quedarían  perdonados  junto  con los  suyos, al  no haber permitido  que ninguno  de  ellos  te  afectase.  Abandonarías  tu empeño de  querer  ser el  símbolo de  su maldad y culpabilidad.  Y  al  depositar tu  confianza  en lo  que  es  bueno en él,  la  depositarías  en lo que  es  bueno en  ti. 

3. Desde  un punto de  vista  conceptual,  ésta  es  la  manera  de  verlo  a  él  como algo  más  que  un cuerpo, pues  el  cuerpo nunca  parece  ser lo que  es  bueno. Las  acciones  del  cuerpo  se  perciben  como procedentes  de  lo más  "bajo"  en ti,  y, por ende, de  lo más  "bajo"  en él.  Al  concentrarte  únicamente en  lo bueno en él,  ves  el  cuerpo  cada  vez  menos  y a  la  larga  tan sólo se  verá  como una  sombra  que circunda  lo  bueno.  Y  cuando hayas  llegado al  mundo que  se  encuentra  más  allá  de  lo que  sólo se puede  ver con los  ojos  del  cuerpo, ése  será  el  concepto que  tendrás  de  ti  mismo.  Pues  no interpretarás  nada  de  lo que  veas  sin la  Ayuda  de  la  que  Dios  te  proveyó.  Y  en  Su visión  yace  otro mundo. 

4.  Vives  en ese  mundo tanto como  en éste,  pues  los  dos  son conceptos  de  ti  mismo que  se  pueden intercambiar,  pero que  jamás  pueden  albergarse  simultáneamente. El  contraste  es  mucho  mayor de lo  que  te  imaginas,  pues  amarás  ese  otro  concepto  de  ti  mismo porque  no se  concibió  sólo  para  ti. Aunque  nació como  un regalo para  alguien a  quien  no percibías  como  tu propio ser, se  te  ha  dado a ti.  Pues  el  perdón que  le  concediste  a  él  ha  sido aceptado ahora  para  los  dos. 

5.  Ten fe  en  aquel  que  camina  a  tu  lado, para  que  tu temeroso concepto de  ti  mismo  pueda  cambiar. Y contempla  lo  bueno en él,  para  que  tus  "malos" pensamientos  no te  asusten  al  no poder  nublar la manera  en  que  lo ves.  Y  lo único  que  se  requiere  es  que  estés  dispuesto  a  que  este  feliz  cambio tenga  lugar. No se  te  pide  nada  más.  En apoyo de  ese  cambio,  recuerda  lo que  el  concepto  de  ti mismo  que  ahora  abrigas  te  trajo  en su estela,  y dale  la  bienvenida  al  grato  contraste  que  se  te ofrece. Extiende la mano y recibe el regalo de dulce perdón que le ofreces a aquel que tiene tanta necesidad de él como tú. Y permite que el cruel concepto que tienes de ti mismo sea intercambiado por otro que te brinda la paz de Dios. 

6. El concepto que ahora tienes de ti mismo garantiza que tu función aquí sea por siempre irrealizable e imposible de llevar a cabo. Y así, te condena a una amarga y profunda sensación de depresión y futilidad. Dicho concepto, sin embargo, no tiene por qué ser fijo e inalterable, a menos que decidas que no hay esperanzas de que pueda cambiar y lo mantengas estático y oculto en tu mente. En lugar de ello, entrégaselo a Aquel que entiende cuáles son las modificaciones que necesita para que pueda serle útil a la función que se te encomendó a fin de brindarte paz, de modo que puedas ofrecer paz para así gozar de ella. Las alternativas están en tu mente para que las uses, y tú puedes verte a ti mismo de otra manera. ¿No preferirías considerarte a ti mismo alguien que es necesario para la salvación del mundo, en vez de un enemigo de ella? 

7. El concepto del yo se alza como un escudo, como una silenciosa barricada contra la verdad, y la oculta de tu vista. Todas las cosas que ves son imágenes porque las contemplas a través de una barrera que te empaña la vista y deforma tu visión, de manera que no puedes ver nada con claridad. La luz está ausente de todo lo que ves. Como máximo, vislumbras una sombra de lo que se encuentra más allá. Como mínimo, ves simplemente la obscuridad y percibes las aterrantes imaginaciones procedentes de pensamientos de culpabilidad y de conceptos nacidos del miedo. Y lo que ves es el infierno, pues eso es lo que es el miedo. Mas todo lo que se te da es para tu liberación; y la vista, la visión y el Guía interno te sacarán del infierno junto con aquellos que amas a tu lado, y al universo junto con ellos. 

8. ¡Mirad el papel que se os ha encomendado en el universo! El Señor del Amor y de la Vida le ha encomendado a cada aspecto de la verdadera creación que salve a todo el mundo de la aflicción del infierno. Y a cada uno Él le ha concedido la gracia de ser el salvador de los santos hermanos que especialmente se le confiaron. Y esto es lo que él aprende cuando primero ve a otro tal como se ve a sí mismo y contempla su propio reflejo en él. Así es como deja de lado el concepto que tiene de sí mismo, pues nada viene a interponerse entre su visión y lo que contempla, para juzgar lo que él ve. Y en esta única visión él ve la faz de Cristo y se da cuenta de que contempla a todo el mundo según contempla a este hermano. Pues ahora hay luz donde antes había obscuridad, y el velo que cubría su vista ha sido descorrido. 

9. El velo que cubre la faz de Cristo, el temor a Dios y a la salvación, así como el amor a la culpabilidad y a la muerte, no son sino diferentes nombres de un mismo error: que hay un espacio entre tu hermano y tú que os mantiene aparte debido a una ilusión de ti mismo que lo mantiene a él separado de ti y a ti alejado de él. La espada del juicio es el arma que le entregas a esta ilusión de ti mismo, para que pueda luchar e impedir que el amor llene el espacio que mantiene a tu hermano separado de ti. Mientras empuñes esa espada, no obstante, no podrás sino percibirte a ti mismo como un cuerpo, pues te habrás condenado a estar separado de aquel que sostiene el espejo que refleja otra imagen de lo que él es, y, por ende, de lo que tú no puedes sino ser también. 

10. ¿Qué es la tentación sino el deseo de permanecer en el infierno y en la aflicción? ¿Y a qué puede dar lugar esto, sino a una imagen de ti mismo que puede estar afligida y permanecer atormentada y en el infierno? El que ha aprendido a no ver a su hermano de esta manera, se ha salvado a sí mismo y, por ende, se ha convertido en el salvador de todos los demás. Dios ha encomendado a todos a cada uno, pues un salvador parcial es uno que sólo se ha salvado parcialmente. Los santos hermanos que Dios te ha encomendado para que los salves son todos aquellos con quienes te encuentras o a quienes contemplas sin saber quién son; los que viste por un instante y luego olvidaste; los que conociste hace mucho; los que conocerás algún día; aquellos de los que ya no te acuerdas y los que aún no han nacido. Pues Dios te ha dado a Su Hijo para que lo salves de cualquier concepto que él jamás haya abrigado. 

11. Mas ¿cómo podrías ser el salvador del Hijo de Dios mientras todavía desees permanecer en el infierno? ¿Cómo ibas a ser consciente de su santidad mientras lo veas separado de la tuya? Pues la santidad se ve a través de los santos ojos que ven la inocencia en su interior, y que, debido a ello, esperan verla en todas partes. De esta manera, la invocan en todo aquel que contemplan, para que pueda ser lo que ellos esperan de él. Ésta es la visión del salvador: él ve su inocencia en todos los que contempla, y su propia salvación en todas partes. No tiene un concepto de sí mismo que se interponga entre sus ojos despejados y serenos y lo que ve. De este modo, lleva la luz a todo lo que contempla para así poderlo ver como realmente es. 

12. Sea cual sea la forma en que la tentación parezca manifestarse, no es más que un reflejo de tu deseo de ser algo que no eres. Y de ese deseo surge un concepto que te enseña que tú eres aquello que deseas ser. Y hasta que no dejes de atribuirle valor al deseo que lo engendró, ése será el concepto que tendrás de ti mismo. Y mientras lo tengas en gran estima, verás a tu hermano como la imagen de ti que dicho deseo engendró. Pues ver es tan sólo la representación de un deseo, ya que no tiene el poder de crear. Puede, no obstante, contemplar con amor o con odio, dependiendo sencillamente de si eliges unirte a lo que ves o mantenerte aparte y separado de ello. 

13. Así como la visión del salvador está desprovista de cualquier juicio acerca de ti, del mismo modo es inocente con respecto a lo que tu hermano es. No ve el pasado de nadie en absoluto. Y así, sirve a una mente completamente receptiva, libre de viejos conceptos y dispuesta a contemplar sólo lo que el presente contiene. No puede juzgar porque no sabe nada. Y al haber reconocido esto, simplemente pregunta: "¿Cuál es el significado de lo que contemplo?" Entonces se le da la respuesta. Y la puerta se abre para que la faz de Cristo refulja sobre aquel que con inocencia pide ver más allá del velo de las viejas ideas y de los conceptos ancestrales que por tanto tiempo abrigó contra la visión de Cristo en ti. 

14. Así pues, mantente alerta contra la tentación, recordando que no es más que un deseo demente e insensato de convertirte en algo que no eres. Y piensa también en esa cosa que querrías ser en cambio. Pues de lo que esa cosa se compone es de locura, de dolor y muerte; de traición y de profunda desesperación, así como de sueños fallidos y de haber perdido toda esperanza, salvo la de morir, para así poner fin al sueño de miedo. Eso es todo lo que es la tentación; nada más. ¿Cómo iba a ser difícil elegir contra ello? Examina lo que es la tentación y reconoce cuáles son las verdaderas alternativas entre las que eliges. Pues sólo hay dos. No te dejes engañar por el hecho de que aparentan ser muchas. Las alternativas son el infierno o el Cielo, y de éstas, sólo puedes elegir una. 

15. No dejes que la luz del mundo, la cual te ha sido concedida, permanezca oculta del mundo. El mundo necesita la luz, pues es ciertamente un lugar sombrío, y los hombres se desesperan por haber negado la visión del salvador y lo que ven es la muerte. Su salvador se encuentra ahí, desconocidamente y desconocido, y los contempla con los ojos cerrados. Y ellos no podrán ver hasta que él los contemple con ojos videntes y les ofrezca el perdón que se ofrece a sí mismo. ¿Podrías tú a quien Dios exhorta: "¡Libera a mi Hijo!" caer en la tentación de no escuchar, una vez que te has dado cuenta de que es tu propia liberación la que Él pide? ¿Y qué otra cosa sino ésta pretende enseñar este curso? ¿Y qué otra cosa sino ésta tienes que aprender? 

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